viernes, 7 de abril de 2017

TRAVELLING

2

Por Jose Alias

Sobre la llanura desierta, sólo alterada por pequeños remolinos de polvo, la vieja cámara de súper 8 avanzaba con la precisión de un metrónomo hacia un objeto indefinido que se recortaba en el horizonte bajo el sol abrasador del mediodía.
Por un instante estuvo tentada de utilizar el zoom para acercar así el objeto y hacerlo tal vez más nítido; pero eso había sido sólo una idea fugaz, al principio, cuando abandonó el pequeño trípode sobre el que se mantenía expectante.
Siguió avanzando sin cambiar las lentes de posición, sin alterar el ritmo impuesto, entre las débiles yerbas secas que la árida tierra mostraba indecisa. Seguir filmando sin saber que había allá al fondo con el deseo de lo inesperado, con la duda entre el rodar, hasta el último fotograma.
Sólo por unos momentos perdió de enfoque al objeto, aún demasiado lejano para definirlo, al descender el nivel del terreno en el cauce pedregoso de un arroyo seco donde también se interrumpió el surco que sobre el yermo iba dejando en su arrastre la empuñadura de la cámara.
Al volver al llano un lagarto, gris como la tierra sobre la que pasó fugaz, se imprimió en la película;  demasiado gris, demasiado fugaz, para separar la atención del filmador hacia el objeto que en la distancia cambiaba sus contornos como espejismos sin esqueleto.
Allá atrás, el trípode abandonado había comenzado a moverse penosamente siguiendo el rastro que la cámara había ido dejando tras de sí sobre la agrietada tierra.
Había algo en la imagen que avisaba del peligro del avance hacia ese objeto atrayente e indefinible, pero dar media vuelta equivaldría a un vuelo petrificado en el vacío, a un sumergirse de nuevo en la mediocridad de las filmaciones conocidas: publicidad, guiones comerciales, documentales para mentes correctas, los inmóviles valores del bucle.
Por eso siguió avanzando, la duda muy lejos, imprimiendo sobre la película metro tras metro de tierra seca y yerba calcinada, aproximando el objeto distante con el deseo inaplazable de conseguir ese primer plano en el que todo, tal vez, quedase explicado, nítido, y los contornos fuesen esos y no otros… tal vez una casa o una roca, o algún animal perplejo. Dejó atrás un pequeño grupo de matorrales espinosos entre los que perdió momentáneamente del encuadre al objeto y siguió avanzando sobre el terreno despejado, acercando cada vez más aquello que creía el final de su filmar que era ya casi un jadeo y le hacía mantener a duras penas la velocidad uniforme de su avance. Los espacios vacíos sobre los que se recortaba el objeto iban reduciéndose en el rectángulo del encuadre, la dura luz del mediodía afilaba los contornos que dejaron de ser claros cuando uno de los pequeños remolinos de viento y polvo envolvió inesperadamente a la cámara haciéndole perder ritmo y equilibrio por un instante. Un sólo instante tras el que continuó con esfuerzo tenaz su avance, una mínima porción de tiempo para saber que aquel ritmo, roto, ya no tenía importancia, que la propia voluntad de acercarse y reconocer al objeto no era tal, para saber que era el propio objeto el que deseaba ser filmado, el que estaba atrayendo su filmar y estaba girando el zoom hasta la distancia perfecta, hasta el perfecto encuadre de un primer plano inmejorable y entonces atascar el último fotograma para juntar, superponiéndolas, todas las imágenes, todas las formas en las que el objeto se descomponía y recomponía sin interrupción: añadiendo una forma tras otra, una imagen tras otra imagen hasta llegar a la confusión, al caos de lo informe para que la cámara, atónita en su locura, no pudiera oír al trípode, pero eso ya no importaba, que tras ella  clavaba dos de sus patas en la tierra mientras levantaba la otra y  la dejaba caer, una vez, dos veces, tres sobre la súper 8 hasta sacrificar sólo un montón de imágenes rotas y un trozo de chatarra inútil junto al objeto silencioso que comenzó a moverse alejándose del lugar bajo el sol del mediodía, hasta perderse entre los remolinos de polvo que como diminutos ciclones rompían la quietud  sin vida de la llanura desierta.
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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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