jueves, 8 de septiembre de 2022

El libro que vendrá

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Por Juan Aurelio García Giraldo 


Encontrar la palabra con la que el silencio pueda decirse, la palabra que sea el correlato mismo del silencio como texto absoluto o inefable es un empeño literario que sería delirante si antes no se ha tentado el verso, acechado el poema donde logren fundirse.  Con el poemario En lugar de otros (Frailejón editores, 2020) la poética de Gustavo Adolfo Garcés avanza hacia el terreno donde de a poco su palabra tiende a fundirse con la niebla de la página en blanco: 


Blanco 


Escribo 

un verso 

y después 

otro 

de niebla 


La poética de Gustavo Adolfo, diseminada a lo largo de 10 títulos desde 1987, es bien curiosa: una estética de la brevedad, muy perseverante, que no acude machaconamente al expediente autobiográfico, y cuya dirección encuentra sus rumbos, no ya en lo que como persona le cabe por decir, sino en hostilizar cada vez más radicalmente el formato del poema breve, ya se trate del haikú o el epigrama, la glosa o el apunte, el escolio o el aforismo. 


El epígrafe del libro (raras veces se vale de paratextos como éste), corre por cuenta de Manuel Bandeira y reza: Los pocos versos que ahí van / en lugar de otros los pongo; es ya un guiño para sus lectores; de una forma sutil insinúa cómo los versos que siguen son más austeros aun que los de su obra precedente. 


El primer poema, al tiempo que confirma lo anterior, permite intuir cómo hay un desafío por limpiar las percepciones de toda intencionalidad y la intuición poética, de todo pensamiento subsidiario: 


Pintor 


Se repite 

una 

y otra 

vez 

pinta 

la aldea 

sin  

ningún 

propósito 

salvo 

la luz 


Qué duda cabe que su apuesta por el minimalismo poético tiende a ir más allá de los géneros que le sirven de soporte, como si más allá de los formatos conocidos para esta clase de expresión, hubiera otras matrices aún más breves y no menos cargadas de posibilidades semánticas. 


Es imposible no escapar a la sospecha de que el autor no sólo escribe los poemas valiéndose de las palabras, sino también de la página en blanco: una vez escritas, y sumadas a la página, superpone el silencio, el vacío de lo blanco que las rodea, y que al tiempo que las hacen decir también las hace callar, para que lo blanco del silencio, la noche de lo blanco, haga lo suyo.  Es aquí entonces donde el texto (austero, parco), ocupando lo mínimo del espacio, deviene en una doble condición: él y el silencio de la página: 


Hoja en blanco

 

Las  

palabras 

miran 

a otro 

lado 


Es suprema la tensión que impone su autor entre la máxima brevedad y la máxima extensión vacía de la página.  Por momentos, es como si en lugar de las palabras signara sólo con un gesto, con un escorzo, la extensión toda del espacio: 


Muchacha 


Es necesaria 

tu belleza 


Cabe recordar que ya en Breves días publicado en 1993, su autor había experimentado las posibilidades de esta máxima tensión de la brevedad con el ancho silencioso de la hoja: 


Blanco 


El blanco lo aprendí 

de las enaguas 


En el extremo de estas sospechas se intuye una resignificación del arte de escribir, donde lo escrito es tan necesario como la poda; pero ambos son el momento final de un adiestramiento de la percepción, un proceso intenso de depuración de la intuición poética, que culmina en la palabra mínima despojada de afeites, sin otra retórica que su presencia misma sitiada por el espacio en blanco: 


Rumor

 

El silencio 

de la brisa 

poda la encina 


No pocos de los poemas que integran este libro, hablan en favor del nuevo rumbo hacia el que se ha encaminado esta relación tan singular con la poesía, con la palabra y con la misma vida. Trasunto de sí mismo o de las otras voces que habitan sus poemas, pero consecuente con esta profundización del minimalismo, sin énfasis alguno, apunta: 


Anciano

 

Habla

cada 

vez 

más 

bajo 

murmura 


Desde luego, para la ortodoxia literaria resulta ser todo un escándalo esta cooptación del verso –de parte del monosílabo- donde la lengua Castellana por tradición ha exhibido, y lo sigue haciendo, su contundencia y su belleza valiéndose de la hipnosis que sabe obrar natural y dócilmente con el desenfado propio de su cadencia y de su ritmo, a través de un octosílabo, un endecasílabo o un alejandrino. 


