Por Franklin Padilla
Mi primer contacto con la obra de William Faulkner tuvo lugar (hay que decirlo) en la versión resumida del cuento Dos soldados que Biblioteca de Selecciones, una iniciativa editorial de la revista estadounidense Reader's Digest, muy criticada por los intelectuales, pero muy leída por los muchachos de mi edad y generación, había publicado en uno de sus volúmenes. Me recuerdo acostado, no sé si convaleciente de una virosis o de una eruptiva tardía (tenía 11 años) y recibía por correo los gruesos volúmenes en que se publicaban generalmente cuatro novelas debidamente condensadas, como la leche. Se ha criticado este método de la ya no tan conocida publicación gringa, considerado como una barbaridad antiliteraria, la negación del arte de las bellas letras, pues se alteraba la naturaleza de la obra. Es posible, pero de no ser por Biblioteca de Selecciones a lo mejor jamás me hubiera interesado en un autor tan difícil. He buscado el cuento original en antologías y entre los libreros, sin haberlo podido encontrar, de modo que no sé cómo es en realidad Pero lo que yo leí me conmovió muchísimo y percibí que se trataba de un escritor fuera de lo común. Al final del cuento aparecía un retrato suyo al carboncillo con una breve nota donde se decía que el autor había sido merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1949.
Mientras buscaba en Google las fotos para ilustrar esta crónica me enteré de la publicación en castellano de Dos soldados por la Editorial Alfaguara en una antología de"Cuentos Reunidos" de Faulkner. El comentario de Francisco Ortiz (quien debe ser un adulto) coincide perfectamente con el recuerdo del deleite que le proporcionó a ese muchachito que se topó con la edición resumida...
El segundo recuerdo relacionado con el escritor sudista tampoco es muy académico que digamos. Un gran afiche sobre el cine Junín, en El Silencio invitando al estreno de La Noche Larga y Febril (en otros países El Largo y Cálido Verano). película de 1958 exhibida ese mismo año en Venezuela, en medio de la euforia de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En la gran pantalla de Cinemascope aparece un incendio. Luego ante el juez del condado, un primer plano muestra a Paul Newman con un sombrerito echado hacia adelante mientras el juez le recomienda largarse del pueblo. Seguidamente viaja en una embarcación que recorre el Mississippi mientras la aterciopelada voz de Jimmie Rodgers canta el tema de la película y los créditos nos hacen saber que la producción de Jerry Wald presenta la obra de William Faulkner The long hot summer. Años después, al verla de nuevo en una versión en DVD con un apéndice de material documental, supe que el guión estaba basado en varios relatos del autor, así como de que el director era Martin Ritt, el de El Testaferro y que, aunque se trataba de una buena película con un reparto de lujo que incluía a Paul Newman, Joanne Woodward, Orson Welles, Anthony Franciosa, Lee Remick y Angela Lansbury, era un muestra más de que lo literario no siempre es adaptable a la pantalla.
Ese mismo año pude leer Mientras agonizo y El Villorrio en una versión de las Novelas Escogidas de la Biblioteca Premios Nobel de la Editorial Aguilar. A El Villorrio (The Hamlet) me acerqué realmente buscando la trama de la película, pues uno de los capítulos se llama El largo verano. Gran decepción. Me encontré con algo radicalmente diferente de lo que hubiera leído antes en mi vida: En Mientras agonizo varios narradores cuentan la historia en la misma novela. En El Villorrio la trama era muy parecida a la del film, pero el tejido del relato era totalmente alejado de la linealidad de la película; el incendiario se llamaba Flem Snopes en lugar del Ben Quick. Faulkner me resultó desconcertante. Tuve que apelar al excelente prólogo de Agustín Caballero para intentar hallar algunas claves que me orientaran en ese río a veces incontenible que es la narrativa de Faulkner. Pero también fue después, cuando leí más, cuando escuché y estudié música, que comprendí por qué Caballero lo comparaba con Schönberg. En el músico alemán se trata de un sistema armónico basado en los doce semitonos de la escala cromática en lugar de las siete de la armonía tradicional. En el novelista estadounidense: "el barboteo casi ininteligible de lo inconsciente con la tajante rotundidad del improperio, el atisbo fulgurante de la invención poética con el habla anodina en que parapeta su cazurronería la tortuosa mentalidad rural...la pluralidad de modos, la reiteración, a veces obsesiva, de la frase, las variaciones sobre los temas principales, los calderones, las apoyaturas, hasta las disonancias mismas..."
