José Alias. La Nava (Sierra de Gredos) Julio MMXX
ENIGMA
Tengo una palabra
a punto de aparecer como un silencio.
No puedo decirla
es un enigma sin nombre.
Larga es la noche
para esta farsa continuada de día.
El aire está quieto
más allá de tu ausencia.
Salta un jinete
con un perro en cada lado.
No sé si la palabra secreta
tiene nombre o espera.´
Está todo en el aire, sólo hay
que alargar la mano y ponerlo en el cuerpo que lo bailará, cantará,
interpretará o lo hará visible sobre el lienzo, el fotograma, el papel o la
pantalla…
Es, era, así de simple, ahora
llegó el comandante de la estrella de la
muerte y mandó parar, ya no sirve la lógica, los supuestos se han caído, la
teoría del buen salvaje ha dado paso al sálvese quien pueda. No hay referencias
para comunicarse en sociedad, si es que alguna vez las hubo, en las relaciones,
los diálogos, el cara a cara cada vez más enmascarado; los desalmados han
impuesto su destrucción sistemática y nadie con dos dedos de frente, o más,
sabe ya a qué atenerse, el juego tiene las cartas marcadas, la ruleta está siempre a favor de la banca y ni siquiera gira,
por que no hay bola, roja o negra, ni stendhal que lo resista… pero la lucha
continua, la vida se defiende a sí misma, la esperanza sigue viva…
Colgué en mi canal de Vimeo
(https://vimeo.com/300342780) una película que sigue varias giras de
Thelonius Monk, me escribe gente de todo el planeta, diciéndome que les
encanta, no conozco a nadie de los del feedback. Una pequeña esperanza, cuando
hay gente a la que le gusta el viejo Thelonius Sphere Monk, Straigh, no chaser. Ese que dio la
vuelta al piano, al día en ochenta mundos,
Cortázar dixit. El jazz es como los
buenos poemas, un terreno cambiante donde algunos se sienten a gusto, ese
compañero que ningún padre responsable querría como novio para su hija. Un
lugar en el mundo, una caricia de melón dulce en medio de esta desolación agria
, la luz de nuestro desespero, una puerta de vaivén en movimiento como la
respiración frágil y poderosa que nos da la vida.
He vuelto a la naturaleza, tras
largos meses de confinavirus en Madrid, a mi casa junto al rio que viene de la
nieve derretida. La madre Natura es una medicina sin parangón, la montaña, como
la de Mann, es mágica bajo la luna y las estrellas que aquí pueden tocarse con
la punta de los dedos en las noches de luna nueva, cuando el cielo es negro
como boca ‘el lobo, y que muestran el mundo, este, que parecía haberse perdido
para siempre. Bañarse en esas aguas, y contemplar esta cúpula preñada de osas mayores
y menores, casiopeas, cíclopes y lestrigones, es recorrer con Odiseo un
territorio de la Edad de Oro, esa en la que vivimos, fuera del espacio/tiempo,
en cualquier momento en que nuestros sueños y anhelos hayan dejado atrás la
pulimentada lógica que no lleva más allá de la esquina de nuestra querida y siempre bien venida
calle de siempre, sobre todo en tiempos de paz aparente, amistades y vecinos recelosos
que espían la vida de los otros, en lugar de ocuparse y disfrutar de la suya,
que no volverá, tomen nota, cuando termine. Esa
vieja epidemia que puebla las aceras. Todo cobra valor cuando se pierde, y
no hay vuelta.
Camino
siguiendo las sendas acordes con la naturaleza, hasta caer y al fin descansar,
expirando en este aire que respiro cada día y cayendo en esta tierra de donde
mi padre recogió la semilla, mi madre la sangre y mi nodriza la leche; de
donde, cada día, después de tantos años, me alimento y refresco, que me
sostiene, mientras camino, y que me aprovecha de tantas maneras.
(Marco Aurelio.
Meditaciones)