domingo, 26 de abril de 2020

Está “aguatando” el río

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Los últimos días de los mineros artesanales en el Quindío
Valeria Urán Sierra

Aguatando: Es la  expresión utilizada por los mineros de material de arrastre  para referirse al aumento del caudal del río. Cuando este disminuye pueden extraer las piedras, arenas y arcillas que han quedado a la orilla.

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Cerca de la ladera, el cañón o la peña envuelta en musgo, el ir y venir de un par de piernas al compás de otro millar de ellas corriendo. Se agachan, suben la loma hasta la carretera más cercana, todas prendidas a un tronco y unos brazos que sostienen un cajón hecho en madera, una zaranda y un par de placas de carro con las que empujan la tierra rebelde que se ha salido del “charco o moyita”, fabricado con unos cuantos pedazos de madera o guadua para engañar a las corrientes del rio o “aguatar”. Cuando estas corren con furia dejan  caudales de arena, piedra y arcilla que luego serán el “balastro” que habrán de vender hombres y mujeres a constructoras e ingenieros a través de una volqueta o camioneta.

Con piernas firmes y brazos torneados, con sus venas rozando la epidermis que golpea contra el sol. Los más viejos la artritis, la posible neumonía; hábitat natural y requisito para  un oficio como este: arenero, minero de material de arrastre o artesanal.

Sus rostros están tan marrón como el cedro después de convertirse en una bonita cama, y haber pasado por el barniz; o rosáceos por los rayos del sol.  Sus manos calmas, gruesas y con aberturas donde hubo ampolla o machacadura; sus pies con casquetes por caminar descalzos entre la arena y la piedra, dedos con meñique y anular desviados y callosos. Las barbas largas, los bigotes y la calvicie. Camisetas, chanclas, pantalonetas radio, juego de dominó y cantimplora.

Poco antes de las seis de la mañana es preciso encontrarse una mujer preparando arepas de maíz en alguna  calle quindiana, allí donde algunos mineros se reúnen minutos antes de dirigirse al río o pasan a comprar sus arepas, alimento tradicional, y acompañante del desayuno y el almuerzo. También se toman el cafecito de la señora, el que vende en viejos termos, y se sirve en pequeños vasos desechables.

El carbón está caliente, la parrilla parece encenderse y chocan las arepas de maíz húmedas, el olor se propaga por medias calles y los residuos que deja el carbón ya consumido se pegan al ropaje  de los transeúntes y al perro que acompaña bajo la mesa. Apenas nace el sol, los niños revolotean para ir a las clases, los mineros o areneros salen a paso largo, rumbo al río a conseguir el alimento suyo y de sus familias.  

En el departamento del Quindío municipios como Salento, Calarcá, Pijao, Montenegro y  Génova;  además de corregimientos como Barragán y Barcelona, extraen elementos del río que por tradición han sido nombrados según su tamaño: arena gruesa, fina y para “pega” (mezcla entre arena gruesa y pequeñas piedras), piedra redonda,  piedra guayaba o de mano, balastro o gravilla. Algunos registros de la autoridad ambiental del departamento, Corporación Regional del Quindío (CRQ) reconocen que su actividad se remonta a hace más de ochenta años y va de generación en generación. Para 1993 la actividad era regulada por el Instituto Nacional de los Recursos Renovables y del Ambiente (INDERENA), tras su desaparición, la CRQ continuaría con la labor, pero ya no solo aprobaría la actividad, también su censo y vigilancia.

El oficio se caracteriza por el trabajo en equipo y entre familiares, transmitido de generación en generación. Aquí padre, hijo y primo trabajan en conjunto y extraen el material de la “moyita”, un charco que se forma cerca al río, a donde va a parar la arena y la piedra, facilitando su obtención. Municipio de Calarcá, río Santodomingo; desemboca en el río Quindío



Si uno se toma el trabajo de viajar por el río tramo a tramo,  playa por playa y localidad por localidad, terminará por descubrir que  no es lo mismo trabajar sobre las aguas del río Santo Domingo o Quindío en Calarcá, que en las del río Navarco en Salento; o hacerlo en  Barragán o Montenegro sobre el río La Vieja. Las dinámicas acuíferas varían, a causa del comportamiento del caudal. La piedra, la arena y la arcilla se acomodan de maneras distintas, y así la particularidad en el proceder de los areneros en el río y alrededores.

