Por: Mauricio Collares
Cuando
empecé a leer el libro hilo soñado, de Nikai Igaido, sentí que no era
sencillo leerlo. Creo que la aparente dificultad de leerlo viene justamente de
eso, de ser un libro sencillo en un mundo donde predomina la complejidad. No
estoy hablando de la Era Digital, los estoicos antiguos ya lo veían así, por lo
cual se desprende que complejo refiere más a la producción de una exuberante
costra de sentidos que escamotea la realidad. En un mundo complejo, en ese
concepto, leer un libro abierto a un tipo de “meditación” –de la que más
adelante hablaré– que sustituye ese sistemático orden de producción discursiva,
puede parecer dificultoso, trabajoso y hasta irrealizable.
Quizá
por eso, al contrario de un escritor hermético, Nikai es generoso y va poniendo
hilos con los que uno puede ir tejiendo el camino de su lectura. El primero es
de pronto el epígrafe, un pasaje del mito de creación de la cosmogonía de los
indios Huitoto de la Selva Amazónica.
naaino mikadi iñede naainona forejetaide
moomadi janajetaide yüde
moziñote naaínokoni nikai igaido moziñote
jafaikido.
Kai moo
nanie komuffajagai
era
la nada, no había cosa alguna. allí el Padre palpaba
lo
imaginario, lo misterioso. no había nada.
rodeado
de la nada, el Padre la controló con ayuda
de
un hilo soñado y de su aliento.
La
creación. Cosmología Huitoto – Selva amazónica.
En ese
epígrafe se da una clave para una posible aprehensión del título y del propio
nombre que el poeta asume: nikai = sueño e igaido = hilo. O sea que poeta y
libro se traducen el uno al otro de forma indiscernible: “no me encuentras
porque he abandonado mi cuerpo a este poema”, dirá muy pronto en una
“invitación”. El epígrafe también abre perspectivas a seguir sobre de qué va el
libro y su forma. Por ejemplo, el título está en minúscula y los textos van a
emplear la minúscula en su totalidad, con excepción de algunos nombres propios
y para destacar algunos vocablos.
La
introducción también es fundamental para tejer la lectura. En ella se ve una
aclaración de los principales conceptos que el poeta enumera y con
ejemplificaciones del uso de cada uno. Los poemas siguen también la forma y el
tiempo de la narración de los mitos Huitoto: el vocabulario es conciso, la
puntuación reducida a lo indispensable, los versos son libres y largos, a todo
momento volviéndose lo que se suele llamar prosa poética (una indistinción
entre la lengua de la poesía y la lengua de la prosa). Es una elección
estupenda: los versos de largo aliento abren agujeros en la realidad, provocan
el desgarramiento de los sentidos y producen el alargamiento de las imágenes.
Por su
lado, las referencias van a ser fundamentales y no serán tiradas al azar. Entre
ellas, destaco la presencia del poeta hindú Basavanna y su relación con el dios
Shiva. Creo ver desde luego los hilados de una búsqueda. Traigo aquí las
bonitas palabras que la editora de esa edición de hilo soñado,
Carolina Urbano, dice sobre un libro de Paulina Vinderman: “En Oriente, el
artista no se abandona al estado de ánimo propio del ‘yo’, por el contrario, es
el esfuerzo para aquietar la mente, el pensamiento, el ‘yo’, y así poder
percibir el entorno a través de los sentidos”[1]. En la
meditación de Nikai hay una preocupación con el “cuerpo” y la “tierra” (lo que
demuestra una serie de textos llamados “Alimentos”) y eso parece impregnar toda
la vida.
Hay
también la referencia a algunos artistas occidentales, bien como a algunos
profetas de la tradición judaico-cristiana. Me concentro aquí en la importancia
que va a tener Mr. T.S. Eliot, de quién se encontrarán citados varios versos y
estrofas. Su presencia desde luego no es casual, Eliot es conocido por ser uno
de los poetas que más relacionó su quehacer poético con el profetismo del
Antiguo Testamento. Lo que desde luego se relaciona con el mismo tono profético
que el libro de Nikai alcanza. El profetismo, según lo que indica Rosanna Rion,
justamente en una tesis doctoral sobre Eliot, está arraigado en la realidad
histórica e interpela a una responsabilidad común[2].
