martes, 2 de febrero de 2021

Después de la peste

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D espués de la peste española se vivió en el miedo durante unos años. Susan Sontag en La enfermedad y sus metáforas describe aquellas metáforas a las que recurrió la sanidad pública para etiquetar la peste y luchar contra ella con expresiones bélicas: pelea, lucha, guerra. 

Un ejemplo tomado de la campaña italiana contra la tuberculosis de los años 20, es un póster titulado:"Guerra a las moscas", que ilustra las enfermedades transmitidas por las moscas.  Las moscas aparecen como aviones enemigos que arrojan bombas mortíferas sobre la población inocente. Cada bomba lleva un texto. Una dice "microbi", microbio. Otra "Germi della tisi", gérmenes de la tuberculosis. Otra dice solamente "malattia", enfermedad- Un esqueleto ataviado con capa y capuchas negras, cabalga en la primera bomba como pasajero o piloto. En otro póster "con estas armas conquistaremos la tuberculosis", la figura de la muerte aparece clavada en la pared por espadas desenvainadas, cada una de las cuales lleva como inscripción alguna metáfora para combatir la tuberculosis. En una espada dice "limpieza", en otra "sol", "aire", "reposo", "comida adecuada", "higiene". (Claro que ninguna de estas armas tenía el menor efecto. Lo que conquista -es decir "cura"- la tuberculosis son los antibióticos, que no se descubrieron hasta unos veinte años más tarde, en los años cuarenta.) ―Sontag, PG 132-133, ED., Punto de lectura. 

Ese temor generalizado ante el rebrote y el contagio de H1N1 probablemente juntó el recuerdo de los desastres de la guerra mundial con las penurias de la pandemia, pero las dos plagas compiten en costo en vidas humanas: 50 millones de muertos la guerra, 100 millones la pandemia. Las dos fueron un ensayo general del fin del mundo. Entrados los años 20 y hasta el Crack del 29, vino un crecimiento de las economías hegemónicas (las naciones que ganaron la guerra) frente a la hiperinflación de las que perdieron; tal desigualdad vio surgir un rebrote de nacionalismos y destinos manifiestos que cuestionaban la repartición del mundo y preparaban la revancha. Entre guerras se dio el estallido de jolgorio para conjurar el miedo; los locos años 20, una breve época dorada de las artes y las letras como un gran clímax del alma de los sobrevivientes. El desplome del dólar y el crack y el ascenso del nazismo frenó el estallido báquico y cambió el miedo por fascismo. 

La generación perdida, en literatura, fue la vanguardia de autores americanos que se instalaron en Francia con el poder adquisitivo del dólar en los años 20. Gravitaban entre otras vanguardias artísticas, los pintores y poetas surrealistas, los expresionistas, la hegemonía cultural europea que se topaba con la hegemonía cultural norteamericana. La escritora y coleccionista millonaria Gertrude Stein acuñó la expresión y Hemingway la registró en Fiesta

El sentido de la expresión era negativo: "sois una generación perdida" en el sentido de extraviada en la francachela, pero también perdida en el sentido de ser irreparable un saber enredado en los alambres de espino de los frentes de guerra oriental y occidental donde dieron la vida tantos genios desconocidos: 

“todos vosotros los jóvenes que servísteis en la guerra. Sois una generación perdida... No respetáis nada. Os estáis matando con el alcohol”. Fiesta, Hemingway

De aquella generación quedó una cosecha de obras e individualidades deslumbrantes. La de Hemingway brilló por distanciarse de todos los temas de lo norteamericano: todo ocurría en el extranjero, en los encierros de Pamplona, en los cafés parisinos, en África subsahariana o en una trinchera. Adiós a las armas cerró la década siendo publicada en Scribner´s Magazine en 1929 pero entre sus libros póstumos dejó un relato fiel de la época en París era una fiesta. Scott Fitzgerald fue la primera víctima mental de aquel estupor festivo y retrató el ambiente de los rastacueros de la guerra en las fiestas sociales de Nueva York; qué, si no un perdido, es el rico Gatsby (en El gran Gatsby) que anhela reparar con derroche la oportunidad de la vida desperdiciada por defender la patria. Los años 20 fueron los de Ezra Pound, el relacionista público de entre vanguardias, promotor y propagandista de la obra de Joyce y los cubistas y todos los que experimentaban con el lenguaje con el mismo fervor que luego hizo del antisemitismo. Años de fiestas, de vestidos vaporosos, de americanas y pajaritas desanudadas, zapatos de charol y de glamour (pedir atención al espectáculo). Pero también los años en que una generación sepultaba a otra.  

El fin de una era se caracteriza por todo lo que muere con ella o por todo lo que nace de ella. Morían los carros de caballos, nacía la aviación, morían los herreros, nacían las siderúrgicas con las que se construirían vías rápidas y armamento pesado, moría la máquina a vapor y surgía el automóvil y la industria petrolera, moría el naturalismo y surgía la revolución marxista. Moría la aventura colonial africana y surgía la penicilina. Moría la ética y la moral y se implantaba el psicoanálisis. 

Esta pandemia de un siglo después puede marcar el fin de una era. Nace la biometría 5G y las vacunas de modificación genética (del ARN del virus), muere el voto y el periódico. Nace la educación sin aulas y muere una generación de artistas y formas de representación. Nacen nuevas hegemonías culturales y mueren ciertos epicentros y mecas. Y estamos todos voluntariamente vigilados. Con la posibilidad de una vacunación masiva, se acerca el periodo del miedo. Ya está instaurada la vigilancia planetaria. El miedo conduce a la pérdida de libertades y a la discriminación bio-política del estado frente a sus ciudadanos. Es probable que ciertas libertades de la democracia se hayan perdido para siempre sin apenas darnos cuenta o que solo puedan experimentarse en espacios utópicos aislados o por fuera de la democracia o en sociedades con solo clase alta. Se perdieron cuando aceptamos las normas por decreto y no exigimos una solución del Estado para los problemas que se derivaron de aceptar tales restricciones. Una aceptación semoviente surgida de un miedo no conocido por varias generaciones: y el miedo nos hizo dóciles y asustadizos. La universalidad de la vacuna tal vez sea ahora obligatoria, un imperativo de salud pública y un factor discriminador de las migraciones o de la movilidad. Esto en lugar de fecundar la cultura la haría más homogénea. Si internet es el canal de transmisión de la cultura, fácilmente caeremos también en un nuevo colonialismo cultural. 

Las vanguardias y revoluciones estéticas son cambios de paradigmas. De lo que ahora surja, si es que surge algo memorable, sabremos cómo nombrar a esta época. 

Adiós a las armas, Hemingway, primera edición, Scribner´s Magazine
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Publicado por @stanislausbhor
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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