miércoles, 28 de octubre de 2020

Un Domingo

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Esquivas a tu corazón y destrozas tu cabeza…

―Serú Girán 


He sido o soy Sergio, el protagonista de Domingo, la obra de teatro escrita por Ricardo Silva Romero. También he pasado o estoy pasando por ese incomodo y angustiante sentimiento de dejarse ir, de querer irse, de cerrar los ojos y tener la tranquilidad de Helena y dormirse para olvidar. En un triángulo amoroso solo quedarán heridas que no se dejan curar, que no tienen la fuerza para cerrarse porque nos cuesta sentarnos por un momento y tomarnos en serio los pensamientos que, en momentos de calma y reflexión profunda, nos dicen la verdad: Es mejor irse, está a tiempo. Pero en ese juego entre lo que se siente y lo que se piensa siempre gana una especie de sensación de felicidad falsa, de ilusión vana, de un empuje extraño que invita a comerse el mundo, a hacerle caso a ese cosquilleo que no sé bien si es en el pecho o en el estómago. 


Me decidí a ver la obra de teatro por dos razones. La primera porque mi cita con el teatro era cada mes, pero la pandemia nos dio un revés y yo me negaba a entrar a la virtualidad, porque si algo tiene el teatro y lo hace grande, es la atmósfera, ese bello lugar de telones, de magia, de las sensaciones que se generan cuando nos invitan a entrar a la sala, cuando esperamos-por lo menos yo- con impaciencia a que inicie la obra mientras miramos al escenario. Me animé porque al final, es el arte el único que nos permite mirarnos a nosotros mismos y hacer la resistencia al caos del mundo. La segunda razón tiene nombre propio: Ricardo Silva Romero. Un autor generoso con sus lectores, que nos ha entregado grandes novelas en donde no solo se refleja la realidad de un país, sino la misma condición humana, pues, recordemos que no es otro el fin de la novela que: la exploración por los rincones más profundos del hombre.   


Me lancé sin más y acomodado frente al televisor, empecé a ver a Sergio angustiado porque Helena no despierta. Pero no es solo la historia de estos dos amantes, sino es la vida de los amigos y la madre de Sergio, de los amigos y el esposo de Helena, de un grupo de personas que están ahí, esperando para tomar la decisión de irse o quedarse. Los padres de Francisca que no hacen otra cosa que resistir, aguantar, soportar sobre sus espaldas su mundo, que se resume en el mundo caótico que vive su hija, porque los padres jamás dejarán de ser padres y jamás entregarán la carga completa que significa existir y combatir contra el dolor, el miedo y la soledad, porque siempre van a querer proteger a los hijos sobre cualquier mal. Y entonces, la obra nos va girando la cabeza y ponemos nuestros ojos en las consecuencias que trae el profundo sueño de Helena sobre el sofá del apartamento. Es como si una carta de ese castillo de naipes que se estaba construyendo se derrumbara por un mal cálculo, por una mano temblorosa, porque jamás la base estuvo bien puesta. En los capítulos que nos muestra Domingo, vamos caminando sin parpadear por la vida de los personajes que pueden ser cada uno de nosotros, que pueden representar un momento de nuestra vida, un recuerdo que aún duele, una fisura sin curar. De tal modo, que yo soy Sergio y mi Helena está dormida, pero despertará y cuando lo haga, no sé si estaré listo para no seguir el frenético juego de los amores contrariados. 


Ricardo Silva Romero ha entendido muy bien cuál es el fin de la novela. Qué alcances puede tener y para qué sirve escribir en un país que pareciera tener alzhéimer. Ha entendido muy bien el drama, sabe que todo principio tiene un fin y que tal fin no es un cuento de hadas, que toda acción tiene una repercusión porque ya no hay un Dios que nos dirija o nos salve, el hombre debe hacerse cargo de sus responsabilidades. Esto no es algo nuevo en su narrativa, Domingo me hizo pensar en Comedia Romántica, su novela del 2012 en donde Benjamín y Martina se funden en un diálogo que rememora un asunto importante: el por qué jamás pudieron estar juntos. Es un saldar cuentas, aunque, no es preciso saber si eso en verdad se pueda cerrar. Es pasar-se factura. No me sorprende encontrar la relación directa, ya que, si hay algo que caracteriza a Ricardo Silva es una sensibilidad y dulzura para estrellar contra la pared eso que llamamos amor. “Que los opuestos se atraen, claro que sí, que somos el uno para el otro porque yo lo empujo y usted me frena, pero no creo que la vida nos vaya a dar semejante destino”. Dice Martina. “«Pero», a usted le faltó también jugársela toda por mí. «Pero», así le funcione en su mundo extraño que parece ático de asesino en serie, las cosas no son tan fáciles como usted las quiere pintar”. Los reclamos de Martina que no son más que una profunda melancolía por lo que no fue, por lo que alguna vez parecía ser cierto, pero, acabó por esfumarse una tarde, una tarde de domingo.  


Que Helena se despertara o no dejó de importar. Era de entenderse que si Helena despertaba era la continuidad de un juego que se balancea entre el amor y el olvido. Entre el desprecio y la culpa por una vida hostil y carente de sentido, aunque todo lo bonito gire alrededor. Es que así somos los seres humanos, individuos que cargan sobre sus espaldas eso que no fue, las ilusiones y los deseos que se desvanecieron. Buscamos justificarnos constantemente con excusas que no son más que un poco de gasolina para seguir, para empujarnos a la misma desgracia, al mismo drama de una vida que no es la deseada, pero tampoco tan asfixiante para querer dejarlo todo por completo. 


Vale la pena ver Domingo y seguir la historia. Jugar a darle un final, porque la obra de teatro es interactiva, da la oportunidad de seleccionar el cierre que el espectador quiera, pero ¡qué decisión tan difícil! Pues, al terminar la obra, ahí, en la parte inferior, están las opciones, los finales extendidos. Los ves todos, te queda una zozobra, una sensación de vacío, porque estás a punto de quedarte con el final que tú quieres, pero, para tu vida, para tu propio drama, porque Sergio o Helena, o cualquiera de los personajes eres tú y entonces, buscas y crees encontrar en esas opciones la mejor forma de visualizar la historia que quieres o quisiste para tu vida. Yo soy Sergio y elegí el final en donde una vez nos prometimos amor eterno, ojalá suceda pronto, por ahora, ella duerme. 


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Imagen: promocional de Domingo, una obra de teatro de Ricardo Silva Romero. Fuente twitter.



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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

1 comentario:

  1. Fantástico el dossier que la revista CORONICA, publicó sobre mi vida. Quedo muy agradecida y atenta a conocer al equipo de trabajo. Gracias!!!!

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