domingo, 20 de septiembre de 2020

Malabarismos

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Una nota sobre Teoría de la gravedad, de Leila Guerriero
 


Por Paula Andrea Marín C.

 

Acá como en todas partes, cada quien se está arreglando como puede.

 

Todos los desvelos vienen de no saber y de querer saberlo todo.

 

Hay cobardías que requieren de coraje.

 

La única salida de emergencia es la que llevamos dentro.

―Leila Guerriero. Teoría de la gravedad.

 

Teoría de la gravedad es el séptimo libro de la escritora argentina Leila Guerriero (Junín, 1967) y el cuarto que recopila sus textos, esta vez, algunas de las columnas publicadas semanalmente, entre 2014 y 2019, en el periódico español El País, aquellas que no hablan de la realidad más inmediata, sino de la perenne, de la más individual. El título del libro, en tensión perfecta con la ilustración de la carátula, compendia lo que, objetivamente, parece imposible: mantenernos vivos, aunque no se sepa exactamente por qué ni para qué; mantenernos en pie, en el camino, sin cansancio. Los seres humanos somos creaciones siempre a punto de caer; el equilibrio es frágil y mantenerlo separa a locos y a (más o menos) cuerdos, a suicidas y a ancianos, a drogadictos y a artistas, a habitantes de la calle y a padres dedicados, a asesinos y a deportistas. Mantener ese equilibrio requiere voluntad, tozudez, convencimiento de que, pese a todo, debemos seguir.

 

La primera vez que leí algo de Leila tenía 24 años y ella 37. Yo vivía en una ciudad pequeña a la que no querría volver, sentía que no se abría ante mí ninguna alternativa y que mis días transcurrían en una limitada esfera de indiferencia. Lo único que seguía teniendo sentido para mí eran la lectura y la escritura. Entonces, apareció un artículo de Leila y con él la enfurecida voluntad de abrir los caminos, aunque aún no tuviera ninguna herramienta para apartar la manigua. Desde entonces, Guerriero ha publicado siete libros, ganado premios, editado otros cuantos libros más, publicado columnas, reportajes y perfiles en distintos medios, dado clases, charlas y entrevistas.

 

Este nuevo libro de Guerriero, sin índice y conformado por textos muy cortos, va, de manera ordenada y temática, de los recuerdos (suyos y de otros) de la infancia a la reflexión sobre la escritura. Así, la autora dedica textos a los padres (“Cuánto habría que vivir –y cuánto coraje sería necesario– para entender que lo que más amamos, y lo que más nos ama, es, también, lo que mejor nos aniquila”. Teoría de la gravedad), a los abuelos, a los hermanos, a la juventud, cuando llega a Buenos Aires, al sinsentido que embarga a veces los días, la existencia toda, a la relación de pareja y, finalmente, a la escritura (que es como amasar el pan). El de la relación de pareja es el apartado más extenso (18 textos) y funciona como una “crónica de una muerte anunciada”, que llega hasta el exacto momento en que los dos se convierten en desconocidos, cuando entre los dos solo hay distancia.

 

El fin del amor comienza con el primer “te amo” que alguno de los dos pronuncia, parecen gritar las “instrucciones” de Guerriero, pero en ella ha durado más de veinte años con ese mismo hombre que le toma fotos, que la acompaña en los paseos por Buenos Aires, a quien le dedica sus libros, quien cree en ella como una forma inagotable de la fe, que la ve llegar e irse, llegar e irse, de nuevo. Mantener una relación de pareja es un frágil equilibrio que quizá se alimenta bien de las continuas ausencias (quizás). Ella sigue siendo ese cowboy de su infancia, que toma su caballo y emprende caminos que no sabe a dónde la llevarán y que vuelve a casa a recargar provisiones para volver a poner el pie en el estribo. Al igual que todo, la pareja también parece necesitar de esa voluntad de sobreviviente y de ese fuego que lo aleja de los domingos de almuerzos donde los suegros, del pago del arriendo, de la visita al supermercado y de los platos sin lavar.

 

Teoría de la gravedad es también un modelo de escritura. Hay en él un ritmo claro (endemoniado), una sintaxis precisa (frases cortas, como dagas), una forma singular de elegir y poner un adjetivo (una imagen concreta, eficaz como un golpe) y hay también mucha, mucha poesía: “A veces pienso que mi oficio no es otro que el de venir aquí y contrabandear poemas que escribieron otros” (Teoría de la gravedad). Leila Guerriero ha conseguido muchas cosas en su oficio de periodista; dos de ellas son la innovación en materia de lenguaje periodístico y la increíble presencia de su voz, aun cuando no se encuentre nada personal en el relato que está contando. Leila escribía ficción antes de convertirse en periodista y dejó la ficción porque se dio cuenta de que sus cuentos giraban alrededor de los mismos temas y de las mismas imágenes, mientras que el abordaje de la realidad le permitía y le exigía siempre navegar en territorio desconocido. Pienso que ese trasegar de ser una escritora de ficción a convertirse en una escritora de la “realidad”, así como ese seguir siendo una lectora voraz de literatura que entiende los libros como objetos que nos “salvan la vida”, le han permitido a Guerriero, en gran parte, lograr eso que todos sus seguidores admiramos: un lenguaje que está en el límite de lo literario, pero que está fascinado con la realidad y quienes la habitan, y que, al mismo tiempo, no renuncia a la configuración de una voz muy personal, desde la que interroga y se interroga a sí misma.

 

Todos somos sobrevivientes de algo, de alguien, a todos, más tarde o más temprano, con más o menos frecuencia, nos cuesta encontrar el sentido, saber cómo continuar, salir de algún dolor. Dice Leila: “Cuando nada salva, en ese lugar donde siempre estoy sola y son las tres de la mañana, no busco alivio. Tan solo recuerdo aquella tarde y hago lo que dijo mi padre: contemplo al enemigo y me quedo quieta. Después, como todo el mundo, sobrevivo” (Teoría de la gravedad). En mi caso, entre más pasa el tiempo, más compasión siento por los seres humanos, por esa humana que soy. Cuánta voluntad hay que tener para no volverse loco y no caer en la desolación absoluta, cuánta templanza hay que tener para no caer de lleno en la evasión de la realidad o en la aniquilación de la realidad; cuánta fuerza hay que tener para, sin saber “todo esto para qué”, sin tener certezas de nada, nos sigamos levantando, alimentándonos, cuidándonos, haciendo algo “útil” con nuestra vida, desarrollando una vocación, sigamos amando, defendiendo, sigamos. Leila Guerriero increpa: arría las velas, aguanta, avanza. Por supuesto, en Leila no hay una forma fácil de la compasión, sino curiosidad pura por saber lo que habita en cada interior humano: contradicciones de luz y de sombra, de demonios y de ángeles, de corazones que retumban llenos de amor o de ira (de amor y de ira), vivos, nunca tranquilos o varados en las ansias de recuperar lo que alguna vez fuimos, aunque eso implique cargar con una mente que nunca se queda en silencio (como la de Leila): "Cada vez que veo en las caras la prudencia, la resignación, el miedo, me digo: cuidado. Me miro la sangre y los tendones. Me entreno para estar despierta. Dicen: "Les sucede a todos: el tiempo pasa". Me dirán loca. Yo siempre estaré buscando, bajo los adoquines, la arena de la playa" (Teoría de la gravedad).


  • Leila Guerriero. Teoría de la gravedad. Barcelona: Libros del Asteroide, 2019.

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Publicado por Paula Andrea Marín C.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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