Un recorrido (rápido) por las librerías de Madrid tras el primer año de pandemia
![]() |
Cartel de la campaña publicitaria de Las Librerías de Madrid, 2020-2021. |
I. “La cultura es segura”
s mayo de 2021. Llegué a Madrid
hace tres meses, gracias a una beca de investigación. Tuve suerte de que me
dejaran salir de Colombia; dos personas que hacían la fila conmigo en el
aeropuerto perdieron su vuelo, porque no cumplían con la documentación exigida
por la embajada para viajar y, a dos semanas de mi arribo, prohibieron la
entrada de colombianos en España, a causa de la cepa brasileña del Covid-19. Mis
amigos y colegas me envidian: soy la única de nuestro grupo que ha salido del
país en el último año, a causa de las restricciones que ha impuesto la pandemia
y que, pronto, tendrán que ver con si tienes o no la vacuna. En Madrid, todo
parece normal, lo que antes llamábamos normal: escucho los gritos y las risas
de los niños detrás de los muros de escuelas y colegios, hay muchísima gente (españoles
y extranjeros) en las calles, en los cafés, en las terrazas, en los bares, en
buena medida, gracias a las cuestionadas decisiones tomadas por la presidenta
de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, para apoyar la hostelería. En el centro, en las
noches, los grupos de jóvenes, no tan jóvenes y nada jóvenes se agolpan en las
esquinas para compartir una copa, un cigarrillo, para hablar, para mirarse.
Según los informes, la vacunación
del país va en un 25%, se espera que a finales de agosto esté en un 70% y se
cuenta con suficientes dosis para su población, incluso para donar; en
Colombia, si el ritmo de vacunación sigue como hasta ahora, tendré suerte de estar
vacunada (si logro llegar viva) en dos años. Hace tres semanas, levantaron las
restricciones de movilidad dentro de España y el toque de queda en Madrid. Desde
octubre de 2020, con la campaña: “La cultura es segura”, el Ministerio de
Cultura y Deporte ha animado a la gente a volver a disfrutar de las
experiencias culturales que brinda la ciudad, con mínimos protocolos de
seguridad que podrían ser copiados por la mayoría de países, si hubiera la
suficiente voluntad de los gobiernos (y suficientes camas y UCIs en los
hospitales) para entender que la cultura es fundamental para la salud mental y
emocional de las personas y para no seguir renunciando al espacio público y a
lo público, en general, como venimos haciéndolo desde hace ya tantos años en
los países latinoamericanos. Yo no puedo creer que pueda volver a ir a cine, a
teatro, a una exposición, a un museo (hace un año no iba a nada de esto), que
pueda caminar sin miedo por las calles y tan cerca de la gente, armándome
recorridos para ojear y hojear libros, aunque el tapabocas siga dándome la
misma sensación de ahogo y el dispersor de alcohol en mi bolso siga siendo mi
implemento de uso personal más común.
En España, el precio del libro está entre los 18 y los 20 euros (el salario mínimo mensual en España es de mil cincuenta euros) e incluye un IVA del 4%; este precio equivale a, aproximadamente, 90 mil pesos colombianos (el libro de bolsillo cuesta la mitad). En Colombia, el precio de un libro (que no incluye IVA) está en promedio en 50 mil pesos y el salario mínimo mensual es de 908 mil pesos. Comprar un libro en Madrid le representa a una persona el equivalente a pagar dos
menús diarios; en Bogotá, le representa a alguien pagar tres almuerzos ejecutivos. De acuerdo con los reportes, la
Comunidad de Madrid, que incluye el Ayuntamiento de Madrid y 179 municipios
cercanos, que suman casi siete millones de habitantes, cuenta con 800 librerías
(en Colombia, hay en total 600 puntos de venta formal de libros; el 40% de
ellos está en Bogotá). Las librerías de la Comunidad de Madrid equivalen al 12%
del total de librerías del país (alrededor de 4.000); de acuerdo con los
cálculos, hay 7,6 librerías por cada 100.000 habitantes en España (en Colombia,
hay una por cada 79.000). Por Comunidades Autónomas (el equivalente a
Departamentos en Colombia), Madrid ocupa el primer lugar en número de
librerías, seguida de las Comunidades de Cataluña y de Andalucía, según lo
registra el informe del Observatorio de la librería 2019 (https://www.cegal.es/wp-content/uploads/2019/11/Observatorio-de-la-Librer%C3%ADa-2019.pdf).
En Madrid ciudad, se cuentan un
poco más de 500 librerías para una población de casi tres millones y medio de
habitantes, y estas se clasifican en: especializadas, generales con
especialización, generales de fondo y generales de proximidad. Estas últimas
corresponden, sobre todo, a librerías ubicadas en barrios diferentes al centro
de la ciudad (en algunos de ellos, se realizan ferias del libro a lo largo del
año), cuyas ventas están relacionadas, en su mayoría, con libros de texto
escolar y que combinan la venta de libros con papelería; la Asociación Pequeñas
Librerías de la Comunidad de Madrid agrupa estas librerías (https://aplmadrid.es/). Madrid cuenta con un tejido rico en librerías especializadas en temas
tan diversos como filosofía, autoayuda, idiomas, economía, música, viajes,
arquitectura, mujeres, cómic, guerras y disidencias sexuales, entre otros. En
mis recorridos por la ciudad, serán las generales con especialización y las
generales de fondo las librerías más visitadas, ubicadas, sobre todo, en el centro
(barrios Lavapiés, Malasaña, Barrio de las Letras y Chueca), en Argüelles (un
barrio universitario) y en Goya (una zona muy comercial).