Mientras tanto lo tomaba y lo dejaba. Siempre volvía a leerlo y siempre me quedaba con la certeza de que se me escapaba algo o más bien mucho, pero que me hechizaba la misma oscuridad de paréntesis que abarcaban párrafos, a veces páginas enteras. Tuvo que pasar mucho tiempo para que me animara a entrarle a la traducción de Borges (dicen que demasiado libre) de Las palmeras salvajes, a vivir la jubilosa aventura de leer ¡Desciende Moisés!, y a armarme de un esquema o mapa que me orientara, junto a una buena dosis de paciencia y esfuerzo de atención, para no perderle el hilo a El sonido y la furia.
El autor del prólogo de Aguilar contaba que en el pasaporte del William Faulkner aparecía la palabra farmer (granjero) como profesión, y que cuando alguien le preguntó por qué no consignaba su oficio de escritor, había respondido: escribir, como respirar, no puede ser la profesión de nadie.
Pues bien, este granjero vino a Venezuela en 1961. Conozco dos versiones acerca de los motivos de su visita. La primera, que he leído en revistas y periódicos, cuenta que al llegar Kennedy a la Presidencia de los Estados Unidos, le pidió al novelista que fuera su embajador cultural, una especie de pica en Flandes dentro de su proyecto político para América Latina de la Alianza para el Progreso, y particularmente para Venezuela, donde se había insultado y escupido al Vicepresidente Nixon durante la administración Eisenhower tres años antes. La otra versión, de Edgard Mondolfi Gudat, afirma que la iniciativa provino del Gobierno de Venezuela presidido por Rómulo Betancourt. La invitación fue hecha a través de la Asociación Norteamericana de Venezuela con el visto bueno de la Administración Kennedy.
Faulkner en principio no vio con buenos ojos el viaje. Pensaba que estando las relaciones de su país con Latinoamérica en su peor momento (pensemos en las guerrillas en Venezuela) su presencia sería más bien una causa de contratiempos para el gobierno venezolano. En dos cartas dirigidas al Departamento de Estado manifiesta sus escrúpulos, cuando no su franco rechazo a aceptar la invitación de "un grupo de norteamericanos que han descubierto que pueden hacer más dinero en Venezuela que en cualquier otra parte y que desean seguir haciendo más dinero, incluso, a expensas del esfuerzo desesperado de pagar los gastos de viaje de alguien como yo, a quien ni le interesa Venezuela ni el dinero" .
Tanto el Presidente Betancourt como Rómulo Gallegos fueron amablemente insistentes, pues tenían la firme decisión de honrarlo con la Orden "Andrés Bello". Finalmente Faulkner aceptó la invitación y llegó a Venezuela en abril de 1961. Se hospedó en la casa de su hijastra Victoria , a la sazón residente en Venezuela, cuyo esposo William Franklin Fielden trabajaba en la industria petrolera.
Faulkner permaneció dos semanas entre nosotros. En ese período, que resultó mucho más grato para Faukner de lo previsto, se vio abrumado por la hospitalidad venezolana. Después de la Ofrenda Floral al Libertador en el Panteón Nacional almorzó con Betancourt en su residencia "Los Núñez" (todavía no estaba constrüida "La Casona", residencia oficial hasta el gobierno de Hugo Chávez), asistió a un coctel de la Asociación Norteamericana de Venezuela, a una exposición sobre su obra en el Ateneo de Caracas, a una representación de "Danzas Venezuela" y a un concierto de la Orquesta Sinfónica Venezuela en el Teatro Municipal. Asistí a ese concierto con mi amigo de siempre Luis Reyes Polanco y pude ver el rosto colorado y el cabello y los bigotes blancos de Faulkner, quien salió al escenario a saludar a un público entusiasta que seguramente en su mayoría nunca había leído su obra. Recuerdo a Alirio Díaz interpretando esa mañana el Concierto para guitarra y orquesta de Antonio Lauro. En el entreacto sólo pude vislumbrarlo entre el gentío y las luces de los flashes de los reporteros cuando se sentó a conversar, traductor mediante, con Rómulo Gallegos. Guardé celosamente el programa de ese concierto, pero el tiempo y las vicisitudes domésticas lo hicieron desaparecer.
