domingo, 4 de junio de 2023

EL VIENTO EN EL ACANTILADO

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Mi obra es como mi modo de vivir: ni armoniosa, como la de los creadores clásicos, ni uniforme, como la de los revolucionarios tradicionales.

                                                                                                     ~ Max Ernst ~

 

 

Yo que iba de cuerdo voy a ver si me vuelvo loco. Si la vida me bendice y ahuyenta mis certezas, tan lejos de aquellos que se esmeran en la ganancia y en el estropicio de todo lo que no está hecho a su imagen y semejanza.  Nada diferente, en el fondo, a mis creencias de estar en posesión de la fórmula para acabar con este sufrir inclemente que nos envuelve, cual invisible sudario, desde el nacimiento hasta la muerte. 

 

 Voy a ver si me vuelvo loco para que no me huyan los perros ni los gatos, para que los pájaros no alcen el vuelo al eco de mis pasos y las huellas de mis pisadas dejen de ser un enigma infantil para los rastreadores nativos y otros adelantados silentes.

 

Viviendo en medio de una apariencia, dentro de un cuerpo que emergió sin saber porqué, sobre este planeta perseguido por oscuros intereses que nos van esquilmando el agua y emborronando el aire. Deambulando de acá para allá, entre muecas y sonidos, estrechando manos y besando amigos, entre sonrisas y llantos ante las suposiciones. Durmiendo, con o sin sueños, antes de la neblinosa duermevela del amanecer. 

 

Suponiendo, paseando, echando cuentas. Recitando ceremonias como un chamán, con la mirada en la luna como un licántropo, tomando el sol como un turista. Comiendo ascético, mientras guardo voto de castidad o me tiro al barro como Gargantúa, absoluto y pantagruélico sin medida ni razón: la soledad brama por algo de compañía, por socializar el exceso de abandono. Somos seres de contrastes en un mundo plural y multiforme, la vida es de una complejidad irresoluble; el misterio, dicen ¿y yo qué sé?

 

La locura hay que merecerla, garabateó algún querido y maldito piantao, saltando por las aceras de la tierra al cielo. No alcanzo a medir mis posibles méritos para semejante premio.

 

Salgo a los caminos y los recorro a voces, a risotadas, sin recato ni modulación de volumen. Los transeúntes esquivan la mirada y cabecean al alejarse entre el polvo que voy levantando al arrastrar los pies con grandes zancadas, o al patear errático violentos revuelos.

 

Quién podría asegurar que estoy en mis cabales, que lo que escribo no es más que una manera de llamar la atención, una trompeta lejana, un escarabajo kafkiano, la resolución de una ecuación invisible. 

 

No sé si la locura alcanzará mis dudas entre tanto cuerdo ansioso de guerras, hambrunas y otros desatinos infinitos. Sigo a la espera, sin esperanza ni miedo, por si cae alguna pera del olmo. Qué la vida les sea propicia, cigarras y hormigas, pasteleros de albañilería fina, convecinos terráqueos. Vale.

 

 

p.d.: 

llenar lo cotidiano de dedicaciones, plantar juncos sobre las gasolineras y soltar piaras de cerdos en los alrededores. comer cerezas escuchando música sobre una piedra de molino. recoger tempestades entre semana. maldecir plegarias para maquillar escorpiones. Andar.

 

José Alias

junio 023  

interior/exterior noche



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Publicado por jalias
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

6 comentarios:

  1. Qué acogedor lugar, un refugio para locuras y claridades. No estás sólo, los pájaros,los grillos te hablan de sus miedos, de su contribución a la vida,

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    1. Mi casa en la montaña. La madre Naturaleza me acompaña en ese lugar con sus músicas, su espacio y su silencio

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  2. Qué bonito escrito, muy íntimo y muy universal. Ahí vamos juntando plumas cucharita para nuestros planes.

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    1. Ahí, por la rue Dauphien del viejo París, caminando con el gran cronopio.

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