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El fotógrafo Enrique Toribio, serie fotográfica :"Yo Travesti". |
Por John Better
Es probable que la Marica Adjunta
ignore el significado del término
“adjunto”, y al concluir la siguiente lectura,
no admita ser una de ellas.
En el mundillo marica, llámense:
serias, partidísimas, travestis, versátiles, grinderianas, manhuntnianas, musculocas, de mejores castas, intelectualoides; desde “esqueertores” hasta docentes de
Bellas Artes: siempre habrá una Marica
Adjunta.
En Barranquilla, particularmente, la
Marica adjunta es una de las especies
más extrañas e indescifrables. Por lo
general viene adherida como parte de la decoración de una loca popular, o de un gueto maricoide
famoso, ya sea por sus pérfidas lenguas, sus shows de transformismo, su “buen vestir”, o su
incidencia social en el campo de la
defensa por los derechos LGBTIJKLMNÑOPQ.
La Marica Adjunta es fácil de
detectar. Algunas suelen asistir a una voluptuosa trans, las podemos ver toda
la noche cargándole el bolso lleno de
cosméticos a la diva, pasándole el espejo-navaja, el labial, la pestañita brea,
dándole con la poma toquecitos pegajosos en el rostro caótico de la loca; o simplemente advirtiéndole
a “la patrona” sobre la evidencia de
algún rastro de cocaína en sus aletas
nasales.
Es silenciosa. Casi nadie conoce su pasado. La Marica Adjunta no envidia a su mentora, por el contrario, a veces, incluso, siente lástima por alguien que no puede valerse por sí misma.
En el caso de los corrillos de locas, esos grupitos que se hacen célebres de la noche a la mañana en el mundo nocturno gay, la Marica Adjunta no suele hacerse notar. Allí es apenas un satélite pálido y poroso tratando de darse un lugar en la competida galaxia del reconocimiento marilocal, se conforma con el poco espacio de aire y fama que el grupo le permite respirar.
Frases como estas te ayudarán a sospechar que te están tomando por una marica adjunta: “tenme aquí”, “llévame esto”, “tráeme aquello”, “sostenme el trago”, “mira que no venga nadie”.
Por lo general, la marica adjunta es la que hace los mandados del grupo: va por los cigarrillos, compra el arroz chino y la Kola Postobón cuando el resto muere de inanición a causa de una tarde de ocio y mariyerba.
También es la que, en circunstancias inesperadas como esas aventurillas sexuales en la madrugada; echa un vistazo para evitar que la policía sorprenda al resto del grupo interpretando una sinfonía oral a una cuadrilla de vigilantes bajo las escaleras de algún centro comercial.
Así de fiel es la Marica Adjunta.
Recibe con aparente resignación las humillaciones, nunca opina, y cuando decide hacerlo nadie parece prestarle
atención. ¡Error! Se han conocido casos, uno de los más sonados ocurrido en Lima en febrero del 2009: una
marica adjunta dio su opinión en medio
de una pollada gay. Ninguna de su grupo
procuró prestarle atención. A los pocos días,
las mariquillas en cuestión fueron muriendo
una a una: Inca Colas y labiales envenenados, tacones con sus puntas llenas de explosivos, fueron
algunos de los métodos empleados. Se
supo que todo fue obra de una marica
adjunta hastiada de tantos abusos.
Hace pocos días vi a una de ellas,
estaba en la barra esperando a que un
barman lento me sirviera mi veneno
festivo, de pronto me dio por mirar a un lado: era un jovencito de escasos 19
años, llevaba en manos con cien vasos
plásticos, me ofreció una tierna sonrisa
y me dijo:
- Aquí sí se demoran para atender.
- Solo un poco -le respondí, tratando
de darle ánimos.
Servido mi trago, volví al lado de
Salma Katiuska, mi inseparable amiga de copas. El barman llenó los vasos del chico, a quien un grupo de locas
perversas le rapó los tragos en fracción
de segundos. Me quedé mirándolo con
compasión.
- ¿Lo conoces? Me preguntó Salma
Katiuska.
- No, pero he visto a miles como él
durante años. Es lo que se conoce como
una Marica Adjunta.
- ¿Y eso qué es, niña?
- Después te explico, nena. “sostenme
el trago”, ya vuelvo, voy al baño.