martes, 8 de junio de 2021

“La revolución de los afectos”

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Una nota sobre Pensamiento monógamo, Mentes insanas y PornoBurka, de Brigitte Vasallo


Por Paula Andrea Marín C.

 

Una revolución que deje por fuera los afectos será una revolución a trozos. A ratos.

―Brigitte Vasallo, Pensamiento monógamo. Terror poliamoroso

 

Se dice que el amor es lo mejor del ser humano: yo creo más en la solidaridad, la empatía y en cuestiones que tienen que ver con un compromiso ético y no tanto con un estado alterado.

―Brigitte Vasallo, Mentes insanas

 

Cuando estás fuera no eres nadie… Si eres distinto a los demás, por mucho que los demás sean una mierda, te acabas quedando solo. Y eso es muy duro.

―Brigitte Vasallo, PornoBurka

 

Brigitte Vasallo (Barcelona, 1973) es escritora, profesora universitaria y activista “feminista” (el feminismo como herramienta, como un conjunto de prácticas, no como identidad, aclara ella). En esta nota, hablaré de tres de sus cuatro libros publicados a la fecha: Pensamiento monógamo. Terror poliamoroso (2018), PornoBurka (2013) y Mentes insanas (2020). El primero de ellos, un ensayo (publicado recientemente en Latinoamérica por Paidós con el título El desafío poliamoroso. Por una nueva política de los afectos); el segundo, una novela y, el tercero, una compilación de artículos publicados en un blog durante dos años.

 

Llegué a Vasallo, gracias a un video de una entrevista suya que encontré por casualidad en YouTube. Al escucharla, algo hizo click por dentro y vi más videos: más entrevistas y conferencias suyas y todo siguió haciendo click, click, click. El primer imán temático fue la soledad, el segundo, la pareja, y el tercero, la red de afectos. Vasallo acoge mi soledad al hablar de la real dificultad que hay cuando estás enfermo y nadie viene a traerte un plato de sopa o cuando te quedas sin trabajo y no hay nadie más que se encargue de pagar el arriendo o cuando tienes cien cosas por hacer y no hay nadie que te ayude con alguna de ellas o cuando pasan los días y nadie se preocupa de si sigues vivo; Vasallo acoge mis preguntas sobre la pareja cuando tienes 40 años y ya no eres una opción para la mayoría de los hombres, porque estás “sobrecalificada” para unos o porque ya no podrás ser la madre de los hijos de otros; Vasallo recoge mi inmensa decepción al ver cómo la "red afectiva" se puede convertir en una suerte de telaraña llena de competencia, falta de empatía y de cuidados. Al escuchar a Vasallo, mi cerebro se expande y veo mis crisis de ansiedad como una muestra no solo de que hay algo que sigo sin resolver dentro de mí misma, sino de que ese algo sin resolver también es responsabilidad del sistema social en el que vivo. Vasallo es lo que he venido buscando desde hace más de un año de lecturas: una escritura que vincula los procesos de la psiquis con la forma en la que el sistema social afecta a esas psiquis, la estructuración de esas (nuestras) intimidades. Entonces, busqué sus libros y he aquí lo que encontré (y perdóname, Vasallo, por no escribir en femenino como tú).

 

Mentes insanas
RBA
2020

Pensamiento monógamo. Terror poliamoroso desarrolla, sobre todo, dos ideas: la primera de ellas consiste en explicar cómo el sistema monógamo (nutrido de la idea del amor romántico) junto con el nacionalismo consolidaron el sistema capitalista, sobre todo, a partir del siglo XIX. Otra idea se deriva de la anterior: para que se instale el capitalismo como un sistema de pensamiento es necesario que esté acompañado de tres prácticas mentales: la jerarquización, la confrontación y la exclusión. El pensamiento monógamo está basado en estas mismas tres prácticas: la exclusividad sexual (que asegura un linaje “legítimo”) excluye otras formas de interacción sexual con otras personas; la promesa de la fidelidad (que, explica Vasallo, “nos provee de un espacio mínimo de seguridad en el que nos sabemos acompañados, protegidos”) hace que los otros afectos que pueda sentir cada miembro de la pareja por otras personas queden en segundo lugar y lleva a tener la percepción de que todo el tiempo se compite con otras u otros por mantener el primer lugar en la vida de esa pareja. Vasallo demuestra que la jerarquización, la confrontación y la exclusión no están en la base solamente de la monogamia como práctica sexo-afectiva, sino en todas nuestras relaciones, en los modos de comportarnos socialmente y en la organización del mundo (lo vemos en la pervivencia del racismo y del colonialismo, por ejemplo):

