Por L.C. Bermeo Gamboa
Marzo 11 de 2017 – Hombrecitos
representativos a ritmo de bolero
“La
raza se beneficia de su fama”, dice orgullosamente Ralph Waldo Emerson, al
inicio de su ensayo sobre La utilidad de
los grandes hombres, por ello, si la obra de Isaacs no hubiese tenido el extraordinario
éxito que reseñan sus estudiosos: impresiones y adaptaciones, tal vez hoy los
académicos sólo referenciarían a María
como una novela romántica más, que hubo tantas como boleros hay con nombre de
mujer: “Acuérdate de Acapulco/ de aquella noche…”.
También
dice Emerson que los hombres son representativos “primero de cosas y después de
ideas” y que logran consolidarse cuando es posible un “intercambio (…) del genio”,
una “oferta aceptada de cuando en cuando a lo largo de un siglo”.
¿Fue
Jorge Isaacs un hombre con genio literario? ¿Este genio influyó en Andrés
Caicedo? ¿Podemos intuir que hay un genio literario que ha pasado de Isaacs a
Caicedo en el transcurso de un siglo, de 1867 a 1977?
Cosas
que representan: el paisaje y el arquetipo femenino. Y en Caicedo se introduce un elemento más como determinante
formal de la obra: la música.
Ideas
que representan: las obras describen dos sistemas socio-culturales opuestos
característicos del Valle del Cauca.
La
educación es una idea que determina la representatividad de ambos autores:
Isaacs, como su personaje Efraín, son producto de una educación elitista y
conservadora con una jerarquía social excluyente, valga recordar que Isaacs
estudió en Popayán y Bogotá en instituciones para las familias más poderosas
del país y que su familia era esclavista. Por el contrario, Andrés Caicedo es
el hijo calavera de una familia burguesa mezclada con clases populares y que se
educa en instituciones públicas. Isaacs se educó para ser un terrateniente con
aspiraciones políticas, en lo cual fracasó, salvo en su vocación de segundo
plano, la literatura, que le granjeó un sorprendente éxito. Caicedo se educó como
toda su generación para ingresar en la economía de profesiones certificadas,
sin embargo aprovechó la academia para cultivar su vocación literaria, en la
que tuvo un modesto reconocimiento en vida.
Analizando
un poco la historia del Valle resulta comprensible porqué Jorge Isaacs es el autor
canónico del departamento, el que goza de mayor simpatía institucional frente a
Caicedo. Esto se debe a que las estructuras socio culturales de su época, aquellas
con las preferencias estéticas que su novela reafirma, permanecen activas y aún
detentan el poder económico y político del departamento, manteniendo ese gusto
local. Una realidad palpable en Cali donde la cultura oficial aún es asumida
bajo la pose solemne y exhibicionista de las clases privilegiadas de la ciudad,
y como el adorno artístico de familias prestantes herederas de esta tradición
paternalista y premoderna.
Presumo
las condiciones que llevaría en este sistema un autor como Andrés Caicedo,
luchando para que su novela sea reconocida, ¿ganaría el Premio Jorge
Isaacs? Esperando que le abrieran un espacio para presentar su obra en la
autodenominada Fundación de Poetas Vallecaucanos. Y sin embargo, a través de
las influencias literarias, Isaacs y Caicedo se complementan.
No obstante la relación que ambos tienen con su lugar de origen, fue Isaacs quien dijo: "¡Sí, mucho amo al Cauca, aunque es tan ingrato con sus propios hijos!" y pidió que fuera sepultado en Medellín. Mientras Caicedo que siempre renegó: "Odio a Cali, una ciudad que espera, pero no le abre las puertas a los desesperados", descansa sin flores en el panteón local de esta ciudad.