miércoles, 15 de marzo de 2017

El turno de Fernando Berroa

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Después de unas conversaciones vía internet, en un viaje a la República Dominicana, pude conocer a Fernando Berroa, quien actualmente sobresale en el panorama literario de su país. Como para mí es y era aún más desconocido el cuadro literario de la isla, trabé con él una amistad que nos llevó al parque Duarte a ver pasar la vida nocturna de la capital dominicana entre anécdotas y cervezas, a un taller junto a los narradores jóvenes de la isla y posteriormente a un apasionado y breve juego de baloncesto una mañana de sábado, donde descubrimos que era mejor seguir insistiendo en la literatura, pues para el deporte ya estábamos muertos y enterrados.
En posteriores visitas las preguntas sobre el quehacer literario se han ido haciendo ostensibles y dada la cercanía que hemos tenido y su proceso oficioso, decidí hacerle unas cuantas preguntas a Fernando Berroa, quien ha recibido en 2012 el premio de novela Federico García Godoy y en 2015 el Premio Joven de Poesía de la Feria del Libro de Santo Domingo. El resultado es esta entrevista que abre una ventana a los procesos literarios que se adelantan en el Caribe, así como al ejercicio literario que Berroa ha venido haciendo en los últimos años. 
Aquí pues la entrevista como una invitación a esas latitudes y esas narrativas.

FB = Fernando Berroa 
LM = Larry Mejía


LM: Tú estudiaste Letras abandonando ingeniería y has dicho que fue un momento de crisis en el cual decides pasar de una carrera a otra, por lo general es al contrario, la gente deserta de las humanidades para dedicarse a fines más… ciertos, por decirlo menos. La pregunta mía es: ¿valió la pena ese salto de fe?, tu escritura es un discurso que se enriquece más de lo autodidacta. ¿Crees que de no hacer esa apuesta, no serías el escritor que eres?
FB: Estudiar una Licenciatura en Letras en una mediaisla subdesarrollada del Caribe, como lo es República Dominicana, es dar un salto al vacío y sin el paracaídas de Vicente Huidobro. La verdad es que entré en la academia, pero me encontré con un ambiente de un nivel por debajo a mis expectativas. Por lo que me vi condenado a mis lecturas en solitario, a continuar mi formación autodidacta y polifónica, pues me interesan muchos ámbitos. Es por eso que los juegos de intertextualidad de mi obra están salpicados de todo, desde física cuántica hasta el pensamiento filosófico de Nietzsche, lo que se puede constatar sobre todo en mi poesía. Pero, en lo particular, no considero que convertirte en académico te haga o no mejor escritor. Tenemos el caso de escritores bohemios que son brillantes y académicos que no se asoman a las aristas de lo que entendemos por arte, y viceversa. Lo que digo es que entrar en la literatura en ese momento de mi vida me salvó, le dio sentido. Necesitaba pertenecer a una secta en la que me sintiera a gusto. Y me inscribí en la Licenciatura en Letras buscando esas respuestas a mi desasosiego ontológico. Quizás sin estudiar literatura fuera un mejor escritor, quizás no. La vida es un golpe de dados: qué se yo.
LM: Actualmente participas y diriges el taller de Narradores de Santo Domingo, ¿sirven de algo estos talleres? Platícame un poco del origen del mismo.
FB: El Taller Literario Narradores de Santo Domingo es el principal espacio de escritura creativa en la República Dominicana. Pero debo aclararte algo: ya no lo coordino, ni siquiera voy, pues coincide con mi horario de docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. ¿Sabías que esa Universidad fue la primera fundada en América, en 1538, primero que la de San Marcos en Perú? La cuestión es que mi quehacer académico ya no me permite asistir a las sesiones. Es un gran taller. Allí se han formado muchos de los mejores narradores jóvenes dominicanos de la última generación, es decir, los que publican a partir del 2010, como Rodolfo Báez, Vicente Arturo Pichardo, Isidro Jiménez Guillén. El espacio fue idea de los profesores y escritores Valentín Amaro y Eulogio Javier, quienes se propusieron el proyecto para compensar el ambiente y apoyar la narrativa, ya que los grupos de escritores en la isla solo se dedican a la poesía. Si el taller tiene alguna marca, una impronta, es que allí se estudia mucho. Aunque algunos de los muchachos ingresan con cierta formación, como el maestro Héctor Santana, por citar un solo nombre, otros llegan en números negativos, por lo que el programa de estudios les ayuda a conocer las técnicas del cuento y la novela, a la luz de los principales teóricos y autores, desde Jorge Luis Borges a Raymond Carver, allí se lee y discute todo. En fin, que en el camino muchos llegan a convertirse en escritores, otros se quedan como lectores; pero, en todo caso, considero que el grupo es un gran aporte a la literatura dominicana.