El plato fuerte de la visita fué la condecoración de la Orden Andrés Bello en su primera clase. En su biografía de Faulkner, Joseph Blotner acota un detalle: en 1951 había recibido en Nueva Órleans la condecoración de la Legión de Honor de parte del gobierno de Francia. En Caracas, "después de haber leído su breve discurso de aceptación en español, se quitó de su ojal la preciada escarapela de la Legión de Honor y la sustituyó por la Orden de Andrés Bello".
En una visita que hiciera a Victoria Fielden Johnson, hija de Victoria y William Franklin Fielden, los parientes y anfitriones de Faulkner ya mencionados, el biógrafo Louis Daniel Brodsky descubrió entre los efectos familiares varios documentos relacionados con ese período de dos semanas en que Faulkner permaneció en Venezuela. Uno de ellos era una carta fechada el 4 de abril, del Agregado Cultural de la Embajada de los Estados Unidos, acompañada de un paquete enviado a la casa de los Fielden que contenía, según afirmaba la carta, varias obras de Faulkner en su versión castellana que el novelista desearía obsequiar personalmente a Rómulo Gallegos: de hecho, este encuentro tuvo lugar en el Teatro Municipal, en el entreacto del concierto que mencioné y al cual tuve la fortuna de asistir. En el reverso de esta carta estaba, escrito a lápiz, el borrador en inglés del discurso que dos días después pronunciaría.
Evidentemente, Faulkner escribió el borrador del discurso en la casa de sus familiares de Caracas. Parece ser que luego le dictó el texto a su intérprete Hugh Jencks, quien lo tradujo con bastante literalidad y lo tipeó con varias copias al papel carbón, una de las cuales le entregó a Faulkner para que se la aprendiera, entrenándolo en la pronunciación castellana. Una vez finalizado el acto la mañana del jueves 6 de abril en el Ministerio de Educación -prosigue Brodsky- Faulkner le entregó una de las copias a los reporteros de El Universal. Otra de las copias al papel carbón fué encontrada por Brodsky en el mismo paquete en donde estaba el borrador original en inglés.
Reproduzco seguidamente el texto del discurso de Faukner, el cual fue publicado al día siguiente en El Universal:
El artista, quiéralo o no, descubre con el tiempo que ha llegado a dedicarse a seguir un solo camino, un solo objetivo, del cual no puede desviarse. Esto es: tiene que tratar por todos los medios y con todo el talento que tenga -su imaginación, su propia experiencia y sus poderes de observación- poner en una forma más duradera que su instante de vida frágil y efímero -en la pintura, la escultura, la música o en un libro- lo que él ha experimentado durante su breve período de existencia: la pasión y la esperanza, lo bello y lo trágico, lo cómico del hombre débil y frágil, pero a la vez indómito: del hombre que lucha y sufre y triunfa en medio de los conflictos del corazón humano, de la condición humana. A él no le toca solucionar la disyuntiva ni espera sobrevivirla excepto en la forma y el significado -y las memorias que representan e invocan- del mármol, la tela, la música y las palabras ordenadas que, algún día tendrá que dejar como su testimonio.
Esta es, sin duda su inmortalidad, tal vez la única que le sea concedida. Quizá el mismo impulso que le condujera a esa dedicación, no era más que el simple deseo de dejar grabadas el la puerta del olvido, por la cual todos tenemos que pasar algún día, las palabras "Lalo estuvo aquí".