En Calarcá o Salento los mineros trabajan con ayuda  de pala, carreta, cajones de madera y zaranda -colador-. Las volquetas y otros medios de transporte se acercan hasta las orillas del río. Los mineros se apuran, con más de doscientas paladas consiguen cargarlas, algunos en parejas otros en tríos. En Barragán y Montenegro las volquetas se sumergen en las aguas y los mineros navegan en balsa.

Todas las mañanas, como ritual, preparan el desayuno y el almuerzo, y lo cargan en su espalda en un pequeño morral o talego. Se dirigen al río caminando, en bicicleta, otros en moto. No siempre pueden transitar con facilidad los caminos que los conducen al lugar de trabajo, suelen estar cargados de polvo, pedregosos y con asfalto por tramos. Pueden tardarse de una a tres horas en  llegar, son pocos los que viven en barrios cercanos.

En las playas o zonas planas, suelen construir con guadua, madera y tejas de zinc, pequeñas zonas de estar: chozas. Allí pasan a tomar el desayuno y el almuerzo, a descansar la jornada y protegerse de la lluvia. Allí también juegan dominó.

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En su choza descargan su morral o talego, desayunan, quitan su pantalón para cambiarlo por una pantaloneta, algunos ya vienen preparados desde casa. Se dirigen a lo espeso de la hierba que se encuentra en la ribera y como si hicieran un truco de magia, aparecen su pala, la zaranda, las placas y cajones de entre la maleza. Se dirigen a la orilla, entran en parejas o tríos con las herramientas de trabajo, cuelgan su radio al cuello e inicia la carrera.  Ponen el cajón de madera dentro del charco o “la moyita”, mientras la pala carga la arena sobre la zaranda y con rapidez la mueven sobre el cajón hasta que se va llenando a plenitud. Los residuos sobre ella son lanzados hasta otro cajón o un balde de plástico a pocos metros, luego toman con fuerza los mangos del cajón y lo conducen hasta la orilla del río y descargan. Forman pilas de cada una de las variedades, hasta que se forma  una montaña.


Cajón de madera y travesaños de guadua usado para guardar piedras y arena recolectadas del río. Es cargado en pareja


Otros areneros a causa del curso del agua, y las enormes pilas de material que suele dejar el caudal, trabajan en “terrazas” y “franjas aluviales”. En Barragán sucede de esa manera. Pliegues o breves desniveles de arena y roca forman playas a las orillas, como caminos, como el rastro de la furia y la vida de las aguas. Y es que los residuos son tan grandes que  facilitan el proceder, no necesitan entrar al lecho del río, solo deben separar la arena y las piedras,  e ir acomodándolas hasta que pasen a recogerlas las volquetas. Sobre el río Barragán, estas de manera  un poco  torpe entran a las aguas porque el río, ha sido partido por la mitad por extensas y espesas acumulaciones de piedra y arena. 

En Montenegro, donde se opera en el lecho del río y se debe navegar en sus aguas, el material de arrastre deben sacarlo en balsa, ¡vaya equilibrio!, construidas con retazos de madera unidos con puntillas, con tablones simulan asientos y el espacio para albergar la arena y la piedra. La balsa no es ocupada a plenitud, podrían hundirse o dificultar el remar. Los remos van y vienen, palada por palada sacan la arena. Después de llegar a la orilla, la amontonan en las playas. Todas estas maniobras culminan sin reparo de playa a playa, de municipio a municipio a las cuatro de la tarde.  

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En 1950 con la apertura de la primera calle peatonal y en 1975  con los primeros cambios a las fachadas de las casas tradicionales construidas a base de bahareque, luego de la colonización antioqueña, la gente empezó a explorar el uso de materias primas extraídas del río. Con esto aparecería entonces el cemento, y se convertiría en un ingrediente fundamental para la nueva forma de edificar en el Quindío.