LM: ¿Todavía mantienes ese fervor político de hace unos años, has logrado decepcionarte ya, o por el contrario el propósito de “inyectar sangre nueva”, a tu partido sí funcionó?
FB: Me sostengo a la esperanza,en la utopía de que mi incidencia en la sociedad dominicana sirva para mejorar las cosas. La vida política de mi país está monopolizada por políticos corruptos y demagogos que pretenden inmortalizarse en el poder, como el PRI de México. Yo no pretendo quedarme de brazos cruzados. Los villanos me tendrán siempre de frente.
LM: ¿Cómo es la industria editorial de tu país?, es decir fuera de Cuesta, difícilmente se consiguen libros, y lo que se encuentra allí es más de lo mismo, no hay una alternativa independiente y en las ferias del libro extranjeras, generalmente la presencia de la isla es más bien escasa, lo cual es paradójico cuando recuerda uno las exquisitas conversaciones que en derredor a la cultura universal pueden sostenerse con los intelectuales dominicanos.
FB: Es cierto que no contamos con una industria editorial eficiente, pero al menos se publican libros que circulan a nivel local. Lo que más le hace falta a la literatura dominicana son expertos interesados en dar a conocer lo mejor de su canon. Hay novelas como Carnaval de Sodoma, de Pedro Antonio Valdez, que solo circulan a nivel local, sin embargo es un texto que no tiene nada que enviarle a ninguna novela de Alfaguara en el año en que se publicó (2003 o 2004). La proliferación de editoriales no es lo que le conviene a la República Dominicana, pues somos un mercado de 10 millones de habitantes en que no todos somos lectores; quizás el 5% lee libros. Entonces, más que aferrarnos a esa utopía sueño con un país de autores reconocidos a nivel internacional, más que a las editoriales por la búsqueda seria de los críticos. Que no se conozcan las obras de Virgilio Díaz Grullón y Pedro Peix no es por ausencia de editoriales sino por falta de seriedad y ambición en el trabajo de los críticos cuyo objeto de estudio son los autores de la República Dominicana.
Las librerías están cerrando por una cuestión de mercado, que es muy reducido y ha sido monopolizado por la Librería Cuesta. Los textos que allí pueden conseguirse son los clásicos y los bestseller, pero también aparecen libros interesantes de todo tipo, no solo literatura, también historia, filosofía, política. No siempre fue así. Hay tipos con grandes bibliotecas, compuesta de libros que adquirió más allá de la librería Cuesta. Y también hay que considerar los intelectuales que se formaron fuera de la República Dominicana, que pueden leer en francés, inglés, incluso en ruso. En República Dominicana hay intelectuales con un nivel que no tiene nada que envidiarle a Chile, México, Colombia o Argentina. Si revisas la vida y obra de autores de la talla de Odalís Pérez, Andrés L. Mateo, Manuel Núñez, José Mármol, etc, te darás cuenta que se trata de gente con formación, que se ha leído casi todo. Las comparaciones no son buenas, pero ellos son mejores que mis profesores en España. Además de lo que llega a la isla, uno se las ingenia para acceder a los textos que le interesan. De mi generación no hablo porque es más complejo, pues contamos con Amazon, que te trae desde el último Premio Herralde de Novela hasta las obras completas de Miguel Ángel Asturias. También tenemos la torre de Babel de los libros digitales. Cuando te gusta leer, eres disciplinado, preocupado por tu formación, y no te importa el medio, si tienes internet, una laptop o tablet, pues podrías convertirte en un erudito sin tener que comprar diez mil volúmenes en Cuesta. Es por eso que si hablas con un intelectual dominicano promedio, aunque no tenga acceso a los libros que un francés o un mexicano, sentirás el peso específico de sus lecturas.
