sábado, 28 de noviembre de 2020

Juan Soto: "La mejor forma de sacar una verdad a la luz es exponiéndote"

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Entrevista a Juan Soto


Por Catherine Rendón


Una cineasta está haciendo una película sobre el nacimiento de su hija, sube a un bus y observa a la gente: unos miran a través de los ventanales, otros en el celular, otros duermen, otros observan su cuerpo, una uña, la pierna, la mano. Observa a la gente y asocia: todos alguna vez estuvieron dentro del vientre de una mujer. Se lo cuenta a Juan Soto. Nada revelador, al parecer. Sin embargo, lo que parece no revelar, no decir nada, lo revela todo: un atardecer, la acción cotidiana y repetitiva, una observación de lo obvio: que todos estuvimos en la panza de una mujer. Lo obvio, lo que aparenta no decir nada, es lo que deja entrever todo lo que está oculto. El detonante de este relato y de esta observación creó un interrogante en Juan Soto: ¿cómo fue concebido, incluso antes de estar en un vientre? 


Quiso entonces preguntarle a su madre, él desde Londres, ella en Colombia, cómo fue; grabó la conversación y el resultado es Revelaciones, un mediometraje en el que esa conversación y una serie de materiales gráficos dispersos reconstruyen una multiplicidad de relatos y sentidos. Uno de ellos, es el relato íntimo, femenino, la voz que Juan da en off a Beatriz Elena Taborda, su madre, para revelar, a su vez, su pasado, las elecciones familiares y la construcción de lo femenimo, en la que prepondera la conformación de una vida familiar. Así mismo, hurga en los recuerdos de ella para construir esa memoria de las primeras vivencias de él; los recuerdos que perdemos y que armamos como rompecabezas con los relatos de los otros y que terminan constituyendo una historia de vida de la que no sabemos del todo qué es real y qué ficción.


El cine de Juan Soto nace de los materiales y del trabajo con el archivo: el propio, el familiar, el de los otros, el que crea. Es director de otras películas como Parábola del retorno, Carta a Violeta, Oslo. Y también ha sido editor de diversas películas, entre las que está: The Man Who Always did his Part de Orisel Castro y Simon(e) Paetau, Señorita María, la falta de la montaña de Rubén Mendoza, Intimate Distances de Phillip Warnell, El Father Plays Himself de Mo Scarpelli, La defensa del dragón de Natalia Santa, entre otras.


Este año saca a la luz Revelaciones, que se exhibirá en diversos festivales; en Colombia se podrá ver en la versión más reciente del Festival Internacional de Cine de Cali. En Revelaciones todo parece dejar al descubierto muchos relatos: los materiales que surgen del proceso de revelado, las confesiones, la infancia desconocida y  la forma en la que se archivan los recuerdos. Y quizá, como en todo el cine de Juan, la revelación siempre de él mismo: “La mejor forma de sacar una verdad a la luz es exponiéndote a ti mismo”.


En tu cine parece haber una constante: los relatos familiares y la construcción de la memoria familiar. Sin embargo, aunque esa constante opera como un eje que atraviesa tus películas, cada una trabaja de manera distinta esos relatos y esa memoria. Pienso en Nieve (2012), como un diario íntimo de Londres, en Estudio de reflejos (2013), como un catálogo de ritos y secuencias familiares cotidianas, en Parábola del Retorno (2017), como la construcción de un relato de un familiar ausente y Oslo (2012) con tu infancia en medio del saboteo permanente a un proceso de paz (años 80s-90s) y pienso ahora en Revelaciones, y en el zoom que esta vez haces a la figura de la madre. ¿Por qué siempre vuelves a la familia o por qué decides siempre, de alguna u otra manera, utilizar material familiar?


Creo que “la familia” no es un lugar al que se vuelva, sino más bien del que no se puede salir: a veces un lugar seguro, pero la mayoría de las veces, un cuarto oscuro lleno de sombras que parecen monstruos pero que no son más que uno mismo moviéndose en esa oscuridad. 


Para hacer películas es común el desplazamiento físico, psicológico, espiritual o histórico a lugares lejanos, remotos; pero yo, a veces por falta de presupuesto, o de tiempo y otras veces simplemente por el acceso privilegiado que uno tiene a su familia, he decidido ir a esos lugares que de tan cercanos, de tan íntimos, son extraños, raros, unheimlich. En el entorno íntimo, cuando uno mira muy de cerca las cosas, con una lente macro, éstas se vuelven abstractas, irreconocibles y esa dicotomía me resulta muy fértil para la creación. 