 

La competitividad es el mecanismo básico de todos los procesos y estructuras que suceden en el mundo capitalista. La forma es simple: construir la ficción de una estructura jerárquica con un paraíso en lo alto y un infierno en la base y poner a los individuos, bien individualizados, a competir para alcanzar la cima… Los méritos académicos, el sexo, el amor…

La jerarquización, la confrontación y la exclusión en términos de pertenencia identitaria está tan implantada que opera en cómo nos adscribimos a un equipo de fútbol, cómo hacemos nuestras alianzas activistas o de qué manera nos posicionamos políticamente. “O con ella o conmigo” es, básicamente, la manera monógama de entender el mundo. Una forma que fácilmente deriva en “o conmigo o contra mí”. (Pensamiento monógamo).

 

¿Cómo cambiar ese pensamiento monógamo? Y, sobre todo, ¿vale la pena hacerlo? La segunda idea desarrollada por Vasallo en su libro procura dar una respuesta afirmativa y propositiva a estas cuestiones, a través de un nuevo paradigma amoroso o, mejor, de los afectos: el poliamor. Sin embargo, la práctica poliamorosa es presentada por Vasallo no en relación de con cuántos nos acostamos, sino de qué tipo de vínculos establecemos con esos muchos o pocos con quienes nos acostamos y, más allá de la relación sexual, con quienes nos juntamos, para “que nadie se quiebre en el camino”. Este es el punto fundamental de una ética del poliamor, según Vasallo: si decides tener una relación sexo-afectiva o afectiva con alguien (de la naturaleza que sea), debes tener cuidado de no dejarlo como un “cadáver emocional”. Aunque Vasallo no nombra explícitamente la noción de “responsabilidad afectiva” está hablando de ella: no podemos decir que queremos una relación con alguien (de una noche, de unos meses o de “toda la vida”), si no deseamos asumir los compromisos que ese vínculo trae consigo: el cuidado del otro y de sí mismos.

 

Acostarte con más de una persona lo sabe hacer todo el mundo. Pero, o bien se hace cosificando a esa persona, desde la perspectiva de esa amante que no volverás a ver nunca y no merece “invertir” cuidados, todo muy en línea del imaginario bancario, o bien lo harás desde la romantización con la que se inician las relaciones monógamas que se quieren perdurables, haciendo una escalada hacia la pareja monógama por mucho que no pretenda serlo y por mucho que exista una red afectiva ya en marcha. Y ninguna de esas dos formas es compatible con un nuevo paradigma amoroso. (Pensamiento monógamo).

 

En la era de individualización extrema que vivimos, tendemos a cosificar o a romantizar al otro u otra en nuestras relaciones; creemos que hay unas personas que merecen nuestros cuidados y que hay otras que no o, a través de la idea del amor romántico, jerarquizamos nuestros afectos. Esa jerarquización hace pensar que un amante no merece que lo cuide o que un amigo es menos importante que mi pareja, pero que necesito tener muchos amantes y, sobre todo, una pareja para “aumentar nuestro valor de mercado” –como dice Vasallo–, nuestro capital erótico y social (como ya lo ha explicado Eva Illouz en su maravilloso libro Por qué duele el amor:https://columnaabierta.com/campos-sexuales/). Este individualismo ha llevado a un capitalismo de los afectos, a un consumismo de cuerpos y de personas a quienes se les maltrata, descuida o deja, según el capricho del día.

