viernes, 10 de marzo de 2017

Diario para dos Marías (II)

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Por L.C. Bermeo Gamboa

Viernes, marzo 10 de 2017 – Prólogo para una pesadilla con dos vírgenes

Una de las mayores virtudes —por el momento— de la obra de Andrés Caicedo es que sus libros no tienen prólogos, sólo por esto, para mí, ya está por encima de Jorge Isaacs. Cuento con que un día, alguno de estos estudiosos de la banalidad, en alguna prestigiosa universidad descubra porqué 8 de cada 10 personas que leen un prólogo nunca leen la obra. En esta oportunidad yo superaré el promedio y leeré, en su orden, prólogo y obra, en una edición de María por la Biblioteca Ayacucho, que ostenta un prólogo de 30 páginas, escrito por Gustavo Mejía, y del cual quisiera extraer algunos detalles que revelan semejanzas en las dos:

—“La historia de Efraín y María, en su más elemental sentido anecdótico, es simplemente la historia de dos adolescentes sometidos a un destino que les es contrario” (Pág 6). Esto resulta particularmente afín con el universo ficcional de Andrés Caicedo, su tema no es otro que la adolescencia, ya no sometida al destino como en la obra de Isaacs cuyos personajes son de una mansedumbre irreal, contrario a esto, en Caicedo encontramos una adolescencia que se rebela a toda autoridad. Por lo pronto, podemos intuir que los destinos fatales de Caicedo, entre ellos el de María del Carmen, ya están figurados en María de Isaacs, pero con una estética opuesta. Ambas novelas son sueños y partes de un mismo sueño, en el primero Efraín comprueba que El Paraíso se ha perdido y cuando “ennegrecía la noche” decide huir al galope; en el segundo sueño guiada por la música María del Carmen entra a esa noche y se pierde en ella “Tú enrúmbate y después derrúmbate”.

—“El mundo familiar (…) se caracteriza por una rígida jerarquía donde la voz del padre tiene una autoridad formalmente incuestionable” (Pág 7). O lo que es lo mismo el Edén pacífico donde todos obedecen a su señor, aquí hay un claro juego de espejos entre el Génesis bíblico y la recreación nostálgica de El Paraíso, salvo que en la novela de Isaacs no se quiebran las convenciones sociales, por el contrario se acatan como un castigo, por ello, aunque no hay pecado, acontece la muerte de María, injusticia que corrompe esa felicidad y provoca el éxodo de los sobrevivientes. En ¡Que viva la música! y la obra narrativa de Caicedo, la autoridad paterna es constantemente burlada y las convenciones familiares desafiadas: “Mi familia está integrada en esa clase social que yo combato”, se mantienen sólo como apariencias que garantizan privilegios de clase: “Pero si nadie me invitaba tendría que escurrirme a la casa de mis padres: visitar, comer y despedirme, jala cochero llévame allá”.

Inicialmente, situados en estos dos aspectos, podríamos afirmar que las dos novelas centrales de la denominada literatura vallecaucana son obras sobre adolescentes bien o mal criadas, una literatura para inmaduros. ¿Acaso esto no es un defecto de toda literatura?
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Publicado por Unknown
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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