Enjambre
Los ruidos vuelan en enjambre hasta mi rostro
perturban esta frágil paz sostenida como un río
veladura invisible, telaraña de luz, paz líquida
el mundo, con su fractura diaria, se mete aquí,
entre las comas, en la sincronía que antes nos movía,
entonces me descompongo, la geografía es una herida
y el tiempo pasado un arco en tensión, un perro con rabia;
los tendones de los pies se rompen, la tarde se vacía
y un taladro cruel perfora la última escafandra.
Las palabras se liquidan y son hormigas temblando
en la selva del vicio solitario, selva nocturna, insomne
y se quedan a la deriva, buscando refugio, hormiguero.
El vendaval fue implacable, ya no hay velas encendidas,
el veneno del mundo dejó de ser en dosis controladas
y la mente sigue al alma, desbocada, sin dirección posible,
electrocutada por los abandonos y la ciega interferencia,
quedan sólo desperdicios, pabilos inutilizados, cenizas;
a veces los enjambres son el miedo pánico, total, funesto,
el cosmos se reduce a una vaga brecha ignota y derruida
que hay que atravesar cojeando entre charcos de orina
diminutos lagos dorados donde el inmenso sol se descuartiza
y las nubes raídas avanzan heridas, llenas de presagios grises
dibujando insectos que nos recuerdan la muerte, la caída.
Estuvimos
Estuvimos contemplando una ventana rota
huesos de bailarinas fracturadas
calcio rupestre de la danza postnuclear
letreros que nos vendían el mal a plazos fijos.
Estuvimos en una calle hermosa y purulenta,
buscando chapulines, queso, cacahuates y mezcal
ahí la desnudez fue flama en el tacto, alambre con púas
catedral de piedra verde, una forma de no rendirse.
Estuvimos acariciando un gato ronroneando su veneno
los montes blancos y las pirámides nos fundían
las puertas de las casas nos parecían fotografiables
las muertes y desarmes parecían entonces aplazables.
Estuvimos parados dentro de un círculo, uno frente a otro
y nos dejamos acuchillar por la espalda y sangramos alegres
todo el miedo que nos inundaba, y ahí morimos de pie
como árboles urbanos que se dejan destruir por el paisaje,
por el aire obsceno que los ahoga, los enreda y asfixia.
Un día estuvimos así, en pasado, construyéndonos futuro.
La grieta de sol
Me acuesto en una cama que naufraga
palabras púas gravitan sobre mí, memoria, olvido
las viejas direcciones están rotas, sin manecillas
el destino bipolar enrojece manos y murallas
frases salitres y de fuego golpean las paredes
sumergida en la neblina hallamos nuestra cruz
ahí colgamos ofrendas despreciadas de aire y polvo
anclajes lascivos y nocturnos nos atan en lo oscuro
me acuesto sobre la hierba incendiada, desaparezco
una voz boscosa me llama entre bellas avispas suicidas
mi herida hecha bosque, humo, panal
en los molinos de las tres o cuatro de la mañana
la yugular del amanecer nos exprime como uvas
triturados, observamos un mundo oxidado, erosionado
nuestros padres mueren en silencio, y no se van
aunque las marchas y los tatuajes los desmientan
desiertos florecen a destiempo y a destiempo morimos
hablamos con idiomas inconexos, intraducibles
indiferentes y silenciosos, borramos huellas dactilares
el rencor es alborada en otros, mi herencia nada
manejamos con el velocímetro averiado, desnudos, solos
y solos, con ojos vacíos, erramos en nuestro miedo
con argumentos paranoicos sepultamos espejos
y sepultamos huesos cósmicos, copas rotas, llaves
puertas vaginales, espectros de una fauna visceral
en el retrovisor empañado el humo cobija el pasado
instantes hundidos en dunas tóxicas regresan
los planetas se desalinean, recuerdan la soledad
el corazón del sol prende praderas que nadie observa
me acuesto en el gran desierto sepia y ermitaño
una grieta se metamorfosea en letra, duermo.
Cholula, Agosto 2014