Ante la incursión de un nuevo material en la construcción de las viviendas en el departamento, hombres y mujeres decidieron apostarle al oficio. Antes solían vivir del café, pero en 1989 los precios del mercado se fueron al carajo, la bonanza parecía estar llegan a su fin con la  caída del Pacto Cafetero.

Para 1999, el departamento fue sacudido por un terremoto de 6,1 en la escala de Richter, pocas viviendas quedaron en pie. El Quindío debía ser reconstruido, y esta  se convirtió entonces en una oportunidad para los mineros, existía una fuerte demanda de material de arrastre para construir de nuevo la zona urbana. Pero tanta maravilla no fue cierta, empresarios de otros departamentos, Risaralda y el Valle del Cauca, también tenían la situación en la mira, y se adelantaron a solicitar licencias y permisos ambientales para extraer material del río, y con mayor rapidez. Se instalaron entonces en las aguas de los ríos Quindío y La Vieja con retroexcavadoras, dejándoles en desventaja, por la capacidad de extracción y los precios. Fue la primera derrota en la batalla contra los grandes del negocio.


Algunos mineros no utilizan el “cajón”, sino que envían el material recolectado en el río directamente a una volqueta. Municipio de Salento, río Navarco



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Juan de Dios Méndez, un minero que ya parece llegar a los setenta años, lo adornan las canas. Lleva más de treinta años en el oficio de minero de material de arrastre junto a su esposa Flor Gonzales e hijos. Dice haber transitado por cada una de las etapas que debe vivir un minero artesanal en el departamento del Quindío: el mal pago de su oficio, la enfermedad, enfrentar a las autoridades, y la importancia de apoyarse en sus compañeros ante la crisis. Se han organizado en sindicatos y asociaciones.

-Es un trabajo desgastante, pero es nuestra única fuente de sustento, no podemos emplearnos de otra manera por los pocos estudios que tenemos, y fíjese que nos persiguen mucho - dice Flor.

-Pero eso no es todo, nosotros somos tachados de delincuentes y nos culpan de contaminar el río, porque después de un par de reformas a la ley minera en el país, nos han restringido el trabajo- añade Juan de Dios,  aprieta entre con las manos una gorra de color naranja, estampada a medio ver: -“Soy guardián de la quebrada”-.

-Uno lleva más de cuarenta años trabajando aquí y no sabe hacer otra cosa, nosotros no contaminamos. Cualquiera que venga a estas aguas puede ver que no están contaminadas, porque incluso vienen a bañarse. –continúa diciendo Juan de Dios.

-Para mí, el río parece entender el trabajo que una hace. Él corre sobre los pasos que damos, parece entendernos. Nosotros hacemos charcos cerca a la playa donde se pone el material, y luego cuando llega el invierno la corriente del río arrasa con todo y toca empezar de nuevo. -explica Flor-. Añade- A mis hijos los ha detenido en varias ocasiones la policía por trabajo ilegal en el río-.

-Hay gente que viene y deja la basura cerca al río, y uno les llama la atención y le dicen que deje de ser metido, que este no tiene dueño-añade uno de sus hijos, quien entra de nuevo a las aguas. Esta familia de mineros trabaja en el río Santo Domingo, en la playa Los Naranjos, Calarcá.


Avisos hechos por pequeños mineros de material de arrastre, para evitar que los bañistas arrojen basuras cerca al río o contaminen las aguas bajo otras prácticas. Han sido culpados en varias ocasiones por la misma comunidad de ser quienes contaminan el río