De estas sospechas sobre el autor antioqueño, no se puede soslayar cómo su leit motiv más robusto tampoco se puede rastrear propiamente en los avances de su cosmovisión –temas y posturas- (que es lo que de ordinario y pertinazmente se busca en un autor), como en su interés progresivo por la forma literaria, por el despojo gradual de significantes y el espacio creciente que ocupan en su lira el vacío y el silencio de la página en blanco: 


Tarde 


Vacilan 

tus versos 

en la calma 

del estanque 


Se trata, pues, de un curioso proceso de autoaniquilamiento, donde las palabras se rinden a lo real, vaciadas de significado: significantes que declinan y declaran su impostura ante la calma del estanque, ante los mandatos de la página en blanco.  En tal dirección, pareciera ser cada vez más clara y deliberada la determinación de radicalizar las posibilidades de la palabra breve, del avance y la colonización, no ya de las palabras sobre la página, sino del blanco de la hoja sobre ellas, cercándolas, asediándolas, decantándolas, para recuperar su territorio, siendo las palabras, en este código, sólo un mojón de lo no dicho.  No sería exagerado decir que en el corolario de este código de escritura la página blanca, y no la palabra, es la que manda, pues marca el inicio y cierre del poema y, entre ambos, la palabra, con su fulguración repentina en la noche del espacio vacío: 


Huella 


El relámpago 

enciende la noche 

en la magnolia 


A futuro, ¿por qué no?, no sería de extrañar la presencia de fonemas o morfemas en el lugar del verso, como las notas perdidas de un lejano pentagrama (1).  ¿Por qué no? La probada elasticidad del verso y la consiguiente versatilidad de la palabra, en su momento justo, serían el gong ceremonial conque inicia y culmina el rito del verso y el poema, del libro que vendrá.  ¿Por qué no? Si ya en esta poética la palabra no está sujeta a lo que dice sino al donaire, la forma del gesto con que se escribe y se pronuncia, ¿qué la puede detener para declarar sencillamente su existencia sobre el vacío de la página que la acoge entre un parpadeo y otro? 


Madrigal 


El día aguarda 

una palabra tuya 


Quién sabe a futuro lo que resulte de eso, pero es nítida en este libro la percepción del mundo a través del lenguaje, a través de la palabra poética, como una religión que se edifica menos sobre ella que sobre el ser que está en su búsqueda. 


De esta comunión con la vivencia, en la que concurren la simultaneidad de las percepciones, se asoma una nueva sintaxis para el verso, en la que convergen los fonemas o grafemas de una intelección semántica no lineal, imbricada con el espacio mental, visual y abstracto que los engendra; y, tras bambalinas, el demiurgo: 


Dios 


Duda 

de todo 

corrige 

un texto 

perfecto 


El demiurgo o el ser, el amanuense, como principio rector de la experiencia, como el límite de lo deseable y de lo inteligible: 


Temporal 


Las 

palabras 

lejos 

del poema 

a la deriva 


El ser que, poema tras poema, escrito o revelado, leído o experimentado, cifra en su seno la salvación, como en este salmo: 


Oficio 


Verso 

tras 

verso 

cree      

de nuevo 


El ser que, no obstante, no cifra necesariamente en el verso, en la palabra, el absoluto; 


Origami 


Todo el poema 

es de papel 


Por todo lo dicho, la poética y la estética de esta propuesta, descansa menos en la actitud de buscar y desplazarse, que de percibir y estar vigilante ante la página en blanco; como estar ante un jardín zen, bastante artesanal, con sus bonsáis aquí y allá, podando una hoja, una rama, una raíz, para permitir y propiciar que solamente lo esencial, en el ancho espacio, pueda espigarse para desposar el vacío a instancias de la luz.  


Hay, pues, una tentación por lo visual y lo sensitivo, más allá del lenguaje articulado -el alfa y el omega del silencio-, por la vivencia de lo no lineal, no regida por la lógica, donde los significantes buscan liberarse de los nexos que los atan, y finalmente se imponen a las lógicas de los signos imbricados con la visión, donde vivencia y lenguaje disuelven sus límites para anular la univocidad del significado.

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1. Cartas a Pollock, es la más reciente muestra de la obra artística, también pictórica, de Gustavo Adolfo Garcés, otro campo de juego y de batalla entre los signos y las formas adversas a la cristalización de los códigos: el terreno más propicio para la creación libre de una sintaxis propia bajo las leyes de la abstracción. 

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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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