LM: ¿Cómo escribes Fernando? ¿Tienes alguna rutina, algún ritual?, ¿algún orden?
FB: Hace tiempo me dediqué a leer y escribir; ahora solo público, gano premios literarios y me la paso por el mundo dando charlas y conferencias y respondiendo entrevistas. Jajaja. Es broma. No tengo ninguna rutina o ritual en particular. Admito que sí tuve una. En un ensayo sobre neurociencia y escritura aprendí que el agua ayuda al flujo de ideas. Ya tú sabes, me dio con beber agua mientras escribía. Pero es una manía que quedó en el pasado. Soy de los que puede escribir en cualquier lugar y circunstancia, mientras mis estudiantes hacen un examen trazo el mapa de acciones de alguna novela, o en medio de los taponamientos de la ciudad de Santo Domingo, tomo mi celular y comienzo un poema. Para escribir cuento y poesía, soy más libre; para el ensayo y la novela soy más metódico. Me gusta planificar, diseñar, configurar el mundo que luego tomará forma. No me gusta sentarme a escribir una novela sin articular su configuración: la estructura, el narrador, el posible inicio, las subtramas. Soy de los que escribe con un mapa. Ya lo dice Houellebecq: El mapa es más importante que el territorio…
LM: Yo siento que tu poesía es explicativa, que hay un discurso que fluye en el intento de darle significado a las cosas que no terminas de entender, y ello tiene mucho de onirismo, mucho de surrealismo, pero más a la manera de Kafka que de los propios surrealistas. ¿Cómo vas tu propia poesía?
FB: Pertenezco a los poetas de la tribu del pensamiento: Baudelaire, Pessoa, Rilke, Góngora y Quevedo, son algunas de mis influencias. En consecuencia, mi poesía es esencialmente reflexiva, no tanto “explicativa”, que no es lo mismo. No me conformo con que mi poesía sea solo lírica, es decir, un canto desde mi óptica; pretendo que mi poesía sea un canto-que-piensa. Si buscas un leitmotiv a mi poesía, seguro que la palabra será reflexión: sobre todo del tiempo y la memoria. Son las dos columnas temáticas de mi obra poética. Y no es un tono que he inventado, no es algo tan plástico; ya desde mis primeras lecturas tenía conciencia de que lo que hoy consideramos filosofía o matemáticas -pienso en Heráclito y Pitágoras-, fue escrito como aforismo poético. Me siento satisfecho de mi estilo, pues en mi país pertenezco a una generación de poetas que se inclina por una poética menos cercana a la constantes deconstrucciones ontológicas que me propongo. Alguien me dijo, sin ser crítico, que mis poemas se podían leer como microensayos. Nada más acertado, ¿no?
LM: ¿Cuáles son esos “poetas que serán menores / aunque violen a las musas”?
FB: Ese verso se refiere a los que no tienen el don para configurar un discurso poético efectivo. Asistan o no a talleres literarios, simplemente morirán en el intento, pero jamás llegarán a la Ítaca de la poesía. Todo eso en un mal intencionado sentido borgeano y aquello del poeta menor de la antología. Mi obra está plagada de intertextualidad y homenajes, que van desde Vallejo a Oliverio Girondo; pero no cualquier lector es capaz de percibirlo. En fin, que son “poetas menores aunque violen las musas” aquellos que no tienen talento para escribir poesía.

LM: En RD, hay una vocación juvenil por las letras, nada mejor o más reconfortante que irse a ver llover en el malecón, y en tanto las palmeras se doblan por el viento, uno escucha a muchachos de la mitad de nuestra edad, hablar con gusto de los ensayos de Swift, y de los cuentos de Julio Ramón Rybeiro. Esto es exótico como la isla misma, pues en América Latina la cultura parece un lujo y los allegados a ella, patriarcas o monarcas, cosa que en tu país por ejemplo no se siente tanto. ¿Qué piensas tú de ese rescate que la juventud hace en tu país de la cultura como bien común?
