Sobre Respondona, de bell hooks
Por
Paula Andrea Marín C.
La diversidad supone un desafío precisamente porque exige que cambiemos los paradigmas antiguos y que dejemos espacio para la complejidad.
bell
hooks (Respondona).
Publicado originalmente en inglés
en 2015, este libro de bell hooks (Gloria Jean Watkins, 1952-2021) reúne varias
conferencias y ensayos que la escritora ofreció y publicó a lo largo de varios
años de su vida; los ejes temáticos son, sobre todo, dos: el feminismo (desde la
perspectiva de la racialización negra) y la educación (desde la defensa de una pedagogía
crítica). La definición que aparece en el título de esta nota (el dualismo
metafísico occidental) es de hooks, quien entiende de esta manera la base de
todos los sistemas de dominación existentes (capitalismo, patriarcado, clasismo, racismo,
entre los más evidentes), cuyo objetivo es dividir, crear la sensación de
separación entre unos y otros (superior/inferior, bien/mal, virtud/maldad, etc.).
Los sistemas de dominación están interconectados, debido a esta base epistémica
compartida de la dualidad (esta o aquella, este sobre aquél) y esta
interconectividad permite que el pensamiento de dominación permee el ámbito
cotidiano, nuestras relaciones habituales. Por esta razón, es en las relaciones íntimas y familiares entre hombres y mujeres que se evidencia más este sistema de dominación; de
allí que el feminismo sea la manera, la primera, la privilegiada, según hooks,
para hacerle frente, un frente político a esos sistemas de dominación. Si
logramos que nuestros seres queridos dejen de hacernos daño, porque construimos
un lugar de afecto seguro o un hogar seguro con ellos, será más fácil lograr
que podamos ponerle fin a una relación de dominación con un jefe o con desconocidos.
Una de las características más
interesantes del discurso de hooks es su insistencia en que el feminismo necesita
construir un diálogo entre hombres y mujeres, un diálogo entre sujetos. Para
esta escritora, no se trata del facilismo de poner a los hombres como
victimarios eternos y a las mujeres como víctimas indefensas; lo más complejo
–para el feminismo más radical– es comprender que los hombres también han sido víctimas del
patriarcado y las mujeres victimarias del mismo (aunque en diferentes grados y formas).
Muchas mujeres maltratan físicamente a sus hijos (femeninos y masculinos) y
estos hijes probablemente se convertirán en hombres y mujeres que maltratarán
(física o emocionalmente) a sus parejas y a sus propios hijes. Muchos hombres
(racializados, con pocos recursos económicos) jamás pueden cumplir con las
exigencias del patriarcado para la masculinidad: ser el proveedor; la
frustración que esto genera los lleva a afirmar su masculinidad de la manera
que más a mano tienen, la más negativa: “mantener el control mediante la
violencia psicológica o física” (Respondona).
No se trata, como ya he dicho en otra parte (Masculinidades feministas),
de justificar las estrategias de dominación sobre las mujeres, de parte de los
hombres; se trata de entender, con la mente y el corazón abiertos, que si no establecemos
puentes de diálogo entre hombres y mujeres, el feminismo terminará siendo una
estrategia más de los sistemas de dominación, división, separación de la
sociedad, y terminará sirviendo a los fines del sistema más global de
dominación: la supremacía “blanca” capitalista, como bien la llama hooks:
Si el énfasis en la dominación patriarcal oculta esta realidad o se convierte en el medio por el que las mujeres desviamos la atención de las verdaderas condiciones y circunstancias de nuestras vidas, acabamos cooperando con la represión y promovemos una conciencia falsa que inhibe nuestra capacidad para asumir la responsabilidad de transformarnos a nosotras mismas y a la sociedad. (Respondona).
Además de la advertencia anterior,
hooks repara en que el problema de los movimientos contrahegemónicos es, como
bien se sabe, las diferentes maneras que tiene el capitalismo para restarle su
valor subversivo y convertirlos en un objeto más de consumo. Hooks explica que
esto es lo que ha sucedido, por ejemplo, con el énfasis que los movimientos
feministas y antirracistas han puesto en la identidad, en el resaltado del “yo”.
La frase “lo personal es político”, que tanta aceptación ha ganado en la
actualidad –yo soy una de sus adeptas– ha contribuido a esta conversión en
prácticas capitalistas de lo que debería encarnar un pensamiento crítico. Hooks
habla en este punto sobre la buena recepción que, en la actualidad, tienen los
libros escritos por mujeres (negras, en su caso específico); para ella, solo se
trata de “que los dirigentes invisibles que controlan el mundo editorial se
acab[a]n de dar cuenta de que hay mercado para la ficción escrita por
escritoras negras”, pero eso “no significa necesariamente que estén buscando
activamente más material escrito por mujeres negras, que las mujeres negras
escriban más que antes o que sea más fácil publicar” (Respondona), sino que el mercado editorial ya las puede cooptar
mejor.
Hooks sostiene que al centrarnos en
la expresión del yo se pierden de vista los condicionamientos sociales de ese
yo. Es lo que sucede también –demuestra hooks– con la mayoría de los libros de autoayuda para
la mujer, en los que “el patriarcado y la dominación masculina casi nunca se
identifican como las fuerzas que llevan a la opresión, a la explotación y a la
dominación de la mujer” (Respondona); en ellos, se plantea “una visión del mundo en el que
la mujer solo puede ser liberada si toma las decisiones correctas” (Respondona), y pareciera
que, en esas decisiones, los otros no tienen ninguna responsabilidad.
