jueves, 7 de mayo de 2015

"Sociedad Subterránea" de Guillermo Álvarez, por Juan Soto

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Vea Sociedad Subterránea: viaje de viernes bajo Estocolmo de Guillermo Álvarez en Cine Corónica


-Usted me gusta porque es original…- le dice una señora a un cantante ronco de tanto vodka en el metro de Estocolmo mientras se acerca y deja una moneda en el forro de la guitarra.
La señora prosigue:
–Hoy en día todo es importado. Yo soy una vieja estocolmina, por eso me gustan mis originales-.
Cuando la señora dice “hoy en día”, se refiere al año 1979.
“Sociedad Subterránea: viaje de viernes bajo Estocolmo” es una película rodada en 16mm cuya copia ha llegado a nosotros gracias a un transfer casero hecho por Guillermo Álvarez, director y productor de la película, y copiada luego a un DVD que a su vez hemos transcodificado a un archivo MP4 para ser subido a VIMEO. Esta sucesión de formatos, que a simple vista puede parecer trivial, refleja circunstancias que el film arrastra desde su concepción.
La película sucede en el metro de Estocolmo, Suecia. Los personajes están en constante movimiento: son pasajeros, amas de casa, pensionados, indigentes, jovencitos que escuchan rocanrol y fuman hachís, músicos subterráneos, policías, una voz que habla a través de un parlante. Los personajes son, en suma, los y las estocolminas, como dice un título al principio de la película.
Atendiendo al subtítulo “viaje de viernes bajo Estocolmo”,  nos damos cuenta que la película transcurre a lo largo de un viernes. ¿Y por qué viernes? me pregunto en voz alta y la misma voz ronca de vodka me contesta como respondiendo a una pregunta que yo no he hecho:
-Cristo fue un socialista. A los pobres los mata el capitalismo. A Cristo lo mató el capitalismo.
Sin ser cristiano, ni socialista, esta aseveración, sumada al hecho de que la película transcurra en un viernes, último día de la semana laboral, me queda retumbando en la cabeza.
La asociación no me deja una idea o una tesis, más bien una sensación y esa sensación viaja conmigo de principio a fin de la película cuando un limpiador riega con una manguera la plataforma del metro por la que hemos visto desfilar a todos esos estocolminos y estocolminas y aparecen los créditos sobre una pantalla azul.
Este viaje está construido como una sucesión de hechos aparentemente aislados que suceden en ese lugar y que nos van dibujando una sociedad vista desde adentro, o mejor, desde abajo, desde el subsuelo. La película, así como los personajes, nos recuerdan que allí abajo está la gente de verdad, pero a la vez ese mundo subterráneo, infiere lo que hay arriba: un hombre recuerda haber vivido con Geraldine Chaplin, en una pared está exhibido el afiche de Play Time de Tati, en otra pared hay una publicidad en la que se lee “VIVA COMO SUECO, MANEJE COMO ITALIANO”, en el titular del periódico del día se lee “SUECIA, EL PAÍS MÁS EXÓTICO DEL MUNDO”, un policía le pide al equipo de rodaje un permiso que no tienen.

Un zoom nos acerca los edificios que están allá afuera y con ese zoom el director parece subrayar que esta película es sobre este lado de Estocolmo, sobre la gente común y corriente. De todas formas, lo “común y corriente” existe solo en comparación a lo otro: la gente del cine, los que tienen un carro italiano, el estado, la voz del parlante, los que escriben las noticias.
Esta es una película común y corriente, sobre gente común y corriendo, vista a través del lente común y corriente de una cámara de 16mm, hecha por un colombiano común y corriente que se fue un día a estudiar cine a Suecia, sabrá dios o Marx por qué, e hizo una película para intentar entender a  esa ciudad, y a esa sociedad, que no era la suya.
Pero las películas comunes y corrientes, al parecer, no tienen espacio en la lista de prioridades de las instituciones encargadas del patrimonio audiovisual colombiano y los haluros de plata que vieron la luz en 1979 para convertirse en imágenes perdurables de un mundo que aún tenía las esperanzas de que todo podía ser más justo, se están desvaneciendo en infinitas transferencias de formato a formato: de la película a la cinta magnética, de ahí a los DVDs y ahora a estos ceros y unos que se supone conforman el archivo MP4 que subimos a VIMEO y que usted está a punto de ver o que ya vio.

Cuando le pregunté a Guillermo quién era ese Ola Olsson a quién está dedicada “Sociedad subterránea: viaje de viernes bajo Estocolmo”, me respondió:

“Lo de la dedicatoria de la película a Ola no tiene mucha importancia en sí, era una cuestión de simpatía y en cuanto a lo que aprendí de él también lo puedo decir de muchas personas vivas y muertas y es más, hace tiempo pienso que uno aprende de todo el mundo: basta poner la lupa. El mundo, la vida, es la mejor y más directa escuela porque es la que cada quien lleva consigo y es igual y diferente a la de todos los demás; (…) Quiero agregar que nunca he pensado en quién pueda haber ejercido influencia en lo que yo hago y menos en el momento de hacerlo, además, la influencia no es solo la de las buenas películas sino quizás también de las malas o de las que nos quieren hacer pasar por buenas. Encima de todo, las influencias, buenas y malas, no son solo del cine -serían muy limitadas- sino de todas las artes y de lo que uno pueda asimilar, consciente e inconscientemente, de la pequeñísima parte de la cultura universal a que cada quien pueda tener acceso. Pero lo fundamental es la vida de cada quien y su relación con la vida del resto; de ahí salen las cosas que creo valen la pena.”


Juan Soto
Londres, Mayo 4 de 2015.
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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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