La luna y las flores del cerezo;
ahora sé, cuál es, en este mundo
el tercer verso.
Ryhuo
Sin especificar que los haikus
seleccionados fueran de uno o más autores. Cualquier entusiasta del haiku, que
haya peregrinado amplio tramo de su vida protegido por la simplicidad de esta
poesía, estudiándola, leyéndola, pero sobre todo viviéndola, sin discurrir
demasiado con nombres o escuelas, con estilos y propuestas dentro o fuera de
Japón, nombra, de inmediato, cinco de alguno de los grandes maestros del canon japonés.
Clásicos o contemporáneos. O transcribe uno de cada poeta. Cómodo. Pero injusto
con cuanto es el haikú en sí, más allá de nombres y estilos. Más allá de
escuelas y discusiones literarias que llenan de penumbras la transparencia del
haiku. Ulterior a las propuestas temáticas y métricas, de la distribución de
los versos, del sustancial kigo, a lo largo de su desarrollo en oriente y
occidente. Representativos de la mística o la estética, propias de tal poesía
con su estructura clásica o moderna. Cinco haikus, florecientes todavía en un
lugar privilegiado de la memoria, por sus implicaciones religiosas, filosóficas
o simplemente literarias.
Si
somos obedientes,
las silenciosas flores
nos hablarán al oído interno.
Onitsura
Buena propuesta. Y buen
ejercicio. No solo de síntesis. También de sensibilidad y evocación. Descubrir,
dentro de cada haiku recordado, que “una
iluminación espontánea penetra la eternidad; la eternidad es un instante. Cuando
uno comprende el instante eterno, ese ilumina a la persona que lo contempla”.
Bien pudieron ser 50. Y también serían
pocos y, a la vez, la cantidad adecuada para comprender qué es este molde
poético. O 500, para conformar una antología de la plácida belleza
inmarchitable. De tres versos escritos no para urdir descripciones exteriores o
interiores de extendido vuelo emocional, sino para despertar sensaciones
desplazándose por horizontes más allá de lo racional. La cantidad seguiría siendo proporcional con
los silencios y levedades, con el amplio vacío formado en torno al hecho de señalar
cinco haikus y cinco haiyines. Bien lo expresa un poema oriental: “En este
mundo de ensueño, cuando alguien cuenta lo que ha soñado, el relato también es
solo un sueño”. Cinco haikus para consolidar, desde ellos y con ellos, la
permanencia e impermanencia poéticas de tal forma literaria.
Un blanco durazno:
cae
una gota de agua
de color puro.
Torin
Un solo haiku espontáneo y
lúcido, solitario y prominente por su simpleza entre monumentales antologías, a
ras con centenares y miles de ellos, a lo largo del profuso desarrollo de tal forma
poética en Japón y otros lugares de oriente y occidente, desde sus albores en
el siglo XV hasta cuanto ha transcurrido del XXI, basta para darle algún grado
de iluminación al individuo que lo valora. Sin embargo, no es fácil para innumerables
lectores de poesía descubrir, a través del haiku, la brizna de hierba en la
montaña. Y las colinas en el tallo de una flor. O sentirlas ambas en el vuelo
de la libélula. En el canto de un urutaú que no se deja ver. La persona que, de alguna manera no fortuita,
fruto de disciplinas concretas y una forma de vida particular, con proximidades
al budismo zen, privilegia el haiku en su vida y no lo impugna a simple vista,
ni lo considera insulso por su manera de señalar lo cotidiano de la vida y del
mundo, obtiene la dicha, una auténtica revelación, de experimentar esa especie
de satori poético donde se descubren y se aprehenden la materia, la sustancia,
la presencia, la evanescencia y el espíritu del haiku.
Lejos. Las plantas,
bajo la lluvia, en la noche,
Lejos.
Fukio
Y si el cotidiano milagro ocurre
con la lectura y el asombro que proporciona un solo haiku, no necesariamente
escrito por alguno de aquellos cinco dignos maestros que, a propósito, no voy a
nombrar; o que produce la lectura atenta, sin prisas, de cinco o cincuenta, es
también cierto que nada sucede en determinadas personas que puedan leer 5, 50, 500
o más. Cuarenta y cinco años atrás, con mi modo de comprender, leer, vivir y
estudiar el haiku, recurriendo por aquellos años a la poca información que en
Colombia circulaba sobre este, en comparación con millares de páginas que, hoy
por hoy, circulan por la red, los cinco haikus por mí preferidos no habrían
sido, con certeza, los mismos que hubiera seleccionado en décadas siguientes.
Un día
me sentí tan solo
que no vi nada poético.
Seisensui
Dentro del haiku hay una excepcional
belleza, inefable misterio de mezcladas vaguedades literarias acompañadas por una
fluida dinámica interior, contrastando con la compacta imagen repujada por los
tres versos que lo hacen trascender lo trivial e inspirar emociones,
sentimientos, presentimientos no racionalizados. Intuiciones de sucesos y estados
anímicos nada parecidos a los manifestados con la lectura y escritura de otro tipo
de poesía. Shao Ying, lo devela cuando afirma: “Mirad a las cosas desde el punto de vista de las cosas y descubriréis
su verdadera naturaleza; mirad a las cosas desde vuestro propio punto de vista
y veréis solo vuestros propios sentimientos, pues la naturaleza es neutra y
clara, mientras que los sentimientos tienen prejuicios y son oscuros”.
El otoño termina;
nadie me da nada
este atardecer.
