Las terapias de regresión a vidas pasadas bajo hipnosis han sido popularizadas desde los tiempos en que Charcot, maestro de Freud, las utilizaba como terapia para la histeria femenina. Sin embargo, pocas personas pueden decirte de primera mano qué ocurre durante una sesión y en qué consiste una terapia de tal naturaleza. En plena época new age un grupo de interesadas, en Xalapa, se dan cita para una hipnosis grupal. El escritor Marco Tulio Aguilera, mezclado siempre entre mujeres, ha regresado con un fresco. Crónica.
Primer día
Seminario de Hipnosis y Vidas Pasadas. Junio de 2012. Somos cinco personas. Yo no puedo permanecer quieto: cuestiono, sonrío escéptico o burlón; mis preguntas son poco pertinentes.
La doctora Marcela dice: “Marco, pareces un niño hiperactivo con déficit de atención”.
Ese es el diagnóstico de mi personalidad Hay que dejar salir el niño que tenemos adentro, afirma.
Yo me resisto.
Comienza el proceso de hipnosis y pronto me duermo, mis ronquidos no dejan a los demás caer en trance. De todos modos intento ver algo. En la duermevela imagino o visualizo dos paisajes: uno de infancia, con un castillo y un gran prado al frente, por en el que bajo corriendo, casi flotando. De cuatro asistentes al seminario, otros dos roncan. Son señoras de más de 50 años. Suena la Patética de Chopin. Me recuerdo bajando escaleras rumbo a mi subconsciente, tratando de decirme: no voy a tener miedo de lo que encuentre en el fondo. La maestra es una argentina, tierna y voluminosa, que se alimenta de mate. Tiene tremenda pelambre color rojo teñido. Rizos, una de los asistentes, que parece judía solterona, ve basura y alimañas en el fondo de la escalera. “Tengo la impresión de que te fuiste a una vida pasada”, dice la doctora Marcela. “Este escenario se usa para saber qué defensas tiene la persona. El laberinto se usa para ver las defensas de la persona. MT está sin defensas en esta vida. Si en la vida te encuentras ante problemas no vas a tener con qué defenderte. Nosotros en la vida debemos saber con qué defensas contamos. Por tu gran ego tú piensas que tienes tantas defensas que no tienes defensas. Escapas de la realidad, durmiendo o escribiendo o haciendo deporte”.
Concluyo: yo creo que lo puedo todo. Y eso nace en una frase que pronunció mi padre cuando yo tenía cinco años: “Este es mi hijo amado en quien he puesto todas mis complacencias”, dijo el doctor Aguilera Camacho.
“Hay que aprender a desdramatizar, dice Marcela. “Esa escalera rumbo al subconsciente tiene los miedos infantiles. Subes los escalones y en el piso siguiente encuentras 60 puertas. Abres puertas para buscar a tu niño. Lo que se mide aquí es la autoestima”. La doctora da instrucciones: “Llegan a una pradera, hay un bellísimo paisaje”.
La doctora induce imágenes: escaleras, paisajes, laberintos, casas y coloca a las personas ahí. Yo evito meterme ahí porque temo encontrarme con mi niño interno. Eso dice.
En otra sesión subimos a una montaña y entramos en una caverna y comenzamos a buscar nuestro regalo. Yo no encontré nada. M encontró en la cueva una lámpara que emanaba luz. Elizabeth encontró una flor de diamantes que produce un arcoíris que va iluminando todo. Margarita vio la entrada y de un lado veía oscuro y de otro lado un poco de luz. X, mujer madura vestida como joven, plataformas muy altas, pantalón ceñido, blusa naranja, buenas tetas, encontró un cofre bonito, con colorcito rojo.
