sábado, 24 de octubre de 2015

El último sermón, Francesco Vitola Rognini

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Francesco Vitola Rognini. Comunicador social, periodista de la Universidad del Norte (Barranquilla, Colombia). Master en periodismo de la Universidad de Barcelona y la Columbia University de NY. Twitter: @YamabushiReport 

Por Francesco Vitola Rognini 


Anochecía en el lote. Entre las ramas siempre verdes de las azadirachta índica y las hojas rosadas de las mussaenda erythrophylla revoloteaban enjambres de mosquitos. Las garrapatas enloquecían a los perros que estaban encadenados a las cuatro vigas de madera que sostenían el toldo negro que cubría el contenedor. Dentro del contenedor adaptado como oficina  apenas se respiraba. El aire enrarecido por la falta de ventilación, los gases intestinales y el humo de tabaco generaban una calidez implacable. Un minúsculo y agonizante ventilador eléctrico era el único aliciente para quién ocupaba la silla rodante detrás del escritorio. Podemos leer el título del documento en el que trabaja. Está escrito en tinta roja: El último sermón.
 Buscó entre las notas de voz hechas en su teléfono y reprodujo tres de manera aleatoria.
-(Diciembre 31/2014. Frase #27) Pocos trabajos exigen tanta soledad como este; es tan íntimo y personal como un ataque cardiaco mientras cagas.
-(Enero 29/ 2014. Consejo #12) Te doy un consejo: para hacer un buen espectáculo requieres un personaje bien construido. Ubícalo en medio de una lucha –contra él mismo, contra los elementos, contra algo sobrenatural- y verás resultados.
-(Noviembre 11/2014. Reflexión #116) Nadie contrata payasos sin equipo de amplificación, o sin ayudante que se ría de sus chistes denigrantes copiados del programa emitido los sábados por la televisión nacional.

Sonó el teléfono. La silueta del personaje se dibuja a contraluz, vemos que tiene un peinado al estilo de Ace Ventura. Detuvo la grabación. Inició un nuevo archivo de audio y acercó el micrófono al auricular.
-Hola, desearía hablar con el payaso Frost.
-¡Buenas las tenga!, con él habla.
-Oh, qué bueno encontrarlo a la primera señor Frost…o ¿cómo debo llamarlo?
-Mi nombre artístico lo define usted. He aprendido que hay que dejarse llamar por el nombre que prefiera el que paga la cuenta. Parece estimularlos a ser generosos. Reverendo Truhán es mi nombre cristiano. Es una larga historia, me bauticé a los 27 años.
-¿Cómo un payaso puede llamarse Reverendo Truhán?
-Los domingos oficio en un templo adventista del séptimo día, cerca del estadio de baseball. Si desea le doy la dirección, para que el domingo vaya a ver como empodero a los desvalidos.
Hicieron silencio durante cinco segundos.
-¿Cuánto costaría una presentación?, señor Frost/Reverendo Truhán.
-400.000 más alimentación y bebidas deshidratantes que usted nos proporcione. Del transporte me encargo yo.
-400.000 más alimentación, entiendo.
-Y bebidas deshidratantes, no lo olvide. Necesitamos combustible, no es fácil soportar dos horas de gritos, patadas y pellizcos. Imagino que usted comprende.
-¿Habla de beber alcohol en una fiesta infantil?
-Señora, somos profesionales, venimos haciendo esto más tiempo del que usted lleva pintándose las uñas. Créame, cuando los niños comiencen a comer dulces ni se darán cuenta de lo que bebemos nosotros. Necesitamos ponernos tontos para que nos encuentren graciosos, le explicaría mi teoría, pero ninguno de los dos tiene tiempo para eso.
-Beben con moderación, supongo.
-Doñita, tranquilícese, hace mucho tiempo que estoy en este negocio. Recuerdo una vez…
-¿Tiene amplificación?
Cinco segundos de silencio.
-He hecho esto desde los cinco años “mileidi”.
-¿Es payaso desde que tenía cinco años?
