domingo, 29 de agosto de 2021

Ella es “mi diablo”

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Una nota sobre la saga Dos amigas, de Elena Ferrante

 



Por Paula Andrea Marín C.

El hombre es demasiado propenso a adormecerse; se entrega pronto a un descanso sin estorbos; por eso es bueno darle un compañero que lo estimule, lo active y desempeñe el papel de su demonio.

J. W. Goethe, Fausto. Epígrafe de La amiga estupenda, de Elena Ferrante.

 

Fíese: no toque ni una coma, tiene sinceridad, naturalidad y el misterio de la escritura que solo tienen los libros auténticos.

Elena Ferrante, Un mal nombre.

 

Acabaste poniendo cosas sucias –dijo–, cosas que los hombres no quieren oír y que las mujeres saben pero tienen miedo de decir.

Elena Ferrante, Las deudas del cuerpo.

 

Ser adultos es dejar de mostrarse, es aprender a ocultarse hasta desaparecer.

Elena Ferrante, La niña perdida.

 

Hace algunos meses, tuve una crisis que me hizo cuestionar mi relación con las mujeres que me rodeaban. J., que me conoce y es siempre tan oportuno con sus recomendaciones literarias, me contó que estaba leyendo una novela que quizá podría ayudarme a mediar con mi situación: La amiga estupenda. Su autora: la famosísima Elena Ferrante. La escritora de telenovelas que habita en mí y la mujer que soy en busca de sus precursoras quería seguir hasta el final esa saga que terminaba en punta en sus primeros tres volúmenes, las microhistorias de sus decenas de personajes, la historia de “amor” de sus protagonistas (que finalmente abandonan la idea de definirse a través de la relación de pareja) pero, sobre todo, las vidas de las dos mujeres que los lectores conocemos desde su niñez hasta la entrada en la vejez.

 

Leí esta saga diez años después de la publicación en italiano de su primer volumen. Conocemos el final desde el principio y el leitmotiv de la escritura: ante la desaparición de Raffaella (Lila-Lina), a sus 66 años, su amiga Elena (Lenù-Lenuccia) va a contar la historia de las dos con todos los detalles que su memoria le permite reconstruir, a lo largo de cuatro volúmenes de casi quinientas páginas cada uno (en la edición de bolsillo): La amiga estupenda (la niñez y el inicio de la adolescencia), Un mal nombre (la adolescencia y la juventud), Las deudas del cuerpo (el más feminista de los cuatro: la juventud y la adultez) y La niña perdida (el menos logrado de los cuatro: la madurez y el inicio de la vejez).

 

Desde el inicio, la relación de amistad entre Lila y Elena va estar atravesada por la competencia. ¿Se puede llamar a esto realmente una amistad? A diferencia de las otras mujeres del barrio donde nacieron, solo Lila y Elena logran tener un futuro distinto a lo que por su género y condición social parecía estarles destinado. Mientras la vida de Lila sufre distintos reveses y todos los asume con una determinación que raya en la temeridad y en el caos, la de Elena parece una línea recta en la que cada paso está planeado y llevado a cabo con disciplina. Lila se casa jovencísima y se separa también muy joven, es zapatera, obrera en una fábrica de embutidos y luego programadora de computadores (cuando apenas se empieza a hablar de este tema en el mundo); Elena, como Lila, queda marcada por la lectura de Mujercitas, en su niñez, pero a diferencia de Lila, tomará la vía de los estudios (el bachillerato, la Licenciatura, la Universidad) y se convierte en una escritora exitosa. Lila es un mar siempre revuelto, un mecanismo desbocado, rabioso y siempre insatisfecho (que nunca se adaptará del todo a ningún estado); Elena es un mar aparentemente en calma, un mecanismo artificialmente dócil, que aprende a ocultar sus corrientes en lo profundo para poner las necesidades de los otros en primer lugar. 


El único aspecto que interrumpe esa línea recta en la vida de Elena, esa calma aprendida, es Nino, el hombre al que ama desde niña y del que también se enamorará Lila. Nino encarna en Dos amigas el prototipo de hombre que toda mujer “feminista” conoce en algún momento de su vida y que debe alejar de sí lo más pronto que le sea posible: el del encantador y perverso narcisista que sabe encajarse a la perfección en cada una de las inseguridades que las mujeres hemos aprendido con el paso de los siglos (nuestras apremiantes necesidades “de atención y de estima corroborantes”, dice Ferrante), para recibir de nosotras alabanzas y servicios. Pero también Nino es la pasión que las lleva a abandonar, en buena parte, sus papeles tradicionales de esposas y a buscar un lugar otro de existencia, aunque para ellas sea una experiencia única y para él una repetición.