Hipnosis a Norma. Paisaje. La hace bajar 10 escalones. “10, 9, 8…1, comienzas a caminar por una calle y al doblar una esquina ves un edificio que contiene un asiento muy blanco y en ese asiento hay tres viejos sabios. El primero va a ser tu guía en tus relaciones humanas. El segundo de lo sabios va a ser tu guía en lo lógico, exacto, concreto. El tercero es un viejecito más sabio: va a ser tu guía en todo lo espiritual, irracional y mágico. Ahora cuento de uno a diez para que vayas saliendo”. Al salir Norma se estira y dice que vio a sus tres guías. “La primera era yo, la segunda alguien que me inspiraba y la última una viejita como un abuelita”. Marcela aplaude: “¡Qué bueno, ahora ya cuentas con tus tres guías. La gente que se queda dormida se queda sin su guía”, afirma mirándome.
La curiosidad me impide entrar en trance hipnótico, no participo sino que soy testigo.
Punto cuatro: ahora hipnosis para el dolor. Reducir tiempos de dolor. Norma sugiere simular un parto. Yo propongo que mejor simulemos orgasmos o que la hipnotista induzca orgasmos. No lo toman en serio pero no se molestan.
“¿Qué es el dolor?”, dice Marcela. “Uno se duele para otro. Estamos aquí por algo. ¿Qué te causa este dolor?”
Razono para mí: ¿cuál es mi complejo? Tal vez sentir que LL es fuerte, virtuosa, y yo no; que ella tiene el control y yo no. Me oculto entre tantas actividades.
Hipnotistas terapéuticos: sanadores del alma. Lo importante es que la persona confíe. Eso permite que la persona se abra.
La señora más sonriente (la de espíritu más delicado, me digo) se jala la blusa para que su escote no deje demasiado a la vista del único varón: MT.
“La hipnosis maneja nuestra imaginación. Hace que la persona conozca las potencias que tiene en sí. Hay hipnotistas que tienen el poder de quitar el dolor o la hemorragia aplicando su mano fría, fría, dura, como si fuera de hielo. Esto se llama anestesia de guante”.
Día dos
Tras el relajamiento de mi cuerpo, recuerdo que forzando la entrada al trance visité (de manera consciente, claro) mi estancia en el acantilado de Villarrica, vi en el mar la línea curva del horizonte, la parábola de la Tierra, gaviotas, sentí (fingí sentir) la brisa; la inductora me sugiere que en el acantilado hay un elevador, que baje por él; me pregunta qué veo.
Veo, digo, a las mujeres que han determinado mi vida: la indígena con la que tuve relaciones durante mi adolescencia (yo no recuerdo el acto, de modo que no puedo reconocer el hijo que ella me atribuye); veo a Aurora X, la machorra en con la que fornicié au rebours en la piscina de aguas termales; luego en el río de San Isidro de El General me veo acompañado por la modelo con nariz de tobogán. Luego la doctora (la inductora) me sugiere que voy navegando por un río: pienso en las inocentes y pícaras indígenas que conocí en el Amazonas; luego Marcela me dice que vea un árbol. Sea, veo un árbol y el árbol resulta ser (interpreto que es) mi esposa, a quien reconozco como una especie de faro de salvación. Tras salir del trance conté mi fábula. Me regañó la doctora porque no seguí su guión sino que hice mi propio argumento, lleno de mujeres. Me sigo defendiendo no me puedo auto hipnotizar. “La mejor defensa que tenemos nosotros”, dice a doctora, “es ver la realidad”. Dos veces he guiado el proceso de hipnosis de dos compañeras. En la primera oportunidad mi mente insistía en salirme del guión con imaginaciones absurdas; en la segunda me porté más serio.
Anestesia de guante. Se coloca la mano sobre la zona afectada y ello produce anestesia local. Cuando Marcela lo estaba induciendo me decía: “Ya no sientes” y yo pensaba: “No mames”.
La maestra Marcela se está quedando en casa, en la habitación que ocupaba mi nieta. Anoche se levantó en la oscuridad y se golpeó contra una puerta y se hizo tremendo chichón. Enormes nalgas tiene, sus patas como tamales oaxaqueños, sus dedos como butifarras catalanas, pies rojos e hinchados. La pelambre leonina, roja, sucia, desparramada.
