Los últimos días de los mineros artesanales en el Quindío
Valeria Urán Sierra
Los últimos días de los mineros artesanales en el Quindío
Aguatando: Es la expresión utilizada por los mineros de material de arrastre para referirse al aumento del caudal del río. Cuando este disminuye pueden extraer las piedras, arenas y arcillas que han quedado a la orilla.
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Cerca de la
ladera, el cañón o la peña envuelta en musgo, el ir y venir de un par de
piernas al compás de otro millar de ellas corriendo. Se agachan, suben la loma
hasta la carretera más cercana, todas prendidas a un tronco y unos brazos que sostienen un cajón hecho en madera,
una zaranda y un par de placas de carro con las que empujan la tierra rebelde
que se ha salido del “charco o moyita”, fabricado con unos cuantos pedazos de
madera o guadua para engañar a las corrientes del rio o “aguatar”. Cuando estas
corren con furia dejan caudales de
arena, piedra y arcilla que luego serán el “balastro” que habrán de vender hombres
y mujeres a constructoras e ingenieros a través de una volqueta o camioneta.
Con piernas
firmes y brazos torneados, con sus venas rozando la epidermis que golpea contra
el sol. Los más viejos la artritis, la posible neumonía; hábitat natural y
requisito para un oficio como este: arenero, minero de material de arrastre o artesanal.
Sus rostros
están tan marrón como el cedro después de convertirse en una bonita cama, y
haber pasado por el barniz; o rosáceos por los rayos del sol. Sus manos calmas, gruesas y con aberturas
donde hubo ampolla o machacadura; sus pies con casquetes por caminar descalzos
entre la arena y la piedra, dedos con meñique y anular desviados y callosos.
Las barbas largas, los bigotes y la calvicie. Camisetas, chanclas, pantalonetas
radio, juego de dominó y cantimplora.
Poco antes de
las seis de la mañana es preciso encontrarse una mujer preparando arepas de
maíz en alguna calle quindiana, allí donde
algunos mineros se reúnen minutos antes de dirigirse al río o pasan a comprar sus
arepas, alimento tradicional, y acompañante del desayuno y el almuerzo. También
se toman el cafecito de la señora, el que vende en viejos termos, y se sirve en
pequeños vasos desechables.
El carbón
está caliente, la parrilla parece encenderse y chocan las arepas de maíz
húmedas, el olor se propaga por medias calles y los residuos que deja el carbón
ya consumido se pegan al ropaje de los transeúntes
y al perro que acompaña bajo la mesa. Apenas nace el sol, los niños revolotean
para ir a las clases, los mineros o areneros salen a paso largo, rumbo al río a
conseguir el alimento suyo y de sus familias.
En el
departamento del Quindío municipios como
Salento, Calarcá, Pijao, Montenegro y Génova;
además de corregimientos como
Barragán y Barcelona, extraen elementos del río que por tradición han sido
nombrados según su tamaño: arena gruesa, fina y para “pega” (mezcla entre arena
gruesa y pequeñas piedras), piedra redonda,
piedra guayaba o de mano, balastro o gravilla. Algunos registros de la
autoridad ambiental del departamento, Corporación Regional del Quindío (CRQ)
reconocen que su actividad se remonta a hace más de ochenta años y va de generación
en generación. Para 1993 la actividad era regulada por el Instituto Nacional de
los Recursos Renovables y del Ambiente (INDERENA), tras su desaparición, la CRQ
continuaría con la labor, pero ya no solo aprobaría la actividad, también su
censo y vigilancia.
El oficio se caracteriza por el trabajo en equipo y entre familiares, transmitido de generación en generación. Aquí padre, hijo y primo trabajan en conjunto y extraen el material de la “moyita”, un charco que se forma cerca al río, a donde va a parar la arena y la piedra, facilitando su obtención. Municipio de Calarcá, río Santodomingo; desemboca en el río Quindío
Si uno se
toma el trabajo de viajar por el río tramo a tramo, playa por playa y localidad por localidad,
terminará por descubrir que no es lo
mismo trabajar sobre las aguas del río Santo Domingo o Quindío en Calarcá, que
en las del río Navarco en Salento; o hacerlo en Barragán o Montenegro sobre el río La Vieja. Las
dinámicas acuíferas varían, a causa del comportamiento del caudal. La piedra, la
arena y la arcilla se acomodan de maneras distintas, y así la particularidad en
el proceder de los areneros en el río y alrededores.
