viernes, 14 de agosto de 2020

Los días de la fiebre o el futuro que se acerca

0

Por Juan Camilo Parra 

El libro llegó en los primeros días de agosto. Así lo había anunciado el mismo Andrés Felipe Solano en sus redes sociales. Agarré el casco, destapé la moto -después de un mes- y volví a cruzar calles, avenidas, lugares que de alguna u otra forma, me recordaban las veces en que esos espacios fueron míos. Por unas horas, por unos instantes en los cuales viví momentos de felicidad, de angustia y de tristeza. En donde amé y me amaron, en donde besé y me besaron. Todo eso lo pensé de forma efímera, mientras pasaba por la calle 45, la 51, la 72. Pude haber ido a un lugar más cercano, pero necesitaba llenarme de aire, de otras realidades, de otros campos visuales. Debía asegurarme -aunque no totalmente- de que todo esto terminará pronto. Después de llegar a la casa y cumplir con los protocolos que hemos impuesto para nuestra tranquilidad, siempre queda en el aire la idea, la sensación de haber hecho algún movimiento en falso con el cual pude contagiarme. Hago un recuento de mis movimientos, todo claro, no hubo cercanía con nadie y no me quité los guantes de la moto en ningún momento. ¡Tanto miedo nos han infundido! 

Destapé Los días de la fiebre y lo leí de una sola sentada; 126 páginas de un texto híbrido que no es totalmente un ensayo, ni un reportaje ni una ficción. Es un texto con una narración lenta, reflexiva, letal. Algo más parecido a su libro Corea: apuntes desde la cuerda floja, en donde Andrés Felipe Solano reflexiona sobre su vida en Corea del Sur, la comida, el trago, las relaciones con los otros, el trabajo y los asuntos políticos entre las dos Coreas y el enemigo de siempre: Estados Unidos. La vida de un escritor que busca sobrevivir en Seúl, una ciudad tranquila, con algunas oportunidades para un hombre que había ganado un Premio Simón Bolívar de periodismo y que, en el continente asiático, poco o nada valía. Aunque estos dos textos tienen un ritmo diferente, su melodía no cambia, lo sé, he leído a Solano desde Ayúdame, Joe Louis, lo reconozco, es su impronta. Sin embargo, Los días de la fiebre necesita otra dinámica para leerse, es corto, pero no liviano. 

«Me pregunto qué es una vida normal, si alguien tiene acaso una vida normal, si se puede dejar de tener una vida normal. Todos tienen una vida que es solo suya, a eso se refieren, supongo». Esta es la columna vertebral del libro de Solano. Aquí se posiciona su reflexión desde Corea. Entre clases, el trabajo como lector de noticias en la radio y algunos artículos y cuentos publicados en diferentes revistas, el escritor bogotano veía como poco a poco un monstruo recorría las calles de ese continente. El asunto no sólo radica en su experiencia desde el confinamiento, sino en cómo el gobierno coreano le hizo frente a la pandemia con estrategias que dejaban ver la cara del poder, su manipulación, su dominio desde el miedo. Más de cinco aplicaciones creadas para celular con el fin de dar a conocer en tiempo real los lugares de contagio, las personas contagiadas y la cantidad de individuos que de alguna u otra forma podrían ser, en pocos días, los nuevos pacientes por covid-19. Era una carrera contra el tiempo, estaba bien pensarlo así, pero, también, fue una carrera por el control del individuo: bienvenido al gran hermano. 

