lunes, 22 de febrero de 2021

Envíeme un libro, por favor

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Una nota sobre 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff

Por Paula Andrea Marín C.

 

Hay metros y metros de estantes, inacabables. Llegan hasta el techo y son muy antiguos y de tono agrisado, como de roble viejo que ha absorbido tanto polvo al correr de los años que ya ha perdido su color originario. Tienen una sección dedicada a grabados, que es una gran mesa alargada […]. Hay asimismo algunas revistas ilustradas, antiguas y deliciosas.

―Helene Hanff, 84, Charing Cross Road.

 

Originalmente publicado en inglés, en 1970, 84 Charing Cross Road fue editado en español por Anagrama en 2002; en 2019, esta misma editorial lo publicó nuevamente, ahora en su ya emblemática colección Compactos 50, que celebra el medio siglo de existencia del sello barcelonés. La autora de este libro, Helene Hanff (Filadelfia, 1918-Nueva York, 1997), dedicó su vida a escribir obras de teatro para las que difícilmente encontró productores, guiones para televisión, artículos para revistas y libros informativos para niños. Con estos trabajos logró vivir modestamente en un mundo en el que pareciera que lo único importante fuera tener algo de dinero para comprar libros. Solo tras la publicación de la correspondencia que mantuvo durante veinte años (1949-1969) con el personal de la librería londinense Marks & Co. y, especialmente, con su librero principal: Frank Doel, Hanff alcanza fama entre el público lector; tanta, que del libro se hacen adaptaciones teatrales en Estados Unidos y en Inglaterra y, años después, una película que se vuelve de culto entre los amantes de los libros y de las librerías.

 

A este libro, uno de esos llamados clásicos contemporáneos, llegué gracias a un regalo de alguien que conoce mi amor por la lectura, los libros y las librerías. ¿Qué pueden tener de especial las cartas de una lectora a un librero, más allá de datos sobre autores y libros? Las que componen este son cortas, pero desde la primera carta, además de la información transaccional, surge la voz de Helene: una lectora, residente en Nueva York, muy particular, interesada en libros de “viejos” autores ingleses o en “viejas” ediciones inglesas que solo se encuentran en anticuarios o en librerías de libros leídos. Helene, cansada de recorrer librerías de viejo en Nueva York, encuentra, en una revista literaria, un anuncio de una librería en Londres que ofrece “libros agotados”.

 

Con un humor singular, con ironía e inteligencia aguda, Helene reconviene a su librero por el tipo de edición que le envía o por las demoras en encontrar el libro que le ha solicitado. A medida que avanza el intercambio de cartas, los remitentes van cambiando su lenguaje cortés por uno más familiar, aunque más Helene que Frank, un perfecto caballero inglés. Sin embargo, sabemos del aprecio de Frank hacia Helene, luego de que ella comienza a enviar regalos hacia Londres, sobre todo, conservas y embutidos con los que procura contribuir en algo a la limitación en las raciones de carne y huevos que viven todos en el país, y agradecer los buenos oficios de su librero, “el único ser que [la] comprende” (84, Charing…), y del personal de la librería. Es así que ingresan otras voces en las cartas: los catalogadores y asistentes que le escriben a Helene para agradecer sus envíos, a espaldas de Frank, quien no permite que nadie más le responda las cartas a su clienta neoyorkina; también aparecen las voces de la esposa y de las hijas de Frank, para agradecer los regalos. A través de estas múltiples voces, reconocemos señales del momento histórico y de los cambios del país, tras la Segunda Guerra Mundial: además del límite en la ración de alimentos, de la aparición de Los Beatles (y de sus gritonas fans) y del aumento de las hordas de turistas estadounidenses, también los cambios en las políticas públicas; luego del ingreso de la esposa de Frank al hospital por una breve temporada, este le escribe a Helene: “Gracias a nuestro Servicio Nacional de Salud, no nos ha costado ni un penique”.