FB: Es un fenómeno digno de estudio, pues la inversión en cultura es ínfima. Esos ejemplos de jóvenes interesados por la literatura y otros ámbitos de la cultura es sencillamente talento personal. Jóvenes que se obsesionan por la lectura, luego escriben, al final se lo toman en serio, asisten a los talleres y se convierten en escritores amateur. La mayoría no se mantiene en el camino, precisamente porque son hijos del azar, no cuentan con incentivos ni estímulos para que se mantenga su vocación. Un escritor dominicano es también un gran autodidacta, desde Manuel de Jesús Galván a Homero Pumarol o esos chicos que de repente te sostienen una discusión sobre cualquier autor, desde los clásicos a Murakami.
Aquí solo hay incentivos para los jóvenes que juegan béisbol.
LM: Tú estudiaste guion audiovisual en Europa, supongo que la idea es hacer cine en tu país, platícame un poco de eso, pues RD, es por donde se mire un lugar fantástico para la fotografía y desde luego que encierra la mar de historias entre la mar que a ella la encierra.
FB: Estudié un Master en Guion Cinematográfico en la Universidad de Sevilla. La idea es aportar buenas historias al cine de mi país, que es muy malo dentro del contexto latinoamericano. Pienso adaptar al cine las grandes novelas dominicanas. Pero también quiero adaptar mis propios cuentos y novelas. Ya tengo proyectos guionizados, pero como la dirección es tan pobre, quizás los proyectos que no ceda los dirija yo mismo de aquí a un par de años. Iniciaré con El turno de los malos. La cuestión es aportar guiones con trama, pues lo que domina es la comedia de corte barriobajero. Paradójicamente, en el aspecto técnico estamos bien, incluso en la manera de conseguir financiamiento tampoco estamos tan mal, gracias a la Ley de Cine. Pero ese es otro tema; de momento hacen falta buenas historias en el cine dominicano.
Cuando se enteraron de mis estudios de cine, muchos literatos me acusaron de traidor, porque es un arte con menos limitaciones de recursos que la escritura. Sin embargo, ahora que estoy trabajando en mi tesis doctoral para la Universidad de Salamanca, abordaré la obra de Pedro Henríquez Ureña, el más grande intelectual de mi país y uno de los más importantes de Hispanoamérica. Solo decirte que fue maestro de José Reyes, admirado por Jorge Luis Borges y apologizado por Ernesto Sábato. Es lo más importante de mi carrera de escritor. Poder dar cuentas de mi inmersión en la vasta obra del Sócrates del Caribe. Su vida es otro de mis proyectos cinematográfico. El personaje da para mucho. Para mí, revalorizar la obra de Pedro Henríquez Ureña es más importante que hacer cine.
LM: Fernando, una vez te escuché decir algo genial “yo no quería ser escritor, yo quería ser jugador de la NBA”, yo te lo creo y te apoyo, la pregunta entonces sería: ¿es más fácil ser armador de los AngelesLakers que novelista del centro histórico de Santo Domingo?
FB: Cuando escuchaste eso tenía unos tragos, lo que quiere decir que hablaba la verdad. Mi meta de infancia era llegar a la NBA, ser como Jordan, Barkley, Thomas y esos jugadores de los noventas que tanto admiré; pero sucede que jugaba con mucha energía y agresividad, lo que me provocaba dolencias en las rodillas que se convirtieron en lesiones a punto de la operación. Mi jugador favorito era Allan Iverson. Yo quería parecerme tanto a ese jugador que practicaba a imitar sus movimientos en un espejo. Poco a poco me fui alejando del baloncesto y acercando  la lectura. Ahora lo veo con perspectiva, pero la literatura y el baloncesto llegaron a convivir en mi vida de adolecente en un barrio pobre de Santo Domingo. Era un bicho raro, claro está. Incluso recuerdo que gané unas olimpiadas de lecturas en segundo de bachillerato. Cuando me felicitaba la profesora de educación física no lo podía creer. Exclamó que yo era el único jugador de baloncesto que a la vez era un intelectual que ella conocía, los demás eran pésimos estudiantes. Me encantó romper el estereotipo del “deportista idiota de las cavernas”. Un nerd también puede ser un genio del baloncesto. Al menos yo fui ambas cosas en mi adolescencia.
No creo que ser escritor sea más complejo que ser jugador de baloncesto profesional. Las dos actividades tienen sus reglas de juego; ser un maestro en cualquiera de ellas requiere un trabajo durísimo.
LM: Cuéntame de la relación merengue y literatura y viceversa. Yo no sé si tú sabes, pero en mi país, el merengue y la ranchera son nuestra música popular, y en el caso de ambos, las sorpresas narrativas que uno puede encontrar son casi novelísticas.
