sábado, 24 de octubre de 2015

Donde mueren los payasos, Luis Noriega

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Por Stanislaus Bhor


Es extraña, la verosimilitud de una sátira. ¿Qué es lo que debe ser creído si todo está deformado como a través de un fondo de botella? La sátira, para ser verosímil, debe beber de la realidad en sus aspectos más anómalos. Como en la caricatura, todo aquel natural en la vida es aumentado en la sátira a lo grotesco, y todo aquello que se ha interiorizado por repetitivo es llevado a la desfiguración en sus intuitivas dimensiones y el trazo magistral del autor. Donde mueren los payasos, de Luis Noriega es un realismo satirizado, anómalo. Todo lo que ocurre está deformado. Todo lo que ocurre es grotesco, o simplificado y caricaturizado. El líder político, el payaso que lo desafía en las lides presidenciales, los periodistas de oposición que apoyan la causa del payaso; el editor que desfigura la historia original del libro, el escritor que está narrando la historia del payaso y acepta los lineamientos del editor pese a que las ideas propias se desmoronen, los candidatos presidenciales, todos resultan ser los personajes de una farsa magnífica, creíble. El escritor se sabe suplantando, y representado, porque hasta el autor se incluye en las escenas. En el estilo están presentes retóricas que simulan ser parte de la narración (ver las notas de prensa a dos columnas), pero luego el escritor imaginado por el autor, las cuestiona como efectos válidos para construir una narración. Este libro parodia el periodismo de investigación. Este libro parodia los métodos de represión de los cuerpos de seguridad del estado. Este libro parodia las incoherencias y las incongruencias y el entramado de los años que van de un régimen del terror muy a la colombiana. Parodia el simulacro de la democracia. Parodia la idea de representación, de autor del relato, la noción de libro. Y aun así, aun sabiendo el lector que todo es un intento de desmontar la representación, que esa realidad no es la nuestra, de todos modos, los antecedentes de la realidad, de nuestra realidad, se han trasladado a la narración y están tan presentes, al punto de que en medio de las carcajadas empiezas a creer que los protagonistas y episodios y escenarios del libro coinciden con protagonistas y episodios y escenarios de la realidad de Colombia en los dos mandatos del terror de un temible presidente que gobernó con sus secuaces el destino de este país.

La historia de fondo es simple: un payaso pregonero de restaurante decide desafiar al Líder del régimen y postularse como candidato presidencial. En el careo televisivo entre candidatos, el payaso ridiculiza al líder ante el público cautivo de la televisión y luego de esto firma su sentencia de muerte al catapultarse en las encuestas de favorabilidad por la bromita. El secuestro del principal opositor al régimen, ya de por sí payasezco, prende la alarma entre los medios de oposición, lo que amenaza la seguridad y socava la legitimidad del gobierno. Hay una segunda historia, que se refiere al acto mismo de redactar la farsa anterior y cuyos protagonistas son el autor figurado y el editor de la historia del payaso Cucaracho. Entre consejo editorial y comportamiento del mercado literario, y el forcejeo entre autor y editor, la historia final se va construyendo a medida que la historia original del autor se desmorona. Esta doble historia y su alternancia propone múltiples caminos de significación del relato, y una constante transformación de la historia ante el lector.

Cuando Borges decía que la democracia era un abuso de las estadísticas, estaba señalando el camino por el que se adentra de forma magistral el autor de Donde mueren los payasos. Aquí las estadísticas de opinión y de tendencias de consumo, y otros lastres aún más cínicos de la vida política como los abusos flagrantes del poder, o la teatralización de la opinión pública, la propaganda mediática, la maquinaria electoral, el descaro de los aspirantes al poder, tienen la misma densidad protagónica que los personajes. Los hilos invisibles que gobiernan la vida son más importantes que los destinos de los personajes, incluso que el destino del autor como creador. Esto ocurre porque en trasfondo de esta novela es una alegoría, tal como ocurre en Rebelión en la granja de Orwell, o como en Baol, una tranquila noche de régimen de Stefano Benni. Lo más extraño es el efecto que consigue Luis Noriega: la historia se aleja de la realidad hasta convertirse en farsa, pero entre más se aleja, más cercana parece estar esa farsa de la historia nuestra.
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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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