Por Andrés Felipe Yaya
Es domingo y hay sensación de domingo en el aire. El día parece una acuarela sensible, un paisaje herido. Pasa lento y se hace imposible medir el tiempo de la realidad. Hay tiempo, pero se hace tarde para todo. Los domingos pasan como pasan los rostros que pierden su felicidad. Hoy, tal como los domingos, no hay certezas, sino sucesos. Te levantas temprano, te asomas por la ventana mientras el sol duele en el fondo de la memoria, pones la canción que has escuchado durante toda la semana y uno a uno los recuerdos se acumulan en imágenes, como pedazos que se arrancan de un cuerpo mutilado. Hay un sol que se escurre por las formas de las cosas. No pasa nada. Solo transcurre la vida y toda su misteriosa geometría. Suena de fondo You're beautiful. Subes el volumen como intentando evocar un momento, un encuentro que se siente en todo el cuerpo, pero llega el silencio y la desolación del domingo. El mundo afuera bulle como un pájaro asustado. De repente entra el viento y se siente que la vida es un fantasma que deambulada por todas partes. Todo es un momento suspendido, sin garantía. Todo parece quieto pero sientes que tu corazón late perezosamente, que la sangre choca en cada rincón de tus entrañas. Te sientes otro. Hoy lo que siempre se ha pensado pesa como arena mojada. A veces, como este momento, la vida se hace menos vivible. Pero lo contenido se expande y te envuelve. “Fue domingo en las claras orejas de mi burro”, sentenció César Vallejo, mientras nos instalaba en un dialogo entre los Andes y la vieja Europa. Es, sin duda, un domingo de colores claros, abierto a las posibilidades, como las orejas de un burro. De modo que piensas en el vértigo de Vallejo, en la solidez de sus palabras que trituran toda emoción. Piensas en la vida como una constante demolición que destruye y descubre. No hay forma de evitarla.
Ves la película Fingernails. Piensas en el amor como una coartada. El amor, más allá de toda trama, es una huella invisible que se va dibujando en el otro. Fingernails es una película distópica donde el amor se convalida a través de una prueba donde los amantes deben arrancarse una uña a sangre fría. La certeza está precedida por el dolor. Si el resultado es positivo la relación permanece. De lo contrario, termina. Al arrojar un 50% quiere decir que solo uno de los dos está enamorado. Así pues, es una máquina la que afirma o niega un sentimiento. Abatida queda la vida interior. El amor, muchas veces, es un sortilegio que nos alcanza, nos venera y nos envuelve con su combustible hasta incinerarnos. Podrías salir a caminar a la caída de la tarde, pero te instalas en la contracción como recibiendo una conspiración de vida. Dejas que pase el día. Repite que es mentiras todo que sucede. Sabes que después de ver Fingernails en toda contradicción radica el verdadero amor.