miércoles, 23 de junio de 2021

Lorena Salazar Masso: «Unir territorio y maternidad es una forma de buscar la pertenencia»

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Lorena Salazar Masso | Cortesía


En Esta herida llena de peces, la primera novela de la escritora colombiana Lorena Salazar Masso (Medellín, 1991) publicada en España por la editorial Tránsito y en Colombia por Angosta Editores, el niño que una mamá sustituta acompaña en un viaje a través del río Atrato, en una de las tantas preguntas que hace, dice: «por qué un hombre carga un arma». Y su mamá sustituta que lo lleva de regreso con su mamá biológica, no sabe cómo explicarle por qué los hombres cargan armas y son parte del paisaje que ellos navegan. A esa pregunta, a la del niño, se le cruzan las preguntas de la mamá sustituta por la pertenencia a un lugar, y preguntas por la maternidad, a la vez que el lugar, el territorio, el río, parecen el cuerpo de una mujer que trata de sobrevivir a la deriva, entre la vida y la muerte de sus hijos. 

Salazar Masso que estudió publicidad y un Master en Narrativa, vivió en su infancia en el Chocó, con los recuerdos de esa parte de su vida y lo que descubrió en esos años, en esta novela representa el lugar que habitó, para hacerse de nuevo, sus primeras preguntas. 



Entrevista por Mario Cárdenas


Mario Cárdenas: Un río, el río Atrato es la estructura narrativa de la novela. Un río que como se lee en el libro «es testigo de llantos y sangre, nacimientos y muertes, salidas y llegadas». ¿Por qué el río, y el recorrido a través de él es la estructura esencial en Esta herida llena de peces

Lorena Salazar Masso: El Atrato siempre ha sido importante para mí. Quería escribir el río, y esa misma pulsión marcó la estructura de la novela. Como forma y fondo son inseparables, intento que la estructura de lo que hago sea fiel al argumento. Quizás no siempre se pueda de esta forma, con una carga simbólica detrás, pero en este caso fue así. 

 Al tiempo que se da el viaje, la mirada del niño descubre el paisaje y la mirada de una de sus madres recuerda cómo ella lo descubrió y lo vivió. ¿Este además es un viaje a las formas de habitar, descubrir y observar en la infancia? 

Los niños viven en estado de descubrimiento, todo les huele a nuevo. El niño, además de un personaje, fue una guía durante todo el proceso de escritura, incluso para crear otros personajes. Todos tienen algo de niño, una forma de mirar, de hacerse preguntas. 


La pertenencia a un lugar, la extrañeza de una madre que carga un hijo que no parió son dos de las grandes preguntas que una y otra vez vuelven en la narración. ¿Cuáles eran las motivaciones para narrar y pensar lo que puede significar ser una madre y ser de un lugar?

La pregunta por la pertenencia, creo, es tan natural como la pregunta por la vida o la muerte. Pero, aunque siempre nos ronda, se hace protagonista con los cambios. En mi caso, llegué a Quibdó cuando tenía nueve años. La pregunta nació en ese momento: este lugar me gusta más que mi lugar de nacimiento, ¿puedo pertenecer, ser de aquí de ahora en adelante? Este «hacer parte» del que hablo está ligado a la región, incluso más que a las personas, que tienen una carga histórica mucho más profunda y compleja. En ese orden, el territorio me llevó a pensar en la maternidad, el territorio y hogar. El Chocó es la tierra madre. Aunque el argumento de la historia no me ocurrió a mí, la búsqueda de la madre blanca es una pregunta que me he hecho, como mencioné al principio. Unir territorio y maternidad es una forma de buscar una forma de pertenecer. Al final, tanto la madre blanca, como yo (autora), descubrimos que, en una situación como esta, no se puede pertenecer más que a una misma. 

  Tránsito editorial
España
2021

En el libro hay mujeres fuertes, que conducen el camino, que dan posada y alimentos, que se ayudan, que son solidarias, que establecen vínculos a través de su capacidad afectiva, que abrazan el cuerpo de las otras sin distinción. ¿Qué vinculo feminista une a las mujeres en su libro? 

Las mujeres de la novela tienen un vínculo de raíz y comunidad. El feminismo no nace como concepto, nace como la necesidad de una comunidad de apoyarse y reconocerse, de ponerse al frente de situaciones y reclamar derechos. Aquí los conceptos se viven. Las mujeres del territorio no necesitan cumplir los requisitos que se piden para ser feminista porque llevan ejerciendo el concepto desde siempre, lo llevan en los huesos, en la piel. 


Más que referencias literarias, la tradición oral del pacifico, del Chocó, recubre las maneras de nombrar y construir el mundo en la novela ¿Cómo se dio ese tejido de la tradición oral con la escritura de la novela? 

Se teje por referencias que tuve desde pequeña: cantos, alabaos, historias de la calle y la selva. Para acercarse a la tradición oral del Chocó basta salir a la calle y escuchar muy bien a las personas, poner la radio, sentarse en una caseta a escuchar música, ir a un velorio. También las escuelas hacen lo posible darle el reconocimiento que merece. 


Aunque también hay una tradición con músicas, poemas, con otros libros como La Perra de Pilar Quintana o Vean ve, mis nanas negras de Amalia Lú Posso Figueroa ¿Cuál es su tradición de literatura escrita?

Me interesan las historias de Juan Cárdenas, Daniel Ferreira y Julio Ramón Ribeyro, sus personajes, espacios y diálogos. La forma como Margarita García Robayo aborda la pertenencia. El ritmo de Amalia Lú Posso y Mary Grueso. La poesía de Gabriela Mistral. El dolor de Margarite Duras y Francisco Umbral. Lo que encuentra Calvino en las Ciudades invisibles y los ambientes de Carson McCullers

Usted estudió primero publicidad y luego un máster en narrativa ¿Qué herramientas formales y técnicas fueron importantes en los espacios académicos para escribir este libro? 

Primero, las lecturas que descubrí en los espacios académicos, autores que no conocía, formas de contar historias y abordar temas que también me interesaban. Y segundo, los comentarios de profesores y compañeros. Compartir lo que se escribe, tener otras miradas y apuntes valiosos. Todo eso lo valoro mucho más que un documento escrito que diga cómo se debe escribir. Creo que eso no funciona para todos. 


Ha sido inevitable leer la última parte del libro, a la vez que he escuchado tantos audios de madres llorando a sus hijos asesinados por la policía en las últimas semanas. Eso me ha hecho pensar que el libro no solo se pregunta por una identidad, por la pertenencia a un lugar, por la maternidad, sino por las violencias y el destino inevitable para muchos hijos colombianos. ¿Cómo llegó a escribir ese final del viaje? ¿Por qué decidió acabar de esa manera? 

Cuando comencé a escribir la novela no sabía cómo iba a terminar. Pensaba en que, en honor a esa búsqueda escrita de otras maternidades, que existen y me interesan, el niño debía quedarse con la madre de crianza. Pero, cuando llevaba escrito más o menos el 15% de la novela, desde el recuerdo me llegó un final tan inevitable como la desembocadura del Atrato. El final dejó de ser mío. Pensaba que no había otra forma de terminarlo, que la historia misma me estaba llevando hasta allí y que ese final respondía a la pregunta de la pertenencia y a los indicios que iba tejiendo en el texto.



Angosta Editores
2021


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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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