En Calarcá o
Salento los mineros trabajan con ayuda
de pala, carreta, cajones de madera y zaranda -colador-. Las volquetas y
otros medios de transporte se acercan hasta las orillas del río. Los mineros se
apuran, con más de doscientas paladas consiguen cargarlas, algunos en parejas
otros en tríos. En Barragán y Montenegro las volquetas se sumergen en las aguas
y los mineros navegan en balsa.
Todas las
mañanas, como ritual, preparan el desayuno y el almuerzo, y lo cargan en su espalda
en un pequeño morral o talego. Se
dirigen al río caminando, en bicicleta, otros en moto. No siempre pueden
transitar con facilidad los caminos que los conducen al lugar de trabajo, suelen
estar cargados de polvo, pedregosos y con asfalto por tramos. Pueden tardarse
de una a tres horas en llegar, son pocos
los que viven en barrios cercanos.
En las playas
o zonas planas, suelen construir con guadua, madera y tejas de zinc, pequeñas
zonas de estar: chozas. Allí pasan a tomar el desayuno y el almuerzo, a
descansar la jornada y protegerse de la lluvia. Allí también juegan dominó.
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En su choza
descargan su morral o talego, desayunan, quitan su pantalón para cambiarlo por
una pantaloneta, algunos ya vienen preparados desde casa. Se dirigen a lo
espeso de la hierba que se encuentra en la ribera y como si hicieran un truco de
magia, aparecen su pala, la zaranda, las placas y cajones de entre la maleza.
Se dirigen a la orilla, entran en parejas o tríos con las herramientas de
trabajo, cuelgan su radio al cuello e inicia la carrera. Ponen el cajón de madera dentro del charco o
“la moyita”, mientras la pala carga la arena sobre la zaranda y con rapidez la
mueven sobre el cajón hasta que se va llenando a plenitud. Los residuos sobre
ella son lanzados hasta otro cajón o un balde de plástico a pocos metros, luego
toman con fuerza los mangos del cajón y lo conducen hasta la orilla del río y
descargan. Forman pilas de cada una de las variedades, hasta que se forma una montaña.
Cajón de madera y travesaños de guadua usado para guardar piedras y arena recolectadas del río. Es cargado en pareja
Otros
areneros a causa del curso del agua, y las enormes pilas de material que suele
dejar el caudal, trabajan en “terrazas” y “franjas aluviales”. En Barragán
sucede de esa manera. Pliegues o breves desniveles de arena y roca forman
playas a las orillas, como caminos, como el rastro de la furia y la vida de las
aguas. Y es que los residuos son tan grandes que facilitan el proceder, no necesitan entrar al
lecho del río, solo deben separar la arena y las piedras, e ir acomodándolas hasta que pasen a
recogerlas las volquetas. Sobre el río Barragán, estas de manera un poco torpe entran a las aguas porque el río, ha
sido partido por la mitad por extensas y espesas acumulaciones de piedra y
arena.
En
Montenegro, donde se opera en el lecho del río y se debe navegar en sus aguas,
el material de arrastre deben sacarlo en balsa, ¡vaya equilibrio!, construidas
con retazos de madera unidos con puntillas, con tablones simulan asientos y el
espacio para albergar la arena y la piedra. La balsa no es ocupada a plenitud,
podrían hundirse o dificultar el remar. Los remos van y vienen, palada por
palada sacan la arena. Después de llegar a la orilla, la amontonan en las playas.
Todas estas maniobras culminan sin reparo de playa a playa, de municipio a
municipio a las cuatro de la tarde.
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En 1950 con
la apertura de la primera calle peatonal y en 1975 con los primeros cambios a las fachadas de
las casas tradicionales construidas a base de bahareque, luego de la colonización
antioqueña, la gente empezó a explorar el uso de materias primas extraídas del
río. Con esto aparecería entonces el cemento, y se convertiría en un
ingrediente fundamental para la nueva forma de edificar en el Quindío.
