- Viernes 9 de Ignacio Gómez Dávila, Laguna libros, 2017
Por Alberto Bejarano
Cada vez que nos
acercamos a una obra sobre el 9 de abril, -bien sea literaria, teatral,
cinematográfica, plástica o incluso de danza-, presentimos que habrá una
vuelta de tuerca, un pliegue hacia algún personaje, secreto o silencio
que hemos pasado de largo. Es lo que ocurre por ejemplo con la trilogía
novelesca de Miguel Torres publicada a lo largo de la última década y
recientemente concluida (El crimen del siglo, Los incendios de abril, la invención de pasado). Volver
al 9 de abril (como en el tango) es rastrear sombras entre las sombras.
El acontecimiento central de la historia de Colombia ha sido retratado
múltiples veces, desde el momento mismo en que ocurrió si tenemos en
cuenta las primeras fotografías que se acercaron a Gaitán a Roa Sierra y
a los miles de anónimos que vivieron (y murieron) en aquella tarde y
noche trágica.
En el caso de la
novela “Viernes 9”, se trata de un rescate editorial de Laguna Libros
(parte de una colección valiosa que han venido forjando). Es una novela
que se había olvidado hacía décadas. El apellido del autor es, no
obstante, muy sonoro, ya que se trata del hermano del filósofo Nicolás
Gómez Dávila. La novela data de 1951 y su re-edición es un suceso digno
de ser celebrado. La historia transcurre durante
los tres días anteriores al 9 de abril, llegando a su clímax durante la
tarde y noche de ese viernes. Como si fuera una prefiguración de la
película “Confesión a Laura” de Jaime Osorio de 1989 (ver mi artículo
sobre el tema en:
https://revistas.utadeo.edu.co/index.php/RLT/article/viewFile/40/57), en
la que dos personajes escapan de sí mismos bajo el telón de fondo del
Bogotazo, en la novela de Ignacio Gómez Dávila, un hombre maduro,
Alfredo, planea minuciosamente un escape con su amante, Yolanda, (una
prostituta famosa, ex amante de un bailarín gitano) para el viernes 9
(de allí el título), buscando dejar atrás una vida monótona, pacata y
burguesa encarnada en su esposa, Blanca, su amigo y socio, Jaime y un
cura amigo de la familia. Su itinerario será el de enfrentar la
incertidumbre y la desolación de aquella tarde en la que cambiaron todos
los destinos. El trasfondo de la novela es la reflexión existencialista
de Alfredo frente a la libertad, el pecado y la religión. En un
ambiente ultra conservador en el que se reflejan las tensiones sociales
de la época que anuncian la Violencia-por-venir, Alfredo es un
observador lúcido que no logra, a pesar de todo, pasar a la acción en
ningún sentido. Pensamos en Albert Camus y su “extranjero” Mersault.
Pensamos en Sábato y en Hernando Téllez. Sin embargo más allá del
retrato social que se desprende de las descripciones de la Bogotá que
agonizaría el 9 de abril, el foco de atención del personaje principal
está centrado en su mundo interior, en sus dudas trascendentales sobre
el sentido de la vida y la relación con la muerte. Hay una especie de
condena aceptada por parte de Alfredo a la manera de Los Demonios de Dostoievsky. A diferencia de las habituales crónicas, reportajes y memorias sobre el 9 de abril, en Viernes 9 el
lector encontrará un viaje al fondo de la noche, al fondo del abismo de
sí mismo de Alfredo, un burgués problemático y febril (como el famoso
tango Cambalache). La novela tiene visos policiacos que ofrecen ritmo y
expectativa. Se alternan las jornadas anteriores al 9 de abril con
reflexiones introspectivas que sumergen al personaje en su condición de
rehén de la historia.
Al final de la lectura
se recomienda ver este corto de Juan Rodríguez sobre la historia en blanco y negro de Bogotá.