
Y es necesario decir que el cine de los chistes es el
que patrocina al cine solitario.
Sin embargo, aparecen películas que me llenan de
esperanza porque son ese punto medio del cine colombiano, es decir, narran
buenas historias sin necesidad de recurrir al ridículo. De estas sí doy
ejemplos (tal vez no a todos les parezca buenos ejemplos): La estrategia del
caracol, Los niños invisibles, La gente de la universal, Los colores de la
montaña, Confesión a Laura, Los viajes del viento… y otras muchas que se me escapan
por ahora.
Así es Pájaros de verano, una película
que cuenta una historia que cruza dos culturas, la Wayúu y la nuestra, tan
occidental y a veces tan nociva. Es una historia que se cuenta en Wayuunaiki y
español, entre bailes indígenas y vallenatos, entre el dote y la marimba. Esta
cinta dirigida por Cristina Gallego y Ciro Guerra, muestra cómo una cultura se
traga a la otra, la devora, la vuelve ambiciosa, la convierte en muerte.
De este filme cabe destacar la delicadeza con la
que abordan las tradiciones de los indígenas Wayúu, su conexión con la naturaleza
y con el mundo de los muertos, la violencia y la ambición occidental que llega
en forma de marihuana, pero que no por ello deja de ser para lo Wayúu una forma
de ganarse la vida, de sobrevivir. Nunca emiten un juicio de valor sobre la
manera en que llega el dinero a sus vidas. Repito, es una historia que se narra
sin pretensiones, sin querer figurar. Ella figura sola, como las buenas obras,
no necesita usar un lenguaje lento, lleno de expresiones que nunca decimos en
una conversación.
Excepto
los hijos de los protagonistas que en nada se parecían a ellos, la actuación
natural es muy buena, y ello aporta a la construcción de la verosimilitud de la
obra.
Pájaros
de verano es una película de mafiosos del desierto y de la sierra, de gansters que creen en los mensajes que traen las
aves y los sueños.
¡Muy
recomendada!