Las librerías de la ciudad están asociadas,
desde 1977, a través del pago de una cuota anual, al Gremio de Librerías de
Madrid (https://www.libreriasdemadrid.es/) y, según el listado disponible para consulta en su página web, suman
un poco más de 130 librerías. Cada Comunidad Autónoma tiene su propio Gremio de
Librerías; juntos configuran CEGAL: Confederación Española de Gremios y
Asociaciones de Libreros (https://www.cegal.es/), que reúne 1.600
librerías y funciona desde 1978. Desde CEGAL, se lideran varios proyectos y
actividades culturales, entre ellos: el Congreso de Librerías (cada dos años), el
Observatorio de la Librería (en asocio con la Universidad de Zaragoza), la web
Las Librerías Recomiendan, la plataforma Todos Tus Libros, la celebración del
Día de Libro, el Día de las Librerías y el Día de las Escritoras, y las
gestiones del Premio a la Librería Cultural (desde 1999) y del Sello Librerías de
Calidad (desde 2015). Por su parte, el Gremio de Librerías de Madrid gestiona
anualmente la Feria del Libro de Madrid y, desde el año 2000, los Premios
Librerías de Madrid a los mejores libros del año en: ficción, ensayo, poesía, álbum
ilustrado, cómic y el Premio Leyenda, “que premia la labor de una persona
física o entidad, vinculadas al ámbito de la cultura y que se hayan destacado
por la defensa de los libreros” como dinamizadores culturales (https://www.libreriasdemadrid.es/premios-librerias-de-madrid-2020/). Desde el Gremio, en asocio con UNED (Universidad Nacional de
Educación a Distancia), se ofrece también, por tercer año consecutivo, el Curso
para Creación y Gestión de librerías (con una duración de cuatro meses), así
como cursos de formación permanente para los libreros de las librerías
asociadas.
Todos estos proyectos, acciones,
premios y actividades culturales le han dado una mayor visibilidad,
profesionalización del oficio y calidad a las librerías de la ciudad y del
país. Específicamente, la web Las Librerías Recomiendan (https://www.laslibreriasrecomiendan.com/) muestra contenidos actualizados permanentemente (por libreros) acerca
de recomendaciones de novedades editoriales en literatura (ficción, no ficción
y poesía), cómic y álbum ilustrado; asimismo, publica noticias de librerías y entrevistas
cortas a libreros. Es decir, este sitio es un lugar de consulta continua para
los libreros, pero también para los lectores. Lo mismo sucede con la plataforma
Todos Tus Libros, un desarrollo tecnológico creado hace diez años para
visibilizar la oferta editorial disponible en las librerías y que, desde 2020,
se convirtió en una plataforma comercial (https://www.todostuslibros.com/) y en una herramienta fundamental para los libreros en tiempos de
pandemia; Todos Tus Libros permite ubicar cualquier título disponible para
venta en España, las librerías en donde se puede adquirir y, si estas tienen
venta en línea, se puede hacer la compra. En Colombia, la plataforma Colombia
Lee empieza a cumplir esa función de visibilización de la oferta editorial (https://www.colombialee.com/).
Por su parte, el premio anual a
la Librería Cultural reconoce públicamente a “aquellas librerías que se
caractericen por realizar una tarea continua de dinamización cultural y de
difusión del libro y de la lectura dentro o fuera del espacio físico de la
librería” (https://www.cegal.es/acciones-culturales/premio-libreria-cultural/); se refiere, entonces, a las actividades culturales o de promoción de
la lectura que se llevan a cabo en o por la librería. A diferencia de Colombia,
en donde la categoría “independiente” es fundamental en la definición del papel
cultural de las librerías y del mantenimiento de la bibliodiversidad, en Madrid
es la categoría “cultural” (preferible, pues una librería jurídica puede ser
independiente, pero no cultural) la que se ha establecido como garante de este
rol. El Sello Librerías de Calidad complementa este objetivo estableciendo unos
criterios para las librerías que aspiren a él y que incluyen un mínimo de
metros cuadrados que debe tener el local, cierto porcentaje de este dedicado a
la venta de libros, un mínimo de años en funcionamiento, un mínimo de títulos y
de editoriales diversas en el catálogo ofrecido, un mínimo de actividades
culturales programadas al año, un canal establecido de prescripción lectora
(boletín, sitio web), tener página web y estar presente en redes sociales, así
como no estar supeditada a un mayorista o distribuidor para la selección de títulos
(http://www.libreriasdecalidad.com/autoevaluacion.php#autoevaluacion).
No obstante este panorama que,
ante mis ojos colombianos, parece muy alentador, los resultados del informe de
hábitos de lectura y compra de libros en España en 2020 continúan evidenciando
la mayor queja de los libreros (de la península y de Colombia, con las correspondientes
especificidades): “El índice de lectura en España no alcanza los niveles
europeos” (https://www.federacioneditores.org/img/documentos/260221-notasprensa.pdf). No parece suficiente lo que yo veo como enormes logros: los hechos de
que en “el 74,4% de los hogares con niños menores de seis años se lee a los
niños”, de que “el 51,7% de los españoles compraron libros en 2020”, de que solo
“el 36% de la población española no lee nunca libros” y de que cada vez que
entro en el metro me encuentre a dos personas, como mínimo, leyendo libros
impresos o en sus tabletas. Si bien, durante el primer año de pandemia, se
constató un aumento en la compra y lectura de libros (adquiridos, en el mayor
porcentaje, en librerías), los libreros entrevistados para este texto (nueve,
correspondientes a siete librerías) señalan que hace falta mayor inversión en
campañas de lectura que lleguen a quienes nunca entran en una librería. Más
allá de esta petición, este primer año de pandemia demostró que la falta de
tiempo para leer y la competencia de la lectura con otras formas de ocio y
entretenimiento (en este caso específico, los viajes, la vida social y la
visita a lugares de esparcimiento o culturales) sí son factores determinantes para
los hábitos de lectura. Durante el confinamiento o con las restricciones de
movilidad y los toques de queda, la lectura se convirtió en la opción
privilegiada frente a una vida de pantallas y de conexión virtual; asimismo, la
disminución del dinero invertido en viajes o salidas, permitió orientarlo a la
compra de libros.