Así pues, estando yo aquí, en este día de hoy, siento como si hubiera ya tocado esa inmortalidad. Porque yo, un extraño aldeano que seguía en un lugar muy distante, esa dedicación, ese afán de intentar capturar y fijar así, por un momento en unas páginas, la verdad de la esperanza del hombre en el medio de las complejidades de su corazón, he recibido aquí en Venezuela la acolada que dice, en esencia: "Su dedicación no fué en vano. Lo que buscaba y encontró e intentó capturar fué la verdad".
La visita continuó con un viaje a Maracaibo, donde fue agasajado en el Club Náutico por la Asociación Norteamericana del Zulia y por el Gobernador Eloy Párraga Villamarín. A su regreso, la Sociedad de Amigos del Museo de Bellas Artes le obsequió un cuadro de Marcos Castillo y una cerámica de Tecla Tofano. Faulkner partió con estos regalos, además de un busto de Don Quijote, regalo de Rómulo Betancourt, que aún permanece en su casa. La Orden "Andrés Bello" se encuentra en la Universidad de Mississippi, probablemente acompañada del cuadro de Marcos Castillo.
REFERENCIAS
Caballero, Agustín. William Faulkner. Prólogo. Novelas Escogidas. T I. Biblioteca de Premios Nobel. Editorial Aguilar. Madrid 1956.
Blotner, Joseph. Faulkner: A Biography. 1974. Citado por Brodsky, Op. Cit.
Brodsky, Louis Daniel. The 1961 Andrés Bello Award: William Faulkner's original Acceptance Speech. Studies in Bibliography. Vol XXXIX pp 270-280. Copyright 1986 by the Rector and Visitors of the University of Virginia. Reproduced by permission in:
http://www.louisdanielbrodsky.com/documents/Faulker-StudiesinBibliography-1986-Brodsky.pdf
Mondolfi Gudat, Edgard. La Casa de William Faulkner. Venezuela Analítica Revista Electrónica Bilingüe. N° 10. Diciembre de 1996.
http://www.analitica.com/archivo/vam1996.12/lit1.htm
Olivar, Norberto José. La musa de Udón. Agosto 22, 2010.
http://paisportatil.com/2010/08/22/la-musa-de-udon/
Ortiz, Francisco. "Dos soldados" de William Faulkner. En la Aurora.
http://enlaaurora.blogspot.com/2011/01/dos-soldados-de-william-faulkner.html
Qué reseña tan interesante y minuciosa en los recuerdos. Franklin es realmente un ser excepcional!!!! Gracias
ResponderBorrarFranklin al fin pude accesar a la Revistac Coronica y al articulo me parecio sencillamente fascinante. Simultaneamente estaba escuchando la grabacion de un adolescente esquizofrenico que por primera vez me hablaba, me sentia feliz como terapeuta.,pero mi espiritu se sintio capturado por tu vena literaria, es sencillamente apasionante tu texto sobre Faulkner. Genera adiccion, aparte la grabación y senti vibrar mi espiritu con tus vivencias de adolescente. Mi propia adolescencia camino ,junto a Selecciones, eran placenteros y breves sus articulos , muy criticados por los literatos.Asi que nuestra adolescencia tienen algo en comun . Te felicito Lilia Nucette
BorrarMuy buen articulo, soy admirador de Faulkner y en mis años de adolescencia leí algunos libros completos, no sabia que los habían publicado en Selecciones, aunque también en mis años de joven pude tener en mis manos esta revista, realmente no me interesó mas allá de algunas de las caricaturas y chistes flojos que publicaba, de resto a pesar de mi corta edad no encontraba nada mas interesante que leer allí.
ResponderBorrarMuy interesante saber que honro a Venezuela con su visita, donde pronunció un discurso muy bueno, el cual me agrado poder haber leído gracias a esta publicación.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
BorrarRealmente no era en la revista. Era una publicación aparte en libros empastados que se llamaba "Biblioteca de Selecciones" donde resumían generalmente cuatro libros. Recientemente conseguí en una librería de viejo en Bogotá el segundo tomo de las Obras Escogidas de Faulkner (que no pude nunca encontrar en Caracas) y pude al fin leer "Dos soldados" me hechizó igual el cuento y me doy cuenta de por qué me gustó tanto: ¡el protagonista tenía la misma edad que yo entonces!
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