Por John Better
Uno
Uno
El día había iniciado
para el pastor sin señales de urgencia. Fue lo de siempre, lo de todos los
días: beber un café amargo y apenas probar algunas tortillas recalentadas;
salir al aire frió de la mañana con un cobertor de piel de oveja e iniciar su
dura jornada. Pasadas las horas y al borde del precipicio, solo sería un leve
impulso y todo acabaría. En ese vértigo ya no había espacio para la duda o el
arrepentimiento, solo una cosa le impedía dar el paso definitivo: al voltear
pudo ver a todo el rebaño que lo miraba fijamente como pidiéndole una última
explicación.
Dos
Digamos una ciudad
soleada al norte del país. Un grupo de chicos rabiosos toman la ley por su
cuenta y entre sus cometidos capturan y someten a los viejos intelectuales de
la localidad. Los torturan día y noche haciéndoles comer rebanadas de cebollas con
mertiolate. Uno por uno los viejos escritores van muriendo, excepto el más
viejo que parece resistirse a los caprichosos tormentos. Entonces los chicos
por decisión unánime deciden nombrarlo su líder.
Tres
A más de medio trayecto
entre América y Europa, la cigüeña cayó agonizante Los nativos del lugar, gente brutal y un poco ignorante, toman al niño y lo cubren de oro y pieles
de fino pelaje. En el sitio del extraño aterrizaje colocan la primera piedra en
donde rendirán culto a su pequeño Dios blanco. En cuento a la cigüeña, la hierven
y se la comen.
Cuatro
Un estremecedor aullido
sobrecoge al bosque en sombras. La primorosa niña que emerge semidesnuda de las
fauces del viejo lobo con su canasto rebosante de viandas y sus calzoncitos
rojos hasta las rodillas, le dice al leñador: ahora devórame tú.
Cinco
Todas las tardes el
muchacho negro llegaba a la biblioteca del centro, y la encontraba casi siempre vacía. Ese día
terminó de leer un libro que venía consultando semanas antes y empezó otro de inmediato. Poco a poco empezó a oscurecer, en algunos minutos cerrarían la
biblioteca, entonces se levantó de su asiento y puso en marcha el plan. Subió
las escaleras sin ser notado, y se encerró en una pequeña bodega en donde
almacenaban cajas y utensilios de limpieza, allí estuvo y durmió un par de
horas. Al recordar, ya era muy entrada la madrugada, al bajar las escaleras
quedó sin palabras al ver lleno el gran salón de lectura con gente negra igual
a él.
Seis
No hay duda que F es una
mujer un poco torpe y bastante nerviosa, esto último se hace evidente hasta en
el más mínimo detalle de su proceder. Por ejemplo; cuando habla en público da
la impresión que un buen número de frágiles porcelanas se fuesen a venir abajo
en cada trastabilleo de su discurso.
Por lo general, F, evita
subir sola a un taxi o ser la última en abandonar los pasillos de la
universidad en donde dicta la cátedra X, es por ello que no vive sola; un par
de gatos grises son sus huéspedes permanentes, así, que antes de volver a casa
hace una escala obligada en el supermercado para comprar la dote semanal de los
golosos mininos. Evita mirar al sujeto que viene tras ella por uno de los
corredores y quien no es más que un desgarbado acomodador de paquetes que pasa
a su lado sin ni siquiera notarla. Al girar la llave de su apartamento lo
primero que murmura la nerviosa señorita F es “¿hay alguien en casa?”, pero no
encuentra más respuesta que unas manos que saltan en la oscuridad y empiezan a
asfixiarla.
Siete
Un hombre decide a última
hora cambiar la fecha de su viaje. Como R es un sujeto supersticioso, nunca
tomaría un vuelo en una fecha tan de mal augurio como la de ese junio de 19…
ignorando que en ese mismo avión también viajaba ese día una admirada estrella
de cine de su adolescencia, Marilyn Monroe, para ser más precisos.
Ocho
Una vieja gloria de la
comedia recuerda en el lecho de muerte su llegada a la gran ciudad. Recuerda la
noche de su debut en un pequeño teatro de variedades, pero las cosas que vienen
a su mente más bien lo aterrorizan: un tren de utilería que se aproxima, los
pastelazos volando en el aire, una enorme nariz de payaso. Con ese último flash
back de la memoria abandona el mundo, con una mueca extraña en su rostro y ante
una concurrencia de familiares y antiguos admiradores que estallan en risas
como una señal de respeto a su última rutina.
Nueve
Resulta irresistible al
caminar por las antiguas calles del barrio Alto no detenerse ante esas bellas
jardineras que anteceden por lo general una entrada con talladas esculturas de
leones o leopardos de tamaño natural, para nada majestuosos, y mucho menos
intimidantes. Al dar una mirada rápida a esa antigua mansión en pleno corazón
del barrio Alto, uno pensaría al ver las ventanas tapiadas y un jardín de
maleza ascendiendo por las paredes de las fachada que nadie osaría en vivir
allí o simplemente que nunca nadie disfrutó de la hospitalidad del antiguo
caserón. A veces, muy raras veces, por lo general en tardes de domingo pueden
escucharse las notas de alguna concertina a puerta cerrada, lo cual indica, a
no ser que se tratasen de fantasmas, que en efecto alguien habita en sus
oscuros interiores.
Diez
Vestido con su mejor
traje, J toma el autobús que lo conducirá hasta el austero edificio donde lo
espera su primer día de trabajo. Pero al llegar, todo su optimismo se ve
quebrantado cuando desde la ventana de piso cuarenta tres, el más antiguo de
los empleados del bufete a quien ayer despidieron, se lanza al vació gritando
enloquecido: Puedo volaaaar!
Once
Hay quienes presumen que
a ciertas horas las cosas adquieren movimiento: un armario que bosteza, unos
inquietos zapatos que caminan por la sala o vistosos juguetes bajando de sus
armarios. Pero al parecer casi siempre esto ocurre cuando todos duermen, y
quienes han visto tales sucesos, prefieren
quedarse callados, lo consideran un asunto intimo, como eso de mentir o hablar solos.
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