Vidriera de la
librería Rafael Alberti. Madrid, marzo de 2021.
II. “¿Cuál es la última novela que has leído? ¡Dámela!”
Madrid, a mis ojos, es una ciudad
hecha para caminar, para estar afuera y todo invita a ello (o quizá mi
percepción se deba a completar ya un año de medidas de confinamiento y
distanciamiento social en Bogotá). Dedico la mayor parte de mi tiempo a pasear
por la ciudad, a recorrer sus librerías; me encuentro con cientos de títulos y
editoriales que no me son familiares y mis ojos identifican automáticamente los
de los autores colombianos que más se repiten: Juan Gabriel Vásquez, Héctor
Abad Faciolince, Pilar Quintana, Sara Jaramillo, Lorena Salazar, Carolina
Sanín, Giuseppe Caputo, Juan Cárdenas, Marvel Moreno, Margarita García Robayo, Emma
Reyes. En cada librería en la que entro, hay carteles invitando a firmas de
libros y, para mi sorpresa, en algunos locales se venden libros ya firmados por
los autores; en todas las librerías, me encuentro con una sección dedicada a
libros sobre feminismos. Para mi dicha, los libreros y libreras me saludan afablemente,
pero me dejan estar a mis anchas, ojear, perderme entre carátulas,
contracarátulas y lomos, sin preguntarme nada.
Quisiera comprar libros en todas
las librerías, tan solo para darles las gracias por existir, pero hago cuentas
y veo que ya me he excedido. Permanezco dentro de cada uno de los locales media
hora o un poco más, excepto en las cadenas de librerías de libros leídos, donde
mirar solo lomos me cansa rápido. La mayoría de las personas permanece menos tiempo
y otro tanto entra solo a recoger un encargo o a preguntar por un título
preciso. Es parte de lo que ha cambiado tras el primer año de pandemia: la
gente evita estar en un lugar cerrado por mucho tiempo y, para tocar los
libros, en algunas librerías, se exige el uso de guantes y, en todas, la
aplicación de gel antibacterial. Hago todos los recorridos caminando; la
distancia más larga que separa una de otra librería es de media hora.
De acuerdo con datos de CEGAL, en
2020, bajó solo el 8% de las ventas de las librerías y solo una cerró, pero una
más abrió en noviembre pasado: Lata Peinada, que ya tenía sede en Barcelona y
que está dedicada a libros de autores latinoamericanos. Al igual que en
Colombia, las librerías pequeñas y de barrio fueron las menos afectadas por la
pandemia. En relación con las exportaciones de libros a América Latina, estas
bajaron entre un 40 y un 50%, sobre todo, por debilidad del mercado
latinoamericano. Enrique Pascual Pons, director del Gremio de Librerías de
Madrid, explica los resultados positivos en las ventas a través de las acciones
que se llevaron a cabo desde el Gremio para ayudar a las librerías (que
estuvieron cerradas durante dos meses): la fiabilidad y rapidez de la
información que se entregó a los libreros acerca de las medidas de bioseguridad
para funcionar, las campañas de difusión en medios para apoyar la compra en
librerías, las subvenciones para la innovación tecnológica de las librerías
(activación de la venta en línea de libros o dispositivos para hacer
transmisiones en línea de los eventos culturales), las ventas de libros a
bibliotecas públicas, la apertura de líneas de créditos blandos y la
posibilidad de que los propietarios de las librerías pudieran hacer uso de los
ERTES (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo) para solventar el salario
de sus empleados por un tiempo. Esta última ayuda a mis ojos resulta increíble,
acostumbrados como estamos en Colombia a que si te quedas sin trabajo, no comes.
Junto a este respaldo del Gremio
a los libreros, estos están de acuerdo en que lo más importante para su
supervivencia durante 2020 fue el apoyo recibido de los usuarios de sus
librerías. Es muy común que las librerías de la ciudad usen el mecanismo de la asociación
(desde mucho antes de la pandemia), a través del cual el asociado paga una
cuota mensual completamente consumible en libros. Pero, adicional a este
mecanismo normal de apoyo y fidelización, todos los libreros entrevistados cuentan
cómo pasadas algunas semanas del inicio del confinamiento, en marzo del año
anterior, los usuarios empezaron a hacerles pedidos por correo electrónico y
por teléfono; otros, incluso, se ofrecían a hacerles transferencias bancarias
hasta que pudieran pasar a la librería a seleccionar los libros. En cuanto las
personas pudieron salir de sus casas y acercarse a las librerías, todos
recuerdan las largas filas de usuarios que se hacían en la entrada y la
paciencia que tuvieron para ser atendidos. Las medidas de confinamiento y la
pandemia han ratificado que los libros funcionan para muchos como objetos de
primera necesidad: quienes eran ya lectores habituales, acudieron a ellos más
que siempre; quienes habían perdido un poco el hábito, se convirtieron de nuevo
en lectores frecuentes. En ambos casos, los libros han sido un refugio ante la
ansiedad y la desesperanza, una fuente de felicidad, de respuestas y de nuevas preguntas,
y una importante compañía. En este sentido, tras un año de pandemia, se han
reafirmado las funciones principales de los libreros: seleccionar títulos y
prescribir lecturas, recomendar libros.
Los libreros con los que me
entrevisto son hombres y mujeres que están entre los 40 y los 60 años de edad,
en promedio, quienes se juntaron con amigos para asociarse y fundar sus
librerías, que pueden ser entendidas como proyectos independientes y culturales.