-Sí. Más allá de la payasada y de la burla creo que el humor es una búsqueda, como la poesía. El humor nos retrata como especie, sin disfraz, la poesía híper sensibiliza los sucesos cotidianos. No se trata de hacer bromas pesadas estúpidas; aunque a veces, o mejor dicho, generalmente, la chabacanería es lo que da para comer, lo que prefiere la gente del común. Burlarse de otros, humillarlos, es lo que en este país habitualmente llaman humor.
-¿Tiene o no tiene amplificación?
-Señora, soy un payaso profesional, y no tuve más oportunidades de estudio, pero tengo dos diplomados en la megafonía humana. No requiero de instrumentos de amplificación. A propósito, esos dos diplomados me los descontaron del sueldo en el circo Hermanos Caspa. Ya verá como le dejamos una buena sensación cuando termine el show. ¿Es en una casa?
-Señor, es una fiesta para 100 niños, en un club social.
-Lamento decirle que yo no trabajo en clubes sociales. Solo hago casas, a veces apartamentos, dependiendo. Nuestro espectáculo es exclusivo, íntimo, para que no nos lo copien. Lamentablemente así funciona el sistema, se produce en aislamiento, se comparte en privado. De otra forma las pirañas del medio clonan el show, se reparten las ideas contenidas y lo dejan hecho detritos. Todos quieren un bocado hoy en día. Tiburones, barracudas y rémoras.  ¿Usted sabe cuánto aman las rémoras esos detritos? ¡Son su vida! Esos bichos son los especuladores máximos. Catalogan lo que otros producen según el apetito que tengan. ¿Usted ha visto cómo viven de felices los peces de los acuarios, en esas aguas amarillentas, donde flotan sus alimentos revueltos con sus heces gelatinosas? Así es este medio. Ellos no saben que respiran mierda y orina, están habituados. A los copiones les encantan los sedimentos resultantes de la masticación de los críticos piraña. Señora, eso aplica a todos los aspectos de la vida.
-¿Qué clase de profesional es usted, que no trabaja en clubes sociales?
-Doña, hago casas, solo casas, a veces trabajamos en apartamentos. Desde que grabaron unas de mis presentaciones con un celular y la subieron a la red he dejado de hacerlo. Cuesta mucho crear, pero a nadie parece importarle pagar por disfrutar de lo creado por otro. Esa actitud de depredador de estuario me agotó.
Estiró el brazo y presionó el botón de encendido en el control remoto. En la minúscula TV sin sonido apareció Mr. Baracus anciano con su mohawk gris, vendiendo licuadoras de frutas. La antigua estrella de la TV metió bananos sin pelar por la parte de arriba del aparato y por abajo salió un jugo verde. El Reverendo Truhán ignoró la voz chillona al otro lado de la línea y siguió concentrado en la pantalla. La rubia operada –de unos cincuenta años- evitaba ser tocada por Mr. Baracus, quien perdía la concentración cuando se enfrentaba al escote. Una sonrisa acompañó el baile de los tríceps cuando alzó los pulgares en señal de aprobación. Detrás de los presentadores un cartel anunciaba: +Juice®
-En el corte le cambian el licuado por un amanecer de Tequila.
-Perdón, ¿cómo dijo?
-Dije que entiendo su punto, quizás me haya convencido. Me gustaría que usted también entendiera que la razón por la que no me gustan los clubes sociales es porque hay muchos pingüinos atentos por todos lados. Me recuerdan a los monos de circo. Astutas personitas peludas entrometidas, con gusto por las joyas. En cambio, cuando trabajamos en casas, mientras más lujosas sean mejor es el trabajo, son menos las tensiones. El servicio es más personalizado, se siente uno valioso, importante.
Apagó la grabación y buscó el archivo: Paradigma Piñata. Enero 4/2009/15. Al reproducirlo se escucharon los gritos y risas de madres e hijos al romperse la piñata, fue un momento en el que cayeron los dulces, cascabeles y monedas de chocolate cubiertas con papel metálico dorado. Las madres huyeron a la terraza dejando a sus niños desahogando sus impulsos.
