jueves, 26 de enero de 2017

LLÉVENSE TODO, PERO NO SE LLEVEN MI CORAZÓN (Crónica de presidio) (Crónica de presidio)

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 Por John Better

¿Y como negarme a  la invitación que me hizo la fundación cultural Casa De Hierro para que leyera unos cuantos poemas en una penitenciaria de un municipio cercano? ¿Cómo decir, no, a la posibilidad de estar rodeado por algunos minutos de un grueso número de convictos torsidesnudos exhibiendo orgullosos los nombres tatuados de sus amores juveniles?.
¿Cómo no aceptar el gesto,  si mi pareja de lectura era el intimidarte escritor, Carlos Polo. ¿Cómo no dejarse seducir,  si además había una buena paga que me aseguraba un futuro delirio de  vodka y "sombra"?

Así que partimos muy temprano una mañana de septiembre de 2009, la escritora Fadir Delgado, Faleimi,  su hermana mayor,  Carlos Polo,  y completando  la comitiva, nos acompañaría “Mamá Nancy”, ese personaje mitológico al que la burocracia barranquillera le honró vitaliciamente con el cargo de   madre oficial de los marginados barranquilleros : desde los travestis seropositivos del parque San José, pasando por la putas del mercado que regatean su sulfúrico orgasmo a precio de huevo, hasta los chicos delincuentes de los tugurios más peligrosos,   para quienes Mamá Nancy, era casi una virgen que al verle aparecer,  besaban y abrazaban con pasión, porque  a lo mejor ninguno de ellos experimentó nunca en sus vidas un tibio roce maternal.

La lectura seria en la cárcel de Sabanalarga. Durante el camino de ida, el paisaje corría ante mis ojos como una cinta vegetal, un verde esplendido por las recientes lluvias. A veces un caballo, a veces un chico sin camisa con una jaula de pájaro en su mano,  una garza estática, solemne sobre un humedal, bellas postales que se borraban al segundo. Algo incómodos dentro de la camioneta que facilitó  la Gobernación del Atlántico para nuestro traslado, algo asfixiados por el hostigante perfume de Mamá Nancy.  “Qué bajen la ventanilla”,  alguien sugirió,  y la brisa de la mañana entró como un fresco pañuelo que borró todo malestar.  Y  como si nos conociéramos de toda la vida,  mamá Nancy empezó una amena charla donde ella era la protagonista de álgidas aventuras junto a La Gata, La Cósmica, La Pantoja, y algunas otras de las travestis mas regias de los noventa.
-Mis niños ya están muertos casi todos, concluyó  Mamá Nancy con un fingido dejo de melancolía en sus ojos de plato.



                                                                   Mamá Nancy 

A primera vista, la cárcel de sabana larga luce como un modesto colegio rural, pero los guardias uniformados y el enrejado oxidado a la entrada le dan un aire de mediana represión. El interior del lugar es casi un patio de recreo escolar  dividido en dos pequeños pabellones donde se albergan en orden de status: los internos “especiales” y los generales. Los especiales están allí recluidos por delitos de orden administrativo, en palabras simples, ladronzuelos de mejor casta, desfalcadores del erario publico con tarjeta VIP permanente. Las instalaciones de este pabellón lo hacen  un hotelito cinco estrellas en donde los niños de mejor familia, tienen gimnasio comunal, visitas permanentes, y celdas acondicionadas con tv a todo color, ventiladores, camarotes dobles y una selecta donación de libros y revistas de última moda. Todos lucen rozagantes, supersexis, soberbios,  insolentes  como el   trenzado de oro que cuelga de sus cuellos manchados.

En la otra esquina del ring,  los olvidados, los niños malos del recreo, los que te patean la lonchera y te derraman encima la merienda.  Hacinados en un galpón apestoso, donde caben unos cien aproximadamente.

Allí se haría la lectura, en aquel escenario improvisado, ante un auditorio de intimidantes muchachos a quienes teníamos que conmoverles el corazón con los supuestos guantes de seda  de la poesía.
Fadir Delgado hizo la presentación de rigor y Carlos Polo inauguró el evento con sus poemas de balas, amigos perdidos, infancia y  amores ebrios. En cierto modo, Polo entendía  a la perfección el sentir de estos chicos, él,  podía compartir con ellos el cigarrillo del tedio o el mal chiste del fracaso, pero lo que yo  tenia claro era que ninguno de nosotros les iba a lavar el alma, ninguno de nuestros poemas iban a maquillar la marca del puñetazo en la cara o la sangre salpicada en la camisa. Ninguna metáfora iba a embellecer el día o  borrar la sucia mancha de semen de la noche anterior, luego de ese coito silencioso con el compañero de cama, cuando los demás  roncaban y el alba entraba iluminando sus cuerpos amontonados.

Por eso les leí un par de líneas ácidas, por eso les reafirmé que el amor es “basura quemada” y les hablé de guerra, paramilitares y guerrilla. Por eso les confesé que también fui victima de la ley, que estuve desnudo por segundos bajo la luz cagada de una bombilla mientras un policía me colocaba de cuclillas para que la mano enguantada de la justicia hiciera lo suyo, un par de imprudencias que me costaron un llamado de atención de Mamá Nancy, quien durante el camino de regreso nunca fue la misma.




                                                            Cárcel de Sanabalarga



Lo que ocurrió en el pabellón "especial" no tiene importancia, unos cinco niños bien  que nos escucharon por breves minutos mientras el resto se divertía jugando dominó en su club cárcel. ¡Qué les iba a importar a esos burgueses sin alma nuestra cháchara poética! Por eso me llevo a los otros,  los tengo frescos en la memoria, me quedo con los malos muchachos, con sus agrios gestos, y su sencilla palabra, me quedo con esas anatomías cuarteadas de presidio, esa “carne tumefacta” como diría la Lorca, con la esperanza incierta de encontrarme a uno de ellos en algún callejón tenebroso y detener el lance de su navaja, diciéndole “Ey, ¿ no te acuerdas de mí?  Yo soy aquel que escribió para ti estas espinosas palabras.



John Better
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Publicado por Revista Coronica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

1 comentario:

  1. En esas estepas olvidadas donde el cuchillo y las balas son el común denominador y la ley la impone el crimen más macabro, es mejor la legitimidad de unas palabras sinceras y crudas a una prosa 'culitierna' que dice mucho y a la vez no dice nada. Como Siempre, amigo (sin conocernos) Jhon, lo felicito por su pluma y su capacidad de narrar, sin pelos en la lengua, lo que somos y llevamos en el alma: 'la franqueza'.

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