Todos viven de sus trabajos como libreros, excepto en una de las librerías, que
no ha alcanzado su punto de equilibrio, y solo en dos casos los socios tenían
experiencia trabajando en otras librerías. Algunas de ellas, tienen más de
cuarenta años de funcionamiento; otra tiene más de veinte y otras más, diez. Sus
inventarios cuentan con un número de títulos que está entre los 5.000 y los
20.000, en promedio (este número aumenta durante la Navidad y la Feria del
Libro), y sus ventas mensuales, entre los 1.000 y los 5.000 ejemplares. Sus
equipos de trabajo los conforman entre dos y seis personas. Todas estas
librerías presentan un criterio claro de selección de sus títulos. En ellas, no
hay libros de autoayuda, parapsicología, novela romántica, dietas o de
personajes de televisión; de la misma manera, otros libros especializados como
aprendizaje de idiomas, deportes, libros técnicos o de derecho no se encuentran
allí, aunque sí ciertos best-seller
en algunos locales. Este tipo de contenidos es accesible para los usuarios a
través de las librerías de cadena o de las de grandes superficies. Tres de las
librerías son también editoriales; solo una de ellas combina la venta de libros
con venta de bebidas.
Para los libreros y libreras
entrevistados, la librería es un lugar de encuentro, unido estrechamente a la
comunidad dentro de la que funciona o del barrio, a través de los vínculos
cotidianos que establece con sus usuarios: muchos profesionales jóvenes y no
tan jóvenes, y otros muchos jubilados. Las librerías son “rincones de agitación
cultural, de activismo cultural”, como lo manifiestan Marina Sanmartín y
Alessandra Gatti, de Cervantes y Compañía, y en los casos de Traficantes de
Sueños y de Enclave de Libros, dos librerías especializadas en libros de ensayo
sobre pensamiento crítico (ambas hacen parte de la Red de Librerías Críticas: http://libreriascriticas.es/), estos espacios también contribuyen a enfatizar la función de los
libros de ser herramientas al servicio de los movimientos sociales y a distanciarse
de la “lectura romántica” para establecer con ella una relación “activa”. En
palabras de Blas Garzón, de Traficantes de Sueños, el librero y la librería
actúan como “neurotransmisores”:
Tú lo que tienes puesto es un montón de neuronas de pensamiento, de corazón y de vísceras en una estantería que no tiene vida, y que solo tiene sentido en el momento en que hay interacción; hay veces en que los libreros somos necesarios para hacer la conexión y hay otras en que es la propia gente la que se sirve de ese conocimiento físico [expuesto en los estantes].
Las librerías como espacios
físicos son necesarias por estas dos razones que expone Blas y que se
corresponden con las dos funciones de los libreros que mencioné arriba
(selección y prescripción): la primera, porque los modos de exhibición de los
libros en mesas, vidrieras y estantes (de frente o de lomo, de pie o acostados)
presentan los contenidos, la información, desde un punto de vista particular,
desde un “discurso”, una toma de posición, de acuerdo con los saberes y con los
intereses de los libreros, y con el tipo de usuarios a quienes quieran
dirigirse; esta forma de presentación debe permitir que el lector o lectora se
ubiquen de manera autónoma entre esa información, que esta sea clara y
accesible para ellos. La segunda razón, reside, por supuesto, en la
conversación entre el usuario y el librero, en la que este último no renuncia a
compartir su criterio de lectura, pero lo más limpio posible de un “esnobismo
intelectual”. Muchos lectores creen a ciegas en este criterio de sus libreros; María
Josefa Arteaga, por ejemplo, de la librería Miraguano, cuenta que varios
lectores entran en el local para preguntarle-pedirle: “¿Cuál es la última
novela que has leído? ¡Dámela!”. Por estos motivos, los libreros deben ser
grandes lectores y, a pesar de sus muchas e infinitas tareas administrativas,
encontrar tiempo cuando y donde sea para leer, y escuchar a sus usuarios para
saber qué recomendarles en cada momento. Marina Sanmartín resume muy bien este
papel de los libreros cuando afirma que “la librería es el eslabón de la cadena
del mundo del libro en donde la gente es tan importante o más que el propio
libro”.
Pero, ¿cómo es la gente?, ¿cómo
son los usuarios de librerías en Madrid? Para tratar de entenderlo, realicé un
sondeo entre usuarios de librerías en la ciudad, del que obtuve 45 respuestas;
a pesar de que sea un número que, claramente, no puede entenderse como
representativo, las respuestas permiten tener una percepción de estos
lectores-usuarios de librerías de la ciudad, complementada por el informe
(citado más arriba) de hábitos de lectura, realizado el año anterior por la
Federación de Editores, y con las entrevistas a los libreros. Una de las
preguntas del sondeo era sobre sugerencias a las librerías; entre las escritas
por los encuestados, resaltan las referidas a fortalecer el papel de los
libreros como seleccionadores y prescriptores, y a recordar la importancia de
una buena atención a los usuarios. Estos visitan las librerías desde niños y
señalan a sus padres como personajes fundamentales en su relación con los
libros. Además de lo anterior, los usuarios evidencian en sus respuestas una
clasificación de las librerías que visitan a partir de dos objetivos de
lectura: librerías para ir de búsqueda, donde puedan acceder a una gran
variedad de oferta de títulos sobre diferentes temas, y librerías para pedir recomendaciones,
aquello que no es tan visible en las grandes librerías y que es descubierto
solo por ciertos libreros. Para el primer objetivo, las preferidas son las de
cadena y las de grandes superficies; para el segundo, las preferidas son las más
pequeñas, independientes o culturales.