-Señor, no le oigo bien.
-Son los videos más recientes de la fiesta de ayer.
Apagó la TV, detuvo la grabación anterior e inició un nuevo archivo de audio.
-Suena a que les fue bien.
-Normal, los niños la pasaron bien y eso es lo importante.
-Veo que le importan los niños.
-Son el futuro del mundo, el futuro de este reino gobernado por payasos. Somos payasos contra payasos…mejor que vayan viendo como se hace.
-Señor, tiene un discurso extraño, pero me agrada su actitud.
-He sobrevivido al negocio.
-¿Le interesa?
-¿400.000 más alimentación y bebidas?
-¿Usted pone el transporte?
-¿El club queda a las afueras de la ciudad?
-Sí.
-Entonces no puedo incluir el transporte. Lo acostumbrado es que dé un adelanto en el transcurso de la semana.
-¿Cuál es su dirección?
 Le dio los datos requeridos, colgó y esperó a que anocheciera para salir del lote. Antes de abandonar el contenedor se roció con repelente, luego se aseguró de que los perros estuvieran sueltos, les rellenó sus recipientes para el agua y les dio poco de comer para aumentar su ferocidad.
En la calle comenzaban a rondar los indigentes. Cruzó una avenida, caminó varias cuadras, entró a un edificio residencial con apariencia de colmena, subió cuatro pisos y metió la llave en la cerradura de la puerta 420. Encendió el aire acondicionado del apartaestudio, fue hasta la cocina, metió una sopa instantánea con fideos en el microondas y cuando estuvo lista comió silenciosamente mientras miraba la calle concurrida por la ventana. Al terminar fue a cepillarse los dientes, se colocó un pijama estampado con elefantes, desenrolló la hamaca doble multicolor que estaba plegada en una de las paredes y se dedicó a leer y a tomar notas durante poco más de dos horas. Antes de irse a dormir se levantó a tomar un vaso con agua, miró la ciudad y apagó la luz.
Al despertar se duchó en el estrecho baño, se afeitó, se peinó a medio lado y se vistió como lo venía haciendo desde que acogió el nombre cristiano: Camisa blanca impecable y sin arrugas, corbata azul, pantalón del mismo color y zapatos negros recién lustrados. Llevaba su Biblia, como siempre, bajo el sobaco. El libro escondía una pistola calibre 22 cargada con nueve balas. Preparó café, escuchó las noticias radiales y desayunó con calma. Cuando faltaban diez minutos para las ocho de la mañana el tráfico llenaba las calles de humo, concurrían peatones. Refunfuñó cuando vio que unos vendedores de frutas botaban bazofia al pavimento para alimentar unas vacas. Le pareció increíble que hace un par de años Bellaquería fuera considerada “Capital Americana de la Cultura”. El pastoreo urbano no tiene nada de moderno o civilizado, pensó. Miró aquello con una mueca en su boca y el café humeante en la mano. Anotó algo en su agenda de bolsillo. Terminado el café fue hasta el fondo del apartaestudio, abrió un armario repleto de indumentaria colorida, eligió una peluca multicolor, un traje blanco con círculos rojos y un corbatín púrpura. Los zapatos desproporcionados parecían perros sarnosos. Los guantes blancos tampoco estaban en buen estado, la nariz roja no sonaba. Anotó en su agenda lo que necesiaba comprar. Tomó una maleta que había estado acumulando polvo desde hacía meses, guardó la indumentaria y regresó la maleta a donde estaba guardada. Esperó a que sonara la alarma programada a las 8:30 para salir con su Biblia bajo el brazo.