Desde el inicio del confinamiento la presencia de George Orwell o Aldous Huxley en los discursos sobre la pérdida de la libertad, el poder político y el control sobre los individuos no es nuevo. Esta pandemia nos ha permitido, a quienes están con los ojos y la mente bien dispuesta, entender los movimientos del gobierno, su vigilancia y castigo. «Autocontrol ciudadano, transparencia e información oportuna, pruebas masivas, rastreo y aislamiento de posibles infectados: esos son los cuatro elementos que han remplazado al fuego-aire-tierra-agua». Andrés Felipe Solano va narrado a la inversa, como si fuera el cuento Casa tomada de Julio Cortázar, en donde el escritor argentino expone la historia de dos hermanos que terminan siendo expulsados de su propia casa por una fuerza maligna, extraña, poderosa que les va ganando espacios hasta dejarlos en la calle. En este caso es el virus, y a su vez, el gobierno quienes te van quitando espacio de la calle, tus lugares, los recuerdos, la somera libertad de moverte por la ciudad y te empujan a la casa, te obligan a que entres y te someten a la cuarentena. Sin embargo, es paradójico, las medidas necesarias para salvarnos, terminan siendo nuestro peor enemigo. «Quedarse encerrado en casa porque lo mande alguien ya no es aceptable. Hacerlo por decisión propia tiene todo el sentido». Entonces, ya no son sólo las aplicaciones para ayudar a los ciudadanos, sino que también, es saber en dónde están, con quién, cuánto tiempo tardan, si compraron o no la cantidad de tapabocas permitida, salir a las calles de acuerdo a la fecha de nacimiento y automáticamente, me encuentro con Bogotá, con Colombia. Llenar formularios para saber a dónde vas, aplicaciones que promueven el cuidado traen consigo el interés de saber más sobre los individuos y sus síntomas: ¿cuántas veces al día compartimos nuestros datos para conocer si estamos o no enfermos? Días para salir a la calle según el número de cédula, cuarentenas distribuidas, control de cada ciudadano y su interacción con el exterior. En el nombre de la salud, con la bandera de guerra ante el Covid-19 como una unión nacional, la empresa política nos impide pensar en ¿quién nos controla?

La religión también juega un papel fundamental. Solano abre una línea interesante para analizar la fuerza que puede ejercer en este caso los pastores sobre sus feligreses. Los discursos de salvación, curación y de poder divino se desboronaron frente a los seguidores, que, como buenos fieles, siguieron buscando en sus templos la cura definitiva ante el fatal virus. Los intereses personales de aquellos que se hacen llamar el mesías buscan cómo seguir incautando el dinero de los hombres y mujeres que los idolatran, los protegen y los defienden, aunque rompan las reglas, aunque vayan en contra del bien común. La crisis biológica destapó la crisis ideológica, la fuerte relación entre Estado e iglesia. Parafraseando al escritor caleño Andrés Caicedo, diríamos que todo esto nos convierte en una sociedad creyente de todo y devota de nada. 

Más allá de una reflexión que pueda caer en asuntos de conspiraciones, Andrés Felipe Solano se acerca para pensar sobre eso que llamamos la existencia. «El país está lleno de gente caminando en la cuerda floja». Y es así, mientras con afanosos imperativos nos encerraban, los trabajadores sin garantías empezaban un calvario diferente; porque en nombre del ejército liberador del virus, se condenó a la incertidumbre, al hambre y al olvido de aquellos que a duras penas lograban sobrevivir el día. Entonces, vimos como el manto del capitalismo se deslizaba, vimos la cara del egoísmo y del rencor, vimos una Colombia impotente, sin las mínimas garantías reales para salvaguardar a un ciudadano. Nos lanzaron al encierro con los temores, miedos y desproporciones que existen en cada hogar. La salud mental, el maltrato de género, el abuso infantil y la descompensación económica nunca estuvo en las agendas de los gobernantes. 

Corea del Sur se convirtió en un ejemplo mundial por erradicar, o mejor, por controlar al nefasto Covid-19. El mundo lo aplaude y copia el ejemplo, pero en verdad, también nos mostró la cara más horripilante del sistema, de ese capitalismo rampante cuando se siente atacado, amenazado, ultrajado por un enemigo invisible al cual no le pueden poner un precio por su cabeza, al cual no pueden descargarle sus discursos bélicos. En cambio, si lo utilizaron para atemorizar de forma exagerada, mientras tomaron decisiones que serán nocivas en el futuro. Esto último, bien lo podemos ver en Colombia, un gobierno que firma, que promueve, que descarta y proyecta el futuro a espaldas de los ciudadanos.

______________
Andrés Felipe Solano. Los días de la fiebre. Madrid: Planeta, 2020. 

Author Image

Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nos gustaría saber su opinión. Deje su comentario o envíe una carta al editor | RC