Me acostumbré a ver películas húngaras de Béla Tarr, el cine a cámara lenta, las situaciones cotidianas colgando en el espacio inconmensurable del Universo. Nadie mira alrededor, tal vez alguno se para y vislumbra por un instante, luego vuelve la niebla. Todo es una tremenda confusión al insistir en quedar atrapados en el diminuto espacio de nuestro cuerpo. La luz viaja rápido, las distancias planetarias no se asocian a nuestra vida. El pánico a soltar lo cercano, lo inmediato, lo cotidiano nos llena de violencia ante cualquier señal sin límite. Es inaceptable para todos (,) salir del planeta (,) es una utopía, las leyendas parecen ecos: Nos quedamos sentados, sin más. Thelonius Monk comiendo huevos duros en el bar del aeropuerto, su cabeza llena de pianos. La baronesa Nica escuchó su largo y obstinado silencio final junto al Hudson, frente al skyline de Nueva York. Nietzche también quiso callar ante la barbarie contra el caballo de Turín. Madre, soy tonto; dijo sin remedio.
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Lo que no sabía era que todas las precauciones eran pocas, no quería saber, no podía saberse de antemano que la asfixia puede producirse por perspectivas muy cortas o visiones infinitas. Apenas hay, no hay, diferencia entre tu espacio rápido y el horizonte lento. Corremos y nada se mueve, hasta llegar a la cresta de la montaña o la sima del océano; el viento sopla, el agua cae sobre nuestra carrera de obstáculos imaginados. Seguimos sin ver. No paramos, no podemos parar, el deseo de existir nos aniquila en el rellano de la escalera y nos parece estar, estamos, subiendo y bajando sin descanso. Las bodas se celebran en el jardín, los invitados siempre están borrachos, la música es una mala imitación de la felicidad mascarada del carnaval. La miel se desarma desde los panales, las abejas se desesperan, cera en los oídos, cero en conducta, Zazie dans le metrò. Que sí, Quenau.
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Parece que las nubes de IA consumen más agua diaria que una catarata abierta al vacío. Antes poníamos una botella en la cisterna y el ahorro era considerable, considerando la economía doméstica. Ahora las piedras están secas, los desiertos ardientes, los fríos huyen de su lugar, rivalizan con la calentura oceánica. Grandes pérdidas para los puestos costeros de pescado, no habrá más frituras con aceite de oliva, virgen. Rubén Blades cantó antesdeayer La canción del final del mundo, me gusta tocar cada tarde la guitarra para que el silencio no se sienta solo. Luego te llamo, ahora estoy con lo del ChatHDGPT, a ver si consigo que me diga algo coherente. Las respuestas son maquinaciones maquinales, manifestaciones mecánicas, manneken pis.
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Un intento desesperado e inútil de hacer eternos los sueños del saber, las imágenes de los reflejos que difuminan espejismos sobre las dunas. No podemos quedarnos con nada, el placer de los libros, la colección de sonidos, los vinilos rasgados. Nos cuesta renunciar a nuestra biografía, el cuerpo sabe, la mente inventa: Desasosiego permanente ante la falta de fijaciones, fijezas, fíjate en cada brizna de hierba y su multitud de vidas pasadas. Fotogramas en un encuadre. La luz de los espejos, sus reflejos silenciosos, la transparencia de los sonidos. Cambiar de parecer no es más que un juego de manos con las cartas marcadas.
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Las mafias de la ideología acaban con las pruebas tangibles, los hechos desaparecen, se acerca la posibilidad y es inacabable, inaprensible, impecable en su transparencia.
Me cuentas algo que sólo está en tu cabeza, tu cuerpo ni lo ves, piensas y desesperas que lo estoy viviendo por ti, contigo, sin darte cuenta de que es sólo tu idea, tu experiencia, algo que nadie más puede comprender. A no ser, y ni aún así, que el otro sea un comunicador excelente, alguien que se pone en el lugar de los demás e intenta ver, no vender, las cosas mientras habla y procura escuchar al que tiene enfrente. Situaciones poco probables, la maraña de lo propio nos impide llegar al otro lado, a un lugar distinto, diverso, el mismo con otro maquillaje. Un espacio donde no hay estrategias, sólo hechos, sucesos, experiencias surgiendo y volviendo al vacío generador, existencial, plural.
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La insistencia suave de la lluvia es un bálsamo para estos días. Nuri Bilge Ceylán dibuja con la cámara situaciones sin prisa, sobre hierbas secas traza nieves y encuentros, inesperados ejercicios visuales. No importan tanto los argumentos, esa vana idea de creer contar algo, si no la presencia de lo inapresable, el fondo del espejo del que surge la superficie de la ternura. También lo terrible, la sombra que dibuja con fuerza diversos pasajes de la herida humana, nunca cerrada; la mejor opción es procurar que no se infecte, mantenerla limpia. La imperfección es nuestra seña más característica. Apaga y vámonos.
Haiku
En la antigua sala de Buda
los perros
orinan a cielo abierto.
Post Scriptum
No te gustan los que piensan diferente a ti ¿Puedes pensar tú de otra manera?
No le gustan los que piensan diferente a él ¿Puede pensar él de otra manera?
No me gustan los que piensan diferente a mi ¿Puedo pensar yo de otra manera?
Acta est fabula.
José Alias. Ciudad, abrilluvios025