lunes, 6 de marzo de 2017

Yo el Supremo, Cioran y lo que queda de los libros

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Diario de Pedro Gómez Bajarrés | Especial para Revista Corónica

15 de enero 2017

Ocurrió. Diría que es la fiebre que me atacó estos días pero no puedo. Nadie se acuerda de Roa Bastos, nadie más lee Yo, el Supremo salvo los colegiales aquejados por tareas hechas la víspera que bajan ensayos del Instituto Cervantes o El rincón del vago al apuro sin poner comillas y sin preocuparse de, por lo menos, abrir una página para experimentar la prosa del único miembro numerario del boom proveniente de Paraguay.




Yo el Supremo Dictador de la República
Ordeno que al acaecer mi muerte mi cadáver sea decapitado; la cabeza puesta en una pica por tres días en la Plaza de la República donde se convocará al pueblo al son de las campanas echadas al vuelo.
Todos mis servidores civiles y militares sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de extramuros sin cruz ni masca que memore sus nombres.
Al término del dicho plazo, mando que mis restos sean quemados y las cenizas arrojadas al río…



La enorme novela inicia con la denuncia de ese pasquín que sus opositores han clavado en las puertas de la Catedral de Asunción en 1840, el año de su muerte. Luego sigue el deslumbramiento de escuchar desde ultratumba al Dictador Perpetuo de la República del Paraguay durante cuatrocientas páginas. Roa Bastos experimenta con monólogos a veces delirantes a veces certeros, circulares que el Dr. Francia dicta a Patiño su amanuense, escritos en su cuaderno personal, diálogos mantenidos con el mismo Patiño, cuadernos de una Bitácora y más, muchísimo más. 

Algunos se alegrarán. Tras Roa Bastos no está la horda de seguidores de los se queja Cioran, aludiendo a Borges:

El mes pasado, durante su visita a París, me pidió usted que colaborara en un libro de homenaje a Borges. Mi primera reacción fue negativa; la segunda también. ¿Para qué celebrarlo cuando hasta las universidades lo hacen? La desgracia de ser conocido se ha abatido sobre él. Merecía algo mejor, merecía haber permanecido en la sombra, en lo imperceptible, haber continuado siendo tan inasequible e impopular como lo es el matiz. Ese era su terreno. La consagración es el peor de los castigos -para el escritor en general y muy especialmente para un escritor de su género. A partir del momento en que todo el mundo lo cita, ya no podemos citarle o, si lo hacemos, tenemos la impresión de aumentar la masa de sus "admiradores'', de sus enemigos. Quienes desean hacerle justicia a toda costa no hacen en realidad más que precipitar su caída. Pero no sigo, porque si continuase en este tono acabaría apiadándome de su destino. Y tenemos sobrados motivos para pensar que él mismo se ocupa ya de ello. (J.L. Borges: El último delicado, carta de Emile Cioran)

Algo que sí ha logrado el paso del tiempo es que, muy borgeanamente, la ficción sobre el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia pase por la biografía del dictador y sea tomada como una fiel historia de los hechos.

En uno de sus delirios, siempre pendiente de conseguir armas mientras el Río de la Plata está clausurado a la navegación (una forma de estrangular a Paraguay para conseguir su adhesión a Buenos Aires), el Supremo habla sobre el meteorito caído en el Chaco con el que hará fusiles:

Más de cien hombres me costó transportarlo en lucha con las tribus feroces, los elementos, las alimañas, las enfermedades, contra el misterio terrible del azar que se resistía a ser reducido. Astucia y ferocidad inauditas.(…) El pasaje de la piedra por el río duró más que el viaje de Ulises por el mar homérico.(…) No hubo embarcación ni balsa que fuera capaz de soportar las diez mil arrobas de metal cósmico. Hundió flotillas enteras. Otros cien hombres se ahogaron durante la interminable travesía. Las travesuras y ardides del meteoro para no avanzar recrudecieron.(…) Al cabo, la mayor bajante del río Paraguay de cien años a esta parte, permitió a los efectivos de línea arrastrarlo sobre cureñas especialmente fabricadas, tiradas por mil yuntas de bueyes y por más de mil soldados elegidos entre los mejores nadadores del ejército. Está ahí. Meteoro-azar engrillado, amarrado a mi silla.

Luego de encontrar un ejemplar del libro a precio de huevo en un mercado de pulgas el domingo anterior, un ejemplar nunca abierto, pero con la tapa descolorida y releerlo, busqué en el Aleph de Google la relación entre Paraguay y los meteoritos. Aparecieron algunas páginas, en ésta se habla del meteorito del Dr. Francia reproduciendo casi textualmente lo escrito por Roa Bastos. Se habla con tal autoridad que la Liga Iberoamericana de Astronomía lo reproduce.

Quedan las palabras, queda la tapa quemada por el sol donde ha desparecido el título y el autor y luego quedan los hechos. A veces arriba, a veces abajo de la historia. Lo que ya no queda es Roa Bastos como sinónimo de Paraguay. Tal vez lo reemplazó el Club Olimpia.




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