Aparentemente, para estos
lectores, no resulta definitivo (como sí lo es para gran parte de los usuarios
colombianos) comprar y leer libros de autores nacionales. Esto se reitera
también en las entrevistas con los libreros, en las que expresan que no hay una
gran diferencia entre la venta de libros de autores españoles y extranjeros,
pues la edición española realiza muchas traducciones. Sin embargo, el informe
de CEGAL señala que los libros más vendidos en 2020 fueron de autores españoles
y la Panorámica de la edición española de libros 2019 indica que “las
traducciones suponen el 14,7% del total de la producción editorial española” (http://www.culturaydeporte.gob.es/dam/jcr:b25857ff-408a-4ecd-a149-fdadff6b2d1e/estadistica-de-la-edicion-espanola-de-libros-con-isbn-2019.pdf); lo anterior querría decir que sí hay una preferencia de los lectores
españoles por sus autores y que la traducción no está cerca de igualar a la
creación producida en el país.
Por otra parte, si bien el
informe de CEGAL afirma que lo que más se vendió en 2020 y en el primer
trimestre de este año fue la no ficción (igualmente, los títulos más editados
fueron de Ciencias Sociales y Humanidades, seguidos por la literatura), el
informe de hábitos de lectura 2020 consigna que “lo que más se lee es
literatura (82,6%) y entre esta la novela y el cuento (92,2%)”. Complementario
a esto, al revisar el listado de los libros más vendidos en abril de 2021, en
el portal Todos Tus Libros, de nuevo, es la literatura la que ocupa los
primeros lugares; esto se corresponde con el hecho de que la mayor parte de los
libros recomendados en el portal Las Librerías Recomiendan de los meses de
marzo y abril de 2021 sean novelas. Esta aparente contradicción, que va más
allá de diferenciar entre lo comprado y lo leído, entre hábitos de consumo y de
lectura, se puede explicar a partir de las prácticas de lectura de la gente,
que podrían distinguir entre lo que más se compra (libros de no ficción) y lo
que más se recuerda haber leído o los libros que se reportan como terminados o
leídos completos (la literatura).
Buscando contrastar la
información consignada en los informes de CEGAL y de Hábitos de lectura,
realicé el siguiente ejercicio: comparar los libros exhibidos por seis
librerías (las mismas con las que me contacté para hacer entrevistas a sus
libreros) en sus vidrieras durante el mismo mes (marzo), así como los libros
que eligieron como recomendados en sus sitios webs durante el mes de abril. De
esta manera, realicé un análisis de 304 títulos; aunque, de nuevo, esta cifra
no constituye ninguna muestra representativa, vale la pena echarle un vistazo a
los resultados. Un tercio de los títulos se reparte entre sellos pertenecientes
a grandes grupos editoriales: Planeta, Penguin Random House, Anagrama
(Feltrinelli), Anaya (Hachette) y el grupo Contexto (que funciona como una
asociación de cinco editoriales españolas: Impedimenta, Libros del Asteroide,
Sexto Piso, Nórdica Libros y Periférica), en el que sobresale Impedimenta; sin
embargo, al desagregar los sellos, las editoriales con más títulos son: Anagrama,
Alfaguara, Tusquets, Impedimenta y Seix Barral (en Colombia, Anagrama también
se alza con la mayoría de los títulos presentes en las librerías
independientes). Los reportes de los más vendidos en abril, en Todos Tus
Libros, señalan a Penguin y a Planeta como los grupos con más títulos en la
lista. Frente a estos hechos resulta interesante y pertinente indicar que los
otros dos tercios de los 304 títulos analizados pertenecen a editoriales
españolas independientes o emergentes y que los libros recomendados en el
portal Las Librerías Recomiendan mantienen un equilibrio entre los títulos de
los grandes grupos y los de las editoriales independientes españolas.
Resultados complementarios del
ejercicio de comparación entre lo exhibido por las seis librerías son los
referentes al país de nacimiento de los autores de los títulos y el país de
edición de los libros. En relación con el primer resultado, la mayoría de los
autores han nacido en España; a estos le siguen, de lejos, los nacidos en EEUU,
Francia, Reino Unido e Italia. Asimismo, los idiomas originales de edición son,
en su orden de cantidad: castellano, inglés, francés, alemán e italiano. Esto
se corresponde con los resultados de la Panorámica de la edición española de
libros 2019, en donde figura que “las traducciones del inglés representaron un
48,3% del conjunto de la obra traducida”, al que le sigue el castellano, el francés,
el japonés y el italiano. En cuanto al segundo resultado, el país de edición de
los libros es España; dentro de los 304 títulos revisados, solo seis fueron
editados fuera, en Latinoamérica, en este caso: Argentina y México.
Este último dato merecería una
investigación de largo alcance que, por un lado, explique los impedimentos que
siguen existiendo para que los libros y autores latinoamericanos logren ser
distribuidos más ampliamente en España y, por otro, que hable de la desproporción
entre los numerosos libros traducidos al castellano editados en España y distribuidos
en América Latina, y los pocos títulos de autores españoles vendidos en esta
región, tal como me sugiere el editor Manuel Borrás, de Pre-Textos; quizás un
punto a tener en cuenta aquí, por solo mencionar un caso que ilustraría las
diferencias de sensibilidad lectora entre España y Latinoamérica, sea el
fenómeno del best seller de temática
policíaca o el thriller histórico, muy visible en los títulos revisados por mí y
que en Latinoamérica o, por lo menos en Colombia, no está tan presente.
Sobre este tema de la
distribución de libros entre España y Latinoamérica, según las entrevistas
realizadas, solo hay dos o tres distribuidoras que traen libros de América
Latina (sobre todo, de Argentina); en este sentido, la labor realizada por las
librerías Lata Peinada y Juan Rulfo (del Fondo de Cultura Económica, de México)
es toda una hazaña en pro de los autores latinoamericanos. Para Blas Garzón,
“no tiene mucho sentido que los libros crucen el océano” y lo que debería
hacerse –como ya se ha hecho en algunos casos- es realizar acuerdos de
coedición para imprimir los libros en España o hacer uso de la impresión bajo
demanda. Para finalizar, quiero mencionar otros datos que se desprenden del
ejercicio comparativo realizado: hay bastante equilibro entre los libros de
autoría masculina y femenina, y solo 36 títulos (de los 304) se encuentran en
dos o más de las seis librerías, situación que habla bien del criterio
particular de selección de los libreros.