PornoBurka
Ediciones Cautivas
2014

 

Además de lo anterior, Vasallo explica que ese aumento de capital erótico y social, en realidad, le está más permitido a ciertas personas con unas características propias ensalzadas por el sistema capitalista: blancas, flacas, agraciadas, jóvenes, preferentemente heterosexuales y biológicamente hombres. Quienes no tengamos estas características nos enfrentamos, muy posiblemente, a situaciones de exclusión y de soledad. Por estas razones (la falta de cuidados hacia el otro como una práctica social instalada y la inequidad del capital erótico y social) no resulta fácil que desaparezca la pareja monógama ni el deseo de tenerla; esta pareja

 

también es el refugio último frente a las inclemencias de un mundo obscenamente desgarrador. Romper ese vínculo sexo-afectivo (único, exclusivo, jerárquico) sin abrir otras perspectivas comunitarias también es aventurarse a una soledad que es real…, en ese territorio de desamparo que habitamos, de indiferencia generalizada hacia la suerte de tus congéneres. (Pensamiento monógamo).

 

Entre el capitalismo de los afectos y proveernos del afecto seguro de otro que nos proteja de la indiferencia de nuestros congéneres, ¿qué nos queda? Dice Vasallo: “La colectivización de los afectos, de los cuidados, de los deseos y de los dolores”, recordar que somos una red, que somos interdependientes unos de otros. Se trata de no ver al otro u otra como enemigo o como una competencia, se trata de sentir empatía con aquel o aquella que están solos, se trata de ser cuidadoso con esos otros en cada relación que tengamos (incluso con aquellos que nos caen mal, dice Vasallo), se trata de construir relaciones en las que una persona no tenga “que subirse a una columna para que no la atropelle la gente que dice quererla”. Para que esto suceda también debemos aprender a querernos bien a nosotros mismos, autocuidarnos, no permitir que nos dañen porque estamos seguros de que no nos lo merecemos, aprender a poner unos límites que nos hagan bien (a las dos partes de la ecuación), aprender que todos llevamos heridas a cuestas y que su curación es responsabilidad nuestra, pero hacer que no se profundicen es también responsabilidad de quien nos acompaña en el camino, dice Vasallo.

 

Antes de comenzar una relación poliamorosa, antes de tener un amante, antes de acostarse por una noche con alguien, Vasallo nos invita a preguntarnos: ¿Qué vas a hacer y cómo eso va a afectarte a ti, al que tienes en frente, a tu pareja o a tus otras relaciones? Se trata de poder ver si la relación encaja realmente en nuestras vidas y en la del otro. En últimas –dice Vasallo– “es pedirle a la gente en un bufé libre que coma solo lo que necesita, lo que puede físicamente asumir y lo que es sostenible para el entorno”, es pedirle a la gente que se haga responsable de sus deseos, de sus sentimientos, de sus acciones. Solo de esta manera tener o no tener una pareja (monógama) dejará de ser importante, dejará de ser una presión social. Ya no se tratará tampoco de “aprender a estar sola”, sino de construir y confiar en que tendremos una red afectiva que no nos deje caer al abismo.

 

En Mentes insanas y en PornoBurka, encontramos manifiesto en situaciones concretas, diarias, las ideas expuestas en Pensamiento monógamo. Sin embargo, Mentes insanas enfatiza en el feminismo como práctica y en esos “males cotidianos” con los que nos encontramos, fruto del capitalismo asociado al patriarcado (o viceversa). Las situaciones abundan: que te digan que “no aparentas tu edad” (cuando cada año nos ha costado tanto); que te metan en la cabeza que tu cuerpo es anormal cuando son los cuerpos “perfectos” los anormales, las excepciones; que interioricemos la misoginia, el autoodio, el autoboicot como maneras de desvalorizarnos a nosotras mismas; que romanticemos el deseo sexual, pensando que es inevitable, renunciando a la capacidad de agenciamiento que tenemos sobre él; que nos hayan inculcado que es más importante enamorar que enamorarnos, más importante ser amado que amar, ser deseado que desear; que no nos demos cuenta de que el amor romántico es una forma de cosificación del otro (mi “trofeo”); que no hayamos entendido que al acostarnos con la pareja de otro u otra (sin que ese lo sepa) solo le damos más poder a los hombres y mujeres que solo piensan en su capital erótico y social, que reproducen en sus relaciones el consumismo y el capitalismo, la “mierda patriarcal”; que alimentemos la competencia entre mujeres (por un hombre o por el símbolo que lo reemplace), el hecho de sentirnos mejor que otra mujer, sin comprender que así solo contribuimos a la confrontación, que es la base del patriarcado; que no podamos entender que solo después del enamoramiento es cuando tenemos argumentos para el amor.

