sábado, 7 de julio de 2012

El arte es inútil: Wilde, Ortega y Gasset

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Si se analiza el nuevo estilo se hallan en él ciertas tendencias sumamente conexas entre sí. Tiende: 1., a la deshumanización del arte; 2., a evitar las formas vivas; 3., a hacer que la obra de arte no sea, sino obra de arte; 4., a considerar el arte como juego, y nada más; 5., a una esencial ironía; 6., a eludir toda falsedad, y, por tanto, a una escrupulosa realidad. En fin, 7., el arte, según los artistas jóvenes, es una cosa sin trascendencia alguna. Crítica.


Por Alejandro Carpio

     En el prefacio a su única novela, Oscar Wilde hace una pequeña recopilación de aforismos, a manera de manifiesto esteta, en donde se concluye que “all art is quite useless.” La intrascendencia, o inutilidad del arte es tema común de los movimientos estetas de fin de Siglo XIX. En algunos casos, esta postura fue coartada para combatir la censura. En otros, vendría a ser una reacción contra el Romanticismo. El arte por el arte es un invento de esta época.
     Los movimientos estetas estuvieron relacionados en Francia con el simbolismo y en Inglaterra con el prerrafaelismo. La genealogía poética, según Borges, es “Baudelaire, que engendró a Mallarmé, que engendró a Valery, que engendró a Edmond Teste.” Mientras Francia fue la que mejores poetas ostentó en este período, en Inglaterra encontramos a los articulistas de la nueva sensibilidad: Walter Pater, el padre de todos ellos; Arthur Symmons, que casualmente no era mal poeta, esritor de The Symbolist Movement in Literature, y Oscar Wilde, poeta menor, pero dramaturgo, ensayista y pensador de primera fila.
     El prerrafaelismo es una escuela pictórica de pintores-poetas, entre los que cabe señalar a Dante Gabriel Rossetti y J. E. Millais. Los prerrafaelistas no eran estetas, pero su anti-mimetismo, su anacronismo deliberado y refinamiento formal fueron aliciente al amanerado estilo posterior. Aunque no inclinado a la pintura, Charles Algernon Swinburne fue también parte de este movimiento. Vendría a ser la contra-partida inglesa de Baudelaire, de la misma forma en que los prerrafaelistas lo son de los parnasianos franceses.
     El movimiento esteta inglés, conocido también como decadentismo, fue producto de una revaloración del Renacimiento italiano, en manos de Walter Pater, académico de renombre que formó, entre otros, a Wilde y a Houssman. El más famoso pintor decadente fue Aubrey Beardsley, cuyo estilo siempre me ha parecido un cruce entre Doré y Goya. Los principales periódicos del grupo fueron The Savoy, Chameleon y The Yellow Book.

     Oscar Wilde fue la figura que más notoriedad tuvo, logrando desenvolverse en prácticamente todos los géneros literarios: poesía, ensayo, prosa y drama. Su principal documento teórico, si cabe llamarlo así, es The Decay of Lying. Veo una relación temática y formal entre este ensayo y algunas secciones de La deshumanización del arte, de Ortega y Gasset. The Decay of Lying es el texto teórico más cómico que he leído en mi vida. Es, a la larga una diatriba en contra del realismo. La idea principal del ensayo es que pretender que el arte imite la realidad equivale a una pérdida de tiempo, porque lo que ocurre es precisamente lo contrario: la realidad imita al arte. Wilde insiste en este punto con toda seriedad. Leemos,
The only real people are the people that never existed… The Nineteenth Century, as we know it, is largely an invention of Balzac… we are merely carrying out, with footnotes and unnecessary additions, the whim or fancy or creative vision of a great novelist.
     No sólo los hombres, sino la Naturaleza imitan al arte.
The extraordinary change that has taken place in the climate of London during the last ten years is entirely due to a particular school of Art… Nature is no great mother who has borne us. She is our creation. It is in our brain that she quickens to life. Things are because we see them, and what we see, and how we see it, depends on the Arts that have influenced us.
     Compárense estas gotitas de fenomenología con las orteguianas. La realidad está conformada por la perspectiva artística, del estilo-idiosincrasia del que habla luego Ortega en Arte de este mundo y del otro. El punto de vista tiene, de por sí, un estilo, esté relacionado con la nación o con la escuela artística.


