Cuando tenía 16 años, según mi memoria, llegué a una
reflexión seguramente motivada por las lecturas que hacía por esa época: Teilhard de Chardin, Karl Marx, Engles, Mao Tse Tung, en la que concluía que no
existía ni el bien ni el mal que tanto proclamaba la Biblia o los sacerdotes en
las iglesias, o mi abuela que rezaba tanto, sino que lo que realmente existía
eran los intereses particulares. La gente actúa de acuerdo a lo que le
conviene, a lo que quiere que le convenga, y esas acciones entran en un juicio
moral de bien o de mal. Los comics son un ejemplo de esta reflexión. Si revisamos
cuáles son los motivos para que el malo sea malo, o el bueno sea bueno, pues, ligeramente, podemos decir que tienen sus propios intereses, o sino que
lo diga Thanos o Megamente, cada uno con sus propios deseos de lograr sus
sueños.
Y es
un asunto que también se refleja sin reparo en nuestras contiendas electorales.
Hay unos bienes particulares que se establecen por encima del bien común, nubes
grises que amenazan cubrirnos con lluvia y granizo. Álvaro Uribe (mencionar a
Duque es redundar en el primer nombre), Gustavo Petro, Sergio Fajardo y los
demás candidatos piensan en ese interés personal, o de un colectivo que piensa
como un solo cerebro (teoría de la acción colectiva) y con ello llegar al
poder. Algunos de ellos transcienden un poco sus intereses y logran pensar en
el otro, en el que votó por ellos; es decir, entienden que son líderes al
servicio de la población. Pero en general, todo apuntan a cumplir las metas que
se han puesto ellos, o su colectivo, para sus beneficios. Y creo que de eso se
trata la política cuando se humaniza: por eso existe la corrupción, las
leyes que benefician a funcionarios o a sus empresas propias, o los deseos de
generar una sola corte, entre otras cosas que hemos visto por muchos años. De
la constitución original, la de 1991, quedan vestigios de muchos artículos por culpa de las modificaciones que la carta ha tenido para beneficio de otros: la
reelección es una muestra indiscutible de ello.
Aunque
lo paradójico es que Thanos y los Vengadores quieren algo en común: el
bienestar del mundo, pero cada uno a su manera. El primero eliminando a media
humanidad y los otros tratando de sostener el status quo que nos deja a todos
en el mismo mundo. Así también actuamos nosotros. El asunto está en que no coincidimos en esa
forma en la que planteamos el bienestar querido, y por eso nos dividimos entre buenos y
malos. Nuestro imaginario representa a los buenos del lado diestro de Dios
Padre, mientras que los que tenemos pensamientos diferentes, de izquierda y otros no
tanto, pertenecemos al infierno de El Bosco, o de Dante…
Actuamos siempre pensando que somos ciudadanos de bien, que hacemos lo mejor por el país, y eso a veces nos pone en el "todo vale", inclusive silenciando al otro . Cuando abucheamos e insultamos a Timochenko o a Uribe,
sentimos que eso es lo correcto. Somos a veces Thanos, a veces los Vengadores.
Y sobre esas discusiones nos desgastamos por redes sociales, en las
charlas con los más cercanos, con la familia, y nos miramos con rencor o
diferencia, mientras que los que quieren el poder se lavan las manos y se
quitan de la pelea. Y los miedos de lado y lado nos invaden, volveremos a las
chuzadas, a los falsos positivos, la paz se acabará, dicen unos; nos convertiremos
en Venezuela y el país lo tendrán las FARC, dicen otros. Una vez más, todos
queremos lo mejor para nosotros como habitantes de Colombia, pero no logramos ponernos de
acuerdo.
Es por eso que lo ideal, creo yo, sería que Thanos
traqueara sus dedos y Los Vengadores también se sentaran a contemplar el horizonte.