FB: Yo no soy esnobista. Ahora los hipster escuchan bachata, merengue y otros ritmos vernáculos. Yo soy un fan de la bachata y el merengue antes de la onda hipster y la fiebre de coleccionar vinilos. Crecí escuchando bachata y merengue, te puedo hablar de la historia y evolución de la bachata, lo mismo con los hitos del merengue. El merengue es el ritmo nacional de la República Dominicana, pero yo no puedo ver la bachata y el merengue de manera separada, para mí son dos caras de la misma moneda, porque el dominicano es un ser tragicómico. El merengue es cómico, la bachata es trágica. Ambos ritmos son las dos caras de nuestro trasfondo cultural. Ambos ritmos tienen vocación poética, están salpicados de poesía popular, del refranero, del habla popular y la jerga juvenil. Aunque la bachata tiene mayor vuelo poético. Mi bachata favorita es de un cantautor tan ciego como Homero, Teodoro Reyes, capaz de articular versos que serían la envidia del mismo Góngora:

No quiero llanto sobre mi tumba,
cerveza y romo es lo que quiero,
porque el que muere por lo que quiere
debe la muerte saberle a cielo.
No me conozco, ya no sé quién soy,
con esta angustia no podré vivir,
con la agonía que hay en mi interior,
estoy tan loco que no sé de mi.

Como ves, ese Teodoro Reyes es todo un asesino en serie de la lírica. El acabose del dolor. Eso es la bachata: el tango de la posmodernidad.


LM: Tu discurso en general es abierto frente a la política y frente a la literatura, enseñas la costura a propósito, muestras tu juego; siento cuando leo tu narrativa que no intentas engañar al lector y sé que lo mismo ocurre cuando conversamos en un colmado o en la universidad o en el parque. Por lo tanto quiero preguntarte un poco a quemarropa ¿cuál consideras que es la función política de un escritor? Y además ¿qué condiciones te parecen que deben ser inherentes a quien escribe literatura?
FB: Los escritores, como parte de la élite intelectual de una sociedad, estamos llamados a servir de mediadores entre el poder y la gente que no tiene acceso al conocimiento, que es el contrapoder en la era del vacío ideológico y el cenit del espectáculo y el hedonismo. Creo que un escritor debe ser militante de sus ideas y convertirse en un provocador, un revolucionario con pretensiones de justicia poética, en un mundo en que parece que los buenos pierden y es el turno de los malos. Por eso la metáfora del título de mi primera novela. Un intelectual debe ser un quijote en contra de los canallas de su generación. Es lo que pretendo con mi vida. Por eso no siento aversión por la militancia política, siempre y cuando se busque el bien común.
LM: ¿Tienes un primer lector de tus manuscritos?, ¿le haces caso a su opinión?
FB: He tenido lectores de prueba, lectores de borradores a los que les hice caso para corregir y llevar el esbozo a la perfección. Creo en la retroalimentación. Pero últimamente ni mi mujer conoce lo que estoy escribiendo; es un secreto de estado. No le digas a nadie que estoy terminando la mejor novela dominicana de todos los tiempos.
LM: ¿Cómo es la comunicación cultural con sus hermanos haitianos, qué aporte se ha generado desde uno y otro lado de la frontera?
FB: Contrario a la mayoría de los países de América, nosotros no nos independizamos de España sino de Haití, con quien compartimos la isla. Eso originó animadversiones que se prolongarán por los siglos de los siglos. No te voy a envolver con eufemismo: las relaciones entre Haití y República Dominicana no llegan ni a lo cordial. En el ambiente intelectual existe un rechazo hacia todo lo que huela a cultura haitiana. De manera particular conozco a dos o tres jóvenes poetas haitianos que estudian y viven en Santo Domingo, como Samuel Gregoire, a quien conocí a través de Valentín Amaro, quien trata muy bien a los intelectuales del vecino país; siempre les hace espacio en las actividades de la Feria del Libro de Santo Domingo, por ejemplo. En términos generales conozco y tengo respeto por los intelectuales haitianos, pues cómo entender que somos islas diferentes sin los ensayos de Jean Price-Mars, quién construye la historia de literatura del Caribe sin mencionar a Jacques Roumain, o cómo no admitir la genialidad del artista plástico Edouard Duval-Carrié. A pesar de que en todo lo largo y ancho de la República Dominicana se comercializa arte haitiano como si fuera dominicano, las políticas de acercamiento cultural entre ambos países no existen. Sobre todo porque la diplomacia haitiana es muy agresiva, su táctica es denunciar mi país ante los derechos humanos y cuestiones por el estilo. Se victimizan ante cualquier cámara de medios internacionales, pero siempre van a la ofensiva, y con maneras muy violentas; de este modo las vías de entendimiento están cerradas. La relación política se refleja en lo cultural. Por eso te decía que es importante que un intelectual promueva sus ideas para cambiar lo que se conceptualiza y ejecuta de manera errónea desde el punto de vista de la justicia y la dignidad de los seres humanos.