Sokan
Por cada período de la
historia japonesa, a partir del siglo XV, un poeta aquí en occidente, hombre feliz
de pueblo feliz, distante físicamente de tal cultura, pero cercano a ella en su
arte y religiosidad, selecciona cinco haikus cuyas imágenes impresionaron,
siguen conmoviendo de muchas maneras, su vida. En realidad, selecciona diez.
Cinco por década de asombros, incluyendo solo los años 80 y 90. Faltan los correspondientes
a décadas siguientes. Hasta el día de hoy. Cada una de dichas selecciones es
válida. No se contradice con las otras. En una sumaria secuencia cronológica,
por cuanto me concierne, que podría facilitar a lectores de diversa condición
cultural y literaria, establecer un cuadro lúcido del haiku japonés. Sus
paisajes. Su forma. Sus autores. Igual que el grado de percepción o iluminación
de los poetas que escribieron pocos o muchos a lo largo de sus vidas, sin
llegar a ser tan reconocidos como los canónicos.
La conversación cesa,
y la blancura de los
pétalos que caen
entra en mi corazón
Takeo
En mi selección, insisto, no incluí
los cuatro, cinco o siete cimientos del haiku clásico y contemporáneo japonés.
Están ahí, entre el bosque, árboles de perenne floración, para quienes desean
sombrearse bajo ellos. Fragantes. Intemporales. Visibles en cualquier estación.
Generando con sus haikus y forma de vida, centenares de estudios académicos. El salto de una mansa rana a un pozo de agua, ha
inspirado estudios, exégesis y paráfrasis de todo tipo. En español, llevo recopiladas
¡setenta versiones! del mismo haiku.
En su lengua original, contiene solo siete kanjis. Al traducirlo al español,
por lo regular se emplean diez o menos palabras. Religioso, filosófico, estético, anecdótico, mi
parecer es que el estudio del haiku no debe ser tanto cuantitativo como
cualitativo, aunque no se requiere de tratados hermenéuticos y lingüísticos,
semióticos o desde otras perspectivas literarias, para captar y degustar un
haiku. No está fuera del término, anotar aquí una significación moderna sobre
el haiku, del filósofo coreano alemán Byung- Chul Han, en su libro Filosofía del budismo zen: “El haiku, si
lo escuchamos con exactitud, no es “musical”. No tiene ninguna “apetencia”,
está libre de “invocación” o de “añoranza”. Produce un efecto “insípido”. Esta
insipidez “intensa” constituye su profundidad”.
Oyendo el lamento
de un simple grillo
aclaro mi vida.
Hakku
Mis cinco haikus preferidos
son estos diez. Cinco y cinco, para no transgredir la pregunta de Ángel Castaño
y acomodarme a su objetivo periodístico. Bien definidos. No solo cumplen
determinados parámetros literarios característicos del haiku, también concuerdan
con hitos claros en mi comprensión y práctica del mismo. Traigo como
complemento de la pregunta y las respuestas, no tanto para resolver de manera
directa y literaria la importante propuesta, irresoluble en mi caso, sino para
dilucidarla con una anécdota propia del budismo Mahayana cuyos protagonistas
fueron Manjushri y su discípulo Zensai, esta historia. Poética. Plena de
significados donde Manjushri personifica la sabiduría trascendental dentro de
tal escuela budista.
A cada chillido
del grillo
la casa envejece.
Seishi
Entre miles de haikus, solo
cinco. Solo diez, teniendo en la cuenta que dicha forma poética es un
microcosmos del mundo interior y los paisajes exteriores. De lo trivial o
profundo. Lo intemporal y fugaz, con sus tres versos no siempre de 17 sílabas.
Resumir en cinco haikus el universo literario donde son centenares sus cultores
desde el siglo XVI, es entrar perplejos a un macrocosmos poético donde dicha elección
no es la medida de nada. Donde mis conceptos escritos no son ninguna verdad.
Solo la mirada de quien camina sin prisa, sin objetivos por entre estos temas. Seleccionar
cinco haikus es bueno. Porque no hay ninguno que no sea bueno…
esas, vuestras preciosas almas,
se
desvanecen, para no retornar.
Kikaku
Cuentan los libros sagrados que… “una vez Manjushri llamó
a su discípulo Zensai y le dijo:
-Tráeme algo que no sea bueno.
Y Zensai anduvo por todas partes.
Pero todas las cosas que tocaba eran buenas. Volvió y dijo al maestro:
-No hay nada que no sea bueno.
-Entonces, tráeme algo que sea bueno.
Zensai, sin dudarlo un minuto,
agachándose, recogió una brizna de hierba y se la presentó a Manjushri. El maestro
la tomó y se dirigió a la congregación de monjes:
-Observen: Esta simple hierba, puede tanto matar como dar
vida”.
Esa misma histórica brizna de búdica
yerba, junto con estas que encuentro por veredas de mi pueblo Calarcá, bien
pueden ser el primero, el segundo, el verso tercero de un haiku. O el haiku
completo, entre 5 o 500. Un haiku: brizna de hierba: ni buena ni no buena:
entre innumerables hierbas de incalculables colores, formas y fragancias.
Y el once, que no puede faltar para seguir desentonando con la pregunta:
Apesadumbrado por la primavera
cada año igual;
cada año distinta.
Gekkyo
Haijines
japoneses citados:
De estos poetas, pueden encontrarse sus haikus en
diferentes traducciones al español, variando la conformación de los versos.
Ryhuo
Onitsura
Torin
Fukio
Seisensui
Sokán
Takeo
Hakku
Seishi
Kikaku
Gekkyo
Gracias por los Haikus, esos microcosmos que nos lanzan de lleno a la existencia sin límites. Tan completos en si mismos que todo lo demás sobra.
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