  Los perros lo recibieron con amor fiel. Después de gritarles para que retorcedieran y lo dejaran entrar, buscó el concentrado y les sirvió en abundancia, también les dio agua. A ninguno acarició. Entró al contenedor, encendió el ventilador y comenzó a estudiar alternadamente los libros de su biblioteca: La Biblia, Don Quijote, un diccionario y un libro de sinónimos. Subrayó cuando hizo falta, se detuvo a meditar ocasionalmente y anotó algunas ideas en su agenda. Pasadas las once comenzó a tronar, los perros se inquietaron; chillaron, aullaron, intentaron meterse al refugio del amo. Frost/Rev. Truhán no pudo seguir trabajando en su sermón. El temporal pareció cernirse sobre el lote, la presión atmosférica bajó, los perros comenzaron a escarbar bajo la puerta.
El teléfono timbró tres veces antes de contestarlo.
-Buenas, ¿hablo con Frost, el payaso estrella del circo hermanos Caspa?
-El mismo que viste y calza.
-Delegado, le habla Händel Arciniegas.
-¿A qué se debe el milagro? Y buen momento elegiste para llamar.
-Seré breve –relampagueó, el trueno sonó cuando hizo la primera pausa- te llamo para proponerte algo, sé que el negocio del entretenimiento infantil no es como antes. Yo dejé de trabajar como Papá Noel durante las Navidades desde que comencé en este negocio. Recientemente me ascendieron y estoy convocando personal.
-Debe ser bueno, si mal no recuerdo ganabas bastante bien. Lo suficiente para engordar todo el año a partir de ese mes de sueldo.
-Jojojó, tienes razón. Pero esta empresa en la que estoy ahora me permitió desprenderme de ese trabajo repugnante, en el que debía tolerar a los mocosos y a sus necesitadas e irritantes madres. Todos los años, durante un mes, era siempre lo mismo. Los otros 11 meses no podía cortarme la barba. Con el calor que hace aquí eso es un viacrucis. Ahora tengo un puesto directivo, no tengo que usar ese maldito traje rojo casi nunca, salvo cuando hago inducciones a los nuevos empleados. ¡Tenía 20 años sin afeitarme! –Se oyó una especie de nalgada/cachetada al otro lado de la línea-. Poder tocarse la piel del rostro como los seres civilizados que somos nos recuerda la distancia que hemos recorrido genéticamente. Me afeité eso y mis dilemas cavernícolas desaparecieron. Pude bajar de peso, tengo tiempo de comer, de ir al gymnasio, de nuevo puedo dormir la noche completa, hasta me volví a casar. Tengo problemas de salud que puedo cuidarme gracias al servicio médico que me provee mi empleador. Antes de eso casi me muero por mis problemas respiratorios, en el basurero de una cantina. No sé si te enteraste. Me desperté en un hospital después de dos semanas en coma.
El Reverendo estaba boquiabierto, queriendo colgarle antes que lo electrocutara un relámpago perdido, pero le intriga el final de aquel discurso.
-No hermano, desayuno lo que me cuentas. El trabajo suena lucrativo y favorable a la salud ¿en qué consiste?
-Somos una empresa de cobradores. Pero no usamos la indumentaria habitual. Usamos la “Terapia de Shock”. Lo que hacemos es disfrazarnos de la manera más llamativa posible para ir a tocar la puerta de los morosos. Nadie quiere un payaso o a Santa Claus en la puerta de su casa por mucho tiempo. Los vecinos notan con rapidez que alguna broma pesada viene en camino y su curiosidad es lo que necesitamos para propagar la información del moroso. Por ponerte un ejemplo, Willy, uno de nuestros mejores cobradores, tiene 25 años, un metro noventa de altura y pesa 100 kilos. Prefiere venir a trabajar vestido de bebé, pañal cagado y biberón incluido… y antes que me preguntes por las medidas de seguridad te explico que siempre portamos los documentos que demuestran que nuestro trabajo es absolutamente legal. Otra confidencia: desde que Urbaín Beleño volvió a la arena política recibimos entrenamiento militar. Ayer, precisamente, nos dieron una capacitación para aprender a usar los Tazers que recién adquirimos. Todos nuestros empleados llevan uno, junto con una lata de gas pimienta específico para osos pardos.