LM: Sabes que el tema Trujillo es vetado en tu país, que se evita su mención. Yo he visto como algunos países de nuestra región prefieren abolir como una forma de repudio, a mí en cambio me resulta el recuerdo una forma de justicia más directa. Al menos en el sentido literario, desde el punto de vista de un intelectual y desde la distancia, ¿qué opinión te merece el General Trujillo?
FB: Trujillo siempre será un gran tema para escribir; lo que pasa es que ha sido tan manoseado que no me seduce. Sobre todo después que Mario Vargas Llosa escribió La fiesta del chivo.
Trujillo fue el más sanguinario de todos los tiranos de Latinoamérica. Es algo que no se lo deseo al pasado de ningún país. Son de las cosas que uno borraría si acaso se pudiera enmendar la historia. Lo peor del caso es que Trujillo sigue vigente. Ya lo dijo Junot Díaz en La breve y maravillosa vida de Oscar Wao: Nueve millones de Trujillo, eso es lo que somos. Su imagen no pudo ser mejor. Trujillo fue tan perjudicial que todavía hoy en día su dictadura tiene repercusiones. El problema con la literatura que tiene como tema la era de Trujillo es que en el país se ha escrito demasiado sobre el asunto. Es el gran tema de la literatura dominicana. Tanto así que le hemos prestado nuestro tirano a otros países: el peruano Mario Vargas Llosa escribió La fiesta del chivo. ¿Acaso en su país no hubo dictadores durante el siglo XX? Sí, pero no tan malo como el de nuestra isla, solo superado por Hitler, Stalin y el mismo Diablo. Jajaja. Es un gran tema, del que no pienso escribir nunca, por cierto. Si lo toco es de manera tangencial, como ocurre en mi cuento La verdadera muerte de Pedro Henríquez Ureña, en donde Trujillo es apenas un fantasma.
LM: ¿Qué significan para ti los premios literarios?
FB: Dinero en efectivo y entrar en el canon mientras le sacas el dedo mayor a la crítica miope, ciega y sordomuda. Además de hacerme uno de los escritores más conocido de mi generación, los premios me han servido para ser respetado por los autores consagrados, a quienes les he ganado un par de premios, o me han tenido que premiar desde las discusiones de un jurado. Para luego salir a preguntar: ¿Quién carajo es ese tal Fernando Berroa? Pues todos los premios que he ganado han sido con seudónimo. Se siente bien. Prefiero ganar premios a rebuznar como perdedor. En mi país hay más de los segundos. Gente que me acusan de ganar todos los premios (los que ellos pierden, ¿entiendes?). Hay gente que sin leerme o conocerme me odia. Por el simple hecho de que he ganado todos los premios y ellos no. Soy el único escritor de mi generación con premios en todos los géneros: poesía, cuento, microrrelato, novela y ensayo. Es simplemente un muestrario de lo que soy capaz: escribir con maestría en cualquier género, ya sea un artículo de periódico o una obra de teatro. Yo simplemente quiero escribir y lo hago. Es un mito que soy un escritor de premios, en el sentido de que en el currículum de todos los grandes escritores dominicanos hay un montón de galardones: desde Juan Bosch a Junot Díaz.
LM: Hay un verso que recordé leyendo tus poemas que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde, como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. ¿Qué te aportó España como escritor?
