Por L.C. Bermeo Gamboa
Jueves, marzo 9 de 2017 - Pretexto
La
idea básica se reduce a leer y releer, en paralelo, la novela María de Jorge Isaacs y ¡Que viva la música! de Andrés Caicedo, escribiendo
una bitácora del lector. La primera cumple 150 años de publicación, la
primera edición es de 1867. La segunda cumple 40 años de publicación, la primera
edición es de 1977. La primera María nunca
la he leído, aunque la fatalidad de nacer en el Valle del Cauca conlleva a la
reiterada obligación, reiteradamente negada hasta hoy, de leer “la novela másimportante del siglo XIX, escrita en lengua española”. La segunda María, es María del Carmen Huerta, la
Eva caleña del paraíso perdido, esta sí leída y releída con gusto. La obra de
Caicedo y no su culto me interesan, por lo tanto no haré proselitismo. ¿Cabe
agregar que, también, cumple 50 años de publicación Cien años de soledad (1967)? No, no cabe, aunque a lo mejor sí, recordando
a Remedios La bella ascendiendo a los cielos, en directa parodia de la virgen
María.
Hipótesis para el camino
Hallar
una idea de representatividad, en los términos de Emerson, sobre ese invento
académico “la literatura vallecaucana”, en la obra de estos dos escritores,
quienes parecen mantener una “lucha por la hegemonía literaria” en su parcela, y
en el caso de Andrés Caicedo describir una angustia de las influencias respecto
de Isaacs, en este sentido y siguiendo la retórica bíblica de Harold Bloom,
reconoceremos a la primera María, como un mito inocente de la vida en el
paraíso y, a la segunda María, como la Eva culpable de la expulsión. Serían dos
facetas literarias del mismo arquetipo, en el primer caso una canonización
epistolar post mortem y en el segundo una temporada en el infierno a ritmo de
rock y salsa.
¿Cuál es la relación entre la hacienda El Paraíso y la Sucursal del Cielo, espacios tanto reales como ficticios que encierran a estas féminas fatales?
Habrá
espacio para analizar el arquetipo de María a la luz de la Mona Lisa de Walter
Pater, es decir, que la longevidad de esta figura femenina se debe a su
capacidad para desangrar a sus lectores: “es más vieja que las rocas que la
circundan”, de lo cual podría afirmarse que no hay dos Marías, sino una sola vampiresa
camuflada en estas obras, para esta tarea será necesaria la ayuda de R.H.
Moreno Durán feminólogo consumado.