lunes, 31 de julio de 2017

Contando hasta cero

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La gilada no se entera, pero es algo que debe tenernos sin cuidado. 
Hemos visto de qué formas han degradado a los grandes artistas de su época; 
a veces cualquiera, a veces la época.
Fito Páez.
Calzadilla, Roca, Pereira, por Duvan Carvajal

Por Larry Mejía

Hace unos días el muro de Facebook del editor Mario Jursich, que generalmente sorprende por sus divertidos comentarios y por hacer de la siempre renovada crisis colombiana, publicó un comentario sobre Juan Calzadilla al cual intentaré dar respuesta en esta página. Dejo en claro que a mí me cuesta mucho responderle a Mario pero siento que debo hacerlo; y me cuesta porque leí muchos años su revista de manera asidua, además de que cuando veo sus entrevistas no puedo menos que complacerme de lo acucioso que es para preguntar otras cosas y conseguir un ambiente maravilloso, siguiendo el consejo de Truman Capote “no hagas una entrevista, ten una conversación”. Me parece que Mario es un hombre centrado, inteligente. Hemos hablado de Alfred Polgar, a quien para mi sorpresa Mario conoce muy bien.
Transcribo el comentario y luego intento una respuesta.

“El año pasado, en Medellín, le dieron el premio León de Greiff al poeta venezolano Juan Calzadilla. Si alguien lo conoce, sabrá que Calzadilla es lo que Gramsci llamaba “intelectual orgánico” pero que sus compatriotas prefieren calificar como “jalabolas del gobierno”. No sólo nunca se ha pronunciado en contra de los desmanes chavistas y maduristas, sino que ha dado muestras de la abyección cívica más profunda.
Ahora: también es un buen poeta.
El talento literario jamás es garantía de lucidez política. Si no entendemos esa diferencia, imaginen si vamos entender todo lo demás.”

Yo no sé quién le dio a Calzadilla el premio de Greiff, supongo que fue su tocayo Juan Manuel Roca, quien desde su trabajo en el Magazín de El Espectador (no sé si antes), ha sido un promotor de la obra del poeta de Altagracia, quien hasta en su país ha sido ninguneado por sus pares que para negarle la gloria merecida. Los poetas lo enmarcan como pintor, a su vez los pintores lo inscriben como poeta, para jugarse su suerte.
Jalabolas es una expresión demasiado fuerte en Venezuela, y usada para referirse a Juan es además injusta, valga recordar que Calzadilla fue preso en los años 60 por su militancia política y que siendo fundador de El Techo de la Ballena, se jugó la vida en aras de denunciar la masacre que entonces como ahora se vivía en ese país.
Un hombre con más de 20 poemarios escritos, con incontables trabajos sobre pintura y plástica venezolana, un hombre que nunca ha ocupado los lugares con que premia el gobierno a sus adeptos, y un hombre que me dijo cuando hablamos del Festival de Poesía de Medellín “yo no vuelvo al Hollywood de la poesía”, es un hombre intachable.
Creo que Mario está un poco desinformado y las intimidades de Juan no dan para citarse en estas líneas, pero valga recordar que él renunció a la Galería de Arte Nacional hace un par de años (de la que hace 50 fue asistente del director), porque sentía que le quitaba tiempo para sus trabajos personales.
Sea el momento de recordar la vez que le pregunté por qué no aceptaba ser Ministro de Cultura y me dijo “no chico, esos son unos mafiosos”, a lo que le increpé: –pero Juan, ese cargo lo ocupó un familiar tuyo–. Me contestó “otro mafioso chico”. ¿Mario tiene idea de cuántas veces dejó Juan servida la mesa del rico Epulón (Pedro Alejo Gómez), cuando lo invitó a su casa, la Silva, porque también lo consideró un mafioso?
Juan, como casi toda la poesía venezolana, es un universo en sí mismo. Hablar bien de él está de más.
De momento recuerdo el comentario de Harold Alvarado Tenorio, contra quien él denomina “un saurio chavista”, valga traer a estas líneas que en los años de docente de Harold en Estados Unidos, él lo invitó a New York, según me dijo hace unos días aquí en México que por recomendación de Carlos Contramaestre, sea como sea, su impronta, su juicio, su posición descreída son para mí una prueba de un ser fiable, amable, generoso, poeta y sobre todo humano.
Espero que no se malentienda, no me refiero a la persona ni a la poesía del León de Greiff, pero cuando se piensa en un primer premio, iniciativa de EAFIT, y se le concede a alguien como Juan, quien está recibiendo el premio no es Calzadilla sino la institución que al otorgarlo a una figura literaria de su tamaño, en realidad está blindándolo de futuros mal entendidos como el que intenta hacer Mario.
En el chat me decía: “No sé si has estado en el museo que dirige y que él rebautizó –no es un chiste– como "Museo del Arte del Opresor" ¿Se refiere Mario a la GAN?, ahí sí estuve, y de la mano de Calzadilla conocí la paleta de Arturo Michelena, los estudios para sus dibujos, en esa exposición maravillosa, a la cual asistió en bloque, también la derecha venezolana, y no precisamente a “jalarle bolas”, a Calzadilla.
Yo no estoy defendiéndolo, tampoco estoy atacando a Mario, sólo quiero dejar un poco en claro que a veces nos tomamos las cosas demasiado epidérmicas, ver los toros desde la barrera es sencillo. Yo he visitado Caracas por uno motivo y otro ya no sé cuántas veces, y al día de hoy, en que termino dos años de investigación sobre El Techo de la Ballena, casi que he logrado tener en mis manos la Copa de Huesos de Caupolicán Ovalles, los maniquíes de Garmendia y los Muros Activos de todos los balleneros, y he palpado el Homenaje a la Necrofilia, pero sigo sin ver el famoso museo del que me habló Mario en el chat.
Pero como siempre hablamos, eso es Colombia: un matoneo, un berrinche, un chisporroteo de palabras, porque tenemos que opinar, un irrespeto, una necesidad de decir cosas porque sí. Quizá es lo que yo mismo estoy haciendo ahora, y como sólo se trata de un comentario en una red social, aquí dejo suspendido este texto, para que Mario reconsidere y se siente a pensar en que todos alguna vez la metemos pata, y por si hiciera falta le adjunto este poema de Juan, que es un manifiesto, y un divertimento donde mis palabras sobran.

La luz de mis trópicos

Aquí nadie está claro y en primer lugar
yo tampoco.
¿Y por qué tendría que estar claro?
Lo que tiene que estar claro es la luz.
Con una claridad meridiana en alza
como las acciones de la bolsa
puede verse todo claramente.
Si no hay claridad en ti ni en mí
¿por qué preocuparse?
Goza tú de esta luz maravillosa,
De este paisaje cebado en los trópicos.
La confusión ideológica en mi país
es pura inocencia.
La situación política
perdonen si no la entiendo.
¿Acaso soy yo el más llamado a entenderla?
En mi país quien está claro
sencillamente es un tonto.
¡Que se roben ya las arcas
y que lo hagan cuanto antes
pero a mí que me dejen
la luz de los trópicos!

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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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