Sobre Matemáticas congolesas, de In Koli Jean Bofane
Por Paula Andrea Marín C.
¡Otra vez Francia! ¡Otra vez los blancos! ¿Ahora qué querían con África? ¿Qué no podían, por una vez en sus vidas, dejar de joder?
Como el popular baile ndombolo, que describe muy bien la precariedad de las condiciones de vida de los kineses. Los pasos de este baile son como los de alguien que trata de caminar sobre tablas que flotan en un río […]. Es un movimiento de nunca acabar. Y todo esto sin perder la sonrisa.
Bofane, Matemáticas congolesas.
Es una mañana de enero de 2024. Él se levanta de su mesa y se acerca a la nuestra; saluda a la mujer que desayuna conmigo. Ella lo invita a sentarse y comienzan a hablar en inglés. Pongo toda mi atención en tratar de comprender la conversación y logro sacar en claro algunas cosas: él es congolés y tuvo que marcharse con su familia a Bélgica, en 1960, para huir de la violencia de su país, tras su independencia del país europeo; regresó veinte años después, pero nuevamente la turbulencia política lo hizo marcharse y fijar su residencia en Bélgica, desde la década de 1990. Él decidió que su manera de ayudar sería escribiendo sobre su país, no como un periodista, sino como un escritor de “ficciones” que contara la realidad, a partir de la ironía, que construyera una visión crítica tanto de los de afuera como de los de adentro. Miro mi reloj y me levanto de la mesa; me despido de mis dos comensales y me prometo que buscaré los libros de ese escritor, sobre todo, uno de ellos.
Cuando llego a mi destino, busco el título en Google, pero el libro no está disponible en las librerías cercanas o en plataformas conocidas. En octubre de ese mismo año, veo una publicación de una librería (Peregrina) a la que sigo en la vida real y en Facebook (sí, Facebook todavía) y allí aparece el título: Matemáticas congolesas, de Bofane, su primera novela, escrita originalmente en francés y publicada en 2008, y traducida al español en 2023, por la editorial mexicana Elefanta. Esta editorial se ha trazado como meta, en su colección “Las orillas desde las orillas: de África para América”, traducir al español obras provenientes de África, cuya literatura poco circula o poco se conoce en Latinoamérica, dos regiones planetarias caracterizadas por su pasado (y su presente) colonial. Perdí este libro en un avión y volví a encontrarlo (al libro y a mis marcas de lectura en él) en un cuarto de objetos perdidos en un aeropuerto; esta es la crónica de su lectura.
Desde pequeña, amo los mapas; a los siete años, mi pasatiempo favorito era jugar con mis mapas en forma de rompecabezas de madera. El de África ejerce una fascinación y un asombro para mí desde que, a los 13 años, un profesor me hizo (recordar) aprender de memoria cada uno de sus países y sus capitales, señalándolos en el mapa delante de mis compañeras y compañeros de clase; todos y todas debíamos pasar por el mismo ritual para ganar la materia. Con el tiempo, África se ha convertido en una pregunta y en una angustia; creo que en el destino de África está el destino de la humanidad entera (no me pregunten por qué); creo que lo que hagan y hagamos de África incidirá en lo que hagan y hagamos con Latinoamérica (como si fueran espejos). África, en mi cabeza, es la hipérbole real de los desmanes que llevan a cabo los países con más poder y medios económicos sobre aquellos que no cuentan con tales privilegios y que les sirven –como en el pasado- de fuente de materias primas para enriquecerse y sostener su modo de vida consumista y extractivista.