 

Por su parte, PornoBurka es un estallido en forma de preguntas frente a las identidades sexuales y a la pretendida tolerancia frente a la diversidad. Con mucho humor, Vasallo aborda temas como la gentrificación, como práctica capitalista para sacar a la gente “cutre” de los barrios; la inmigración ilegal como una forma de contribución a la economía de los países de origen de los inmigrantes; el peligro del matrimonio igualitario como una manera de acomodar la disidencia sexual dentro del saco monógamo; los límites impuestos por grupos feministas rígidos a la exploración de la orientación y de la identidad sexual, pues, según estos grupos hay solo una forma de ser una “buena” feminista; las jerarquías que hay también entre las minorías y que se expresan en actos cotidianos como clasificar a alguien por cómo se viste: "maricona" o estrella de rock; las contradicciones inherentes a cualquier práctica de pensamiento disidente: predicar el feminismo, pero contratar mujeres marroquíes para la limpieza, decirle no al racismo, pero exigir que los inmigrantes dejen su cultura en su país y se adapten a la cultura de llegada, ser gay, pero exigir que se vayan los inmigrantes del barrio por el “mal aspecto” que le dan, ser feminista, pero no darte cuenta de que tu pareja es un mantenido, te miente, te explota, te utiliza y te engaña.

 

Los libros de Brigitte Vasallo se instalan en la cotidianidad de los lectores, su lenguaje nos pone preguntas ante cada una de nuestras acciones habituales, pero sobre todo las referidas a los vínculos que tenemos o construimos con los demás. Nos dice Vasallo: “Todo eso lo llevamos incrustado, queridas Mentes, lo llevamos debajo de la piel ahí bien metido. No eres tú, es el sistema. No soy yo, es el sistema. Y del sistema no saldrás ni tú ni yo, sino que saldremos juntas” (Mentes insanas). Yo digo que soy yo y también el sistema, pero coincido con Vasallo en que salir del sistema y de lo que he entendido como mi identidad no lo puedo hacer solamente yo, sino que también es necesario hacerlo a través de las relaciones que construimos con los demás. Me gusta sobremanera que Vasallo, en Mentes insanas, haya retomado la frase de Sartre tan conocida: “El infierno son los otros” y la haya resignificado, retomando a Italo Calvino: “El infierno lo hacemos todos”. Si no queremos más vivir en un infierno, la invitación de Vasallo es a revisar nuestras prácticas cotidianas de confrontación, exclusión y jerarquización. 


Quizá no vaya a tener una relación poliamorosa (o quizá sí), pero sí quisiera pensar que después de leer a Vasallo esperaré de mi red afectiva que sean esas manos que me sostengan para no caer estruendosamente, sino solo caer, porque lo mínimo es que el otro cuide tu vulnerabilidad; también quisiera pensar que la presión por tener pareja se transmutará hacia una práctica más de autocuidado, de responsabilidad y de conciencia frente a mis sentimientos y deseos; y por último, que antes de competir con otra mujer, preferiré alejarme para no seguir alimentando el patriarcado. Que así sea.

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  • Brigitte Vasallo. Pensamiento monógamo. Terror poliamoroso. Madrid: La Oveja Roja, [2018] 2020.
  • Brigitte Vasallo. PornoBurka. Desventuras del Raval y otras f(r)icciones contemporáneas. [Barcelona]: Ediciones Cautivas, [2013] 2014.
  • Brigitte Vasallo. Mentes insanas. Ungüentos feministas para males cotidianos. Barcelona: RBA, 2020.


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Publicado por Paula Andrea Marín C.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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