FB: No volveré a ser joven, de Jaime Gil de Biedma es el poema al que te refieres, lo uso mucho al inicio de mis clases con alumnos de nivel propedéutico, para meterles miedo, pues conmigo o estudian o terminan en algún círculo de Dante. España, como contexto vital diferente a la sociedad en la que vivo, sobre todo en medio de una crisis económica, me aportó una nueva perspectiva de la realidad. Veremos si eso repercute en mi obra, pero Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad sin pisar España, igual otros autores latinoamericanos, ya tenían una gran obra cuando viajaron por Europa. No digo que sea mi caso, pero no soy hispanófilo ni eurocentrista. Por el contrario, mucha gente me recrimina que regresé a Santo Domingo y no me quedé en España a triunfar como Vargas Llosa y Roncagliolo.

LM: Cuando platiqué en el Taller de Narradores deSanto Domingo, me sorprendí gratamente de la inquietud que tienen los jóvenes de allá con las vanguardias latinoamericanas, de ese interés por saber sobre obras como las del Nadaísmo y del cariño que expresan a libros como Opio en las nubes, yo mismo desconozco la vanguardia literaria de la República Dominicana.Me gustaría saber un poco de estos movimientos en tu país, pues recuerdo que los escritores allá me contaban que la vanguardia llegó tarde a la isla, precisamente por el tema de Trujillo.
FB: Simple, la República Dominicana está a la vanguardia de lo que sucede en el mundo, pero el mundo no está al tanto de lo que sucede en nuestra isla. Mi país siempre ha llegado tarde a las vanguardias culturales de todo tipo, no solo literarias, sino políticas y educativas. Yo opino que no importa en el momento que descubras una escuela artística siempre y cuando lo hagas bien. Por ejemplo, la novela Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván, se suele delimitar como del Romanticismo tardío, sin embargo, es la mejor novela del Romanticismo en Latinoamérica, por encima de las que se escribieron antes y después. El que te diga que los movimientos de vanguardia de inicios del siglo XX llegaron tarde a RD es un ignorante; simplemente llegaron cuando tenían que hacerlo y de un modo similar que en otros países. Muchos de los intelectuales dominicanos a inicios del siglo pasado tuvieron la oportunidad de educarse en Francia, por lo que si tenían alguna vocación literaria, como Vigil Díaz o Francisco Moscoso Puello, pues aportaron. A ellos le debemos la introducción del verso libre en nuestra poesía, así como la fundación de movimientos y grupos literarios, muchos de ellos aportaron de manera independiente. Nuestro primer grupo de vanguardia literaria fue el Vedrinismo, contemporáneo de movimientos latinoamericanos, como el Ultraísmo. Luego surgieron otros movimientos y espacios en sintonía con lo que ocurría en Europa y otros países de América. Así tenemos gruposy espacios como El Postumismo y La poesía Sorprendida, cuyos miembros fueron amigos de André Bretón. También contamos con poetas independientes para nada desfasados en el contexto latinoamericano, como Manuel del Cabral, reconocido y antologado en toda América del Sur por la calidad de su poesía. La dictadura no hizo tanto daño a la literatura como a otras artes, el cine, por ejemplo, sufrió mucho más: no se filmaron películas y los documentales eran loas a la era de Trujillo. Esto así porque la censura de Trujillo era la más estúpida que pudo tener dictadura alguna. Como ya te decía, siempre hemos contado con grandes artistas, el problema es que tenemos un público limitado y una crítica especializada que nos desconoce. Eso explica que un joven de mi país conozca Opio en las nubes pero ningún joven de Colombia haya leído ni un cuento de Pedro Peix, que va en la misma onda de la palabra como collage experimental y atmósfera psicodélica. Entre los contemporáneos de Peix hay pocos escritores de su estirpe, no solo en RD sino en Latinoamérica.
LM: Fernando, para los lectores que no conocemos el trabajo que se adelanta en la isla, salvo los siempre renombrados embajadores que asisten a todos los festivales, ¿qué otros autores y libros puedes recomendarme y recomendar a los lectores de Corónica para acercarnos al trabajo literario de la República Dominicana?
FB: Sería un pecado si te recomiendo a los autores contemporáneos cuando hay toda una tradición ignorada en el ámbito internacional.
Los grandes nombres de nuestra tradición corresponden a los poetas.