De
ningún modo se podría pensar hilo soñado como un libro abstracto. Para
Nikai hay una relación inmanente entre realidad y textura. En
algunos pasajes se podrá notar la marca indeleble de un contexto geográfico
–“asesinos, los más temibles habitantes de Colombia me persiguen”– e, incluso,
del relato autorreferencial, como una dolorosa crónica sobre unos eventos
brutales ocurridos en Roldanillo en 2004: “esa Muerte que allí no te importó te
ha marcado, / te ha quemado la mano como un sello que hueles en la noche”. La literatura
como posibilidad de saltar la indiferencia y hacer memoria, de recuperar la
capacidad de sentir y poder finalmente realizar ese duelo que quedó truncado
por la banalización de la violencia.
El
libro se divide en dos grandes partes llamadas “secuencias”. Hasta aquí hablé
de la primera. La segunda secuencia se concentra sobre todo en la historia de
Noé y la criogénesis judaico-cristiana, es decir, Adán y Eva. Las imágenes no
son construidas para acercar nuestra comprensión de los significados que ella
contiene de antemano, sino más bien para transgredir el reconocimiento y
aceptación automática de los mitos que conforman el imaginario religioso. La
intuición de lo sagrado, que es fundamental para la posibilidad de la poesía,
no puede perderse bajo la imposición de valores que exaltan la lógica y la
represión y acaban por hacer olvidar la libertad cósmica.
El tono
de prédica es crucial en todo el libro y se maximiza en esa segunda secuencia.
Pero las plegarias, los sermones que proliferan aquí no tienen como fin
comunicar moralejas, sino crear una visión de esos mitos que recupere el
traspasamiento entre la ética y la estética que puede haber en ellos.
Sencillamente, recrear esos mitos no es recrear todo nuevamente, es destruir lo
que se estableció como verdad. Por eso la propia poesía es peligrosa: “porque
puede que volvamos a creer y / se trata de todo lo contrario, de no creer en
nada”. Por eso igualmente la contundente presencia de Shiva, el dios destructor
de los hindúes, en la primera secuencia. Como no estamos subordinados a los
dogmas de las iglesias, lo que se abre luego de la destrucción es la
posibilidad de crear un mundo que se ofrece a una interpretación activa. Por
eso la única vez que se introduce la palabra “sabiduría” en todo el poemario no
es para rescatarla, sino para negarla: “siempre fui ajeno a sus mañanas / de
compartir pobreza / como único manto de sabiduría”, dice el poeta en relación a
sus “hombres de pecho amplio”.
La
respuesta a la fascinación de sensaciones estáticas con que operan esos mitos
no es restarles la existencia e importancia. Están ahí. Simplemente el poeta se
niega a aceptar que esa Eva, ese Adán, ese Noé, etc., sean tratados solo como
un acontecimiento con grandes indicaciones ejemplares. Lo que le importa es la realidad,
la textura de
esas fuerzas como un presente constantemente vivo, con las que se puede
construir conjuntamente nuevos rituales, de otro tipo, para otra forma de
sociedad. En el interior de ese proceso opera una infinidad de movimientos en
todas las direcciones, presentando innúmeros puntos de contacto.
Para
los que lo conocen, Nikai es una especie de catalizador de múltiples
experiencias: poesía, danza, yoga, fotografía, edición, títeres. Tal vez por
eso su libro funciona como espacio de la fundación del ritual propiciador de
una concatenación real y precisa de diversos elementos dentro de un proceso
continuo que conforma una tesitura donde experiencia individual e inconsciente
colectivo no se separan. El “hilo soñado” de la cosmogonía Huitoto que da título
al libro, es también el título de la introducción y del epílogo. O sea, la
cosmogonía Huitoto abre y cierra y, fundamentalmente, vincula pares de planos
cosmogónicos: Occidental y Oriental, Dios y Naturaleza, Arte y Vida, Poeta y
Libro, Libro y Lector, etc. Se trata de un ritual mágico. Ese misticismo
inmanente figura la potencia del espíritu y de la vida para atravesar la
muerte, sin dejar de conferir a la muerte, tal como a la destrucción, un papel
de pasaje hacia la vida y de transición de la voz hacia sus destinatarios.
Nosotres.