El énfasis en expresar la voz, en
encontrar la propia voz, tan necesario en todos los contextos pero, sobre todo,
en aquellos donde la palabra propia ha sido acallada o se ha visto
autocensurada por el miedo al castigo o al aislamiento (buscando la asimilación
como “única manera de obtener la aprobación y la aceptación de quienes están en
el poder”), conlleva una gran responsabilidad que nos hace preguntarnos, antes
de cada intervención pública que hacemos, ¿a quiénes estamos hablando? La voz,
de la misma manera que el cuerpo, corre el peligro de convertirse en objeto de
consumo, si no reparamos en quién queremos que nos escuche y realmente quién o
quiénes nos están escuchando, y qué están entendiendo de aquello que decimos,
bajo el peligro de que lo banalicen o lo conviertan en un artículo de moda.
En este sentido, hooks toca uno de
los temas que más me afectan por estos días: para quienes somos o nos asumimos
como escritoras y escritores, para quienes trabajamos en instituciones
académicas como profesoras-profesores o como investigadoras-investigadores, la
pregunta sobre la voz es fundamental. Hooks, proveniente de una familia negra
sureña de los Estados Unidos, “entornos donde la actividad intelectual y la
escritura se consideran tareas de poco valor” (Respondona), porque generan exclusión, hizo sus estudios
universitarios y posgraduales en literatura inglesa, gracias a becas, y terminó
trabajando en la Universidad de Yale. Para hooks, se trata de “entender la
universidad como un espacio clave para la lucha revolucionaria, un espacio en
el que podamos trabajar para educar la conciencia crítica, donde podamos
desarrollar una pedagogía de la liberación” (Respondona); por supuesto, este objetivo no es nada fácil de
alcanzar en el estado actual en el que se encuentra la mayoría de las
universidades, por no decir todas. Hooks habla de las posibilidades que se
abren en la interacción en el salón de clases, en donde es fundamental que
todos y todas tengan una voz, en donde es esencial que se concrete
verdaderamente una diversidad de voces y donde tenga cabida el cuestionamiento
de los prejuicios sobre género, clase y raza.
El académico o académica tiene, a los ojos de hooks, varios retos. El primero de ellos es incluir en la bibliografía de su clase textos que no contribuyan más a la eterna legitimación de las voces de la “supremacía blanca”; esto se hace, en primer lugar, cuestionando el concepto de “autoridad” y “generando un clima que prom[ueva] el trabajo de grupos diversos”, iguales en su validez discursiva. El segundo reto es que el propio discurso de la maestra o investigadora (maestro-investigador) sea accesible, fuera del público de los colegas o de los especialistas. Para esto, es necesario una consciencia acerca de “no traicionar” al grupo social del que se provenga, sino encontrar un lenguaje que restaure la comunicación como puente –y aquí recuerdo lo que, en la misma vía, propone la maravillosa Brigitte Vasallo en su obra–. ¿Quiénes son, realmente, aquellas y aquellos que necesitan el conocimiento que hemos construido, al que hemos accedido quienes provenimos de grupos sociales que no tuvieron la oportunidad de ir a la universidad? Esas personas no están en las aulas universitarias y allí es donde debe haber un cambio, dice hooks: volver a los grupos pequeños, al trabajo con comunidades pequeñas, reunidas alrededor de las mesas de una cocina, hablando de sus experiencias personales y, a partir de ellas, abriendo la posibilidad de entenderlas más allá de lo personal y cotidiano, y extendiéndolas hacia lo social con la ayuda de teorías y discurso crítico, para “comprender […] lo que hay que hacer para transformarla[s]” (Respondona): “Combinar lo personal con el análisis crítico y las perspectivas teóricas nos permite conectar con personas que, de otro modo, se sentirían aisladas, alienadas” (Respondona).
El tercer reto para el académico o
académica es resistirse al statu quo
que imponen los ambientes académicos o universitarios, en los cuales se
desprecia el discurso personal porque se entiende como “debilidad intelectual”,
como poco riguroso, así como también las prácticas que se salen de lo
tradicional. ¿Qué académicos y académicas serán "respondones"?, ¿quiénes se atreverán con valentía a asumir estos retos, so pena de afectar su "carrera" profesional, su capital simbólico y económico?
Las prácticas de dominación, en
cualquier contexto, nos quiebran, nos hacen perder nuestra voz. A medida que
vamos desarticulando la dominación en nuestra cotidianidad, en nuestro barrio,
en nuestra ciudad, en nuestro país, en esta aldea global, será más fácil
encontrar y asumir nuestra voz, nuestras voces, nuestra propia diversidad,
complejidad. El feminismo y todo movimiento que vaya en contra de la supremacía
capitalista blanca no puede perder de vista los condicionamientos de clase,
racialización y generización que lo atraviesan; igual cuando estamos tratando
de desentrañar, comprender y transformar nuestra experiencia personal, y mucho
más cuando esta experiencia se lleva a las aulas de clase. El libro de hooks es
un llamado a ser “respondonas”, a perder el miedo a enunciar nuestra palabra, a
hablar cada vez de maneras más directas, sin perder de vista el reconocimiento
y el respeto por esas otredades que nos rodean y que, si escarbamos bien,
también nos habitan.
- Bell hooks. Respondona. Pensamiento feminista, pensamiento negro. Trad. Monserrat Asensio Fernández. Barcelona: Paidós, 2022.