 

Elena siempre se sentirá menos que Lila y este “síndrome de la impostora” llevado a su máxima potencia, tendrá origen en la relación de Elena con su madre: “Mi madre hacía lo imposible por darme a entender que yo era algo superfluo en su vida. Yo no le caía bien a ella y ella tampoco me caía bien a mí. Me repugnaba su cuerpo, y ella probablemente lo intuía” (La amiga estupenda). Para salvarse de llegar a ser como su madre (y de sus precarios orígenes sociales), Elena elige a Lila: “Algo me convenció, entonces, de que si iba siempre detrás de ella, si seguía su ritmo, el paso de mi madre, que se me había metido en el cerebro y no me abandonaba, dejaría de amenazarme” (La amiga estupenda). A lo largo de los volúmenes, Elena, como en una bella bildungsroman, aprende varias cosas: aquello de que solo cuando dejas de rechazar algo o a alguien, deja de ser un peso en tu vida (y que la razón por la que lo rechazas a veces solo está en la mente); aquello de que las condiciones de la vida de cada uno son tan absolutamente distintas que compararte con otros solo lleva a la pérdida del sentido propio; aquello de que congraciarte con los otros, para ser una “buena chica”, solo nos aparta de nosotra(o)s misma(o)s y que las palabras escritas pueden cambiar la realidad, si se asume la responsabilidad de decirlas: “Los libros se escriben para hacerse oír, no para quedarse callados” (La niña perdida). Sin embargo, uno de los aspectos más interesantes de esta obra de Ferrante es que, pese a que Elena aprende a sentir a su madre como una parte (cada vez más amorosa) de sí misma y a desprenderse de la sombra de Lila para sopesar su valor propio (y su autonomía), las inseguridades jamás van a desaparecer del todo, como suele suceder en las vidas de la mayoría (y la honestidad con la que la narradora las expresa es uno de los aspectos escriturales más memorables de mi lectura de Ferrante).

 

De manera paralela a las vidas de Lila y de Elena, Ferrante muestra la historia de Nápoles y, a través de ella, de Italia, durante la segunda mitad del siglo XX y el inicio del XXI (que podría ser también la historia de una ciudad latinoamericana de finales del siglo XX). Lila y Elena nacen y crecen en un barrio popular de Nápoles, uno en donde quienes han conseguido dinero lo han hecho sacando provecho de sus semejantes, de sus vecinos: siendo contrabandistas y prestamistas (a usura) durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra; luego, llegando a ser exitosos comerciantes en el barrio robando a sus clientes; cuando la droga arriba a la ciudad, convirtiéndose en microtraficantes; atacando a los comunistas y aliándose con los fascistas. Mientras Lila permanece en Nápoles y en el barrio para tratar de cambiar una realidad que, finalmente, la sobrepasa (y este fracaso de Lila será uno de los momentos más tristes de la saga), Elena se va de la ciudad. El paso del tiempo solo parece demostrar que lo único que cambian son los discursos, las palabras que emplean los políticos y los intelectuales para nombrar aquello que permanece: las eternas cadenas de explotación entre los hombres.

 

Elena soy yo y tantas otras que hemos visto en la lectura y en la escritura una forma de distanciarnos de un mundo que nos parecía demasiado estrecho, a pesar de las dificultades que esto conlleva cuando se proviene de una clase social cuya tradición no ha sido la del abierto acceso a la cultura escrita e impresa. La sensación de extrañeza y de inadecuación de Elena es doble: frente a su familia-clase social y frente a su género. Su propia clase social desconfía de ella porque se alía con intelectuales de clases altas para quienes la pobreza, la guerra, el hambre, la clase obrera y la paz solo son discursos; para los de esas clases altas, Elena será una advenediza en la que no se puede confiar a riesgo de que, a la menor tentación, aparezcan los “malos modales”.

 

Dos amigas es la saga que me hubiera gustado escribir: una obra monumental tan llena de sentimientos como de sociología, tan llena de feminismo como de folletín. Lila y Elena nacieron en la década de 1940 y lograron tener vidas autónomas de sus papeles tradicionales de esposas y de madres, y desprenderse del rol de la mujer sumisa siempre atenta a cumplir los deseos del hombre (no sin sufrir ciertas violencias), del rol de la mujer inventada por un hombre. Lila y Lenù son lo que no pudieron la mayoría de nuestras madres y que las mujeres de nuestra generación hemos buscado a veces a tientas y otras con mayor seguridad. Lila y Lenù son la representación de las relaciones entre mujeres (que, a veces, son un sucedáneo entre las de madres e hijas, como en Lenù): una constante tensión entre el amor y la desconfianza, entre la hermandad y la competencia que, pese a la incomodidad que nos genera, va perfilando nuestra particularidad y fortaleciendo nuestras cualidades en un juego de espejos. La amistad de Lila y de Lenù no es fácil de definir, no solo por las enormes diferencias en sus caracteres y en las decisiones que forjan sus distintas trayectorias vitales, sino por esta tensión, que no se resuelve en una época y lugar (porque se extiende hasta hoy), y que aún enseña a las mujeres a competir por la atención de los hombres, a partir de causarse envidia entre ellas mismas reflejando sus propias inseguridades en las demás (humillar a otra para soportar mejor la propia humillación).

 

No quería terminar el cuarto libro, no quería dejar de estar en compañía del mundo de Ferrante, de Lenù. Me quedan las noches en las que las horas pasaron hasta la madrugada sin darme cuenta; me queda aquella noche en la que el llanto fue incontenible porque la humillación de Elena también había sido la mía (y la de tantas otras). ¿Qué hace la literatura? No dejarnos sentir solos.

 

Elena Ferrante. La amiga estupenda [2011]. Trad. Celia Filipetto. Bogotá: Debolsillo, 2020.

Elena Ferrante. Un mal nombre [2012]. Trad. Celia Filipetto. Bogotá: Debolsillo, 2020.

Elena Ferrante. Las deudas del cuerpo [2013]. Trad. Celia Filipetto. Bogotá: Debolsillo, 2020.

Elena Ferrante. La niña perdida [2014]. Trad. Celia Filipetto. Bogotá: Debolsillo, 2021.

 


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Publicado por Paula Andrea Marín C.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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