Aunque disfruto haciéndolas, no me es nada fácil volver a ver mis películas una vez terminadas y creo que esa incomodidad viene de la consciencia de que siempre hay un camino más largo que recorrer para llegar al centro, que hay un lugar cada vez más profundo en el subconsciente y que la idea de “verdad”, de revelación, cada vez está más lejos. Entonces no es que haya decidido utilizar material familiar, sino quizás que estoy atrapado en su insondabilidad.


En Revelaciones esa memoria que parece ser tan personal e íntima termina reflejando una cierta universalidad de la memoria: las conversaciones esporádicas e íntimas entre padres e hijos en la que descubrimos secretos familiares o en la que se terminan conociendo nuevos relatos e historias, las relaciones que se tejen entre familiares, los contextos sociales y políticos. ¿Crees que hay allí, en estos relatos familiares, la construcción de una memoria colectiva? ¿Una memoria que lleve al espectador a construir o repensar su propia memoria?


Beatriz, mi madre, cuando la vió, me dijo que extrañaba ver más imágenes nuestras que ilustraran la conversación, sentí como si de alguna manera le frustrara no reconocerse en ese relato y me gustó mucho el extrañamiento que ella experimentó frente a su propia historia porque tengo la sospecha que en ese distanciamiento se crea un hueco, una “imagen faltante” que el espectador puede llenar con una propia y entonces ese relato tan personal se convierte, como tu dices, en uno más colectivo. No sin mencionar que algunas cosas de las que Beatriz habla son ya eventos que pertenecen a la historia universal de nuestro tiempo como la Masacre de Santa María de Iquique, el paro armado del ELN en 2020 o el Coronavirus.


En tu cine hay un trabajo siempre con y desde el archivo, en el caso de Revelaciones se da con una conversación grabada que tienes con tu madre y con una selección de fotogramas diversos que son de archivo. ¿Cómo es trabajar con archivo? ¿Cómo construir esos relatos?  Y en el caso particular de esta película, ¿cómo nació y cómo se fue dando?


Nació de varias casualidades que tienen que ver con los materiales: grabé la conversación por casualidad y esa misma semana habían llegado unas pruebas que estaba haciendo con una cámara Bolex de 1968 para saber si estaba funcionando de cara a una futura película. Las fotos, por su parte, son de Gelberd, un amigo cubano, que me las dió para revelarlas en Londres ya que en Cuba, desde el Periodo Especial, no hay químicos. Él no sabía que al revelarlos aparecerían, quizás, las únicas imágenes de su infancia más temprana. Según los surrealistas (que cada vez me interesan más, sobre todo si los pienso por fuera de la obsesión bretoniana por Freud y el psicoanálisis) el subconsciente funciona como una máquina montadora que junta cosas de diferentes naturalezas y las superpone de formas “extrañas” (weird) creando unas especies de collages a través de los cuales el subconsciente puede comunicarse con el exterior. 

Me parece que las imágenes per sé no tienen todas ese estatus “privilegiado” que tiene un archivo, algo tiene que suceder para que cualquier imagen trascienda su más inmediata razón de ser, y creo que ese algo puede ser el tiempo. Probablemente lo que sucede acá, en esta superposición extraña de materiales es que la precariedad y porosidad de las fotos de Gelberd y de las pruebas con la Bolex, le infunde a la grabación de la conversación telefónica una cierta atemporalidad y a su vez, la contemporaneidad de lo narrado en la conversación, le da a esas imágenes-pruebas-descartes, una unidad que de otra manera no tendrían porque no fueron concebidas para ser películas, ni archivos, fueron hechas, repito, para probar que la cámara funcionaba.


Continuando con el archivo y pensando en tu trabajo también como editor de otros materiales tan diversos: ¿hay una especie de fascinación propia por el archivo? ¿Qué características tiene el archivo? ¿Cómo observas tus archivos y los archivos de los otros?


Creo que hay una fascinación generalizada por las imágenes del pasado. Mark Fisher llamó “Slow Cancellation of the Future” (Lenta cancelación del futuro) al efecto atemporal de cierta música electrónica británica de principios de los dosmiles, en la que se usaba, entre otros muchos efectos, el ruido del acetato envejecido como parte del paisaje sonoro creando una temporalidad disonante, una imposibilidad de fechar la música, de ubicar su producción en un tiempo determinado, en ese caso, la de Burial. Quizás es esa misma enfermedad del tiempo la que padezco yo y la que padece nuestra generación del “no-futuro”. Ante la imposibilidad de imaginarnos e inventarnos por la inestabilidad del tiempo que nos tocó en suerte -con sus pandemias, el cambio climático, la pérdida absoluta de la seriedad en la discusión pública sobre el machismo y el patriarcado, el perverso juego de simulacros en las agendas políticas- el revisionismo nostálgico aparece como placebo para la incertidumbre (aunque sospecho que cada vez es menos efectivo). Como dice el mismo Fisher, el archivo no puede ser solo preservado, tiene que ser contestado, cuestionado.


