martes, 23 de abril de 2019

La lengua siempre

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Juan Felipe Gómez

Un cantautor, un humorista y una escritora de literatura infantil fueron protagonistas del Congreso Internacional de la Lengua Española en su octava versión, celebrado en la ciudad de Córdoba, Argentina, a finales de marzo. Consecuentes con la dinámica de expansión y enorme influjo que nuestro idioma viene teniendo en las últimas décadas en todos los ámbitos de la cultura, los organizadores pusieron el foco más allá de lo académico y le dieron participación a creadores que han puesto a palpitar la belleza de la lengua de Cervantes a través de diferentes formas y en diversos escenarios.

Así, la cavernosa voz de Joaquín Sabina se hizo presente en una mesa denominada Poesía y diversidad cultural en la que aportó un emotivo relato  testimonial sobre sus años de formación (pura literatura), y algunos de sus poemas. De esa intervención, y de una breve entrevista que en el marco del congreso le hizo el poeta y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, se evidencia que la relación de Sabina con la lengua castellana ha sido tan intensa como su vida bohemia y casquivana. Basta echar un vistazo a su cancionero para encontrarse con composiciones de exquisita factura literaria, tan clásicas como poemas rimados, o tan progresivas como croniquillas musicalizadas. Con setenta años recién cumplidos, el  hijo ilustre de Úbeda que alguna vez se preguntó ¿Quién me ha robado el mes de abril?, y escribió que No hay nostalgia peor/que añorar lo que nunca jamás sucedió, dejó claro en el congreso que la canción y el poema son dos de las formas donde habita con mayor desparpajo y vitalidad el idioma.

Como era de esperarse, el anfitrión Argentina aportó una nutrida delegación de escritores y académicos a la programación del congreso, entre ellos Mempo Giardinelli, Luisa Valenzuela, Ana María Shua, y Martín Caparrós. Pero tal vez las dos intervenciones que más dieron de que hablar fueron las del humorista y locutor Marcos Mundstock y de la escritora de literatura infantil María Teresa Andruetto. Fiel a su estilo en el grupo Les Luthiers, con la chispa para jugar con el lenguaje y exprimir las palabras hasta sacarles toda la esencia, Mundstock disertó a través de un video justamente sobre la maleabilidad y los caprichos de la lengua, así como sobre las imprecisiones y confusiones que se derivan del uso descuidado de algunas palabras y frases. «Propongo que un “lo que canta un gallo” equivalga a dos “santiamenes”», dice con voz imperturbable al sugerir a la Academia de la Lengua una “valoración más estricta de las unidades de tiempo del habla popular”. Finísimo humor para desacartonar un congreso.

Con mucha altura y espíritu crítico, Andruetto fue la encargada de poner punto final al congreso. En un discurso que despertó la admiración del público y se volvió viral en las redes en cuestión de horas, la escritora cuestionó de frente varios aspectos de la institucionalidad encargada de regir el idioma, empezando por su misma denominación: “para nosotros, para nuestro sistema educativo, la academia, la alta cultura y la cultura popular, esta lengua en la que aquí hablo siempre ha sido la lengua castellana”, argumentó la autora frente a la imposición de la Academia de llamar el congreso como “de la Lengua Española”.

Vale la pena leer o escuchar el discurso completo, así como las demás intervenciones que, por fortuna, pone a nuestra disposición el Instituto Cervantes en su canal de YouTube. Ahora que una vez más las efemérides nos invitan a poner la mirada en dos de las grandes obras de nuestro idioma (El Quijote y Cien años de soledad), es preciso también fijarnos en la evolución de éste como rasgo común de la identidad de un continente que crece en población, pero también en desigualdad, barbarie y corrupción, detenernos a pensar cómo lo estamos hablando, escribiendo y leyendo, pero no solo con fines estéticos, sino también como herramienta comunicativa para acercarnos y dialogar nuestras diferencias.

De las intervenciones referidas, y otras del congreso, es posible concluir que nuestro idioma naturalmente se expande, se transforma y enfrenta retos, por ejemplo frente a la preponderancia del inglés en ciertos ámbitos como el científico y el tecnológico. También se advierte que como lengua viva, sus hablantes estamos llamados a sentirnos privilegiados, a reconocer y exaltar la poesía presente en las canciones de Sabina, el humor en los juegos de palabras de Les Luthiers, y la belleza en las maravillosas historias de María Teresa Andruetto.

En el entorno cercano debemos reconocer que la lengua en la que García Márquez escribió sus extraordinarias novelas y cuentos es la misma con la que Baudilio Montoya y Carmelina Soto escribieron sus versos, la misma con la que juguetean los trovadores campesinos y cantan los recolectores en el cafetal, la misma de nuestras cartas de amor y nuestros estados de Facebook, la misma que usamos para agradecerle al dios en el que creemos y para maldecir a quienes nos hace daño, la lengua que nombra la belleza de la naturaleza y la vida, y repudia el horror de la guerra que vuelve. La lengua que nos crea y recrea, la que nos permite contarnos y confrontarnos, y expandir nuestra memoria en esos objetos maravilloso que son los libros, sus guardianes.
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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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