Diario de Pedro Gómez Bajarrés | Especial para Revista Corónica
15
de enero 2017
Ocurrió. Diría que es la fiebre que me
atacó estos días pero no puedo. Nadie se acuerda de Roa Bastos, nadie más lee Yo, el Supremo salvo los colegiales
aquejados por tareas hechas la víspera que bajan ensayos del Instituto
Cervantes o El rincón del vago al apuro sin poner comillas y sin preocuparse
de, por lo menos, abrir una página para experimentar la prosa del único miembro
numerario del boom proveniente de Paraguay.
Yo el Supremo Dictador de la República
Ordeno que al acaecer mi muerte mi cadáver
sea decapitado; la cabeza puesta en una pica por tres días en la Plaza de la
República donde se convocará al pueblo al son de las campanas echadas al vuelo.
Todos mis servidores civiles y militares
sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de
extramuros sin cruz ni masca que memore sus nombres.
Al término del dicho plazo, mando que mis
restos sean quemados y las cenizas arrojadas al río…
La enorme novela inicia con
la denuncia de ese pasquín que sus opositores han clavado en las puertas de la
Catedral de Asunción en 1840, el año de su muerte. Luego sigue el
deslumbramiento de escuchar desde ultratumba al Dictador Perpetuo
de la República del Paraguay durante cuatrocientas páginas. Roa Bastos experimenta con monólogos a veces delirantes a
veces certeros, circulares que el Dr. Francia dicta a Patiño su amanuense, escritos en su cuaderno personal, diálogos
mantenidos con el mismo Patiño, cuadernos de una Bitácora y más, muchísimo más.
Algunos se alegrarán. Tras Roa Bastos no
está la horda de seguidores de los se queja Cioran, aludiendo a Borges:
El mes
pasado, durante su visita a París, me pidió usted que colaborara en un libro de
homenaje a Borges. Mi primera reacción fue negativa; la segunda también. ¿Para
qué celebrarlo cuando hasta las universidades lo hacen? La desgracia de ser
conocido se ha abatido sobre él. Merecía algo mejor, merecía haber permanecido
en la sombra, en lo imperceptible, haber continuado siendo tan inasequible e
impopular como lo es el matiz. Ese era su terreno. La consagración es el peor
de los castigos -para el escritor en general y muy especialmente para un
escritor de su género. A partir del momento en que todo el mundo lo cita, ya no
podemos citarle o, si lo hacemos, tenemos la impresión de aumentar la masa de
sus "admiradores'', de sus enemigos. Quienes desean hacerle justicia a
toda costa no hacen en realidad más que precipitar su caída. Pero no sigo,
porque si continuase en este tono acabaría apiadándome de su destino. Y tenemos
sobrados motivos para pensar que él mismo se ocupa ya de ello. (J.L. Borges: El último delicado, carta
de Emile Cioran)
Algo que sí ha logrado el paso del tiempo es que, muy
borgeanamente, la ficción sobre el Dr. Gaspar Rodríguez
de Francia pase por la biografía del dictador y sea tomada como una fiel historia de los hechos.
En uno de sus delirios, siempre pendiente de
conseguir armas mientras el Río de la Plata
está clausurado a la navegación (una forma de estrangular a Paraguay para
conseguir su adhesión a Buenos Aires), el Supremo habla sobre el meteorito
caído en el Chaco con el que hará fusiles:
Más de
cien hombres me costó transportarlo en lucha con las tribus feroces, los
elementos, las alimañas, las enfermedades, contra el misterio terrible del azar
que se resistía a ser reducido. Astucia y ferocidad inauditas.(…) El pasaje de
la piedra por el río duró más que el viaje de Ulises por el mar homérico.(…) No
hubo embarcación ni balsa que fuera capaz de soportar las diez mil arrobas de
metal cósmico. Hundió flotillas enteras. Otros cien hombres se ahogaron durante
la interminable travesía. Las travesuras y ardides del meteoro para no avanzar
recrudecieron.(…) Al cabo, la mayor bajante del río Paraguay de cien años a
esta parte, permitió a los efectivos de línea arrastrarlo sobre cureñas
especialmente fabricadas, tiradas por mil yuntas de bueyes y por más de mil
soldados elegidos entre los mejores nadadores del ejército. Está ahí.
Meteoro-azar engrillado, amarrado a mi silla.
Luego
de encontrar un ejemplar del libro a precio de huevo en un mercado de pulgas el domingo anterior,
un ejemplar nunca abierto, pero con la tapa descolorida y releerlo, busqué en
el Aleph de Google la relación entre Paraguay y los meteoritos. Aparecieron
algunas páginas, en ésta se habla del
meteorito del Dr. Francia reproduciendo casi textualmente lo escrito por Roa
Bastos. Se habla con tal autoridad que la Liga Iberoamericana de Astronomía lo
reproduce.
Quedan las palabras, queda la tapa quemada por el sol donde ha desparecido el título y el autor y luego quedan los hechos. A veces arriba, a veces abajo de la historia. Lo que ya no queda es Roa Bastos como sinónimo de Paraguay. Tal vez lo reemplazó el Club Olimpia.
https://www.youtube.com/watch?v=kzfxYVVYr7w
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