Habiendo
llegado hasta aquí, diría que es posible sostener de alguna forma esa “nada”,
de eso depende la creación de un mundo nuevo, del libro. La meditación, a la
que me referí anteriormente, no es un proceso arduo para llegar a verdades
ocultas y solo parece difícil a primera vista porque no se hace por la
adecuación cómoda de sentidos. Es un juego que, para Nikai Igaido, también
podría llamarse “rito
de la vida”.
Hilo
soñado me parece un libro singular en el momento actual y lo veo
inscripto en una tradición que remonta también, además de las referencias
citadas, al deseo del individuo de hacer parte de la totalidad que se
manifiesta en Hölderlin, al maravilloso esfuerzo espiritual unificador de
Blake, a la apertura de las puertas perceptivas y el misticismo escéptico de
Aldous Huxley, a las enseñanzas de las artes hechiceras de Castaneda, a las
experiencias chamánicas con las palabras de Roberto Piva, a la búsqueda de una
espiritualidad a la manera oriental de Kerouac, a la experiencia primordial de
lo sagrado en los libros de Mircea Eliade, a los nuevos movimientos religiosos
y de contracultura de los años sesenta, y por ahí sigue. Sería el caso ver qué
es lo que el libro de Nikai rescata, qué destruye y qué construye a partir de
esa tradición.
Finalmente,
en mi lectura este hilo soñado asume el carácter de un libro utópico.
Recupero aquí el sentido de u-tópico como aquello que no tiene lugar. No tiene
lugar porque escapa a las reglas establecidas en la literatura y en la vida. Si
es utópico está abierto a las posibilidades de todes que desean darle un beso a
la boca de los ángeles que caen pero que, para cerrar con una bella y
vertiginosa imagen del poeta, “sólo nos darán un beso si saben que ese será el
primer paso de nuestra caída”. ¡Caigamos, pues!
[1] Carolina
Urbano, “El torpe pequeño pez”, en El país de la bruma, 10-07-2018 <
https://elpaisdelabruma.blogspot.com/2018/07/el-torpe-pequeno-pez.html>.
[2] Rosanna
Rion, El
profetismo en la obra literaria de T.S. Eliot, tesis doctoral de la
Universidad Pompeu Fabra, Barcelona, 2006.
Buenos Aires, 16 de septiembre de 2018
Algunos poemas del libro hilo soñado:
raíz
atrás
el cielo sin paredes
desordenado
sin
cifras
abierto
y la
mente va uniendo lo diverso
y
hace guías.
cuerpo,
mapa
donde el lenguaje ha puesto huevos,
leo
mis manos que dibujan cielos:
Aldebarán,
Júpiter, Casiopea,
también
acá, antes, en Esta-tierra nombramos
las
estrellas
pero
nuestros nombres no le gustaron a la Iglesia...
mis
manos son esas mismas que escribieron nombres
que
leímos juntos...
adentro
como un fluctuar de olas
me
habla ese lenguaje que dice nombres
para
dibujar lo abierto,
lo
escucho no siempre, sólo a veces,
y de
mí, tendido sobre tierra mojada de mi cuerpo,
crece
una señal que sólo leerá mi hijo.
crónica de la caída
los
ángeles que caen, mientras caen, son atractivos,
pero
nunca tocan fondo ante nuestros ojos,
antes
se suicidan
y
este suicidio no es un final sino seguir cayendo
protegidos
del barro por un traje
del
que nadie, ni ellos mismos, sabe;
ese
es su mayor sufrimiento, no poder pertenecer a nada.
hermosos
en su desesperación, en la noche, con su cara vuelta hacia la luna,
quisiéramos
darle un beso a esa boca que ha querido acumular
tanta
suciedad entre las manos;
pero
sólo nos darán un beso si saben que ese será el primer paso de nuestra caída.
y
aunque sólo sea verdadero Odio (la existencia de uno es la negación del otro),
ninguno
de los dos evitará el encuentro:
alguna
vez viviremos juntos,
entonces
nacerá la criatura que habitará la sangre y la fortuna,
el
deseo, el odio, el amor y la amargura,
la
raza que será más que ambas porque será las dos unidas.
se
sabe que esta criatura «podrá subir al cielo y arrojar a Dios sobre la tierra»;
se
sabe que es precisamente esto lo que Dios desea.
cantos de Adán
I
nos
encuentra la tarde en este tren que se asoma por el mundo
como el más inocente de los hombres
somos
pasajeros que llevan la tarde en los ojos
y
ella tira su ancla roja que arrastra el mar
donde las estrellas son ovejas
que se ahogan cada noche.
afuera los campos tienen animales que son felices con un
pedazo de mundo
esperando
que la mañana cubra de leche
la
lluvia,
y
nosotros, ¿qué esperamos en este tren donde se van los días?
pasamos
por el mar
y
nuestro tren se hunde en el abismo,
es
oscuro y por la ventanilla una luz azul hace tu cara.