     Me llamó la atención, sobre todo, la forma en que articula Ortega las tendencias “sumamente conexas” del nuevo estilo artístico. Cierra la sección llamada “arte artístico” de la siguiente forma:
Si se analiza el nuevo estilo se hallan en él ciertas tendencias sumamente conexas entre sí. Tiende: 1., a la deshumanización del arte; 2., a evitar las formas vivas; 3., a hacer que la obra de arte no sea, sino obra de arte; 4., a considerar el arte como juego, y nada más; 5., a una esencial ironía; 6., a eludir toda falsedad, y, por tanto, a una escrupulosa realidad. En fin, 7., el arte, según los artistas jóvenes, es una cosa sin trascendencia alguna.
     Aunque el aforismo es una de los instrumentos retóricos favoritos de Ortega, esta oración me sugiere un desvelamiento. La última línea parece una traducción de Oscar Wilde al español. Una muy buena traducción, por cierto. La oración es corta, tiene una cláusula subjuntiva (“para los artistas jóvenes”) y termina con la partícula enfática “alguna,” un cumplido adorno. Compárese con el “quite” de “all art is quite useless.” El puntapié retórico consiste en lo siguiente: hay un tema importante, en este caso el arte, que se trivializa. El eje de la manipulación argumental es la palabra “jóvenes.” Para los jóvenes, palabra que connota energía, belleza, malacrianza, innovación, el arte es de esta o cual manera, que le debe sonar deliberadamente anodino a un conservador. Dentro del vocabulario de Wilde, la palabra “young” tiene el mismo significado, aunque una recurrencia más repetida.
     Las dos frases (“all art is quite useless” y “el arte, según los artistas jóvenes, es una cosa sin trascendencia alguna”) no se refieren exactamente a lo mismo. Aunque anti-romántico y anti-realista, Wilde todavía cree, aunque lo disfrace de cinismo, en las experiencias estéticas a la antigua, y el punto de Ortega es que el arte no sólo es inútil, sino intrascendente. “Useless” dejaba espacio para la trascendencia; el arte trascendía precisamente porque era inútil. Ahora bien, como postura, el comentario de Ortega es justificable; como descripción de una sensibilidad colectiva, me parece insuficiente. ¿No creían los poetas de la vanguardia en experiencias estéticas sagradas? Quizás no con la seriedad del romántico, pero sin duda no eran los estoicos juguetones que parece pintar Ortega, al menos con el empleo de esta problemática palabra.

     Otro ejemplo de la problemática intrascendencia-inutilidad podemos apreciar en las siguientes citas de Ortega,
El hecho no es que al artista le interesen poco su obra y oficio, sino que le interesan precisamente porque no tienen importancia grave y en la medida que carecen de ella. No se entiende bien el caso si no se le mira en confrontación con lo que era el arte hace treinta años, y, en general, durante todo el siglo pasado. (59)
     El punto del arte es, precisamente, dice Ortega, el que las cosas no trasciendan. Este es el goce estético: la falta de seriedad equivale a ludismo para la sensibilidad nueva.
Por otra parte, dice Wilde,
We can forgive a man for making a useful thing as long as he does not admire it. The only excuse for making a useless thing is that one admires it intensely. All art is quite useless.
     El punto del arte, para Wilde, sería el que las cosas sean admirables e inútiles. El ludismo del arte es falta de seriedad y de utilidad. La verdadera relación (o diferencia) entre estas dos terminologías tiene que ver con la definición de los términos, no con las corrientes literarias a las que pertenecen los dos autores. Una cosa trasciende, primero que nada, si es útil; una cosa es util, a fin de cuentas, si posibilita la trascendencia. Esto es en los más etimológicos sentidos de las palabras.

     Pero echemos esto a un lado. El indiscutible empalme, a mi entender, entre estos autores es el enemigo en común. Ambos autores, ambos escenarios estéticos, desdeñan particularmente la mimesis. Ortega es más específico en lo que se refiere a las artes plásticas y la música, mientras que Wilde se refiere más bien a la literatura. El anti-mimetismo implica, a la larga, insistencia en la forma. El arte es un juego, claro está, pero en este juego ganan los que mejor rindan.
     Si hemos de ver una línea genealógica entre los dos pensamientos (puede que no haya conexión textual directa, aunque esto es precisamente lo que he querido probar), se pueden enmarcar las dos ideas dentro de la corriente esteta de fin de siglo diecinueve que degeneró en las vanguardias de principios del veinte. El movimiento del arte por el arte se ajusta, en mayor o menor grado, a todos los elementos de los que habla Ortega en el fragmento citado. El anti-mimetismo de los dos casos es una reacción a interpretaciones trascendente o utilitarias del arte.

Fotos: Isolde, de Aubrey Beardsley, 1895 / Oscar Wilde / Ortega y Gasset / Google Imágenes

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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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