jueves, 4 de mayo de 2023

El dualismo metafísico occidental

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Sobre Respondona, de bell hooks


Por Paula Andrea Marín C.

 

La diversidad supone un desafío precisamente porque exige que cambiemos los paradigmas antiguos y que dejemos espacio para la complejidad.

bell hooks (Respondona).

 

Publicado originalmente en inglés en 2015, este libro de bell hooks (Gloria Jean Watkins, 1952-2021) reúne varias conferencias y ensayos que la escritora ofreció y publicó a lo largo de varios años de su vida; los ejes temáticos son, sobre todo, dos: el feminismo (desde la perspectiva de la racialización negra) y la educación (desde la defensa de una pedagogía crítica). La definición que aparece en el título de esta nota (el dualismo metafísico occidental) es de hooks, quien entiende de esta manera la base de todos los sistemas de dominación existentes (capitalismo, patriarcado, clasismo, racismo, entre los más evidentes), cuyo objetivo es dividir, crear la sensación de separación entre unos y otros (superior/inferior, bien/mal, virtud/maldad, etc.). Los sistemas de dominación están interconectados, debido a esta base epistémica compartida de la dualidad (esta o aquella, este sobre aquél) y esta interconectividad permite que el pensamiento de dominación permee el ámbito cotidiano, nuestras relaciones habituales. Por esta razón, es en las relaciones íntimas y familiares entre hombres y mujeres que se evidencia más este sistema de dominación; de allí que el feminismo sea la manera, la primera, la privilegiada, según hooks, para hacerle frente, un frente político a esos sistemas de dominación. Si logramos que nuestros seres queridos dejen de hacernos daño, porque construimos un lugar de afecto seguro o un hogar seguro con ellos, será más fácil lograr que podamos ponerle fin a una relación de dominación con un jefe o con desconocidos.

 

Una de las características más interesantes del discurso de hooks es su insistencia en que el feminismo necesita construir un diálogo entre hombres y mujeres, un diálogo entre sujetos. Para esta escritora, no se trata del facilismo de poner a los hombres como victimarios eternos y a las mujeres como víctimas indefensas; lo más complejo –para el feminismo más radical– es comprender que los hombres también han sido víctimas del patriarcado y las mujeres victimarias del mismo (aunque en diferentes grados y formas). Muchas mujeres maltratan físicamente a sus hijos (femeninos y masculinos) y estos hijes probablemente se convertirán en hombres y mujeres que maltratarán (física o emocionalmente) a sus parejas y a sus propios hijes. Muchos hombres (racializados, con pocos recursos económicos) jamás pueden cumplir con las exigencias del patriarcado para la masculinidad: ser el proveedor; la frustración que esto genera los lleva a afirmar su masculinidad de la manera que más a mano tienen, la más negativa: “mantener el control mediante la violencia psicológica o física” (Respondona). No se trata, como ya he dicho en otra parte (Masculinidades feministas), de justificar las estrategias de dominación sobre las mujeres, de parte de los hombres; se trata de entender, con la mente y el corazón abiertos, que si no establecemos puentes de diálogo entre hombres y mujeres, el feminismo terminará siendo una estrategia más de los sistemas de dominación, división, separación de la sociedad, y terminará sirviendo a los fines del sistema más global de dominación: la supremacía “blanca” capitalista, como bien la llama hooks:

 

Si el énfasis en la dominación patriarcal oculta esta realidad o se convierte en el medio por el que las mujeres desviamos la atención de las verdaderas condiciones y circunstancias de nuestras vidas, acabamos cooperando con la represión y promovemos una conciencia falsa que inhibe nuestra capacidad para asumir la responsabilidad de transformarnos a nosotras mismas y a la sociedad. (Respondona).

 

Además de la advertencia anterior, hooks repara en que el problema de los movimientos contrahegemónicos es, como bien se sabe, las diferentes maneras que tiene el capitalismo para restarle su valor subversivo y convertirlos en un objeto más de consumo. Hooks explica que esto es lo que ha sucedido, por ejemplo, con el énfasis que los movimientos feministas y antirracistas han puesto en la identidad, en el resaltado del “yo”. La frase “lo personal es político”, que tanta aceptación ha ganado en la actualidad –yo soy una de sus adeptas– ha contribuido a esta conversión en prácticas capitalistas de lo que debería encarnar un pensamiento crítico. Hooks habla en este punto sobre la buena recepción que, en la actualidad, tienen los libros escritos por mujeres (negras, en su caso específico); para ella, solo se trata de “que los dirigentes invisibles que controlan el mundo editorial se acab[a]n de dar cuenta de que hay mercado para la ficción escrita por escritoras negras”, pero eso “no significa necesariamente que estén buscando activamente más material escrito por mujeres negras, que las mujeres negras escriban más que antes o que sea más fácil publicar” (Respondona), sino que el mercado editorial ya las puede cooptar mejor.

 

Hooks sostiene que al centrarnos en la expresión del yo se pierden de vista los condicionamientos sociales de ese yo. Es lo que sucede también –demuestra hooks– con la mayoría de los libros de autoayuda para la mujer, en los que “el patriarcado y la dominación masculina casi nunca se identifican como las fuerzas que llevan a la opresión, a la explotación y a la dominación de la mujer” (Respondona); en ellos, se plantea “una visión del mundo en el que la mujer solo puede ser liberada si toma las decisiones correctas” (Respondona), y pareciera que, en esas decisiones, los otros no tienen ninguna responsabilidad.