Día tres
La maestra ofrece una larga inducción en trance por medio de las visitas a los chacras. Yo permanecí sentado (para no dormirme) y soporté con impaciencia casi 40 horas (minutos que me parecieron horas) de escuchar la voz de Marcela quien se paseaba de un lado a otro con sus grandes tenis negros, sus mallas negras, su pelo recién teñido de rojo. Yo encontré alivio cuando, después de aceptar el recorrido que me proponía Marcela de la llama de Saint Germain por todo mi cuerpo (actividad que no sentí) acepté la invitación a entrar en una caverna. En ella comencé a ligar dos escenas fundamentales de mi vida: la presunta violación de Xanat y mi infidelidad. Marcela hablaba de solución de asuntos pendientes pero yo sólo relacioné las dos escenas: no fui más allá: llegué a la conclusión de que eran hechos, nada más, sin sentido, sin solución.
En el proceso descubrí que salía a la luz el rencor que siento contra mi madre por haber traicionado a mi padre con tantos hombres mediocres tras la muerte de mi progenitor. Fábula de la vida real: Joven argentina (mi madre) secuestrada por El Duque (mi padre) la hace parir siete hijos y luego ella se libera y se dedica a la bacanal.
“El túnel es la salida del trance y el nacimiento del nuevo ser, ya sanado”, dice Marcela. Yo encuentro que no tengo posibilidad de sanar, porque no estoy enfermo: simplemente, soy así. “Cuando usamos los chakras es para que la energía comience a moverse”, dice Marcela.
“La llama de Saint Germain va recorriendo todo el cuerpo, moviendo la energía”, aclara M.
Ahora me toca a mí hacer el papel de paciente: las hermanas psicólogas, la dura y la delicada, están a lado y lado. Yo estoy tendido en el suelo sobre una colchoneta. Tratan de relajarme: no lo logran. Sin embargo me llevan en el trance a dos escenas: una de gran pureza y otra de gran impureza, con la misma persona, LL. En la primera entra el sol por una ventana en un cuarto de casa humilde, y estamos haciendo el amor convencionalmente y yo siento como una iluminación: de esa iluminación sale un hijo, mi hijo. En otra escena estoy con LL en la casa del escritor, una casa extraña, gótica, llena de barroquismos, estamos en un cuarto, hay un espejo y en él imagino al demonio sugiriéndome haz el 69 con LL. Lo comenzamos a practicar y lo culminamos, pero a ella no le agrada (se resigna). Como resultado de eso ella renuncia a la sexualidad y yo me dedico a la autocomplacencia. La primera escena es como una pantalla en la que se muestran mis excesos; la segunda es la de mi reacción: la abstinencia, que es favorecida por la edad madura y las limitaciones propias de la edad. Luego me dicen que rompa la primera pantalla y me quede con la nueva. Hago eso y me siento bien. Y me siento bien porque esto era algo que ya había previsto. El triunfo del bien.
“Para algunas mujeres el orgasmo es un leve temblor en la zona; para otras es un cataclismo universal”. Concluye Marcela: “La mujer debe ser un dama en su casa, un ama en la calle y una puta en la cama. Todas las mujeres deben animarse a sacar su puta interna”.
Me pregunta intentando burlarse: “Marco, ¿nunca has sufrido de vaginismo?” No me ha tocado, le respondo.
Yo escribo todo lo anterior directamente en la lap top sin hacer más juicios que los inevitables fruncimientos de ceño. Marcela espía mis reacciones: siente que yo soy el elemento negativo del Seminario de Hipnosis.
Hay una nueva inducción al trance. Me acosté. Me quedé inmóvil, no me rasqué, no me moví. La doctora Marcela nos propone un paseo por un jardín y un encuentro con tres personajes. Al final yo ni me acuerdo de qué personajes. En cambio las asistentes al seminario, a las que llamaré las brujas de Pichwick, sí se creen todo. Ven tres personajes y les hacen preguntas sobre su vida.