 

Le escribe Helene a Frank en otro momento: “No se pregunte nunca si habré encontrado algo en cualquier otra parte, porque ya no busco en ninguna otra parte. ¿Para qué voy a bajar hasta la calle 17 a comprar libros sucios y estropeados cuando puedo conseguirlos de ustedes limpios y hermosos sin tener que alejarme de mi máquina de escribir? Desde donde estoy ahora, Londres se encuentra muchísimo más cerca que la calle 17” (84, Charing…). Tras leer este pasaje, pensaba en lo sucedido en 2020 con las librerías, en cómo el servicio a domicilio y la venta en línea se convirtieron en la salvación de los lectores habituales, quienes esperábamos los libros como si de un medicamento esencial se tratara (siempre lo hacemos), pero también en cómo estos servicios solo son una nueva versión de la venta postal de años anteriores, en países donde este servicio es y ha sido asequible, eficiente y seguro para la mayoría de la población.

 

¿Qué tipo de lectora es Helene?

 

A mí me encantan las inscripciones en las guardas y las notas en los márgenes: me gusta el sentimiento de camaradería que suscita el volver páginas que algún otro ha pasado antes, así como leer los pasajes acerca de los que otro, fallecido tal vez hace mucho, llama mi atención…

Cada primavera hago una limpieza general de mis libros y me deshago de los que ya no volveré a leer, de la misma manera que me desprendo de las ropas que no pienso ponerme ya más. Mis amigos son muy peculiares en cuestión de libros. Leen todos los best sellers que caen en sus manos, devorándolos lo más rápidamente posible…. Pero luego JAMÁS releen nada… Sin embargo, se escandalizan de que yo arroje un libro a la basura o lo regale. Según entienden ellos la cosa, compras un libro, lo lees, lo colocas en la estantería y jamás vuelves a abrirlo en toda tu vida. (84, Charing…).

 

Helene no es una coleccionista de libros; solo conserva aquellos que sabe que reelerá. Necesita libros bellos, pero baratos, porque no se puede permitir ningún lujo en su moderadísima vida de escritora. Sabe que sus estantes no son “dignos” de los ostentosos libros encuadernados en cuero, plenos de grabados e hilos de oro, fabricados por los ingleses, pero también sabe que están en su casa, gracias al desmantelamiento de las suntuosas bibliotecas de los caballeros y damas inglesas del siglo pasado, cuyos descendientes ya no necesitan del prestigio de los libros. ¿Qué clase de lectores somos? ¿Qué dicen nuestras bibliotecas de nosotros? Yo también, cada año, hago una limpieza general de mis libros y me deshago de los que no volveré a leer; los subrayo, anoto, resalto, quizá con la esperanza de que un lector futuro fije su atención en lo que alguna vez me interesó a mí. Me gusta Helene como lectora, me gusta su biblioteca de libros leídos y por releer.

 

Me gusta también que Helene sea una mujer que podría definirse esencialmente como una lectora y escritora, al margen de sus roles familiares o de pareja. Nada conocemos de la vida íntima de esta mujer más allá de una visita fugaz de su madre o de encuentros con sus amigos o con su editora. Pero no hay rastro de soledad en las páginas de sus cartas; su mundo está superpoblado de voces, de diálogos con autores ya fallecidos y de una vitalidad a toda prueba. ¿Qué más hace falta para ser feliz? Un buen libro, un sillón cómodo, un sitio cálido, un cigarrillo o nuestra bebida favorita, parece gritarnos Helene. Y esto es quizá lo que resiento de la película basada en el libro (que lleva su mismo título): allí, Helene tiene un amor perdido al que recuerda, como si no se pudiera ser solamente una mujer soltera, dedicada a leer y a escribir.

 

Como Helene, siempre he querido viajar a Londres; como ella, me he imaginado recorriendo sus calles a partir de las escenas de películas vistas y de libros leídos. El viaje tiene la ilusión de lo siempre anhelado y de lo que tememos que no corresponda en realidad con esa ilusión; es la misma sensación de tener amigos o amores en otras ciudades y países, a través de las redes sociales virtuales, con los que nunca nos hemos encontrado presencialmente. El viaje, al igual que un libro querido, que este libro, tienen el sabor de lo intocable por el tiempo.

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Helene Hanff. 84, Charing Cross Road. Trad. Javier Calzada. Barcelona: Anagrama, 2019.

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Publicado por Paula Andrea Marín C.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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