Interior de la
librería Sin Tarima Libros. Madrid, abril de 2021.
III: “Todos debemos renunciar a algo para que el sistema siga vivo”
Cajas con libros entran y salen
todos los días; es el viacrucis de los libreros. En algunos locales, me
encuentro con algunos que hablan con hombres y les hacen pedidos mirando un
catálogo: “Dos de este, tres de aquel”. Los vendedores les hablan a dos de los
libreros que entrevisto de las cualidades de venta de cada uno de los títulos
que ofrecen; otro más le recomienda a un librero que recuerde hacer pronto su
pedido para la Feria de septiembre (estamos en mayo). Los catálogos son revistas
que contienen información detallada de las novedades de cada editorial: un
resumen del tema o de la historia, información sobre el autor y los argumentos
de venta del libro; estos catálogos llegan a las librerías con aproximadamente dos
meses de anticipación al lanzamiento de las novedades. En España, la producción
total de nuevos títulos con ISBN en 2020 fue de 90.073 (en Colombia, en 2019,
fue de 19.996). Hay más de 500 editoriales solo en Madrid y más de 150
distribuidoras nacionales, según datos de FANDE (Federación de Asociaciones
Nacionales de Distribuidores de Ediciones). Lo anterior explica el hecho de que
los libreros deban gestionar alrededor de 1.500 novedades editoriales
semanales. ¿Cómo lo hacen?
En las entrevistas realizadas con los libreros y libreras, varios me contaban que debían dedicar dos o tres días por semana a examinar los catálogos (impresos o en PDF) y luego hacer los pedidos. En España, las librerías tienen dos maneras de hacerlos: en depósito y en firme. Los depósitos (que constituyen el fondo de la librería) se renuevan cada año, es decir que, luego de un año, la librería puede hacer la devolución de estos libros o confirmarle a la distribuidora que sigue con ellos. Los pedidos en firme (que, en realidad, son depósitos temporales) se pagan a los dos o máximo tres meses; si los libros no se lograron vender, se pueden devolver o renovar el plazo de pago por otros tres meses hasta completar un año. Las novedades, si no se devuelven en un plazo determinado (aproximadamente dos meses), pasan a ser pedidos en firme; pero, verdaderamente, la mayoría de las novedades duran, si no se venden, quince días en promedio en la librería, antes de ser devueltas. Marina Sanmartín, de Cervantes y Compañía lo explica así: “La línea entre lo que es en depósito y en firme es más bien temporal. Es más una cuestión de flujo de caja”. Con estas condiciones, los libreros deben ser muy cuidadosos de estar al día con las cuentas y de examinar detallada y objetivamente qué pueden mantener en el local y qué deben devolver, pese a que muchas veces vaya en contra de sus gustos personales de lectura, antes de que se convierta en una cuenta por pagar y se abra un agujero económico enorme que los lleve al desastre. Por supuesto, este ciclo rápido ocasiona que el librero, realmente, no pueda dedicarle a los libros el tiempo y la atención que merecerían. El ciclo de los libros dentro de la librería, por lo general, está relacionado con su modo de exhibición, que pasa de mayor a menor visibilidad: las novedades en la vitrina, luego en las mesas y, por último, en los estantes, si no son devueltas. De allí que herramientas como Las Librerías Recomiendan o Todos Tus Libros hagan parte de los imprescindibles para el día a día de las librerías.
La relación con las
distribuidoras es fundamental para que la dinámica de los pedidos, reposiciones
y devoluciones funcione bien en cada librería. Al igual que en todos los otros
sectores del mundo del libro, la distribución también atraviesa por un momento
de gran concentración. Enrique Pascual me indica que existen empresas que
distribuyen libros a nivel nacional, otras, son distribuidores exclusivos de
ciertas editoriales y otras más, mayoristas; estas últimas “tienen fondos de
todo y las librerías pequeñas pueden hacerles pedidos”. Alfonso Tordesillas, de
la librería Tipos Infames, manifiesta que sería de gran ayuda si al iniciar
labores en una librería el Gremio entregara un “Manual de bienvenida”, en donde
apareciera, por ejemplo, el listado de las distribuidoras que funcionan en Madrid.
Algunos libreros manifestaron que no fue fácil, al inicio, conseguir que las
distribuidoras de Alfaguara y de Planeta les dejaran libros (como sucede
también en Colombia); otros me cuentan que hay algunas distribuidoras que
exigen un pedido mínimo de 100 euros. Alessandra Gatti, de Cervantes y
Compañía, lo expone de la siguiente manera: “Son dos culturas empresariales que
chocan mucho [la de los libreros y la de los distribuidores]. Hay que encontrar
un equilibrio para que fluya la comunicación […], lograr una conversación
profesional”.
A esta “conversación profesional”
han contribuido todos los esfuerzos que se han hecho desde CEGAL para que los
lenguajes de editores, distribuidores y libreros se unifiquen y sean
entendibles para todos los actores del ecosistema del libro.
