viernes, 25 de marzo de 2022

Levantar el velo de la mentira y atreverse a ver el horror 🎧

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Cuando era un niño tenía episodios de ira. Reacción a la ambivalencia entre el comportamiento pasivo que me caracterizaba y las necesidades inconscientes de mi carácter, que quiere, desde entonces, desde antes de entonces y para siempre, el desarrollo de una masculinidad puesta en ejercicio en el mundo. En el centro de todo individuo está esa fuerza que empuja desde adentro hacia afuera, hacia lo que desea ser. Yo, que nací y crecí dentro de un matriarcado, me movía por mi espacio vital sin entender qué fuerzas se debatían dentro de mí, y qué era aquello que necesitaba para darle salida a mi energía activamente, creativamente, positivamente. Por tanto, pasaba de estados pasivos, contemplativos, introvertidos, a salidas furiosas contra todo aquel que me hiciera la más mínima provocación. 

La situación describe lo que viven, no solo algunos niños y niñas cuyas necesidades más profundas no encuentran asidero en lo exterior, y crecen sin un punto de referencia para desarrollarse tal y como lo exige su naturaleza. También refleja el comportamiento de una gran cantidad de adultos. El introvertido violento debe su carácter a una serie de factores que tienen su origen en el útero y luego forman un coctel con las circunstancias ambientales, sociales, culturales. Y el violento a secas, también. La religión está para contener al animal humano que somos, pero las más de las veces su ficción, sus rituales, su ortodoxia, solo cumple una función represiva, y no de liberación. Resultado: cristianos que, en medio de las protestas sociales de nuestro país, salieron a la calle para dispararle a manifestantes; católicos que temen la despenalización del aborto, pero no dudarían en mandar a matar a un gamín que se acerque demasiado a su casa; gente de bien que ama la paz de sus barrios, pero desea la guerra en los demás territorios de la geografía nacional, en donde morirán los hijos de otras personas. 

Child soldiers, Peter Mantello

Niños esquizofrénicos, cuyo comportamiento, pensamiento, opiniones, están determinados por las emociones de sus cuerpos, sus conflictos sexuales, su desconocimiento de sí mismos, y también por las fuerzas que violentan nuestra subjetividad en todo momento. Necesidad de ser alguien (como si fuéramos, al igual que Ulises, nadie) en una sociedad de ganadores y perdedores; necesidad de avanzar, progresar, ascender socialmente, sin conocer el retorno; necesidad de trascender, las más de las veces a través de lo que es cambiante y poco seguro, como la riqueza y el poder; necesidad de autoafirmarse, no creando, sino teniendo, dominando, oprimiendo, violentando, poseyendo, controlando. 

Por lo general, estas personas, dependiendo de su suerte, su fortuna, su éxito para lograr posicionamiento social y desplegar sin ambages su enajenación, se presentan como defensoras de la Familia, las Instituciones, la Patria. Por lo general, también, sufren de mala consciencia, y por eso necesitan tanto de la religión, que es el placebo que comparten junto al resto de la sociedad para controlar su neurosis colectiva. Y entre más conscientes son de su contradicción interna, más necesitan de diques externos para contener su miedo a ser lo que son. Así nacen las posturas ideológicas de derecha, antiderechos, excluyentes, renuentes a aceptar la diversidad de los individuos, adeptos de las penas capitales contra los miserables, pero condescendientes con los delincuentes de cuello blanco, etc.

Colombia es un país que permanece en un estado de inmadurez. Y, como los niños con miedo, con mala consciencia, que son casi todos los adultos neuróticos, es temerosa de lo nuevo. Pero el salto hacia lo nuevo sucederá, porque, como dijo Heráclito, “lo único constante es el cambio”. Y es posible que una nueva generación de jóvenes que no basan su vida en el tener, sino en el ser; que no quieren acumular, sino estudiar; que no quieren alcanzar el éxito, sino ser felices, puedan lograr lo que no pudieron sus padres: ver de frente el horror, en una sociedad ciega y sorda ante lo evidente. ¿Y qué es lo evidente? ¿El dolor, la injusticia, la infamia, la hipocresía, la doble moral, la violencia? ¿Las víctimas de la guerra y el narcotráfico? ¿La estigmatización de procesos sociales por parte de las fuerzas del Estado? ¿Los líderes y lideresas asesinados? ¿La desigualdad, el amor necrófilo, los abusos de poder? ¿La depredación de la selva, el desplazamiento de comunidades? 

Claro, no hay peor ciego que el que no quiere ver, y es muy difícil admitir que vivimos en una democracia ficticia cuando lo miramos todo tras el cristal de los privilegios, o de los prejuicios de clase, o del arribismo: esos muros de contención dentro de los cuales la llamada gente de bien puede controlar su neurosis, disimilarla, encubrirla, hasta que se sienten amenazados por un mundo cambiante que, inevitablemente, levantará el velo de su mentira.
Night Of The Living Dead by George A. Romero
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Música:
Paranoid, del álbum homónimo, Black Sabbath, 1970.
War pigs, del álbum Paranoid, Black Sabbath, 1970.
Efecto dominó, del álbum Sobrevolando, Cultura Profética, 2019.

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Publicado por Pedro Ismael Cárdenas Ballesteros
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Revista Corónica es una publicación digital. ISSN 2256-4101.

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