Una enorme roca lleva el nombre de la playa, grandes letras de color azul: Los Naranjos. A causa de las fuertes  lluvias en abril y mayo, suspenden su actividad paulatinamente, las corrientes de las aguas aumentan, destruyen los charcos que han hecho para atrapar el material y corren el riesgo de ser arrastrados. Los años los van colmando de paciencia, esperan que regresen los días soleados y así el caudal disminuya. Siempre regresan a construir el charco de nuevo, con una guadua seca al hombro y su talego con un poco de comida, normalmente limonada y buñuelos. Después de que todo se ha hecho calma y silencio, Mueven las enormes piedras que deja el río con una cuña de madera apoyada sobre una pequeña roca. Es inevitable que no machaquen sus dedos y les arda la parte baja de la espalda,  escurre el sudor por sus frentes y los dedos de las manos y los  pies tiemblan. Mientras transcurre la acción, Flor me mira directo, y escucha la emisora romántica Bésame… tiran las piedras, chocan entre ellas y Alci Acosta, voz ronca y adolorida canta como mantra:

No renunciaré a esa flor que tú me das cada mañana/
a vivir constantemente enamorado
/a soñar juntos los dos de madrugada. 
No renunciaré.

Las manos callosas y trémulas, las piernas y la espalda dura como la madera.  Tantos años empuñando una pala, colando piedras con zaranda, un par de cajones que suponen la victoria al llenarse y un pequeño bolso con un par de tarros plásticos, de esos  donde viene la gaseosa, cargados con agua de panela (piloncillo) un portacomidas, o  en una bolsa, huevo y arepa. Ese es su botín, el escudo para soportar la batalla, y así otros areneros aguas más abajo. Cuentan que hace cuarenta años atrás, el río Santo Domingo en Calarcá, era cruzado en balsa, ahora se puede cruzar de piedra en piedra y el nivel del agua llega no más a la rodilla.

-A mí me ha  detenido la policía y me ha dejado encerrado por más de 24 horas, quienes nos tiran la policía son los dueños de las fincas porque dicen que estamos contaminando el río y somos delincuentes, y como no encuentran delito nos dejan libres-dice Gilberto Arenas, minero en Salento.

-Nosotros hemos invertido en documentación, tenemos un nuevo carnet, porque ya estamos inscritos al “SIMINERO”-añade Iván Contreras, compañero de Gilberto.

-Si estas aguas estuvieran contaminadas ni peces sacarían, aquí vienen a pescar también.-concluye Gilberto tras un largo suspiro.


Municipio de Calarcá, Vereda La María; río Quindío


El Sistema Integral de Gestión Minera (SIMINERO), es una plataforma puesta a disposición de las administraciones locales desde el año 2013, para el registro y localización de los pequeños mineros en el país.  Tras el segundo periodo presidencial de Juan Manuel Santos se fortalece la Ley 685 de 2001; para empezar a impulsar la explotación minera a gran escala y  relegar a la pequeña minería o de subsistencia. Una de las razones del Gobierno Santos para emprender medidas que borraron poco a poco del mapa de la legalidad la minería de subsistencia del país, y de pueblos históricamente mineros, se debe a que grupos armados ilegales habían encontrado en extracción de recursos de recursos naturales. Es así como se emprende la lucha contra la minería ilegal en el país, toda aquella que no cuente con el permiso y licencia ambiental expedida por la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA)  y lo dispuesto en el Código de Minas, a partir de la solicitud de permisos de exploración y explotación minera.

En 2009 fueron eliminados del Código de Minas los pequeños mineros y recuperaron su lugar en 2013. El Ministerio de Minas condiciona su trabajo, establece unos lineamientos muy concretos: solo pueden sacar cuatro metros cúbicos por día, ciento veinte  mensuales, si superan estas cantidades pueden perder su permiso; de lo contrario, son clasificados como medianos mineros,  y aumentan los requisitos y pagos.
En 1997 nace la Federación de Areneros y Balastreros del Eje Cafetero, porque si bien la  salen victoriosos, y se les devuelve su derecho al trabajo, los areneros del Quindío tienen otras luchas. Desde el 2000 en los ríos Quindío y La Vieja empresas de Risaralda han utilizado maquinaria pesada para extraer el material del río. Se han atrevido  desviar el rumbo de la corriente.