Se ha tratado, sobre todo, de hacer una normalización
de documentos y de las fichas técnicas de los libros; esto derivó en la firma
de un acuerdo para establecer las CSL: Normas para la Mejora de la Cadena de
Suministro de Libros (https://www.cegal.es/documentacion/normas-csl/) y en el fortalecimiento de la plataforma Todos Tus Libros, que, en
últimas, conjuga los sistemas de ingresos de datos de los editores (DILVE: Distribuidor
de Información del Libro Español en Venta, donde se consigna toda la
información sobre cada libro y constituye el reporte oficial de novedades de
los editores), distribuidores (SINLI: Sistema de Información Normalizada para
el Libro, por donde se realizan los pedidos de libros a los distribuidores) y
libreros (CEGAL en Red). En algunas librerías, hay una persona dedicada
exclusivamente a registrar en el sistema los libros que entran; igualmente,
desde cada una de las librerías se envían los reportes diarios de ventas que
nutren Todos Tus Libros. Las CSL han sido fundamentales para la
profesionalización del sector del libro, en tanto formalizan los protocolos necesarios
para hacer depósitos, pedidos y devoluciones, para que el editor comunique los
nuevos títulos publicados, para informar sobre las situaciones o estados del
libro y sobre la clasificación comercial de materias de los libros (un
proyecto a nivel europeo), entre otras. Los acuerdos sobre los estados del
libro y sobre la clasificación comercial de materias han sido particularmente esenciales,
pues, de un lado, es cierto que un libro puede pasar por diferentes situaciones
(agotado, descatalogado, reimpresión, reedición, en stock) y es imprescindible
que todos los agentes tengan esta información actualizada y disponible. Por su
parte, la clasificación comercial de materias (IBIC: International Book
Industry Categories) ofrece una categorización distinta a la de las
bibliotecas, con información más útil para el lector y para quien comercialice
el libro.
En relación con la
comercialización, todos los libreros y libreras a quienes entrevisté están de
acuerdo con lo positivo de la Ley del Precio Fijo, pese a la irregularidad de
su funcionamiento (no hay un procedimiento sancionador propio, por ejemplo),
pues beneficia, especialmente, a las librerías independientes y permite “que el
acceso al libro sea muy homogéneo, que no por vivir en una zona que no sea
comercialmente activa te suban el precio del libro porque cuesta más que llegue
ahí”, según me lo explica Enrique Pascual. Esta ley, decretada desde 1975 (y actualizada
en 2007), establece que el editor fija el precio del libro y debe informar cada
vez que haya alguna variación. El precio debe ser igual para todos los agentes
de comercialización, quienes cuentan con un margen de descuento máximo del 5%,
que pueden usar a discreción; asimismo, la ley regula otros descuentos
permitidos: 10% para fechas especiales como el Día del Libro y 15% para ventas
institucionales. Los inconvenientes que fueron mencionados por los libreros y
libreras entrevistados han sido que algunas distribuidoras y editoriales venden
directamente los libros con un 10% de descuento o que la plataforma Amazon
mantiene de forma permanente el descuento del 5%, sin cobrar, además, los
costos de envío, como también lo hacen otras distribuidoras y editoriales.
“Regalar” los costos de envío se
vuelve una práctica inequitativa, pues hay muchas librerías que no pueden
permitírselo; por lo general, quienes pueden asumir los costos de envío son
empresas (pequeños editores, pero también grandes conglomerados editoriales,
que, por la cantidad de sus ventas, se pueden permitir mayores descuentos) que,
al no recurrir a las librerías para comercializar los libros, se “ahorran” el
porcentaje destinado a este fin o empresas que, debido a la pauperización de
las condiciones laborales de sus empleados, pueden asumir tales costos. CEGAL
ha tratado de mediar en esta situación ofreciendo a las librerías apoyo para
suscribir acuerdos de tarifas especiales con empresas de paquetería y
suscribiendo pactos de buenas prácticas con plataformas de venta electrónica,
como el más reciente con Bookshop.org (https://www.cegal.es/pacto-de-buenas-practicas/). Sin embargo, quizá campañas como “Salva tu zona” (surgida durante la
pandemia) resulten más eficaces al insistir en la necesidad de apoyar el
comercio del barrio, de la zona próxima del cliente.
Al indagar sobre los motivos por
los cuales las personas acuden a Amazon, aparecen la comodidad de la consulta, las
facilidades para hacer el pedido y el pago, y la rapidez del envío. Esto solo
demuestra que la única forma para hacer frente a la competencia de las
librerías con estas plataformas de venta electrónica es seguir optimizando los
sitios webs de cada una, su capacidad de prescripción lectora y la eficiencia
en el despacho de los pedidos por parte de las librerías, las distribuidoras y
las empresas de paquetería. De otra parte, se debe fortalecer lo relacionado
con las compras públicas o institucionales. Según los libreros y libreras
entrevistados, estas compras deberían hacerse a través de las librerías y dejar
por fuera las distribuidoras; asimismo, se debería proporcionar mayor apoyo a
las librerías para cumplir con la cantidad de requisitos burocráticos que
implican las licitaciones de las instituciones, sobre todo, a las pequeñas y
medianas, que no cuentan con un departamento especializado para tareas
administrativas, como sí ocurre en las grandes. En todo caso, los actores
entrevistados están de acuerdo con que hace falta una mayor promoción de la
ley, no solo entre los editores, distribuidores y libreros, sino también entre
los lectores-compradores de libros; también es necesario seguir trabajando en
consensos acerca de la regulación de los descuentos. En últimas, la pregunta de
fondo es: ¿Quién tiene derecho a vender los libros? Alfonso Tordesillas afirma:
“Todos tenemos que renunciar a algo para que el sistema siga vivo, en cierta
manera”; quizá tenga razón y cada actor del ecosistema deba dedicarse a su
objetivo principal para que todos ganen: editar, distribuir, vender los libros.