Lo más interesante para mí de la novela de Bofane es que muestra qué sucede en el interior de uno de los países de la África subsahariana central (la República Democrática del Congo), luego de haber obtenido su independencia de su colonizador: Bélgica. Quizá si no hubiera leído Ébano, de Ryszard Kapuściński (https://www.revistacoronica.com/2020/07/podria-ser-colombia.html), no tendría muchos elementos para entender la situación que Bofane elabora en su novela: la democracia del país está obstaculizada por las prácticas corruptas de dos partidos políticos: el que está en el poder y el que juega a ser la oposición. Ambos tienen un pacto: mantener el simulacro de la democracia para seguir conteniendo el poder (y sus privilegios económicos) en unas pocas manos. Ese simulacro requiere de un aparato burocrático sofisticado, de unas fuerzas militares igualmente corruptas que resguarden el orden con armas, de la connivencia del Departamento de Información que, a través de sus canales oficiales, de sus medios de comunicación, mantendrán desinformada a la ciudadanía acerca de los hechos, y hasta de los brujos que participan con su magia negra, tanto como los políticos quieran permitirlo, para eliminar cualquier obstáculo del propio partido o del contrario. A la par, los antiguos países colonizadores aprovechan la situación para presionar ante la comunidad internacional y exigir mayor vigilancia sobre el país africano, solamente con el fin de obtener los permisos para explotar sus recursos naturales. Los políticos del país no quieren renunciar a las “ayudas” internacionales, pues de buena parte de ellas depende el sostenimiento del aparato burocrático que acapara las “ayudas” y evita que vayan a quienes más las necesitan. La tensión es permanente: las exigencias internacionales para que el país se estabilice políticamente y poder intervenir en él, y la inestabilidad política para abrir las puertas de las “ayudas” internacionales con la promesa de avanzar en la democracia.
A la par de esta mentira están los ciudadanos, aquellos que día a día tratan de huir de las fauces del Hambre, la entidad que acecha a cada paso y que no da tregua, más allá del vaso con agua que algunos pueden beber en algún momento del día. La vida se transforma en un acto constante de supervivencia, de encontrar la manera de mantenerse vivo hasta el final del día, hasta perder la voluntad y la visualización de un cambio, de una alternativa de vida. Al caer la tarde, ante el agotamiento y las pocas ganas de llegar a una casa sin comida y sin espacio para estar en paz, muchos se reúnen alrededor de los puestos de comida de la calle, en donde, por muy poco dinero, pueden comprar algo que poner en sus estómagos, escuchar historias y reírse un poco para “no morir de realidad” -como le escuché decir a alguien, hace algunos días-. A estas reuniones asiste Célio, un joven amante de las matemáticas, quien ha perdido su hogar y su familia por las guerras civiles del país, y quien encuentra en los números y en las ecuaciones una manera de controlar abstractamente su mundo, para que la realidad no lo sobrepase, no lo aplaste. Su inteligencia le permite ayudar a resolver problemas de la gente a su alrededor y colabora en una ONG junto a un sacerdote que se ha convertido en su guía vital y espiritual.
Matemáticas congolesas es la historia del cinismo de la clase política congolesa y la travesía de Célio cuando es llamado, gracias a su inteligencia, a hacer parte de esa clase política. ¿Qué pasa cuando un intelectual que ha vivido en el hambre y en la miseria tiene la oportunidad de ganar dinero y de mejorar sus condiciones de vida? Lo que quizá le pasaría a cualquiera: aprovechar para comer bien, para dormir bien, para tener un respiro; pero también sucumbir a aliarse con los poderosos para mantener su estatus, hasta que el corazón hace su llamado. Lo que no puede ser ocultado con las mentiras de los medios de comunicación le recuerda a Célio de dónde viene y todos aquellos que han sido sacrificados en la carrera por mantener el estado de las cosas, para beneficio de unos pocos.
No sabemos cómo habría sido África sin el proceso de colonización, sin el brazo de la religión católica, sin la esclavitud que llevó a muchos de sus habitantes a podrirse dentro de un barco o a perder la cabeza, el cuerpo y el alma en la indignidad de la subordinación impuesta. Sin embargo, sí sabemos lo que dejó en África este proceso de colonización: la extracción que beneficia al dominante y deja en pobreza al dominado; la corrupción de un sistema burocrático que heredó las prácticas de enriquecimiento de los antiguos colonos, ayer a costa de la Corona y hoy del Estado; un sistema burocrático que crece cada día más, mientras la economía del país y su industria siguen sin despegar. Esta herencia impide que surja una clase media, la clase crítica, intelectual y, sin ella, la posibilidad de que haya un cambio político y social se reduce a su mínima expresión. Sin embargo, Bofane no es un nihilista o un fatalista: en Célio está la representación de que la inteligencia, la intelectualidad puede hacer tambalear las antiguas estructuras de herencia colonial, así personas como él sean una excepción en la realidad del país. Solo es una posibilidad, pero la esperanza es un punto en el horizonte que puede espantar, por un momento, al Hambre y permitir que la cabeza y el alma se alineen con la perspectiva de un cambio. Ahí está Bofane y yo con él.
In Koli Jean Bofane, Matemáticas congolesas. Trad. Lucrecia Oresanz Escofet. México: Elefanta Editorial, 2023.