Con autores como Domingo Moreno Jimenes, Zacarías Espinal, Franklyn Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce, Rafael Américo Henríquez, Héctor Incháustegui, Carmen Natalia, Aída Cartagena Portalatín, Manuel del Cabral, René del Risco, Juan Sánchez Lamouth, Manuel Rueda,Enriquillo Sánchez, Alexis Gómez Rosa,  Enriqeue Eusebio, Cayo Claudio Espinal, José Mármol, Cézar Zapata, Basilio Belliard y un montón de nombres más. Todos poetas mayores, cuya obra tiene vuelo universal.
Entre lo más representativo del cuento dominicano tenemos a Juan Bosch, Virgilio Díaz Grullón, Marcio Veloz Maggiollo, José Alcántara Almánzar, Pedro Peix, Armando Almánzar, Diógenes Abreu, Ángela Hernández, Roberto Marcallé Abreu, René Rodríguez Soriano, entre otros.
La novelística es el género menos cultivado, pero para una introducción sería suficiente leer a Manuel de Jesús Galván, Tulio Manuel Cestero, Aída Cartagena Portalatín, Pedro Vergés, Marcio Veloz Maggiolo, Pedro Antonio Valdez, José Acosta, Nan Chevalier, Rita Indiana Hernández y Rubén Sánchez.
Con relación a los autores dominicanos contemporáneos que se la pasan de festival en festival, solo te diré que una cosa es publicitarse bien y tejer una red de amigos por el mundo, otra es tener talento. Ya el tiempo y la crítica, cuando deje de ser miope, se encargará de poner las cosas en su lugar. No te hablaré de esos autores que figuran en la lista de todos los festivales de poesía del mundo, desde Argentina a España. Pero si quieres conocer la realidad de lo que sucede en la literatura dominicana más reciente, que yo divido en dos momentos: 2000-2010 y 2010-actualidad, en la primera etapa los nombres más valiosos son: en poesía Homero Pumarol , Alejandro González y Pablo Reyes; en narrativa Rubén Sánchez y Rita Indiana Hernández. Es muy temprano para hablar de lo más relevante de la generación a la que pertenezco, o sea, los autores que tenemos menos de 35 años y comenzamos a publicar a partir del 2010.
LM: América Latina nos ha enseñado, dos cosas, una se la debemos a Borges y otra a la intuición, la primera es en palabras de argentino que “aquí sufrimos de ese doloroso mal / de la riqueza” y la otra es que con esa riqueza tenemos que construir desde la precariedad, ¿cómo funciona en la República Dominicana esa comunicación entre la literatura y la música, el cine, la pintura, la fotografía, la danza, el teatro, la ópera?
FB: Aunque parezcan manifestaciones artísticas separadas, la verdad es que son parte de la cultura, y entre ellas se crea un entramado de intertextualidades que sería prudente abordar desde el análisis semiológico. En República Dominicana las artes van juntas, pero su desarrollo no es paralelo. Un dramaturgo puede mantener simbiosis con la música y la danza pero la danza no necesariamente se apoya en el cine o la literatura. Lo que quiero decir es que en República Dominicana hace falta ver y abordar la cultura como una totalidad, y eso es parte del quehacer del intelectual, implementar sus ideas, hacer que las artes se ayuden entre sí. Con un mayor acercamiento entre cine y literatura ambas ramas del arte serían favorecidas, por ejemplo. Sin embargo, se incentiva el cine sin pensar en la manera en que los escritores podrían aportar, sobre todo si se les paga con los fondos de la ley de cine por el derecho de autor de sus novelas o cuentos, o simplemente se le paga bien por escribir algún guion original. Es por eso que lucho y me integro a la política de los partidos, pues quiero implementar mis utopías, dignificar al artista dominicano, lograr mayor inversión en educación y cultura.

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Fernando Berroa (Santo Domingo, 1983) Poeta, narrador y ensayista. Máster en Guión de Cine por la Universidad de Sevilla, España. Licenciado en Letras por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Ganador de los más importantes certámenes literarios organizados en la República Dominicana. Profesor en varias universidades, donde imparte asignaturas como Literatura Universal, Semiología de la Comunicación, Historia del Arte y Análisis del Discurso. Entre sus principales publicaciones se encuentran la novela El turno de los malos, la colección de relatos La verdadera muerte de Pedro Henríquez Ureña y el poemario La destrucción del mito.
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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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