-¿Y el pago?
-Vas a ganar en un año más de lo que nunca has ganado en tu vida. Y lo único que tienes que hacer es usar tu habilidad para el disfraz y la persuasión… Soplan aires de renovación, amigo. Son otros tiempos, y creo que ha llegado el momento de potenciar tus telentos. Recuerdo que cuando trabajábamos en el circo te tomabas el trabajo muy en serio.
-Soy un profesional. Haré un buen trabajo siempre que me dejes hacerlo a mí manera. Si pagas puntual tendrás un empleado con iniciativa, eso también te lo aseguro.
-Veo que no ha cambiado tu ética de trabajo. Para que sepas, además del sueldo mensual, recibirías comisiones, vacaciones una vez al año, seguro médico y un seguro de vida. Te haremos un contrato indefinido. ¿Se te ocurre algún otro disfraz?
-Cavernícola, hippie, espantapájaros, poeta romántico.
-Ya tenemos al cavernícola y al espantapájaros. Un hippie shakesperiano sería interesante, llegas a cantarles poemas acompañados con Born to be wild saliendo de la tarjeta que sotienes en la mano y que nosotros mandaremos a hacer por ti, las haremos bien estridentes. Dentro de la tarjeta estará la citación que tienes que darle. Darles la tarjeta es nuestro trabajo. Así que en medio del ruido tú le preguntarás su nombre…
-Mira Händel, yo he cambiado mi rumbo. Soy pastor evangélico, predico mi pasión por Jesús Cristo. No quiero dañar a gente inocente.
-Tranquilo, míralo como un llamado de Dios. Nosotros no molestamos a la gente inocente. Los que visitamos son culpables de deudas significativas, millones de pesos. Las empresas aseguradoras y los bancos son los que nos contratan, ellos son las víctimas de los abusos de estos individuos, de estos vividores. Si te animas, pasa por acá para que firmes. No sólo te irás con un adelanto en efectivo, también te daremos una caja con víveres y regalos de nuestros empleadores. Es una tradición de nuestra empresa. Podrás cotizar el doble de pensión por el tipo de trabajo que hacemos, en diez años podrás retirarte con dinero en el banco. Piensa en la edad que tienes, ¿cuánto crees que tu cuerpo resista los rigores de tu vida actual?
-Suena tentador. Déjame pensarlo mientras almuerzo. ¿Cómo te localizo?
-Frente a la estación del tranvía panorámico, a la salida de la ciudad. Busca una edificación que parece una casa del terror, de esas que encuentras en los parques de diversiones. ¿Sabes de lo que hablo?
-Sí. Hace mucho no voy por allá.
-Si puedes ven hasta acá. Estamos abiertos 24 horas, yo vivo en el edificio contiguo. Para la mayoría de nuestros trabajadores la empresa es su única familia, así que la compañía ofrece acomodación a bajo costo y servicios similares a los de un hotel. Es modesto, pero aséptico. Te va a gustar nuestro ambiente de trabajo, ¡todos los días vienes disfrazado!, ¿quién más se puede dar el gusto de decir eso? Escribe mi número para que me llames si no puedes venir, o si decides declinar mi oferta. Y ahora que lo pienso, ven vestido como el pastor, reverendo, cura, o lo que sea que interpretes ahora. Creo que eso asustaría a más de uno en la empresa.
-Te llamaré, Händel.
Colgó el aparato y volvió a sonar. De buen ánimo contestó.
-Funeraria La huerta de Confucio, el más allá de unos es nuestro más acá.
 -¿Cómo? Disculpe, creo que marqué mal.
-¿A dónde llama?
-Llamo a Frost, el payaso.
-¿Quién lo busca?
-¿Señor Frost? ¡Es todo un bromista! Soy la señora que lo llamó ayer para contratarlo, ¿recuerda? la fiesta infantil en el club social.
-Hola, perdone la broma. Antes que continúe debo decirle que no podré aceptar su oferta, desde hoy me dedicaré a otras actividades. Me voy a la selva amazónica a evangelizar indígenas.