Otro escenario en nuevo trance: desde la nube estoy tendido panza abajo, vi un río y en el río un ninfeo, un grupo de ninfas. Oigo que me están llamando. Ven, ven, me dicen. Yo les digo no, gracias, no puedo ir, ahora estoy ocupado. Ocupado en qué, preguntan. Ocupado en no hacer nada, les digo. Después me encuentro con tres personas: la persona inferior: un hombre flaco como un zancudo y muy humilde. Le pregunto: “¿Cuál es tu dieta, cuál es tu filosofía de vida? Yo quiero ser flaco y humilde como tú”. Me responde que eso es imposible porque estoy excedido de peso y con el ego muy inflado. Luego veo un hombre viejo con muchos músculos y le digo: “¿Me puedes enseñar el libro de la sabiduría?” Me dice no, no hay ningún libro de la sabiduría. “Ese tienes que escribirlo tú”. Entonces me vi escribiéndolo. Después vi a una mujer gorda con patas como tamales y le pregunté: “¿Cómo puedo hacer para ser feliz?” Me respondió: “Si quieres ser feliz, ama perdona y olvida y además no comas tanto porque te va a subir demasiado el colesterol”.
Le relato todo lo que vi a Marcela e inmediatamente me dijo que no era cierto eso que yo decía, que yo no había visto nada, que era puro invento: no había visto nada: simplemente me había dedicado a inventar una fábula.
¡Bruja, bruja! Precisamente eso fue lo que hice.
Dice Marcela: “Te resistes a dejar aflorar tu inconsciente porque le tienes miedo”.
Después ella y yo entablamos una discusión sobre lo que es el inconsciente. Yo le digo que no tengo inconsciente: que yo soy pura conciencia.
“Estás loco, che, todos tenemos inconsciente”, dice indignada e inapelable.
En opinión de comunidad de brujas yo no permito la entrada a mi inconsciente ya que quiero estar enfermo porque eso es lo que me permite escribir. Según ellas yo estoy orgulloso de mi patología.
Marcela cuenta lo que llama El caso del bebé abusado. Una madre descubre que su bebé rechaza la mamila. Un día llega y lo encuentra asfixiado. Los exámenes descubren que su garganta está llena de semen. La madre toma una pistola y mata a su marido. El juez exonera a la madre y guarda en secreto el expediente.
En el coffee break las brujas se dedican a hablar de recetas y yo me siento fuera de lugar.
Dice Marcela: “¿Por qué se mata al mensajero que le lleva mala noticias al rey? Porque se tiene que hacer cargo de sus palabras”. Y luego sin transición afirma: “Posiblemente MT haya sido un sultán con un harem en otra vida”.
Escucho una frase poética de Marcela y me apresuro a copiarla: Despierta al oír el silencio.
Ahora Marcela explica El calendario. “Lo vamos a usar para regresiones hasta el útero o a vidas pasadas. Vas caminando por una pradera. Tan amplia que si miro hacia el horizonte solo ves campo y cielo. Y a lo lejos ves en el piso un objeto que brilla. Contaré de tres a uno y me vas a decir si ves el campo y si ves en el piso un objeto que brilla. Comienzas a caminar hacia ese objeto. Vas a ver que ese objeto es blanco. Y sigues caminando y ves que eso blanco es algo cuadrado. Sigues caminando y estás encima y te das cuenta que es un calendario muy especial porque en su dorso dice: Mi existencia. Tomas el calendario y comienzas a ojearlo y ves pasar delante de tus ojos los momentos más importantes de tu vida actual. Y tras las primeras hojas ves unas hojas viejas, con códigos raros. Están allí los momentos más importantes de tus vidas pasadas. Dejas el calendario en el piso y cuando te estás por retirar ves que la brisa mueve una hoja. En esa hoja se ve un momento importante de hace aproximadamente un mes. Ahora voy a contar de tres a uno y vas a poder relatarme dónde estás y que está pasando. Evita razonamientos y cuestionamientos: permite que solo imágenes vengan a tu mente. Tres, dos, uno: ¿Dónde estás? ¿Qué está pasando? De acuerdo con los vestidos pasados uno se entera en qué fecha está. A veces se va hasta las vidas pasadas. Si cae en situación conflictiva la reparamos. Si hay otra persona: utilizamos el método de cambio de cabezas. Reparamos. Volvemos al calendario y vemos que la brisa ha movido tantas hojas que nos muestra un hecho importante ocurrido hace un año. Reparamos. Cada vez que cae en un nuevo conflicto, reparamos.