Ahora más que nunca hay una aparición recurrente de grabar y registrar todo, aunque este registro se da de manera muy efímera, como en el caso de las redes sociales; sin embargo, en tu caso, mucho antes de esta masificación tu registrabas muchas cosas. En ese sentido, ¿qué decides grabar? (como en el caso de esta conversación que escuchamos en Revelaciones). Y siguiendo con el archivo, ¿todos los materiales son archivos o podrían ser archivos? ¿En qué momento se ficcionaliza un archivo o cómo muta o se transforma?


Esta respuesta ya está más o menos esbozada en las anteriores pero diría que aparte de grabarlo todo, que eso no es diferente a lo que hacemos la mayoría de las personas con una cámara en el celular, yo lo que hago, quizás justo por ser editor y archivista, es volver a eso que grabé para estudiarlo y es entonces, en ese estudio, donde eso empieza a adquirir diversas formas, una de ellas puede ser la de la ficción.


Revelaciones salió a la luz durante la pandemia y parte de la conversación que hay en la película se da mientras en Londres ya habían llegado los primeros casos de contagio y en Colombia apenas era un rumor: ¿tuvo que ver este momento por el que estamos pasando para realizar Revelaciones?, ¿fue un detonante?


Quizás sí, pero en ese momento de la conversación y de la edición, no era para nada consciente de lo que significaba vivir en medio de una pandemia. A veces las películas saben más que uno lo que viene y ahora todo se parece mucho a Revelaciones: voces distorsionadas por la distancia y los dispositivos digitales de comunicación, e imágenes borrosas, sin sonido sincrónico, ruidos sin fuente sonora visible. El confinamiento físico en contraposición a la sobre-exposición digital.


En este mediometraje parece que la película es la voz; sin embargo, hay un montaje paralelo, una serie de capas de información que juntas dan sentido, pero separadas también, es decir, hay una multiplicidad de significados o historias. ¿Cómo funcionan esas capas? ¿Y cómo se desarrolló el montaje entre esas capas?


La cuestión de la profundidad me interesa incluso más que la progresión lineal de la narrativa de una película, es decir, me interesa mucho más lo que una película tiene de hondo que lo que tiene de ancho y de largo, en ese sentido, he ido buscando en cada película, formas diferentes de producir, provocar o sugerir esa profundidad: casi siempre está íntimamente relacionado con el sonido que construyo con mi gran amiga y diseñadora de sonido, Isabel Torres. Hay un universo sonoro en todas las películas que de forma más subliminal y más sensorial va construyendo y complejizando esas capas. En Revelaciones eso es muy evidente porque hay literalmente tres o cuatro viajes que se están sucediendo al tiempo: el viaje físico de Beatriz atravesando Bogotá para ir al entierro de su amiga, el viaje de la memoria al pasado de mi nacimiento, el viaje de ida a Cuba y regreso a Londres que sucede en las imágenes de la Bolex y el viaje de los formatos que van desde el sonido digital de una conversación por Whatsapp hasta el video magnético del final, pasando por el 16mm del que ya hemos hablado.


Con la pandemia muchos eventos a los que desde otros lugares no se podía acceder, ahora están al alcance de un click y muchas fronteras para acceder a eventos o materiales se han borrado, en cuanto al cine y los festivales ¿ha cambiado algo respecto a la distribución y exhibición de las películas?


Para mi no tanto, aparte de que no he podido ir a los festivales que me habría encantado, estoy muy acostumbrado a esta relación telemática y telepática porque como editor lo hago constantemente con los directores con los que trabajo y porque muestro mucho mis trabajos digitalmente.


Revelaciones estará esta semana en el Festival de Cine de Cali. ¿En qué otros festivales estará?


Está presentándose en paralelo en Mar del Plata, Argentina, en Valencia en España y próximamente en La Habana, y pues esperamos que de estas proyecciones se abran otras puertas y ventanas para la peli, que a pesar de ser muy sencilla, o quizás justamente por eso, va conectando con la gente que la va viendo, al menos esa es la impresión que tenemos hasta ahora y eso nos hace inmensamente felices.


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Publicado por Catherine Rendón
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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