Cierro este texto, a pocos días
de marcharme de Madrid y de regresar a Colombia, en donde el Paro Nacional suma
ya cuatro semanas y ha dejado más de cincuenta jóvenes asesinados (más otros miles
entre heridos, desaparecidos y detenidos), en manos de la policía y ante la
indolencia del gobierno. En Madrid, Isabel Díaz Ayuso se ha ratificado (para
alegría de la hostelería y del turismo) como presidenta de la Comunidad, en
unas elecciones convocadas en un plazo de un poco más de un mes; ha sido un
duro golpe para la izquierda, según me explican las personas a quienes les
pregunto al respecto. Camino todos los días por las calles de un barrio que,
antiguamente, fue el barrio árabe, muy cerca de lo que parece haber sido su
cementerio y donde hoy construyen un centro deportivo. En YouTube, me salen
peticiones para acabar con la práctica de la ablación femenina y con la de
matrimonios de niñas de África (del norte y subsahariana). En un parque cercano,
un hombre de piel oscura busca latas de cerveza en el suelo para tomar lo que
queda en ellas. Buscando una librería, bajo por Lavapiés hacia Embajadores y
veo decenas de hombres y mujeres negros en las calles, hablando un idioma o
idiomas de los que no entiendo ni una sola palabra; hay restaurantes
senegaleses y en las ventanas de los edificios, banderas de Estados que
desconozco. Llego a la librería y allí están: más libros que quisiera leer, en medio
de tanto dolor y con la fuerza que me lleva a seguir creyendo en ellos como
propagadores de dignidad, de responsabilidad, de apertura mental y de
conciencia de esa red que conformamos, sostenemos y nutrimos todos.
Sección de libros
feministas en la librería Miraguano. Madrid, marzo de 2021.
Coda: “Un manual de bienvenida”
A continuación, resumo las
sugerencias que se me ocurren, a partir de la experiencia (corta y ciertamente
superficial) que he reconstruido hasta aquí, para mejorar el tejido librero en
Colombia. Tal como afirma Brigitte Vasallo en sus charlas, no se trata de
transponer una experiencia en un territorio sobre otro, sin tener en cuenta sus
particularidades, sino de presentar un referente que pueda ser útil para
reflexionar, cambiar y mejorar lo que sea posible y deseable, lo que haga falta
para que los libros en Colombia lleguen a más personas que puedan seguir
encontrando en ellos respuestas, preguntas, compañía, estímulo, descanso y esperanza
en estos tiempos inciertos:
·
Fortalecer la
creación de agremiaciones de libreros a nivel nacional y regional; estas
agremiaciones son fundamentales como actores de mediación frente a los retos
actuales que tienen las librerías (por ejemplo, las plataformas de venta en
línea como Buscalibre). Asimismo, es necesario crear premios a librerías y, en
la medida de lo posible, a libros editados en Colombia, así como ferias
barriales del libro que visibilicen el tejido librero de las ciudades y la
producción editorial nacional.
·
Establecer jornadas bianuales
o mesas de trabajo en las que participen editores, distribuidores y libreros. Es
fundamental percibirse como una red y lograr una unificación de los lenguajes y
de las dinámicas empleados, desde un punto de vista comercial. La iniciativa
del portal ColombiaLee es un gran comienzo.
·
Producir informes bianuales
sobre el estado y funcionamiento de las librerías (a manera de un Observatorio
de la Librería propio), en asocio con alguna entidad del sector cultural o
educativo. Dichos informes deberían cruzarse con los producidos anualmente por
la Cámara Colombiana del Libro sobre la edición y con los de Hábitos de lectura
del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística). Esta lectura
transversal de la información producida sería el insumo de las mesas de trabajo
bianuales de editores, distribuidores y libreros.
·
Enfatizar la labor de
los libreros como prescriptores de lectura. Para esto, se deben optimizar o, en
algunos casos, crear páginas webs de las librerías con listas de recomendados e
información completa sobre los libros (además del trabajo realizado en redes
sociales virtuales), que puedan orientar mejor a los lectores-compradores. Igualmente,
se deben afinar los boletines de información sobre novedades, por parte de los
editores, para que puedan luego ser complementados por los libreros.
·
El punto anterior
debe ir acompañado de una inversión estatal en promoción de la lectura, que se
ubique por fuera del ámbito educativo. No se trata de cuántas personas lean ni
de cuántos libros leyeron, sino de que se formen lectores por gusto, con un
verdadero hábito lector a largo plazo y, sobre todo, que puedan construir un
discurso acerca de lo que leen, en donde se sientan seguros, y que puedan convertir
luego en capital cultural (desarrollo este punto en el siguiente artículo: http://www.amoxtli.cl/images/pdf/2020/n05/art02_39_58.pdf).
·
Crear mejores
mecanismos de fidelización, como, por ejemplo, el de la asociación, que no solo
incluya la compra de libros, sino también la participación en actividades
culturales o de formación de las librerías.
·
Subvencionar la modernización
tecnológica de las librerías para sus páginas web y sus ventas en línea. Igualmente,
se debe intervenir en lograr acuerdos con empresas de paquetería para lograr
costes más competitivos.
·
Invertir en la
creación de cursos de formación para libreros y para quienes deseen fundar una
librería, en asocio con universidades u otros gremios del sector del libro en
el país.
Sección dedicada a
Colombia en la librería Traficantes de Sueños. Madrid, marzo de 2021.
Fuentes consultadas:
Actas del Congreso Intersectorial
del Libro 2017: https://valordecambio.com/wp-content/uploads/sites/2/2017/05/Conclusiones-I-Congreso-Intersectorial-del-Libro.pdf
Hábitos de lectura 2020: https://www.federacioneditores.org/img/documentos/260221-notasprensa.pdf
Observatorio de la librería 2019:
https://www.cegal.es/wp-content/uploads/2019/11/Observatorio-de-la-Librer%C3%ADa-2019.pdf
Panorámica de la edición española
de libros 2019: http://www.culturaydeporte.gob.es/dam/jcr:b25857ff-408a-4ecd-a149-fdadff6b2d1e/estadistica-de-la-edicion-espanola-de-libros-con-isbn-2019.pdf
[i] Escribir este texto fue posible
gracias a una beca de estancia de investigación, concedida por la SEGIB
(Secretaría General Iberoamericana) y la Fundación Carolina, entre marzo y mayo
de 2021, al apoyo del Instituto Caro y Cuervo, y a la generosidad de las personas que me regalaron su tiempo para
conversar un rato sobre libros.