lunes, 12 de diciembre de 2016

Los cinco cuentos colombianos, esta es mi selección

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Por Andrés Mauricio Muñoz

Devoto como soy del género del cuento, la idea de hacer una lista me resulta un ejercicio inquietante. De algún modo siento como si fuera un padre al que le piden que cuantifique el amor por cada uno de sus hijos, un amante fervoroso que debe anunciar a viva voz cuál ha sido su mejor cama, un guerrero medieval al que se insta a confesar su jornada más épica o un deportista invitado a revelar cuál es su presea más luchada. Pero incluso estos ejemplos me resultan pobres, porque lo que siento  se mueve más por los caminos de la traición, pues todos sabemos que escoger es, ante todo, desechar, darle la espalda a algo. Entonces no tuve más remedio que aferrarme al arrojo, habiéndole jugado una pantomima falaz a la lealtad para aventurarme con los siguientes títulos.

1) Que pase el aserrador (1914), Jesús del Corral: Este cuento siempre estará entre mis favoritos por ese encumbramiento del humor como posibilidad de seducción, por esa certeza con que dibuja el estereotipo paisa y la templanza de quienes fueron acunados por las montañas de Antioquia. Pero también por esbozar tan bien  esos rasgos de pillería, astucia  y sagacidad que nos define a los colombianos.

2) Espuma y nada más (1950), Hernando Téllez: Creo que la característica que perpetúa a este cuento entre los mejores de nuestro canon, es la maestría de Téllez para enarbolar una tensión que no decae, que reverbera, que se erige como atmósfera misma del relato.  Ubicado en los años de la más cruda violencia bipartidista, el autor escoge muy bien cómo articular esos elementos al relato sin que se afecten los trasfondos que más le interesan: el miedo y la ética.

3) Solo vine a hablar por teléfono (1978), Gabriel García Márquez: Este cuento me deleita porque combina dos de los aspectos que mejor definen la genialidad que encumbró a su autor en lo más alto de la literatura universal. Me refiero a la devoción para contar, para hilvanar una historia, como también las honduras en las que solía escrutar para desentrañar las complejidades del hombre. Hay aquí una lúcida radiografía de nuestra visión de la locura, con sus certezas, ambigüedades y subjetividades.

4) Pesadilla en el hipotálamo (1998), Julio César Londoño: Este cuento resalta por la elegancia de la prosa, el rigor para sugerir sin revelar demasiado, para destilar la información que el lector requiere para armar el cuento en su cabeza al ritmo que el narrador le dicta. Un cuento en todo el sentido de la palabra que nos habla sobre los entresijos de la mente y ese miedo enconado a perderla.


5) Algo tan feo en la vida de una señora bien (1980), Marvel Moreno: Este cuento, como en general la obra de Marvel Moreno, destaca por su potente capacidad para reflejar la mirada de una sociedad, con sus absurdos, opresiones y ambigüedades en torno al rol de la mujer, limitado atrozmente por la instauración de un ordenamiento patriarcal. Podría decirse que este cuento es fundacional, desde una perspectiva literaria en Colombia, de una lucha a la que aún le faltan sus mejores combates.
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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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