-Lástima, ya le había conseguido un galón de ron.
-No juegue con mis emociones, señora.
La señora rió. El reverendo calló.
-Tengo que colgar, si desea llame mañana y yo le recomiendo a alguien de confianza para que me reemplace. Ahora tengo que salir.
La señora no alcanzó a decir nada. El Reverendo Truhán desconectó el teléfono, se quitó los zapatos y subió los pies sobre el escritorio, algo que no había hecho desde que había asumido su rol de pastor de ovejas como personalidad preponderante. Entrelazó las manos detrás de su cabeza, se aflojó la corbata y la tiró al cesto de la basura. Tenía una década, por lo menos, de no sentirse tan ligero.
 Tras años de tempestades en alta mar el cielo clareaba en su horizonte y divisaba tierra firme. No se trataba de una isla, era un continente de posibilidades.
Del bolsillo posterior de su pantalón sacó su libreta y la comenzó a deshojar. Se sentía eufórico. Olvidó el calor por unos momentos mientras releyó las páginas salvadas de la destrucción. De un cajón del escritorio sacó una botella de ron blanco y de a poco se la fue bebiendo hasta que pasó a limpio su último sermón, el que repetiría de ahora en adelante cuando tocase a la puerta de un moroso.
La hoja que contiene el sermón fue lo único que se llevó consigo esa tarde. Antes de salir del contenedor buscó un galón de gasolina que guardaba desde hace años para una ocasión especial. Roció su contenido sobre los muebles viejos y dejó el viejo ventilador encendido.
Los perros fueron a su encuentro. El buscó las correas, se las colocó y se los llevó de paseo. Los cuatro animales fueron difíciles de controlar, nunca habían salido del solar y los estímulos sensoriales eran demasiado para ellos. El no hizo ningún esfuerzo en ir a buscarlos.


El último sermón

Este sermón está escrito para ser dicho a viva voz.
Mi voz será un trueno, y mis palabras el rayo que corta a la mitad el árbol sano.

 No confundan fanatismo con espiritualidad, lo primero embriaga a los futboleros y enriquece a los pastores sin escrúpulos. Lo segundo es gratis e inasible.
Yo no perdono pecados usando las redes sociales, eso lo dejo a la competencia desesperada por recuperar fieles desilusionados.
 Esto no es un club de fans.
Yo estoy aquí para decir lo que otros no se atreven.
Hermanos, vengo a abrirles los ojos:
El circo romano de hoy es la democratización de la violencia a través de nuestros dispositivos móviles.
 ¿Pensaban que las corridas de toros, las peleas de gallos y de perros eran nuestro circo Romano?
Estaban equivocados, olvidan la sádica y pornográfica exposición de la violencia.
Occidente vive inmerso en la cultura del sadismo.
El sadismo como arte.
Yo digo que todo aquel que grité “Olé” merece ser embestido por un toro.

 Orad, hermanos, si la resaca se los permite.
 No importa si no recordáis todo el credo, murmurad, poned cara de circunstancia y no olvidéis la ofrenda.
Recordad visitar la iglesia para que la comunicación con Dios sea mejor, nuestro WIFI espiritual está garantizado, afuera hay muchas interrupciones y la acústica no es buena.
Alabado sea el que dijo:
¡El fuego no razona, el fuego de su conciencia es implacable!
 Pidan perdón, o serán castigados por sus culpas durante toda la eternidad, en un lugar sin aire acondicionado.
A quién bromee diciendo que Bellaquería es nuestro infierno, le responderé diciendo:
¡Es nuestro purgatorio!
Ya llegará la hora de la gran churrasquería, el rodizio, el rostizado lento alimentado con lava de las entrañas del planeta. Por ahora sólo ¡arrepiéntase!
Por último, a propósito del hombre que encontraron esta semana muerto en la esquina, les recuerdo, que los agentes de la ley también bailan al ritmo de la música compuesta e interpretada por drogadictos.


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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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