Ante la
incursión de un nuevo material en la construcción de las viviendas en el
departamento, hombres y mujeres decidieron apostarle al oficio. Antes solían
vivir del café, pero en 1989 los precios del mercado se fueron al carajo, la
bonanza parecía estar llegan a su fin con la
caída del Pacto Cafetero.
Para 1999, el
departamento fue sacudido por un terremoto de 6,1 en la escala de Richter, pocas viviendas quedaron en
pie. El Quindío debía ser reconstruido,
y esta se convirtió entonces en una
oportunidad para los mineros, existía una fuerte demanda de material de
arrastre para construir de nuevo la zona urbana. Pero tanta maravilla no fue
cierta, empresarios de otros departamentos, Risaralda y el Valle del Cauca, también
tenían la situación en la mira, y se adelantaron a solicitar licencias y
permisos ambientales para extraer material del río, y con mayor rapidez. Se
instalaron entonces en las aguas de los ríos Quindío y La Vieja con
retroexcavadoras, dejándoles en desventaja, por la capacidad de extracción y
los precios. Fue la primera derrota en la batalla contra los grandes del
negocio.
Algunos mineros no utilizan el “cajón”, sino que envían el material recolectado en el río directamente a una volqueta. Municipio de Salento, río Navarco
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Juan de Dios
Méndez, un minero que ya parece llegar a los setenta años, lo adornan las
canas. Lleva más de treinta años en el oficio de minero de material de arrastre
junto a su esposa Flor Gonzales e hijos. Dice haber transitado por cada una de
las etapas que debe vivir un minero artesanal en el departamento del Quindío:
el mal pago de su oficio, la enfermedad, enfrentar a las autoridades, y la
importancia de apoyarse en sus compañeros ante la crisis. Se han organizado en
sindicatos y asociaciones.
-Es un
trabajo desgastante, pero es nuestra única fuente de sustento, no podemos
emplearnos de otra manera por los pocos estudios que tenemos, y fíjese que nos
persiguen mucho - dice Flor.
-Pero eso no
es todo, nosotros somos tachados de delincuentes y nos culpan de contaminar el
río, porque después de un par de reformas a la ley minera en el país, nos han
restringido el trabajo- añade Juan de Dios, aprieta entre con las manos una gorra de color
naranja, estampada a medio ver: -“Soy guardián de la quebrada”-.
-Uno lleva
más de cuarenta años trabajando aquí y no sabe hacer otra cosa, nosotros no
contaminamos. Cualquiera que venga a estas aguas puede ver que no están
contaminadas, porque incluso vienen a bañarse. –continúa diciendo Juan de Dios.
-Para mí, el
río parece entender el trabajo que una hace. Él corre sobre los pasos que
damos, parece entendernos. Nosotros hacemos charcos cerca a la playa donde se
pone el material, y luego cuando llega el invierno la corriente del río arrasa
con todo y toca empezar de nuevo. -explica Flor-. Añade- A mis hijos los ha
detenido en varias ocasiones la policía por trabajo ilegal en el río-.
-Hay gente
que viene y deja la basura cerca al río, y uno les llama la atención y le dicen
que deje de ser metido, que este no tiene dueño-añade uno de sus hijos, quien entra
de nuevo a las aguas. Esta familia de mineros trabaja en el río Santo Domingo,
en la playa Los Naranjos, Calarcá.
