Javier Zamudio
Intento escribir
sobre literatura, pero me sale espuma. Me parece que cualquier cosa que no sean
las elecciones es una trivialidad en Colombia y es que hay mucho en juego, no
se trata de una transición de poderes sobre una balanza de políticas afines, sino
el encuentro de dos extremos, dos maneras de hacer política desde los bordes,
dos visiones de la realidad colombiana que se contradicen en sus raíces y, en
el medio, una cantidad importante de agua sucia (corrupción y demás males) que
tiene la oportunidad de seguir estancada o fluir hacia la primera alcantarilla.
A esta ecuación se
suma el centro convertido en voto en blanco. Una opción respetable,
democrática, comprensible, cuando uno se ve enfrentado a dos opciones y siente
que ambas son males igual de peligrosos para el país. El único ‘pero’ de este
nuevo componente es que no tiene peso jurídico dentro de las elecciones. Así
que su única función es simbólica, es una opinión trasladada en estadísticas,
que el próximo presidente decidirá si escuchar o no. Lo que sí consigue el voto
en blanco es beneficiar a quien tiene más opciones de ganar: es decir, a Duque.
De modo que termina siendo aprovechado por el uribismo. ¿Es esto lo que quieren
los electores de centro? En mi caso la respuesta es “No”. De ahí que mi voto
esté ondeando hacia el otro extremo.
Mi primera opción no
es Petro, entre muchas otras cosas, por la facilidad con que promete. Ver a mi
hijo de cinco años diciendo que votará por él porque tendremos paneles solares es
una razón para dudar. Claro, convence a un niño. Del mismo modo que en las elecciones
escolares se consigue votos prometiendo poner una piscina en el salón de
clases, o asados durante el recreo. Sí, el candidato de la Colombia Humana es
un artista de la demagogia. Llenó la plaza principal de manera apabullante.
Algunos lo tildan de egocéntrico, megalómano, etc. Quizá tienen razón. Sin
embargo, representa la salida a una política anquilosada que ha terminado por
oxidarse y, afortunadamente, está en peligro de extinción.
Mi voto será,
entonces, por una Colombia distinta, imposible a través de personajes como
Álvaro Uribe, Alejandro Ordóñez, Viviane Morales, etc. No creo que Petro pueda
cumplir todo lo que prometió. Pero me basta con su deseo de entregar la voz y
el poder político a la gente, revitalizando la democracia, contrario al deseo
de Iván Duque de enfocarse en las empresas. Me basta, además, con su compromiso
con las minorías, su respeto a las libertades y a los animales. Contrario a lo
visto en la campaña de la extrema derecha, donde las libertades se encuentran amenazadas.
El proyecto
político de la extrema derecha recoge un pasado que considero debemos desdeñar,
un cuarto oscuro al que debemos cerrar las ventanas para que no salga el olor
mortuorio. Creo que es necesario abrir los brazos a una Colombia que respete
los derechos de las mujeres, de la comunidad LGTBI, de los animales y que esté
en discusión constante con la realidad que vive. Hay que defender e implementar
los acuerdos, no modificarlos. ¿Petro puede lograr esto? No lo sé, pero ha dado
voz a muchas personas y movimientos que estarán expectantes, vigilantes,
pendientes de que las promesas, al menos las esenciales, se cumplan.
¿Hay cosas que me preocupan
del candidato de la Colombia Humana? Claro, muchas. El tema de si hará o no
hará una constituyente es uno de ellos. Él dice que no. No queda otra opción
que creerle, amparados en los ojos que mirarán su mandato, en la oposición que
estará poniendo baches a cada paso. Lo que sí tengo claro es que es más posible
que Petro cumpla sus promesas a que Iván Duque traicione sus alianzas. No creo
que se repita lo de Juan Manuel Santos, quien, frente a todas las expectativas,
se convirtió en uno de los mejores presidentes que hemos tenido en los últimos
años. No lo dicen mis palabras, sino los hechos. Duque no sólo tendría que
traicionar a Uribe, sino a una larga fila de políticos tradicionales.
Votar es un acto
de fe, por eso es poco lo que podemos concluir. Sólo resta esperar a que el
discurso se cristalice para ver de qué está hecho el candidato.