martes, 18 de septiembre de 2018

Después de la ira de Cristian Romero

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Por Daniel Ángel 

¿Qué es la dignidad? No lo sé. Es ridículo hacerse ese tipo de preguntas en un país como Colombia, piensa el hombre que a su vez le pregunta a Dios ¿por qué le ha arrebatado a su hija de cinco años?, o le pregunta el campesino mientras arroja la última palada de tierra sobre la fosa común en la que indistintamente han debido enterrar a sus familiares, vecinos y amigos.

            En ese, y muchos otros casos, qué importan los conceptos o la dignidad misma. Al igual cuando te quieren quitar tu tierra y al no lograrlo te envenenan a ti, a tu familia, a tu tierra, haciendo emerger lo más oscuro y descompuesto que te habita, dejándote iracundo, solo, odiado.

            Por eso, todo es un incendio, todo se consume: los maizales y la familia; un pueblo entero y las esperanzas; la naturaleza y la sociedad misma. A su vez, paradójicamente, todo es frío, frívolo, porque el fuego es representación de la muerte, de lo que sucumbe, de ese desierto perpetuo al que llegan a trasegar los cuerpos cuando por fin huye la vida.

            Y este libro, escrito con párrafos cortos, con oraciones contundentes y filosas que solo buscan [como el verso en el poema] crear imágenes que incomoden como soles resplandecientes en los ojos del lector, nos habla de la dignidad, de la muerte, de la conspiración multinacional por apropiarse de las tierras de los campesinos, de los vejámenes a los que se han visto sometidos los que no tienen voz, porque de ellos solo hemos imaginado sus súplicas, sus gritos, sus últimos suspiros.

            Pero también este libro podría pertenecer al género de la ciencia ficción, aunque carezca de la presencia de máquinas innovadoras o de seres con inteligencia superior a la humana [aunque para esto nos baste observar a nuestras mascotas en la casa], simplemente puede hacer parte de este género porque hay sorpresas que trascienden a la normal conducta y actividad humana. Y las langostas que carnavalizan la violencia en las antiguas galleras, hacen parte de los métodos de los poderosos por encumbrarse en el poder, elementos de la lucha de clases que siempre aparecen en los libros más importantes de la ciencia ficción.

            Una tarde un amigo me preguntó si yo creía que en Colombia algún día la derecha depondría su poder y le respondí que no, por supuesto que no, porque ese día Colombia dejaría de ser Colombia y los colombianos, colombianos. También le dije que de buenas a primeras ellos no renunciarían a su mejor negocio que es el país, y que por eso sus métodos cambiaban [porque no creo que a eso pueda llamársele evolución, haciéndolos más eficaces y certeros, como en este caso, en Después de la ira en el que crean monstruos kafkianos.

            Por eso creo que también esta se trata de una novela apocalíptica, por supuesto no en el sentido bíblico en el que se entiende que llegará el día del juicio, de la suma y resta de cuentas, de la repartición para Dios y el Diablo, y por tanto el fin de la especie humana. Este apocalipsis es metafórico, pues proviene después de la ira, no hace parte de un futuro lejano en el que Dios o quién sabe quién se harte de la raza humana, no es ninguna fuerza divina y metafísica la que destruye al hombre, pues es el propio hombre y su ambición la que lo hace. Por tanto, el fin que propone el libro está dado por los mismos hombres sin rostros, sin carácter, de la misma forma como lo hicieron los paramilitares en muchos pueblos de Colombia, cuando llegaban en hordas, encapuchados y acababan con todo.

            Y sin embargo, Después de la ira es en definitiva un libro sobre la dignidad del hombre, no nos importa qué sea esta: sacrificarlo todo por los ideales; heroificar a nuestros personajes hasta que sus acciones sucumban en la estupidez; darle valor a la tierra, a la vida, a los hijos, a la familia y no al dinero [por idiota que parezca]; poseer un espíritu batallador; ser un rebelde que lucha en contra de las hegemonías. No importa, en verdad, cuando en este país es lo primero que nos enseñan a perder, con el fin de preservar la vida. Eso quiere decir que muchos en este país viven indignamente, pero viven. Y este libro nos habla de esta paradoja, porque allí radica la dignidad, en apostarlo todo, y de seguro perderlo, pero luchando, siempre luchando.


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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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