(Pareciera que la mente de los pacientes es como un coche que se puede reparar fácilmente, pienso).
“Siempre vamos en busca de conflictos o problemas, porque esta es el objetivo que perseguimos en este tipo de hipnosis terapéutica”, dice. “Somos malos por naturaleza y buenos por accidente."
Nuevo trace para MT: Mi línea del tiempo. Sentado en la mesa del café del Colegio de Médicos y Cirujanos, este es mi hijo amado, dice mi padre, y luego me ponía La inyección. Figura de mi padre, figura de mi madre. Quiero ser como mi padre pero no con su rigidez: quiero ser más irresponsable, quiero que me respeten como a él pero no lo he logrado. Me siento muy relajado, sereno, dispuesto a decirlo todo: recuerdo al hijo del jardinero que se ahogó en la piscina de la finca en Chaguaní. Recuerdo a las dos prostitutas con las que me inauguré (me desagradaron las dos experiencias). Conclusión del nuevo trance: perdoné a mi padre, perdoné a mi madre, me perdoné a mí mismo y a LL. (En el fondo se escucha la música: tres notas que se repiten). La que está guiando mi trance es una mujer alta, rubia teñida, psicóloga, dura, agripada. Conclusión final del trance: Yo quise ser como mi padre, pero sin su rigidez.
Frase de Marcela: “Decía Sigmund Freud: nosotros siempre trabajamos sobre la angustia”.
Nuevo diagnóstico de mi caso: “Para no sentir dolor MT lo transforma en cuento”.
Y para terminar la señora Elizabeth se presta a una sesión de regresión a vidas pasadas. “Veo, dice, una espada tan brillante como un espejo, que me da un tajo en el cuello. Me llamo Elizabeth y estoy vestida como guerrera, soy rubia, mi vestido es blanco, tengo una trenza larga, estoy en tiempos violentos en Inglaterra. Voy al frente de un grupo de guerreros. Llevo un pendón con flor de lis. No sentí dolor en el momento de la muerte. Veo el polvo que levantan los caballos. Uno de sus mensajeros le da un mensaje, ella siente que ha cumplido su misión y que en la nueva vida le da en un cuenco en sus manos. Una princesa o guerrera del Medioevo. No la Elizabeth del siglo XVII. Es Elizabeth del medioevo. Yo llevaba un mensaje al ejército. Los guerreros me estaban esperando en el bosque. Soy como una Juana de arco, que llevo un mensaje de Dios. A los guerreros que me siguen les da vergüenza de que la más valiente de todas sea una mujer.
Cuando Elizabeth va a salir del trance la doctora Marcela le pregunta:
-¿Tienes algún mensaje para los aquí presentes?
Elizabeth responde, solemnemente:
-¿Sólo alcanzo a escuchar la palabra... amor.
FOTOS: Sigmund Freud, en ffffound.com / Jean Martin Charcot & the theater of medicine-Catalepsie, en Google Imagenes / Jean-Martin Charcot Chronophotography, Whistle Down Blog /
Video: Caótica Ana, de Julio Medem, Trailer / ver película completa aquí
Buenisimo.
ResponderBorrarO la regresionista eran tonta o se limitó a cobrar un puñado del billetes al periodista, aprovechando para soltarle tremendos insultos freudianos. Para que el freudista no te insulte tienes que ir diciendole que acierta en todo.
A estas alturas saben que no pueden perder. Quienes quieren creer se lo creen y participan.
Anda que no tiene miga "saberse" una princesa celta, igualita que las que salen en los novelones del genero fantasia ( magia, espada y brujeria ).