Los pequeños mineros no están de acuerdo con que se introduzca maquinaria, dicen ser conscientes de los graves daños que ocasiona la minería mal hecha y se oponen a ello. “Entendimos que la maquina mata al río, no se debe de hacer de esa manera, quienes otorgan las licencias ambientales deben de meterse en la cabeza de que el río no es un cantera”-comenta Luz Estela Ramírez, presidenta de la Federación.

Su objetivo desde 1997 ha sido además de defender su trabajo, la defensa de las cuencas hidrográficas que abastecen al departamento, especialmente el río La Vieja, que es la que mayores afectaciones ha sufrido, El País en 1998 denunció la situación: “La contaminación que vive el río La Vieja, principal surtidor de agua para Cartago, le planteará a la Corporación Autónoma Regional de Risaralda (CARDER)  y el Ministerio de Medio Ambiente su descontento por las autorizaciones dadas en Risaralda para la explotación de arena con maquina”.

Convocando entonces para el año 2001 un paro en el sector de “La Y”, corregimiento de Calarcá. Consiguieron que se construyera un Plan de Inversiones para el río La Vieja, que tenía como objetivo recuperar la cuenca y su ejecución estuvo a cargo de las corporaciones autónomas regionales del Valle, Quindío y Risaralda. Además, se creó un comité intercoporativo para regular la actividad. Este funcionó durante casi cinco años, las administraciones iban cambiando y ya no querían continuar con el proceso de cuidado y recuperación. Debido a ello, salieron de nuevo en 2019 a marchar como en el pasado, cuando se  tomaron las instalaciones de la CRQ exigiendo que no se manipulara el río con maquinaria.


Archivo: Federación de Mineros y Balastreros del Eje Cafetero. Diario La Tarde (2002)


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En 1995 un grupo de mineros de material de arrastre en el departamento de Santander entuteló a la autoridad ambiental, quería cobrarles por trabajar en el río. El Consejo de Estado entonces expidió una sentencia en la que explica que su actividad pertenece al Ministerio de Minas y Energía, y es esta dependencia quien debe regular su actividad. Pero, ¿cómo? las políticas mineras hasta ese entonces habían dejado de reconocerlos. Perdieron la batalla. Hasta el 2013, con el nuevo Plan de Desarrollo Nacional de nuevo los reconocen, pero  el Gobierno no cumple su pacto: no más persecuciones, no más incautaciones de sus herramientas de trabajo, y encarcelamientos. Respetarían su derecho al trabajo. Van a las calles en 2014, convocan un Paro Nacional.

Esta vez exigieron que se diseñaran guías mineras que explicaran con claridad cómo debe ser el proceso de extracción para cada uno de los minerales que produce Colombia, para el pequeño, mediano y gran minero. El Gobierno no se pronunció.

En 2017, conocimos el paro en las minas de Remedios y Segovia, Antioquia. Pequeños mineros eran desplazados por multinacionales mineras. El Gobierno intervino militarmente.

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A medida que se acerca lo más profundo de la tarde, se alejan del río, tomando sus herramientas y las montan a su espalda. Enjuagan sus pies en la orilla y los introducen en  zapatos de icopor agujereados en los costados y chanclas de plástico. Se dirigen hasta su rancho, descargan y buscan lentamente  su mochila, agarran su botella con limonada, unos cuantos granos de arroz que sobraron del almuerzo y cambian sus ropas húmedas.

-Solo pedimos al Gobierno que nos deje trabajar hasta que llegue el fin de nuestras vidas o se decida abandonar el oficio. Reconozco que los hijos de mis compañeros y los míos no quieren continuar, están estudiando en la universidad, y nosotros con nuestro trabajo apoyamos algunos de los gastos – explica Javier Arango, minero artesanal, sector La María. Calarcá.

El gremio desparece, no hay forma de detenerlo. Las garantías son pocas, las luchas, demasiadas. El Gobierno no negocia, todo el plan está trazado para la multinacional.


Trabajan en parejas y conducen la arena y las piedras fuera de las aguas del río, formando montañas. Este material luego será transportado en volquetas y camionetas a su venta.


                                Fotos Valeria Urán Sierra

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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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