Si leyéramos hoy cualquier periódico del mundo, probablemente nos
encontraríamos con algo así: “Mañana tomará lugar el tercer Monumento del año,
la París-Roubaix, una carrera de un solo día que recorre 257 kilómetros, 54,4
de ellos en pavé (adoquines), cuya meta se encuentra en el velódromo de Roubaix
y el último vencedor fue Greg Van Avermaet…” Pero sin duda, lo que no
encontraríamos en la prensa es lo que realmente significa esta carrera para
quienes existimos en este universo llamado ciclismo.
La París-Roubaix es conocida como la Clásica de clásicas, aunque su
mejor denominación es El infierno del norte. Sí, EL INFIERNO. Un título que a
duras penas le hace justicia a lo que debe ser correr, o sufrir, esos 257
kilómetros. En este Monumento, el pelotón recorrerá las puertas del Hades, es
decir, los primeros 95 km, antes de encontrarse con ese inframundo: 25 tramos
de adoquines -que en total suman más de 54 km- y constituyen, tal vez, la
prueba más exigente del ciclismo de ruta.
Dichos sectores se clasifican con estrellas, de una a cinco, siendo
cinco la expresión de mayor dificultad. Los más largos son el tramo 25
(Quiévy-Saint-Python) y el 16 (Hornaing-Wandingnies-Hamage) con 3,700 mt
cada uno. No obstante, los más difíciles y trascendentales, según la historia
de la carrera, cada uno con una longitud de 2,400 mt , son el 4 (Carrefour de
l’Arbe) con cuatro estrellas y el 18 (Trouée d’Arenberg) calificado con cinco
estrellas. Un par de tramos para purgar las penas, sin duda. Alguna vez Chris
Horner se refirió a este empedrado así: “Deja que te explique, hay una gran
diferencia entre Flandes y la París-Roubaix. No son ni siquiera parecidas. En
una los adoquines son usados diariamente por los autos, bien cuidados, y por el
estilo. La otra, es completamente diferente...Lo mejor que se me ocurre para
describirla es lo siguiente: hacen un camino de tierra, lo sobrevuelan con un
helicóptero y ¡dejan caer un montón de rocas desde el helicóptero! Así es la
París-Roubaix. Es así de dura. Es ridículo.”
Ninguna otra carrera con pavé se acerca a lo que es el Monumento
francés. El Tour de Flandes o la Gante Wevelgem, tienen adoquines,
sí, pero no tienen baches, resaltos,
irregularidades ni tramos de tierra. A ello se refería el ganador de la Vuelta
a España 2013. Las características de esta superficie, la convierten en el
caldo de cultivo perfecto para la proliferación de pinchaduras.
Ahora bien, este panorama siempre es susceptible de empeorar. En otras
palabras, lo más probable es que la jornada esté acompañada por lluvias, pues
la primavera europea también se siente tentada a hacer parte de tan maravilloso
acontecimiento deportivo. Cuando esto sucede, se empiezan a escuchar las
palabras “épica”, “legendaria” y “mítica” entre todos los aficionados. En el
momento en que el pavé se humedece, el barro empieza a aflorar y poco a poco se
encarga de vestir a todos los corredores del mismo color. El gris-marrón
uniforma al pelotón, los escandalosos colores brillantes de las escuadras
sucumben también ante al poder del Infierno del norte. Los ciclistas empiezan a
flaquear, las caídas (aisladas, reiteradas, grupales, masivas) se vuelven el
foco favorito de las cámaras, y el grupo termina reduciéndose minuto a minuto.
Dijo una vez Sean Kelly: “una París-Roubaix sin lluvia no es una auténtica
París-Roubaix.”
En este momento, la batalla no es entre los equipos, no es ciclista
contra ciclista, ni siquiera es hombre contra hombre, esta es una guerra al
interior de cada participante, una que solo se puede ganar si se cruza la meta.
Si me forzaran a pensar en la banda sonora de la carrera diría: No pain no
gain de Scorpions. Es por esto que Sam Kelly también dijo: “...fue la
carrera más horrible de correr, pero la más bonita de ganar.”
Pocos hombres se han inmortalizado al alzar en sus brazos el trofeo de
la Clásica del terror más de una vez. Claro que, Roger de Vlaeminck y Tom
Boonen, ambos belgas, han tenido el privilegio de levantar cuatro veces el
trozo de pavé de 15 kilos que se entrega al campeón de la odisea ciclística.
También, con tres rocas, Eddy Merckx y Fabian Cancellara, han asegurado su
puesto en esta historia.
Dicho lo anterior, respecto de la edición 2018, tal vez, los titulares
de mañana serán: El Quick-Step Floors, invencible, o Van
Avermaet lo hace de nuevo, o (el que esperaría ansiosamente) Sagan, amo
del Infierno. Esto atiende a que, el equipo belga, absoluto favorito para
llevarse el Monumento, alineará mañana en carrera a Niki Terpstra (reciente
campeón del Tour de Flandes), Zdenek Stybar y a Phillipe Gilbert. Cualquiera de
los tres con inmensas chances de vencer mañana en el velódromo de Roubaix. Ante
los tres mosqueteros del Quick-Step Floors, se enfrentarán Greg Van Avermaet,
campeón vigente; Peter Sagan, la estrella eslovaca del ciclismo mundial, que
corre para el Bora-Hansgrohe; Jasper Stutven, corredor del Treck Segafredo, que
se perfila como otro serio candidato, y; mi as bajo la manga, Sep Vanmarcke, el
belga del EF Education Fisrt-Drapac. Los siete son los que considero candidatos
para coronarse en la Clásica de clásicas.
Para finalizar, les transcribo las palabras de Theo de Rooy, después de
finalizar la París- Roubaix de 1985, en
en una entrevista para CBS: “Es una mierda...esta carrera, es un
montón de mierda, estás sufriendo como un animal, no tienes tiempo para mear y
te lo haces encima. Vas pedaleando sobre el barro, resbalando y es una
mierda...debes limpiarte si no quieres perder la cabeza.” A lo que el
periodista le pregunta si volverá a correrla alguna vez, y de Rooy contesta: “¡Por
supuesto! Es la carrera más bonita del mundo”.
Así como dicen que un partido de fútbol entre Uruguay y Paraguay hay que
verlo con canilleras puestas, no se saquen el casco mientras ven esta carrera.