—Señor,
afuera
la ballena nos acompaña en nuestro viaje, amenazante,
entre
cada gota que ahora es sólo una voz entrelazada
y la
duda, una postal nueva, que nos envía su piel blanca,
pero
es hermoso el valle
cuando
viene la luna
y
juego con Eva a descubrir el mundo
o
cuando ella descansa al lado mio
y me
quedo dormido con su imagen
en
la hierba.
II
amanece
y tengo sobre mí el pequeño cuerpo de Eva,
sus
senos que tienen piel para guardarlos de mi beso,
ahora
no es el viento
como
cuando se presentaba por la tarde
llena de pájaros
y
era la brisa que acariciaba mi boca
cuando la nombraba.
Dios
es un gato que cubre el universo
yo
lo veía en la mañana sentado en el corazón
del paraíso
lamiéndose las patas.
ahora
estoy viajando
por un valle diferente
Eva
tiene la sangre que me distrae del juego
amanece
y tengo sobre mí su cuerpo
por
el que siempre se está dispuesto
a
perder uno
o dos paraísos.
reloj de agua
...y con sueños me quebrantaste
y con visiones me pusiste en espanto,
y escogió ahogamiento mi alma y muerte mis
huesos.
Libro de Job.
1
el
viejo silencio de esa casa
y un
río que cruza delante
sobre
calles en el momento de la lluvia,
«hay
quienes quieren edificar el templo
y
hay quienes no quieren que el templo se construya»
dice
Mr. T.S. Eliot en un poema,
yo
espero que todos los hombres no quieran edificar el templo,
espero
que el destructor sea feliz
o al
menos digno de su odio.
al
frente de esta casa
se
concentran todas las pasiones que he vestido,
Basavanna
que adoraba a Shiva
era
su sacerdote, porque Él, la destrucción,
estaba
en medio de todos los ríos que se encuentran.
esta
casa se levanta sin memoria sobre el río
y
creo sentado en una silla frente a ella
que
el agua es suficiente filo para mi poema,
la
dejaré fluir tan libre que destruya toda alma
y
calles y ciudades que entorpecen cada hombre
porque
algo ha de nacer de estas basuras
que
hemos acumulado en tantos días.
( el
río que lleva mi palabra se detiene
apuntando
con decisión a la memoria:
(Tú, suave
palabra, que tanta destrucción nos has traído
deja que me esconda en tu murmullo, y
que adentro,
en tu posada, te conozca...
que me esconda en la mirada que
incendió el poema,
para que adentro,
en tus paredes, te destruya...)
el
incendio de esta casa sobre el río
es
la última belleza que aún nos toca,
el
resto es incendio que prepara a cada hombre
para
el resumen de toda la belleza que le dará su muerte).
6
-(Shiva)
porque
soy el mismo que amó y odió antes de amar
porque
soy el mismo que bailó la danza
porque
soy el mismo que hirió sus bocas,
dioses
y plegarias que no veré donde soy otro,
sueño
entre la respiración y sueño, respiración y otro,
cada
hombre me presenta su ofrenda,
todo
pensamiento es una herida
y
cada hombre crece como uñas,
cuando
muera sus pensamientos serán uñas
y
cuando renazca
herirá
a su madre desde el vientre con su boca cubierta por las uñas,
y
todos nos herimos
y la
mujer que amo es la mujer que odio,
y el
camino que recorro es la mujer que odio
y el
hombre que amo es la mujer que odio
y el
hombre que seré es la mujer que odio
y
todos seremos uno, y todos nos uniremos en amor y odio
y la
salvación será para los justos la esperanza
y el
infierno será para los injustos la esperanza,
y el
cadáver que se levanta sobre el valle,
es motivo únicamente
de voraces aves negras.
Última edición de hilo soñado: Ojo de poeta editorial, 2018