Avisos hechos por pequeños mineros de material de arrastre, para evitar que los bañistas arrojen basuras cerca al río o contaminen las aguas bajo otras prácticas. Han sido culpados en varias ocasiones por la misma comunidad de ser quienes contaminan el río
Una enorme
roca lleva el nombre de la playa, grandes letras de color azul: Los Naranjos. A
causa de las fuertes lluvias en abril y
mayo, suspenden su actividad paulatinamente, las corrientes de las aguas
aumentan, destruyen los charcos que han hecho para atrapar el material y corren
el riesgo de ser arrastrados. Los años los van colmando de paciencia, esperan
que regresen los días soleados y así el caudal disminuya. Siempre regresan a
construir el charco de nuevo, con una guadua seca al hombro y su talego con un
poco de comida, normalmente limonada y buñuelos. Después de que todo se ha
hecho calma y silencio, Mueven las enormes piedras que deja el río con una cuña
de madera apoyada sobre una pequeña roca. Es inevitable que no machaquen sus
dedos y les arda la parte baja de la espalda, escurre el sudor por sus frentes y los dedos
de las manos y los pies tiemblan. Mientras
transcurre la acción, Flor me mira directo, y escucha la emisora romántica
Bésame… tiran las piedras, chocan entre ellas y Alci Acosta, voz ronca y
adolorida canta como mantra:
No renunciaré
a esa flor que tú me das cada mañana/
a vivir constantemente enamorado
/a soñar
juntos los dos de madrugada.
No renunciaré.
Las manos
callosas y trémulas, las piernas y la espalda dura como la madera. Tantos años empuñando una pala, colando
piedras con zaranda, un par de cajones que suponen la victoria al llenarse y un
pequeño bolso con un par de tarros plásticos, de esos donde viene la gaseosa, cargados con agua de
panela (piloncillo) un portacomidas, o en una bolsa, huevo y arepa. Ese es su botín,
el escudo para soportar la batalla, y así otros areneros aguas más abajo. Cuentan
que hace cuarenta años atrás, el río Santo Domingo en Calarcá, era cruzado en
balsa, ahora se puede cruzar de piedra en piedra y el nivel del agua llega no
más a la rodilla.
-A mí me ha detenido la policía y me ha dejado encerrado
por más de 24 horas, quienes nos tiran la policía son los dueños de las fincas
porque dicen que estamos contaminando el río y somos delincuentes, y como no
encuentran delito nos dejan libres-dice Gilberto Arenas, minero en Salento.
-Nosotros
hemos invertido en documentación, tenemos un nuevo carnet, porque ya estamos
inscritos al “SIMINERO”-añade Iván Contreras, compañero de Gilberto.
-Si estas
aguas estuvieran contaminadas ni peces sacarían, aquí vienen a pescar
también.-concluye Gilberto tras un largo suspiro.
Municipio de Calarcá, Vereda La María; río Quindío
El Sistema
Integral de Gestión Minera (SIMINERO), es una plataforma puesta a disposición
de las administraciones locales desde el año 2013, para el registro y
localización de los pequeños mineros en el país. Tras el segundo periodo presidencial de Juan
Manuel Santos se fortalece la Ley 685 de 2001; para empezar a impulsar la explotación
minera a gran escala y relegar a la pequeña minería o de subsistencia.
Una de las razones del Gobierno Santos para emprender medidas que borraron poco
a poco del mapa de la legalidad la minería de subsistencia del país, y de
pueblos históricamente mineros, se debe a que grupos armados ilegales habían
encontrado en extracción de recursos de recursos naturales. Es así como se
emprende la lucha contra la minería ilegal en el país, toda aquella que no
cuente con el permiso y licencia ambiental expedida por la Autoridad Nacional
de Licencias Ambientales (ANLA) y lo
dispuesto en el Código de Minas, a partir de la solicitud de permisos de
exploración y explotación minera.
En 2009
fueron eliminados del Código de Minas los pequeños mineros y recuperaron su
lugar en 2013. El Ministerio de Minas condiciona su trabajo, establece unos
lineamientos muy concretos: solo pueden sacar cuatro metros cúbicos por día,
ciento veinte mensuales, si superan
estas cantidades pueden perder su permiso; de lo contrario, son clasificados
como medianos mineros, y aumentan los
requisitos y pagos.
En 1997 nace la
Federación de Areneros y Balastreros del Eje Cafetero, porque si bien la salen victoriosos, y se les devuelve su
derecho al trabajo, los areneros del Quindío tienen otras luchas. Desde el 2000
en los ríos Quindío y La Vieja empresas de Risaralda han utilizado maquinaria
pesada para extraer el material del río. Se han atrevido desviar el rumbo de la corriente.