 

El énfasis en expresar la voz, en encontrar la propia voz, tan necesario en todos los contextos pero, sobre todo, en aquellos donde la palabra propia ha sido acallada o se ha visto autocensurada por el miedo al castigo o al aislamiento (buscando la asimilación como “única manera de obtener la aprobación y la aceptación de quienes están en el poder”), conlleva una gran responsabilidad que nos hace preguntarnos, antes de cada intervención pública que hacemos, ¿a quiénes estamos hablando? La voz, de la misma manera que el cuerpo, corre el peligro de convertirse en objeto de consumo, si no reparamos en quién queremos que nos escuche y realmente quién o quiénes nos están escuchando, y qué están entendiendo de aquello que decimos, bajo el peligro de que lo banalicen o lo conviertan en un artículo de moda.

 

En este sentido, hooks toca uno de los temas que más me afectan por estos días: para quienes somos o nos asumimos como escritoras y escritores, para quienes trabajamos en instituciones académicas como profesoras-profesores o como investigadoras-investigadores, la pregunta sobre la voz es fundamental. Hooks, proveniente de una familia negra sureña de los Estados Unidos, “entornos donde la actividad intelectual y la escritura se consideran tareas de poco valor” (Respondona), porque generan exclusión, hizo sus estudios universitarios y posgraduales en literatura inglesa, gracias a becas, y terminó trabajando en la Universidad de Yale. Para hooks, se trata de “entender la universidad como un espacio clave para la lucha revolucionaria, un espacio en el que podamos trabajar para educar la conciencia crítica, donde podamos desarrollar una pedagogía de la liberación” (Respondona); por supuesto, este objetivo no es nada fácil de alcanzar en el estado actual en el que se encuentra la mayoría de las universidades, por no decir todas. Hooks habla de las posibilidades que se abren en la interacción en el salón de clases, en donde es fundamental que todos y todas tengan una voz, en donde es esencial que se concrete verdaderamente una diversidad de voces y donde tenga cabida el cuestionamiento de los prejuicios sobre género, clase y raza.

 

El académico o académica tiene, a los ojos de hooks, varios retos. El primero de ellos es incluir en la bibliografía de su clase textos que no contribuyan más a la eterna legitimación de las voces de la “supremacía blanca”; esto se hace, en primer lugar, cuestionando el concepto de “autoridad” y “generando un clima que prom[ueva] el trabajo de grupos diversos”, iguales en su validez discursiva. El segundo reto es que el propio discurso de la maestra o investigadora (maestro-investigador) sea accesible, fuera del público de los colegas o de los especialistas. Para esto, es necesario una consciencia acerca de “no traicionar” al grupo social del que se provenga, sino encontrar un lenguaje que restaure la comunicación como puente –y aquí recuerdo lo que, en la misma vía, propone la maravillosa Brigitte Vasallo en su obra–. ¿Quiénes son, realmente, aquellas y aquellos que necesitan el conocimiento que hemos construido, al que hemos accedido quienes provenimos de grupos sociales que no tuvieron la oportunidad de ir a la universidad? Esas personas no están en las aulas universitarias y allí es donde debe haber un cambio, dice hooks: volver a los grupos pequeños, al trabajo con comunidades pequeñas, reunidas alrededor de las mesas de una cocina, hablando de sus experiencias personales y, a partir de ellas, abriendo la posibilidad de entenderlas más allá de lo personal y cotidiano, y extendiéndolas hacia lo social con la ayuda de teorías y discurso crítico, para “comprender […] lo que hay que hacer para transformarla[s]” (Respondona): “Combinar lo personal con el análisis crítico y las perspectivas teóricas nos permite conectar con personas que, de otro modo, se sentirían aisladas, alienadas” (Respondona).

 

El tercer reto para el académico o académica es resistirse al statu quo que imponen los ambientes académicos o universitarios, en los cuales se desprecia el discurso personal porque se entiende como “debilidad intelectual”, como poco riguroso, así como también las prácticas que se salen de lo tradicional. ¿Qué académicos y académicas serán "respondones"?, ¿quiénes se atreverán con valentía a asumir estos retos, so pena de afectar su "carrera" profesional, su capital simbólico y económico?

 

Las prácticas de dominación, en cualquier contexto, nos quiebran, nos hacen perder nuestra voz. A medida que vamos desarticulando la dominación en nuestra cotidianidad, en nuestro barrio, en nuestra ciudad, en nuestro país, en esta aldea global, será más fácil encontrar y asumir nuestra voz, nuestras voces, nuestra propia diversidad, complejidad. El feminismo y todo movimiento que vaya en contra de la supremacía capitalista blanca no puede perder de vista los condicionamientos de clase, racialización y generización que lo atraviesan; igual cuando estamos tratando de desentrañar, comprender y transformar nuestra experiencia personal, y mucho más cuando esta experiencia se lleva a las aulas de clase. El libro de hooks es un llamado a ser “respondonas”, a perder el miedo a enunciar nuestra palabra, a hablar cada vez de maneras más directas, sin perder de vista el reconocimiento y el respeto por esas otredades que nos rodean y que, si escarbamos bien, también nos habitan.

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  • Bell hooks. Respondona. Pensamiento feminista, pensamiento negro. Trad. Monserrat Asensio Fernández. Barcelona: Paidós, 2022.

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Publicado por Paula Andrea Marín C.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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