miércoles, 9 de septiembre de 2020

La incapacidad de comprender al otro

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Sobre Las Margaritas, historia de un hombre minúsculoAndrés Mauricio MuñozColombia, Seix Barral: 2019. 




Por Jesús Ovallos

Pocos autores pueden escribir las vicisitudes contemporáneas con la misma lucidez que el colombiano Andrés Mauricio Muñoz. Después de haber sido finalista del Premio hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez con su libro Hay días en que estamos idos, el autor regresó al ruedo con la novela Las Margaritas: historia de un hombre minúsculo, publicado por Editorial Planeta en 2019.

Las Margaritas nos da a un recorrido por la vida de Manuel Rosero, un hombre que desde la infancia se ha sentido incomprendido por las mujeres. El protagonista tiene muy presente un episodio de su niñez en que su compañera Margarita le propinó un loncherazo en la cabeza, en momentos en que otro niño trataba de robarle su merienda. A partir de allí su relación con el género femenino no fue el mejor, su madre sobreprotectora y algunos intentos de cortejo fallidos tampoco ayudaron. Todo es infortunio hasta que conoce a Valentina, con quien termina casándose. Sin embargo, en algún momento del matrimonio, Valentina empieza a interesarse por el movimiento feminista, pero Rosero es incapaz de comprender sus motivaciones y convicciones, así que se enzarza con ella en permanentes discusiones que acaban la tranquilidad del hogar. 

En su intención de desentrañar las taras de Manuel Rosero a la hora de relacionarse con las mujeres, el autor nos hace un repaso por las circunstancias en las que ha sido criado el protagonista. Observaremos en la madre de Manuel a una mujer devota de su hogar, subyugada siempre por las expectativas de la sociedad de lo que es una madre ideal, y que nunca tuvo tiempo de pensarse más allá de ese rol reservado para ella, mientras su esposo Don José Rosero la anulaba sin notarlo. En circunstancias similares vemos a Judith, la profesora de infancia de Manuelito, quien dejó la enseñanza muy a su pesar para dedicarse al nuevo esposo que le prohibió trabajar. Pero la novela también expone cómo el machismo no ha sido perpetuado exclusivamente por los hombres, sino que también las mujeres han sido educadas para reproducirlo inconscientemente, a través de estándares morales acordes a los de sus opresores. Todo lo anterior sin olvidar señalar cómo el patriarcado afecta al protagonista, imponiéndole expectativas difíciles de cumplir que terminan marcando su trasegar a la hora de interactuar con el género femenino. 

Quien lea Las Margaritas con un ánimo reflexivo, puede evaluar cuáles de sus conductas tienen potencial de ser nocivas en cuanto a la búsqueda de equidad se refiere, pues muchas veces, sin notarlo, somos perpetuadores de injusticias y desigualdades. Ejemplo de esto es la continua negación de la existencia de los micromachismos en nuestro comportamiento y lenguaje, y de qué manera ignorar estas conductas afecta también el entorno. Tenemos en Rosero a un tipo que no es necesariamente malvado, pero cuyo desconocimiento de las circunstancias históricas, sociales y lingüísticas lo llevan a una posición en la que es fácil descalificarlo como persona. 

Andrés Mauricio Muñoz corre el riesgo de que se interprete en Rosero a un alter-ego suyo, y que esté usando la literatura para descalificar al movimiento feminista. Esto sería un craso error, pues lo que hace de Las Margaritas una novela memorable es precisamente la imposibilidad de los personajes de comprender al otro. Mal hubiera hecho Muñoz en crear dos personajes comprensivos. Una versión en que su protagonista reflexione sobre la importancia de las reivindicaciones feministas, o en que la esposa tenga la paciencia para reeducar a su marido mientras este se deconstruye, sencillamente sería un despropósito, quedaría como un manual para llevar un buen matrimonio de esos que atiborran las librerías y de los que nos enteramos después que el autor se ha casado cuatro veces. 

Me atrevo a afirmar que, más que una novela sobre conflictos familiares, Las Margaritas es un testimonio sobre la incapacidad de escuchar. De cómo el afán por tener la razón es más poderoso que el de hallar las raíces de las conductas que nos impiden alcanzar una vida plena y satisfactoria. En este punto, me parece prudente recordar que el objetivo del arte no es como tal la denuncia, sino transmitir la realidad. Como bien dice el escritor Paul Brito “Escribir es predecir lo que ocurrirá”, y Andrés Mauricio Muñoz predice con bastante verosimilitud qué pasaría con un matrimonio con personalidades como las de Manuel y Valentina. 

A manera de conclusión, diré que Las Margaritas, historia de un hombre minúsculo, es una obra tan necesaria como trascendente. La prosa depurada y contundente de Andrés Mauricio Muñoz, a la que nos tiene acostumbrados, se pone al servicio de una temática actual y relevante, logrando con esto una obra que permanecerá vigente mientras se hable de reivindicaciones de derechos. Se trata una novela cautivadora, que funciona además como un recordatorio de que, en la vida real, la línea entre la víctima y el victimario se difumina constantemente. De ahí la necesidad de reflexionar, reconocer y estudiar desde la ética las actitudes que perpetúan las desigualdades, no sea que terminemos convirtiéndonos en aquello que decimos odiar. 


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Publicado por Revista Corónica
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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