Los pequeños
mineros no están de acuerdo con que se introduzca maquinaria, dicen ser conscientes
de los graves daños que ocasiona la minería mal hecha y se oponen a ello. “Entendimos
que la maquina mata al río, no se debe de hacer de esa manera, quienes otorgan
las licencias ambientales deben de meterse en la cabeza de que el río no es un
cantera”-comenta Luz Estela Ramírez, presidenta de la Federación.
Su objetivo desde
1997 ha sido además de defender su trabajo, la defensa de las cuencas
hidrográficas que abastecen al departamento, especialmente el río La Vieja, que
es la que mayores afectaciones ha sufrido, El País en 1998 denunció la
situación: “La contaminación que vive el
río La Vieja, principal surtidor de agua para Cartago, le planteará a la Corporación
Autónoma Regional de Risaralda (CARDER) y el Ministerio de Medio Ambiente su
descontento por las autorizaciones dadas en Risaralda para la explotación de
arena con maquina”.
Convocando
entonces para el año 2001 un paro en el sector de “La Y”, corregimiento de
Calarcá. Consiguieron que se construyera un Plan de Inversiones para el río La
Vieja, que tenía como objetivo recuperar la cuenca y su ejecución estuvo a
cargo de las corporaciones autónomas regionales del Valle, Quindío y Risaralda.
Además, se creó un comité intercoporativo para regular la actividad. Este
funcionó durante casi cinco años, las administraciones iban cambiando y ya no
querían continuar con el proceso de cuidado y recuperación. Debido a ello,
salieron de nuevo en 2019 a marchar como en el pasado, cuando se tomaron las instalaciones de la CRQ exigiendo
que no se manipulara el río con maquinaria.
Archivo: Federación de Mineros y Balastreros del Eje Cafetero. Diario La Tarde (2002)
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En 1995 un grupo de mineros de material de
arrastre en el departamento de Santander entuteló a la autoridad ambiental,
quería cobrarles por trabajar en el río. El Consejo de Estado entonces expidió
una sentencia en la que explica que su actividad pertenece al Ministerio de
Minas y Energía, y es esta dependencia quien debe regular su actividad. Pero,
¿cómo? las políticas mineras hasta ese entonces habían dejado de reconocerlos.
Perdieron la batalla. Hasta el 2013, con el nuevo Plan de Desarrollo Nacional de
nuevo los reconocen, pero el Gobierno no
cumple su pacto: no más persecuciones, no más incautaciones de sus herramientas
de trabajo, y encarcelamientos. Respetarían su derecho al trabajo. Van a las
calles en 2014, convocan un Paro Nacional.
Esta vez
exigieron que se diseñaran guías mineras que explicaran con claridad cómo debe
ser el proceso de extracción para cada uno de los minerales que produce
Colombia, para el pequeño, mediano y gran minero. El Gobierno no se pronunció.
En 2017,
conocimos el paro en las minas de Remedios y Segovia, Antioquia. Pequeños
mineros eran desplazados por multinacionales mineras. El Gobierno intervino
militarmente.
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A medida que
se acerca lo más profundo de la tarde, se alejan del río, tomando sus
herramientas y las montan a su espalda. Enjuagan sus pies en la orilla y los introducen
en zapatos de icopor agujereados en los
costados y chanclas de plástico. Se dirigen hasta su rancho, descargan y buscan
lentamente su mochila, agarran su
botella con limonada, unos cuantos granos de arroz que sobraron del almuerzo y
cambian sus ropas húmedas.
-Solo pedimos
al Gobierno que nos deje trabajar hasta que llegue el fin de nuestras vidas o
se decida abandonar el oficio. Reconozco que los hijos de mis compañeros y los
míos no quieren continuar, están estudiando en la universidad, y nosotros con
nuestro trabajo apoyamos algunos de los gastos – explica Javier Arango, minero
artesanal, sector La María. Calarcá.
El gremio desparece,
no hay forma de detenerlo. Las garantías son pocas, las luchas, demasiadas. El
Gobierno no negocia, todo el plan está trazado para la multinacional.
Trabajan en parejas y conducen la arena y las piedras fuera de las aguas del río, formando montañas. Este material luego será transportado en volquetas y camionetas a su venta.
Fotos Valeria Urán Sierra