Favila Editorial |
Por Artur Azevedo*
Traducción de Juan Camilo Perdomo
Un día Simeón, que hacía dieciocho años no venía a Río de Janeiro, salió de Macaé y lo primero que hizo al llegar a Pharoux fue a buscar a su hermano José, de quien no tenía noticias nuevas.
No le fue difícil encontrarlo, lo halló en una posada en Morro do Castelo donde vivía en compañía de su mujer, que hacía de cocinera, lavandera y planchadora, y de su hijo de seis años, travieso como un demonio.
Simeón quedó bastante molesto cuando su hermano le confesó que no tenía profesión u oficio y que vivía gracias a su maña.
— No tienes de que preocuparte Simeón, ¡podría ser peor! Al menos en esta choza podrás almorzar y comer; ¡hasta hay veces que cenamos! Pero es preciso que sepas una cosa, no gano ni un centavo que no haya ganado honestamente. Me muevo por doquier, taladro por allí, taladro por allá, siempre consigo algo con lo que vivir. ¿Qué hora tienes en tu reloj?
— Las tres y cuarto.
— A las cinco debo estar en casa del Dr. Paiva que me mando a llamar. ¿Para qué? No lo sé, pero ciertamente algo he de ganar. Sé que está a punto de casarse con la hija de un comerciante de la Rua de São Pedro y tal vez esté relacionado con algún encargo para el matrimonio.
A las tres salió de casa José en compañía de su hermano. Bajaron del cerro y subieron a la Rua de São José.
Por el camino se encontraron con un tipo gordo que al pasar junto a José, gritó:
— ¡Adiós, compadre!
— ¿Quién es? — preguntó Simeón.
— Rodriges, una de las principales fortunas de Río de Janeiro.
— ¿Es tu compadre?
— Claro.
Llegaron a la avenida y se cruzaron con un coronel del ejército a quien José saludó en los siguientes términos:
— Buenas tardes, Sr. Compadre.
— Buenas tardes.
— ¿Él también es tu compadre? —, preguntó el hermano.
— También. Tengo muchos compadres y todos son hombres de buena posición y fortuna.
— ¿Tienes muchos compadres? ¿Cuántos?
— Ocho
— ¡¿Qué?!
— ¿De qué te sorprendes?
— ¿Todos te pidieron que fueras el padrino de sus hijos?
— No, fui yo el que les pidió que fueran los padrinos del mío.
— ¿Qué clase de lío es este? Solo tienes un hijo, ¿cómo puede tener ocho padrinos?
— Te lo diré solo porque eres mi hermano, ¡bauticé a mi hijo ocho veces!
— ¡Oh! ¡Qué sacrilegio!
— ¿Sacrilegio por qué? ¡Es ocho veces cristiano!
— ¡Qué idea la tuya!
— Pero, ¿acaso no te dije que vivo gracias a mis mañas?
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Artur Azevedo (1855 - 1908) escritor, comediógrafo y periodista brasileño. Se distinguió por su aguda sátira y capacidad para capturar lo cómico de la vida cotidiana, reflejando un profundo conocimiento de la sociedad brasileña al usar tanto un lenguaje académico como popular. Escribió más de mil artículos y más de un centenar de cuentos y de obras de teatro. Fundó la Academia Brasileña de Letras y su legado literario sigue siendo valorado por su ingenio y perspicacia. En Colombia, algunos de sus cuentos han sido traducidos por Favila Editorial y por Alto del Nudo Editorial.