- Ana Ugarte, Acerca de las cosas perdidas, Santiago de Chile, Cuarto Propio, 2017.
Por Mariana Serrano Zalamea
Acerca de las cosas perdidas de Ana Ugarte es una novela
ubicada mayormente en los años 70 chilenos.
Desde un registro íntimo, Catalina, la protagonista, narra su adolescencia e
ingreso a la adultez en medio del nudo ciego del “apagón cultural” que oscurece
la vida del país austral durante los años posteriores al golpe de Augusto
Pinochet. Esta escritora ya había sorprendido a los lectores con su primera
novela Casa
Colorada (2014) y, sobre todo, con otra voz femenina: la de Alicia,
una mujer mayor, quien en dicha novela relata
el reparto agrario desde la perspectiva de los propietarios del campo chileno
que son expropiados. Es una escritura que, con delicadeza, indaga en la vida
cotidiana de mujeres vulneradas por diversas razones.
Es un misterio asombroso cuando la escritura revela un
contexto histórico sutilmente entreverado con la psicología de los personajes.
La siempre inquietante pregunta sobre cómo vivimos el horizonte histórico que
nos toca en suerte, se resuelve, al menos en parte, desde esta narrativa lúcida
y sensible. La grande porción de jóvenes que pasaron por la adolescencia en
medio del gobierno autoritario chileno después de marchitarse la esperanza
socialista de la Unidad Popular, es uno de los tópicos de fondo que aborda esta
novelista. Una juventud obnubilada e inocente frente a las prácticas políticas
represivas del nuevo régimen, y que trasiega por la existencia desde el jardín
de sus cómodas casas de barrios arborizados y avenidas generosas.
Ugarte despliega una narración descriptiva en la que abundan
los ambientes detallados y los espacios e interiores que nos permiten imbuirnos
en el Santiago de hace 40 años. Catalina pierde a su padre a los 13 años, un
médico sensible a su entorno social y quien ejerce la profesión con una
vocación de servicio; por añadidura, le inculca a su única hija mujer el amor
por la lectura. Antes de morir, predice que ella será escritora. La orfandad
cambia la vida de Cata y de sus tres hermanos hombres. Rápidamente, la viuda
vuelve a casarse con Eduardo, antagonista por completo de la figura paterna: un
hombre pragmático, machista, simpatizante de la dictadura y, sobre todo,
abusivo. Como una muestra de su mala índole decide, arbitrariamente, eliminar
el recuerdo de su antecesor vendiendo la biblioteca que es el patrimonio más
preciado de Catalina.
Ella, sumergida en los abismos de una soledad sin piedad, pues
siente que su madre no la comprende ni apoya, se aísla leyendo Moby Dick,
el único libro que sobrevive a la purga del padrastro. Desde entonces, Catalina
emprende la búsqueda obsesiva del diario perdido de su padre por todas las
librerías de viejo santiaguinas. Es el primer guiño al título de la novela: Acerca de
las cosas perdidas. El desajuste y la sensación de estar fuera de
lugar que experimenta día a día en el ámbito familiar, la lleva al
autodestructivo acto de lacerarse las uñas al punto de requerir primeros
auxilios para suturar las heridas que se propina. El ensimismamiento de nuestra
protagonista sólo se ve mitigado por la relación con Amelia, su mejor amiga, y
luego por el efímero noviazgo con Hugo.
A la luz de los ojos y de la piel de una adolescente y, más
que nada, recuperando con un oído aguzadísimo un rico lenguaje, rebosante de
chilenismos y sociolectos que emergen en unos diálogos muy bien trazados, esta
novelista nos abre la mirilla de las emociones y pensamientos de una joven
ajena a la implacabilidad del momento histórico que vive. A través de ella,
conocemos dosificadamente a los otros personajes y se nos anuncia un secreto a
voces: la historia de Amelia, su confidente, quien se practica un aborto
después sufrir de una violación.
Pero basta de infidencias. Nosotros, sus lectores, atrapados
por una prosa envolvente y matizada, y con una progresión narrativa muy bien
diseñada, no queremos interrumpir nuestra lectura interesada en una trama
compleja e inteligente. El libro está estructurado en capítulos que a su vez están
compuestos de fragmentos y escenas bien configurados. Aun así, valga decir que
Ana Ugarte es más acertada al crear sus personajes femeninos: Catalina, su
madre y Amelia. Hugo, su “pololo”, ese particular vocablo chileno para designar
al novio con el que se inicia en las inciertas lides del amor, es un estudiante
de filosofía comprometido quien la cuestiona por su
mirada cándida del gobierno de Augusto Pinochet y le abre parcialmente los ojos
sobre el silenciamiento social y político y la represión de esos años. Sólo lo
conocemos a través de la visión que Catalina tiene de él. Eduardo, el siniestro
padrastro, recae por momentos en el estereotipo del hombre perverso, morboso y
vertical. Martín, su hermano mayor, es cómplice de Catalina e intenta
acompañarla en sus pequeñas batallas frente al cruel padrastro, en sortear la
debilidad materna y el contexto cotidiano incierto, aunque manteniéndose al
margen de las cosas que suceden en el Santiago de los 70.
Así, es una novela que se suma a las nuevas escrituras de
autoras latinoamericanas que, desde mi punto de vista, no podemos pasar por
alto. Ana Ugarte se sitúa al lado de otras grandes narradoras chilenas
contemporáneas como Alejandra Costamagna, Lina Meruane y Fátima Sime, quienes
desde diversas y potentes poéticas pueblan de miradas y expresiones renovadoras
y refrescantes nuestra vibrante literatura latinoamericana. Todas ellas tienen
una gran capacidad para entrelazar en el texto un contexto insinuado que revela
heridas latentes, fisuras profundas y verdades no dichas sobre la condición de
ser mujeres en las geografías de esta región del mundo.
Gracias al azar y a la buena suerte
conocí a esta escritora y también la primera versión de la novela. Pero de no
ser por este encuentro fortuito tal vez no la habría podido leer debido a la
limitada distribución de autores “no consagrados” por fuera de las fronteras
nacionales. Hago, por tanto, un guiño para que los lectores colombianos
indaguen en la próxima Feria Internacional del Libro de Bogotá en los títulos
de la Editorial Cuarto Propio y retengan el nombre de Ana Ugarte para que no
pierdan la oportunidad de leerla.